La princesa Y su Jefe (Adapt)

By Claumunis

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Aquella princesa tenía mucho que aprender... de los negocios y del amor. A la princesa Lissa Karedes, conoci... More

La Princesa y su Jefe
Capitulo 1
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo Final

Capitulo 2

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By Claumunis

           Capitulo 2

Al día siguiente Liss se sentó frente al ordenador e intentó comprender una guía sobre gráficos y hojas de cálculo, pero por muchas vueltas que le diera no conseguía encontrar lo que realmente necesitaba, y acababa una y otra vez en la misma página de información. No quería hacer perder más tiempo a las demás secretarias pidiéndoles que la ayudaran, ni quería admitir lo inepta que era ante nadie más.

Sus dotes de mecanógrafa tampoco habían mejorado repentinamente desde el día anterior, como a ella le habría gustado, y no era porque el teclado fuera distinto, aunque sus dedos parecían creer que estuviera en suahili.

Era como estar atrapada en el tiempo, la misma pesadilla una y otra vez. No miró a Hyun Joong cuando éste salió de su despacho y le dejó unos papeles sobre la mesa. Sabía que se dirigía a una reunión y que ella tendría que pasar toda la hora de la comida tratando de arreglar el nuevo desaguisado que sin duda había cometido.

Estaba claro que la consideraba una inútil, y no podía culparlo por ello.

Intentó no desanimarse demasiado, pero sí se avergonzó cuando pasaron delante de ella Youra y otra secretaria y la vieron atada al ordenador, completamente inundada. Liss se sintió incómoda al ver sus sonrisas, pues sabía que estaban riéndose de ella: la princesa estaba intentando tener un trabajo de verdad y estaba fracasando estrepitosamente. A ella no le gustaba fallar y menos aún le gustaba hacerlo delante de testigos. Además, aquélla era su última oportunidad.

Por alguna razón no conseguía hacerlo bien; cada vez que pensaba que iba por el buen camino, surgía algún problema y parecía que, cuanto más lo intentaba, peor le iba todo. No era así como debían ser las cosas.

Se le pasó por la cabeza rendirse, llamar a Alex y suplicarle que se apiadara de ella..., prometerle que si dejaba que volviera a casa, viviría como una monja. Pero sabía que su hermano no se lo permitiría. No quería que estuviera allí; nadie de su familia quería que volviera. Tenía que demostrarles que podía hacerlo, pero para eso tendría que mantener los ojos bien abiertos y centrarse por completo en el trabajo. Sólo podía pensar en Hyun Joong de un modo completamente profesional; era su jefe y nada más.

La mala suerte quiso que él entrara justo en el momento en que acababa de apartar la silla del escritorio para descansar unos segundos. Se había quitado las sandalias y estaba estirando las piernas y los pies en el aire. La tarde se presentaba interminable y se moría de ganas de llegar a su apartamento y cambiarse de ropa para salir. Había un bar nuevo en la zona más de moda de la ciudad y la habían invitado a la inauguración. Quería ponerse guapa, bailar y, más que ninguna otra cosa, quería quitarse de encima la frustración que le provocaba pasarse el día sentada delante del ordenador.

Se quedó completamente helada al verlo entrar. Él la miró lentamente desde los pies a la cara, que para ese momento estaba completamente sonrojada. Dios, hacía años que no se ruborizaba tanto; siempre había sabido controlar sus emociones, pero debía de ser la décima vez que le pasaba en los últimos dos días. El motivo del rubor no era otro que la vergüenza de que su jefe la hubiera sorprendido tomándose un descanso; no tenía nada que ver con el modo en que su mirada se había entretenido observándole las piernas.

La incomodidad de Liss aumentó al ver que Hyun Joong no se detenía a una distancia prudencial, sino que seguía avanzando hasta apoyar las manos en su escritorio, delante de ella y sin dejar de mirarla ni un momento. Y no se molestó en ocultar su cinismo

- ¿Para ti tiene algún sentido la expresión «trabajar duro»? -a sus labios asomó una irónica sonrisa-, ¿En la cama también eres así? ¿Te gusta quedarte de brazos cruzados y dejar que el otro haga todo el trabajo?

Liss levantó la cara, atónita, y miró a la profundidad de aquellos ojos castaños en los que encontró un brillo desafiante. Entonces él le agarró la mano y le miró las uñas.

- No tendrás miedo de ensuciarte las manos, ¿verdad, princesa?

Ella sintió una especie de descarga eléctrica que fue de los dedos al corazón e hizo que apartara la mano de la de él. Intentó buscar alguna respuesta, pero lo único que aparecía en su mente una y otra vez fue la palabra «cama». El aire se había cargado de energía y la tentación era casi irresistible. Liss se preguntó qué tendría que hacer para que aquel brillo de sus ojos se convirtiera en una verdadera llama, qué podría hacer para empujarlo a la acción. Lo miró durante un largo rato y vio cómo él también acababa echándose atrás. Aquello no estaba bien.

