El día de entrega del trabajo final, también debíamos hacer una exposición de traje y corbata. Usé uno de los trajes que mi papá había dejado tras su partida.
Ese día quedé atónito al verte. Llevabas un vestido blanco sencillo, con un cinturón rosa que te ceñía la figura, tu cabello caoba acaramelado lograba ondularse a pesar de lo corto. A pesar de que antes te vestías elegante, en ese momento te vi más hermosa de lo usual.
Tú me examinaste de pies a cabeza como lo hiciste el día de nuestra primer cita de estudio, no me viste a los ojos y luego me ignoraste, como siempre.
Durante la exposición, mientras yo hablaba, logré notar como disimulabas no mirarme, pero al igual que para mí, era imposible no hacerlo. Sentía un revoloteo en el estómago y el pecho, y una cierta ansiedad. No era por estar parado frente a treinta estudiantes y un profesor, era por ti que me ponía así.
Era fin de semestre, nuestro último trabajo. La nota fue un cinco. Tú estabas contenta, gracias a que yo dejé mi vagancia de lado por ti. Ese día ibas a celebrar con tus pocos amigos el fin de semestre, yo mientras, me desmoronaba por dentro; sentí que esa sería la última vez que te frecuentaría.