CAPITULO 17
Dianna estaba en la biblioteca ultimando los últimos detalles para el baile que se celebraría en varios días. Las invitaciones ya habían sido repartidas, y al final habían puesto “En honor a la reina de Kairos”. Amanda le había dicho que era mejor no poner su nombre. A Dianna le había parecido bien, y así es como la habían mandado. Las respuestas no habían tardado mucho en llegar, todos aceptaban las invitaciones encantadas. De la única que todavía no había recibido contestación era de la reina. Pero la verdad es que eso no le preocupaba mucho. Ahora lo único que le preocupaba eran los turcos, ¿dónde se escondían? ¿qué estarían planeando contra ella? Seguro que estaban urdiendo algo para hacerle daño. ¿Estarían esperando a la fiesta? Kiros le había contado que Edward se había encargado de la seguridad para esa noche. Ella confiaba en Edward, sabía que lo iba a tener todo bajo control esa noche. No habían vuelto a verse desde la discusión que tuvieron en el baile de compromiso de su hermana y su prima. Dianna le echaba mucho de menos. Estaba completamente enamorada de él.
De pronto tocaron a la puerta de la biblioteca.
-Adelante - dijo Dianna todavía un poco distraída.
-Perdone mi lady – dijo Hank mientras entraba en la biblioteca -. Ha llegado un mensaje.
Hank se acercó al escritorio y le entregó el mensaje.
-Gracias Hank – dijo Dianna mientras cogía el mensaje.
Hank hizo una pequeña reverencia y salió de la biblioteca en silencio.
Dianna abrió el mensaje y vio que era de la reina. En el mensaje su majestad le decía que sentía no poder asistir a su baile por compromisos que no podía eludir. Pero que estaba invitada a visitar su palacio cuando a ella le viniera bien. Le decía que tenía ganas de conocerla y que podía contar con su amistad y su apoyo mientras estuviera en Inglaterra.
Dianna salió de la biblioteca para buscar a Kiros y enseñarle el mensaje.
Lo encontró en las cabellerizas cepillando a su yegua “Lania”.
-Kiros, he recibido un mensaje de la reina – le dijo mientras se acercaba a él.
Kiros dejó lo que estaba haciendo y tomó el mensaje que Dianna le entregaba. Cuando terminó de leerla se la entregó.
-¿Vas a ir? – preguntó Kiros mientras volvía a cepillar a “Lania”.
-Creo que sí – dijo Dianna -. Ella quizás pueda protegerme de los turcos hasta que embarque rumbo a Kairos.
-Sí, eso estaría bien – Kiros dejó de cepillar a la yegua y la miró -. ¿Estás nerviosa por el baile?
-Un poco – dijo Dianna nerviosa -. No sé qué pensará la gente.
-No te preocupes por eso – Kiros se acercó a ella y le abrazó con ternura -. Cuando lo expliques todo, ellos entenderán.
-Eso espero.
No volvieron a decir nada más, Kiros siguió con la yegua y ella se fue a la casa.
Edward estaba ultimando los últimos detalles para la seguridad de la princesa durante el baile. Todavía le molestaba el brazo de su última incursión en los suburbios para encontrar a los turcos, y ya se estaba empezando a impacientar. Por lo menos, no habían vuelto a intentar nada contra Dianna. Pero él estaba casi seguro de que estaban planeando algo. No sabía exactamente cuándo atacarían de nuevo, pero presentía que podía ser en el baile. Ya estaba todo listo para ese día, habría hombres vigilando el jardín, la entrada principal y la entrada de servicio.
Él iba a estar dentro, vigilando de cerca a Dianna. Estaba impaciente por volver a verla, seguramente iba a estar realmente hermosa esa noche. ¿Cómo haría para contenerse y no besarla? Cada día le costaba más no ir a su casa para verla y tomarla entre sus brazos. Tenía que volver a tenerla entre sus brazos, aunque solo fuera para bailar una pieza. Sí, le pediría un baile y luego se mantendría lo más lejos posible de ella, pero siempre vigilándola.
La noche del baile, Edward iba en su carruaje junto con su hermana y su prima.
Su hermana le había contado que Dianna iba a aparecer la última, cuando ya todos los invitados estuvieran en el salón de baile. Hank iba a presentarla como su majestad la reina Dianna de Kairos, y entonces ella aparecería en el salón y diría su discurso.
