Segunda chance

By RCMartinez

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Literalmente mi vida había acabado. La chica que había amado se había casado con la persona que más me odiaba... More

Prologo
Capitulo Uno: ¿Quien eres tu?
Capitulo Tres: una visita no deseada
Capitulo cuatro: El escape
Capítulo cinco: Volver a casa
Capítulo Seis: El lado B de la historia
Capitulo Siete: sentimientos encontrados
Capitulo Ocho: No se lo que quiero
Capitulo nueve: ¿confundidos o destinados?
Capitulo Diez: un gran problema
Capitulo Once: El enfrentamiento
Capitulo Doce: Recuperando recuerdos
Capítulo Trece: Atrapados
Capítulo Catorce: Muchos problemas
Capítulo quince: si ella esta a salvo, todo estará bien
Capítulo Dieciseis: un poco mas que suerte
Capítulo Diecisiete: el principe en apuros
Capítulo Dieciocho: El favor
Capitulo Diecinueve: Corazon roto
Capítulo veinte: ¿y si siempre fue ella?
Capítulo veintiuno: sentimientos bipolares
Capítulo Veintidos: ¡Al diablo las consecuencias!
Capitulo veintitres: la decision
Capítulo Veinticuatro: Atrapado... Otra vez
Capitulo Veinticinco: Esto no puede estar pasando otra vez
Capítulo Veintiseis: El desenlace.
Capítulo Veintisiete: En verdad odio los hospitales
Capítulo Veintiocho: El final de una larga pesadilla
Capítulo Veintinueve: Nuestro merecido final feliz
Epílogo

Capitulo Dos: Los mejores amigos

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By RCMartinez

La ducha estaba tibia y pude relajarme un poco. Mi cuerpo dolía como si hubiera sido arrollado por un autobús. En lo único que pensaba era en tumbarme en la cama y descansar un poco, me lo merecía después de todo el sacrificio que fue quitarme la ropa. Cuando terminé, envolví mi cuerpo con una toalla blanca que estaba doblada en un estante y salí hacia la habitación.

Me había imaginado que la rubia estaría de pie en el mismo lugar donde la deje, pero no. La habitación estaba vacía, así que me puse unos calzoncillos y salí en su búsqueda. La idea de ver su rostro muy pálido por causa de mi casi desnudez, me divertía demasiado. Creo que era la primera vez que veía a una chica que además de ser virgen se comportara como tal, las chicas siempre intentaban negarlo u ocultarlo, lo cual era patético. Al final, siempre descubría la verdad.

La encontré de espaldas a mi, había de alguna forma, puesto a funcionar la estufa y se había puesto a cocinar algo con los utensilios nuevos de mi cocina. ¿Tanto me había tardado que ella tuvo tiempo de conseguir comida, hacer funcionar la estufa y cocinar los alimentos?

De nada servía querer saber aquello, me dirigí al desayunador y me senté en uno de los taburetes de forma silenciosa. Ella estaba tan concentrada que no se dio cuenta de mi presencia. Vestía unos vaqueros un poco holgados para su cuerpo, una camiseta morada oscura de algodón y traía el pelo rubio amarrado en una coleta. Cocinaba algo de sopa y parecía absorta de todo.

Me pregunté en ese instante de donde la conocía, a qué edad la conocí, en que ciudad de las tantas donde habíamos estado mi madre, yo y... ese hombre. Apreté los dientes inconscientemente, recordarlo y saber que llevaba su sangre, me enfermaba. ¿Pero, por qué olvidaría a esta linda rubia? ¿Por qué dijo que no podía creer que la hubiera olvidado? ¿Acaso tenía que recordarla de alguna manera?

Mi cabeza estaba confusa y daba vueltas tratando de encontrar una respuesta que obviamente no iba a llegar a mi por mucho que me esforzara.

Pero debía refrescar mi mente y dejar de torturarme, así que me levante del taburete y fui a ver cómo iba esa sopa.

- ¿Porque esa sopa luce verde? -pregunté justo en las espaldas de la rubia que se sobresaltó dejando caer la cuchara de madera con la que revolvía el caldo.

Su rostro palideció al ver mi desnudez y posteriormente enrojeció a más no poder.

- ¿Po... Po... Por qué estás desnudo? -tartamudeó claramente nerviosa.

- No estoy desnudo -contradije mirando hacia mis calzoncillos grises desde todas las posiciones y luego la mire a ella -. Tengo calzoncillos.

- ¡Tienes que vestirte! -exigió retrocediendo un paso.

- No quiero, así estoy cómodo. Además, tienes que cambiarme las vendas, están mojadas y ensangrentadas.

- Yo...

- No me digas que tampoco lo harás porque hace un rato te auto proclamaste mi enfermera, es tu deber hacerlo.

- Si no te hubieras esca... -se detuvo cuando me acerqué.

- ¿Qué? Termina lo que ibas a decir -la vi tragar saliva y palidecer al mirarme a los ojos.
Era la situación más cómica del mundo, ella huía de mí como si yo fuera un animal rabioso y el juego me estaba gustando. Su nerviosismo, la manera en que perdía o adquiría color su rostro era fascinante, esta chica era alguien totalmente diferente y era algo refrescante. No me había divertido tanto desde antes que mi madre se casara.

Me acerqué lo suficiente con la intención de arrinconarla en la pared más cercana y la miré intensamente. Sus ojos azules no se apartaban de los míos.

- ¡Déjame adivinar! Tampoco haz visto a un hombre semidesnudo -ella no contestó pero tragó saliva con fuerza-. Dime una cosa, ¿Cuántos novios haz tenido en tu vida? ¿Cinco? ¿tres? ¿Uno tal vez?

Ella no dijo nada, no movió un solo músculo. Se apegaba tanto a la pared que parecía querer atravesarla, su rostro se había vuelto a poner pálido y en sus ojos se reflejaba el pánico. Yo quería presionarla y ver hasta dónde era capaz de llegar o si se dejaría llevar por mi, aunque era más probable que huyera.

- ¡No puede ser! ¡Dime que por lo menos haz tenido un novio!

- ¡Por supuesto que tuve un novio!

- ¿Hace cuanto tiempo?

- No es tu asunto -dijo a la defensiva pero cuando me acerqué, la rebeldía que estaba mostrando se esfumó y sus ojos se abrieron de par en par.

- Mientes -sonreí-. Apuesto que tampoco sabes besar.

- ¡Por supuesto que sí!

- A ver, quiero ver que lo pruebes.

La chica tragó saliva otra vez y no movió ni un músculo. Se quedó mirándome con el rostro completamente pálido y temerosa. Apostaría que si la tocaba huiría y... De hecho quería hacerlo, comprobar que su blanca piel era tan sedosa como se veía.

- Serás una doctora terrible -me burle con la voz ronca muy a mi pesar, ella en respuesta intento apartarme poniendo sus manos sobre mi pecho desnudo, pero se quedó paralizada por el toque.

El calor de sus manos sobre mi piel se sentía extraño, cálido y agradable. Ella miraba sus manos en mi pecho como si fuera algo inapropiado pero no las apartó en ningún momento. Luego, se percató de lo que hacíamos y las retiro suavemente haciendo que mi piel se estremeciera. Sus ojos volvieron a los míos y trató de recobrar el control.

- Yo... - sus labios rosados se abrieron provocando en mi unas ganas de tomarlos con los míos. Era una tentación muy fuerte y no pude resistirme, baje lentamente acortando la distancia entre los dos mientras ella fijaba su vista en mis labios y esperaba expectante el beso.

En ese instante, el teléfono del salón sonó y nos sobresaltó a ambos. Los dos miramos el aparato sonar mientras emitía una verdusca luz y aquel espantoso ruido, me aparté para ir a por el.

- Yo voy a por él, tú sigue con la sopa -le dije a la rubia al momento que levantaba el auricular-. ¿Sí?