Se imaginaba que iba a estar bastante nerviosa por lo del discurso, pero estaba seguro de que lo haría de maravilla.
Cuando llegaron a la mansión, Kiros y Ellen los recibieron y les hicieron entrar en el salón, el cual ya estaba bastante lleno. Se dirigieron hacía sus amigos que ya los estaban esperando. Ya no tardaría mucho en que apareciera Hank e hiciera la presentación.
Dianna estaba en su habitación cuando llamó a su mayordomo. Era la hora de que Hank se enterara de quién era ella y de que hiciera el anuncio en el salón de baile.
-Me ha llamado mi lady – dijo Hank con una inclinación de cabeza.
-Si Hank, pasa – dijo Dianna con una sonrisa -. ¿Han llegado ya todos?
-Si mi lady, ya están todos en el salón de baile.
-Muy bien Hank, ahora debes presentarme – dijo Dianna mientras se dirigía a la puerta -. Pero no como lady Dianna de Hamsphire, sino como su majestad la reina Dianna de Kairos.
-¿Perdón mi lady? – dijo Hank con asombro.
-Sí Hank, en realidad soy la reina de Kairos. Una isla griega que hay en el mediterráneo – dijo Dianna -. Siento haberlo ocultado, pero tenía que mantenerme oculta de mis enemigos.
-Lo entiendo mi la… perdón majestad – dijo Hank haciendo una reverencia.
-Vamos Hank, ha llegado la hora de que todo sepan la verdad – dijo Dianna mientras salía de la habitación.
-Sí majestad.
Hank salió detrás de ella para dirigirse al salón. Una vez en la puerta, Dianna se mantuvo a un lado mientras Hank entraba en el salón y la presentaba.
-Damas y caballeros – empezó diciendo Hank -. Tengo el placer de presentarles a su majestad la reina Dianna de Kairos.
Dinna entró en el salón y se quedó en silencio en lo alto de las escaleras. Muchos de esos rostros le eran desconocidos, y todos le miraban con asombro. Mientras bajaba la escalera, la gente empezaba a inclinarse ante ella con respeto. Se dirigió hacía el pequeño escenario que habían instalado para la orquesta. Cuando se subió, se volvió hacía sus invitados.
-Gracias a todos por venir – empezó diciendo Dianna -. Sé que os estaréis preguntando por qué he mantenido mi verdadera identidad oculta. Hace 16 años atacaron el palacio donde vivía en Kairos, asesinando a toda mi familia. Un soldado de mi padre, junto a mi nana me sacaron de allí y me trajeron a Inglaterra para esconderme. Hoy es el día en el que cumplo 21 años y me convierto oficialmente en la reina de Kairos – en este punto Dianna hizo una pausa mirándolos a todos -. Pronto debo partir a Kairos para empezar a gobernar mi reino, pero mientras estoy aquí en vuestro país, me gustaría el apoyo de todos vosotros.
Tras esas palabras, el salón se sumó en un silencio absoluto. De pronto empezó a sonar un aplauso desde el fondo del salón, que fue propagándose poco a poco haciendo que todo el mundo aplaudiese. Dianna se inclinó ante ellos y se volvió hacía la orquesta.
-Por favor, que empiece la música – dijo Dianna mientras se bajaba del escenario.
Cuando Dianna bajó del escenario poco a poco fueron acercándose a ella para presentarles sus respetos.
Ya había pasado una hora desde que empezó la fiesta, y Dianna no había estado ni un minuto a solas. Siempre había alguien para hablar un rato con ella. De pronto sintió que alguien le cogía de la mano y le hacía darse la vuelta. Y allí vio a Edward, estaba tan apuesto como siempre.
-¿Me permite este baile majestad? – dijo Edward inclinándose ante ella.
-Por supuesto excelencia, será un placer – dijo Dianna mientras dejaba que le guiara hasta la pista.
-Has estado magnífica – le dijo Edward en un susurro mientras la guiaba al ritmo del vals.
-Gracias excelencia – dijo Dianna en un susurro.
Seguía un poquito enfadada con él, pero la verdad es que le gustaba mucho estar en sus brazos.
Cuando el vals terminó, Edward hizo que le cogiera del brazo y empezó a llevarla fuera del salón. Dianna vio que se dirigían a la salita, que en esos momentos estaba vacía.