- ¡Chris! -sentí como el aire de pronto se volvió tan pesado que ya no pude respirar, mi corazón literalmente, se detuvo y yo me quedé estático al escuchar aquella voz. Aquella voz que volvía mi mundo de cabeza y saber que la había preocupado de tal forma que sintiera la desesperación en su voz, me hacía querer que me tragara la tierra-. ¡Oh, gracias al cielo que estás bien! Tú madre y yo hemos estado muy preocupadas por ti. No llamas ni das señales de vida. ¿Crees que no nos preocupamos? ¿Cómo estás? Dime que no haz vuelto a beber.

¿Cómo rayos iba a responderle? A ella no podía ocultarle nada y los sentimientos que sentía me golpearon fuertemente el pecho, reabriendo un vacío que antes, había tratado de llenar con alcohol.

- ¿Estás en tu apartamento? -insistió al no poder recibir de mi respuesta alguna-. ¿Chris, estás ahí?

- Yo... -era lo único que podía decirle. ¿Qué más le diría? "Hola, Violeta. ¿Cómo estás? Me alegra que seas feliz mientras yo vivo en un lugar peor que el infierno sabiendo que no podré tenerte nunca más, ahogándome con todo lo que siento por ti y dando lastima en todos los bares que se cruzan en mi camino". ¡Por supuesto que no!

- ¿Chris, estás bien? Dime la verdad... -la rubia me arrebató el teléfono y se lo colocó en la oreja.

- Hola... Discúlpalo, está un poco estupefacto... ¿Podría saber quién eres?... Oh, Violeta... ¡Sí, ha hablado de ti!... ¿Yo? Soy su mejor amiga, me llamo Emma Méndez... Sí, desde que éramos unos pequeños... Sí, él está perfecto y no te preocupes, yo cuidaré de el ahora... No tienes por qué, para eso son los amigos... Fue un gusto conocerte, Violeta. Y no te preocupes, lo cuidare y las mantendré informadas... adiós.

En todo ese tiempo solo me quedé mirando a la rubia mientras hablaba con Violeta, luego que presionó el botón para cortar la llamada, me miró con sus enormes ojos azules.

- Se oía muy preocupada por ti -enunció con cierta molestia en su voz-. Tú madre y ella se han preocupado. ¿Es tu novia?

- No es tu asunto -dije tajantemente mientras le arrebataba el teléfono que todavía tenía en las manos y lo ponía en su lugar.

- ¡Estaban preocupadas por ti porque no le devolvías las llamadas!

- ¡Esto no es asunto tuyo y no tienes ningún derecho de inmiscuirte en mis cosas!

Ella retrocedió un paso y me miró con el rostro sorprendido.

- No tienes que ponerte a la defensiva, Chris. Perdona que quiera saber un poco más sobre ti y de tu vida después de trece años. ¡Perdóname que me interese por tu salud y que trate de cuidarte! ¡Pero, sobretodo, perdóname por intentar ser tu amiga de nuevo! Cometí un grave error -dijo subiendo la voz gradualmente hasta gritar, luego, se volvió para buscar su bolso que estaba tirado en uno de los sofá y cruzó por mi lado en dirección a la puerta.

- Lo siento -me disculpe al momento que la sujeté por el brazo justo a tiempo para impedir que se marchara-. Todo esto es molesto. Mi situación, el accidente y no poder recordarte... me tienen tenso.

- ¿Tú situación?

- Solo no me hagas caso y vamos a comernos esa sopa.

- Quiero saber, Chris. Alcoholismo, peleas en un bar, te pones agresivo cuando pregunto por esa chica y... tú actitud conmigo. Me confundes.

La miré. Contarle cosas tan personales a una persona que no conocía aunque ella dijera que sí, era un poco bizarro para mí. Pero al mismo tiempo dejar que ella fuera tan vulnerable frente a mí era un completo error. Ella era hermosa e inocente, una mezcla muy explosiva principalmente para una persona dañada como yo y no quería arrastrarla a mi mundo. Sería como marchitar a una hermosa flor y eso sería un crimen mucho más grande que el cometido con Violeta...

Bueno eso era una historia aparte.