-¿Por qué me traes aquí Edward? – dijo Dianna mientras se soltaba de él y se giraba para enfrentarlo -. Eso no ha estado nada bien, todo el mundo se ha dado cuenta que hemos salido juntos de allí.
-Lo sé, y lo siento – dijo Edward mientras se acercaba a ella -. Pero tenía que hablar contigo. No quiero que sigas enfadada conmigo.
Dianna no supo que decir, lo tenía tan cerca. Quería abrazarlo y besarlo, sentir de nuevo sus besos y sus caricias.
-Edward… - dijo Dianna en un susurro mientras se abrazaba a él y le besaba con efusividad.
-Dianna no… - empezó diciendo Edward mientras intentaba apartarla.
-Schh… - dijo Dianna mientras seguía dándole pequeños besitos en los labios -. Deseo tanto saborear de nuevo tus labios.
-Por dios – dijo Edward mientras la apretaba más contra él -. Te deseo tanto, pero…
-Pero nada – dijo Dianna mientras le lamía los labios con su lengua -. Si me deseas bésame.
Edward no pudo negarse y la beso con pasión. La llevó hasta el sillón y la tumbo mientras él se ponía encima con cuidado de no aplastarla. Dianna empezó a acariciarle la espalda mientras Edward le besaba el hueco que había entre el cuello y el hombro. Dianna gemía de placer mientras seguía acariciándole. Edward empezó a subirle el vestido mientras le acariciaba el muslo.
-Dianna – susurró Edward mientras le besaba el nacimiento de sus pechos -. Por dios, me vuelve loco tu olor y tu sabor.
-Edward… - dijo Dianna mientras intentaba sacarle la camisa de los pantalones -. Hazme tuya.
De pronto notó que Edward se tensaba y se apartaba con rapidez de ella.
-¿Qué pasa? – dijo Dianna mientras se sentaba -. ¿He hecho algo malo?
-No – dijo Edward mientras se pasaba las manos por el cabello -. Esto no puede pasar, pronto te irás y yo…
-Y tú nada – dijo Dianna mientras se acercaba a él para acariciarle el hombro -. Te deseo y…
-¡No! – dijo Edward con severidad mientras se ponía de pie -. No sabes lo que me estás pidiendo…
-Por supuesto que lo sé – dijo Dianna mientras también se ponía furiosa -. Dios, ¿es que no te das cuenta de que no voy a poder desear a nadie que no seas tú? Me estás diciendo que tú también me deseas, pero no…
-¡Basta Dianna! – dijo Edward con furia mientras la cogía de los brazos -. Nuestros caminos se van a separar. Tú estarás en Kairos gobernando, y yo aquí en Londres. Mi deber como duque es casarme y dar herederos para que continúen con el legado.
-Y seguramente elegirás a una de esas damas sin cerebro – dijo Dianna con furia mientras se soltaba de él -. Si es así, ¿por qué correspondes a mis besos? ¿por qué has estado a punto de hacerme tuya en el sillón?
-No lo entiendes Dianna – dijo Edward mientras la soltaba y la miraba con frustración -. No podemos estar juntos y punto. ¿Qué quieres? ¿Un revolcón de una noche? Porque eso es lo único que puedo darte.
-¡Bastardo! – dijo Dianna con furia mientras le daba una bofetada -. No te atrevas a decirme que soy una cualquiera. ¡Te odio!
Y salió de allí corriendo con los ojos llenos de lágrimas. No quería que nadie la viera, y se dirigió a la puerta principal para salir a la calle. Se había sentido tan dolida por sus palabras, ¿cómo podía sugerirle eso? ¿acaso él no sentía lo mismo? No, no lo sentía. Él iba a casarse con otra, lo había dejado claro.
Dianna salió por la escalinata hasta la verja de entrada.
-¡Dianna espera! – escuchó que decía Edward detrás de ella.
Cruzó deprisa la verja y fue a seguir el camino a Hyde Park cuando alguien la cogió por la cintura y le tapó la boca con un pañuelo.
-Por fin eres mía princesa – dijo una voz en su oído.
Ese hombre empezó a arrastrarla hasta un carruaje que había aparcado a poca distancia de la residencia.
-¡Diannaaaa! – escuchó la voz de Edward mientras la subían al carruaje.
Una vez dentro del carruaje Dianna se sumió en las sombras.