- Todo lo que tienes que saber es que estoy herido, soy alcohólico y no soy una buena persona. Si quieres intentar recuperar nuestra supuesta amistad...

- No es supuesta -me interrumpe un tanto fastidiada.

- No me interrumpas. Si lo quieres hacer, no te lo impediré pero ya te lo he advertido.

- Yo sé que no eres mala persona, Chris. Te conozco.

- Me conocías. Las personas cambian, Lena.

- Emma -volvió a corregirme poniendo los ojos en blanco.

- Sí, como sea. Ahora, vamos a comer esa sopa -le guiñé el ojo y me acerqué para acariciarle brevemente una mejilla-. Y no me hagas caso, si me acerco demasiado, por favor, detenme.

Me dirigí al área del comedor y le quite el plástico protector que cubría mi mesa de cristal, limpiamos y pusimos la mesa, luego comimos en silencio.

Era muy tarde ya y en el rostro de la chica se veía el cansancio.

- ¿Irás a casa tan tarde? ¿Por qué no te quedas? -pregunté después de verla tratar de disimular un bostezo.

- No quiero incomodarte, además tengo que irme.

- No es molestia, la cama es muy grande puedes dormir allí si lo prefieres. Me temo que el sofá es muy nuevo y podría ser muy duro para dormir.

- No lo sé...

- Anda, si quieres toma una ducha mientras te busco algo de ropa -me ofrecí levantándome de mi asiento con cuidado de no lastimarme.

Ella sonrió tímidamente y asintió con la cabeza. Busqué en mi armario algo de ropa que cierta rubia desesperante había dejado, la chica que contrate para la limpieza la había lavado y planchado junto a mi ropa, así que algo de ella con suerte le quedaría.

La puse sobre la cama y me dirigí a la sala de estar para darle su espacio y evitar que se sintiera acorralada. Busque algo de beber y me acomode en el sofá. Pero mis ojos se sintieron pesados y no me di cuenta en el momento que me había dormido...

***

Al salir de la ducha, vi algo de ropa sobre la cama. Le di una mirada y me escandalicé. ¿Quién usaba pantalones de pijama tan cortos y TRANSLÚCIDOS? Definitivamente ese top ajustado no iba a quedarme, todo era tan pequeño y ajustado que tenía la sensación de que me iba a asfixiar si me las ponía. Así que, decidí asaltar el ropero de Chris y encontré ropa muy elegante, algunas camisas y corbatas, unos suéteres, camisas de algodón y t-shirts, tomé una de sus camisetas de algodón en color azul y luche para encontrar algo que ponerme en la parte inferior pero todo me quedaba horriblemente masculino, por lo que tuve que ponerme aquellos diminutos shorts.

Cuando estuve vestida, salí a la sala de estar para cambiarle el vendaje a Chris. Trataba desesperadamente estirar la camiseta hasta la mitad de mis muslos pero era en vano, sin embargo, no había necesidad de ello. Chris estaba profundamente dormido en el sofá. Su cabello enmarañado cubría su frente y su rostro relajado lo hacía verse angelical.

Sentí una punzada atravesar mi corazón. Verlo había sido una experiencia impactante pero encontrarlo herido en medio de la acera, fue horrible.

Aquella noche no tenía ni idea de que me iba a encontrar con mi amor de la infancia el cual había desaparecido trece años. De inmediato, sentí la conexión entre nosotros, esa que habíamos tenido de niños y la que hizo que sin saberlo, me enamorara de él.

Descubrí lo que sentía por el accidentalmente cuando creí enamorarme de otro chico y no podía dejar de pensar en las posibilidades de que hubiera sido Chris. Tenerlo tan cerca ahora era algo confuso. Quería ser su amiga como antes, sí pero también quería que se fijara en mí como algo más.

Me senté a su lado y acomodé su cabello. Se había vuelto tan sexy, tan lindo y tan cruel. Burlarse así de mí y que me cambiara el nombre era indignante. Saber que me había olvidado por completo ya era suficientemente malo, no necesitaba la crueldad extra.

Lo observe suspirar y cambiar la posición de la cabeza en el apoyabrazos

¿Qué significaba Violeta en su vida? ¿Por qué se preocupaba tanto por el y por qué él se puso tan a la defensiva? La verdad era que molestaba que ella lo afectara tanto.
¿Sería una de sus ex? ¿Sería ella la causa de su alcoholismo?

Fruncí mis labios al igual que mi entrecejo. A mí qué me importaba si era su ex o no, lo único que debía importarme era recuperar esa amistad que solíamos tener. No debía arruinarlo con viejos y estúpidos sentimientos confusos.

Suspiré ruidosamente y lo observé, él me miraba con los ojos entreabiertos y el rostro pacifico, tenía la mirada perdida. Alargó su mano hasta mi rostro y me acarició una mejilla, luego me dio una media sonrisa triste.

- Eres hermosa... -mis ojos se agrandaron por la sorpresa y sentí el rubor en mis mejillas. Chris me había dicho que era hermosa. Pero luego, me di cuenta que no era a mí a quien le hablaba porque mis ojos se enfocaron en el vaso casi vacío que había en el suelo cerca del sofá.

¡Había ligado alcohol con los medicamentos que había tomado! ¡Estaba loco!

Sin pensarlo, toqué su rostro y tomé su pulso con dos dedos en su muñeca y miré al reloj de pared que había cerca... Un poco lentos pero a mi juicio era normal, estaba dormido y relajado.

Lo cacheteé suavemente para despertarlo pero sólo fruncía el ceño y no abría los ojos, así que decidí hacerlo más fuerte hasta terminar abofeteándolo muy fuerte.

- ¡Aaahh! -exclamó abriendo los ojos y apartándose de mí para verme de forma confusa pero al fin estaba despierto.

- ¿mezclaste alcohol con toda la medicina que tu cuerpo ha obtenido hoy? -pregunté enojada.

Él miró alrededor y luego me observó a mi.

- ¿Y tú eres?

- ¿En serio, Chris? -inquirí aún más molesta.

Le tomo unos segundos pero al volver su mirada hacia mí, pude ver que me reconocía.

- Si, claro. ¿Lena, no?

- Emma -le corregí por enésima vez- ¿Mezclaste alcohol con los medicamentos?

- No he mezclado nada, doctora -respondió haciendo énfasis en la última palabra-. Sólo he tomado un trago.

Me sonrió tan pícaramente que no sabía si enojarme porque no estaba tomando el asunto en serio o derretirme por su sensual sonrisa.

- Esto es serio, Chris. Pudiste intoxicarte.

- ¿Ah sí? -sonrío bobamente y me dieron ganas de seguir abofeteándolos. Posiblemente estuviera drogado por la mezcla o quizás estuviera borracho pues no sabía cuánto alcohol había tomado, así que decidí no arriesgarme-. ¡Vamos! Te ayudaré a darte una ducha fría para que se pase un poco la embriaguez.

El en cambio, amplió su sonrisa de manera demasiado picara y supuse el rumbo de sus pensamientos.

- ¿Nos bañaremos juntos, muñeca? -inquirió arrastrando un poco las palabras y mirándome pervertidamente.

- No, te ayudaré a bañarte -lo ayudé a levantarse del sofá con cuidado de no lastimarlo y lo guíe hasta la habitación con mucha dificultad. Al parecer, Chris era muy juguetón cuando no estaba en sus cinco sentidos. Lo llevé dentro de la ducha y abrí el grifo para que el agua helada saliera y mojara el cuerpo semidesnudo de Chris, quien me miraba de una manera muy perturbadora.

- ¿Segura que no te quieres bañar conmigo? -volvió a preguntar esta vez con la voz ronca que hacía parecerlo aún más sexy y seductor de lo que ya era. Sentí mi rostro arder por el rubor.

- Sí, estoy segura. Colócate debajo de la ducha para que te quite un poco la embriaguez -hizo lo que le pedí pero se quedó mirándome meticulosamente hasta hacerme sonrojar aún más, luego sonrió divertido.

- Me encanta cuando te sonrojas -¿podía dejar de hablar así, por favor? Su voz ronca se sentía tan intima que despertaba en mi cuerpo sensaciones que no imagine sentir con tan solo escucharle hablar.

- Sal ya de allí -le ordené mientras regresaba a la habitación para dejar que se cambiara.

Preparé las vendas y el alcohol que utilizaría para desinfectar y vendar las heridas, busque todo lo que necesitaría para hacer bien mi trabajo. Lo había hecho muchas veces antes en las prácticas de la universidad pero con aquel hombre cerca era imposible concentrarse.

Cuando por fin volvió a la habitación, estaba envuelto en una toalla blanca y su cabello negro y mojado hacían que se me secara la boca. No es que tuviera un súper cuerpo musculoso pero su rostro de ángel y aquel aura seductora, era suficiente para que yo estuviera babeando por él. Pero obvio no lo hice.

El se sentó en la esquina de la cama y yo me arrodillé frente a él para proceder con lo que tenía que hacer. Ni por un minuto separo sus ojos de mí y yo era consciente de que me observaba, lo cual no hizo fácil mi tarea. Al terminar, me pongo de pie y lo observo por un segundo.

- Listo, ya puedes descansar un poco para que puedas estar bien mañana -le informó con el tono de voz más calmado que mi conciencia puede recrear. Sin embargo, él se pone de pie y queda frente a mí a pocos centímetros de distancia.

- ¿No dormirás conmigo? -observó mis ojos, luego mis labios y después, volvió a mis ojos.

- No hagas esto, Chris -supliqué en un susurro.

- ¿Por qué? -inquirió acortando el poco espacio que había entre nuestros labios pero no me besó.

Trague saliva fuertemente e hice acopio de toda mi fuerza de voluntad y valentía para encontrar mi voz.

- Porque no es correcto, tú no estás consciente de lo que haces y... somos amigos. Además, me pediste que si te acercabas demasiado te detuviera.

Lo miré a los ojos y vi algo que oscureció su mirada endurecimiento sus hermosas facciones.

- Es cierto, pero es imposible resistirse cuando estás ahí tan tierna... tan inocente. Quisiera corromperte pero tienes razón.

Cruzó frente a mí y fue a su ropero dónde sacó unos calzoncillos y un pantalón de pijama, fue al baño donde se vistió y salió tan normalmente como si nada hubiera sucedido. Tomó de mi mano y me arrastró hasta la cama.

- Vamos, enfermera. Es hora de dormir.

- No dormiré contigo en la misma cama.

- Créeme, la sala de estar es muy fría de noche. Estarás mejor aquí, prometo quedarme en mi lado de la cama.

- Dormiré en el sofá -insistí tercamente-. Es mejor si estás solo, así no podré molestarte.

- Como quieras, pero te lo he advertido. Que conste -quitó los edredones y se introdujo en ellos cubriéndose hasta los hombros-. Las mantas están en el ropero.

Me dirigí hacia allí y tome varias mantas y una almohada. Me dirigí hacia el sofá y me acomodé como pude pero era muy difícil. El sofá estaba muy nuevo y todavía estaba un poco duro y Chris había teñido razón, ni con el calor que proporcionaban las mantas pude dormir.

Mire el reloj. Amanecería en cualquier momento y la sala estaba desprovista de cortinas que bloquearan la luz sola. Suspiré pesadamente y me rendí. Tome las mantas y me dirigí hacia la habitación de Chris, donde estaba profundamente dormido otra vez.
Puse los edredones a un lado y me introduje en ellos. Su cama era tan suave y cómoda que no tarde mucho en sentirme relajada y adormilada, pero no cerré los ojos sin antes fijarme si las ventanas tenían cortinas que bloquearan la luz del sol y sonreí al ver que sí, por lo que cerré mis ojos y me deje llevar por el sueño...

Unas pocas horas después y sin ser consciente de ello, estaba pegada al cuerpo de Chris en busca de calor.

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