A pesar del deseo, Liss sabía que debía recordar cuáles eras sus prioridades. No iba a poner en peligro su futuro convirtiéndose en una de ésas con las que Hyun Joong salía sólo tres veces, ni iba a acabar con la credibilidad que tanto trabajo le estaba costando conseguir coqueteando con su jefe.

Así pues, reunió toda la dignidad que pudo para desterrar el rubor de sus mejillas.

- Le llevaré los documentos dentro de un minuto. Sólo tengo que imprimirlos y revisarlos.

Él levantó las manos del escritorio. De sus ojos desapareció ese brillo peligroso y lo sustituyó algo parecido al respeto. Volvía a mostrarse reservado.

- Muy bien -dijo, y se metió en su despacho.

Liss se quedó inmóvil durante unos segundos. Había conseguido sortear una situación de peligro, ¿entonces por qué tenía aquella estúpida sensación de decepción?

Contó hasta cien y después le llevó el horario que le había preparado con todas las reuniones que le había concertado para la semana siguiente. La media sonrisa de Hyun Joong desapareció nada más ver el programa, momento en el que a Liss se le aceleró el corazón al pensar que había vuelto a meter la pata.

- Sabes, princesa... -comenzó a decir con un claro tono de burla-, admito que tengo muchas habilidades, pero la capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo no es una de ellas.

Entonces fue ella la que frunció el ceño.

- ¿Qué quiere decir?

- Lunes, tres de la tarde... tengo que estar aquí para una videoconferencia y también en el auditorio para asistir a una presentación. ¿Cómo crees que voy a hacerlo?

Liss miró el papel y lo leyó a pesar de estar del revés. Ay, no.

- Escucha, prin...

No quería que lo dijera, no quería que también él perdiera las esperanzas. Por fin sabía cuáles eran sus planes y sus prioridades. Por eso lo interrumpió.

- Lo arreglaré ahora mismo -dijo y le quitó el papel de las manos. Menos mal que aún no se lo había enviado al resto de asistentes a las reuniones.

Hyun Joong la miró con frialdad, como si tratara de colarse en los pensamientos de Liss sin revelar los suyos. Hubo un tenso silencio. Entonces él asintió y ella salió de allí tan rápido como pudo.

Hyun Joong sabía que no debería haber hecho ese comentario sobre su comportamiento en la cama. Había estado completamente fuera de lugar. Precisamente por haber cometido la tontería de hacer tal comentario, sentía que le debía una oportunidad. Aunque lo cierto era que no se arrepentía de haberlo dicho; la expresión del rostro de Elissa había hecho que mereciera la pena. Se había quedado helada durante unos segundos, pero luego... luego había sentido la misma atracción que él llevaba sintiendo todo el día.

Después de encontrarla recostada en la silla, con los pies descalzos y mostrando aquel cuerpo perfecto..., ¿qué otra cosa iba aparecer en su mente sino la imagen de Liss tumbada en la cama, sus largas piernas desnudas y el rostro sonrojado, pero de deliciosa satisfacción?

Aquella fantasía había hecho que se viera invadido y atormentado por el deseo. ¿Cómo sería en la cama aquella elegante y sofisticada princesa? ¿Qué aspecto tendría, qué ruidos haría en el momento en que sucumbiera a la sensación? Hyun Joong se moría de curiosidad por saberlo y se había dejado llevar por la necesidad de comprobar que ella sentía el mismo deseo, aunque sólo fuera durante un instante. Pero ella no lo había seguido, no había respondido a su desafío. De hecho parecía no fiarse de él, lo cual era interesante. ¿Por qué? A juzgar por lo que había visto en los periódicos, estaba acostumbrada a coquetear con unos y con otros. ¿Por qué no lo hacía también con él? No debería importarle. No debería interesarle. No debería perder el tiempo pensando en una mujer que sin duda era tan cambiante como un día de otoño.

Era evidente que no estaba muy contenta, pensó Hyun Joong entonces. Seguramente le daba rabia tener que trabajar por primera vez en su vida.

Bueno, todo aquello había hecho que él se retrasara por lo menos media hora, y tenía que acabar pronto para poder asistir a la inauguración de un nuevo bar.

Liss salió justo a su hora, como de costumbre, pero Hyun Joong se alegró de que se hubiera ido porque así podría concentrarse en el trabajo y dejar de pensar en ella... y de sentirla. Era una estupidez, especialmente sabiendo que era una mujer poco constante, poco fiable y poco sincera. El tipo de mujer al que había jurado no acercarse... nunca más. Con una novia infiel y aficionada a las fiestas le bastaba. Las heridas aún estaban frescas y la relación disfuncional de sus padres no hacía sino agravar su dolor. Sólo con verlos se reafirmaba en su creencia de que no monogamia no era posible a largo plazo. Quizá durante un tiempo... un tiempo muy cortó.

Debía recordar que Liss era su empleada y además era la sensación del momento en la ciudad. Lo más aconsejable era alejarse de ella inmediatamente.

Pero por supuesto allí estaba, en la fiesta de inauguración del bar. La vio nada más entrar; era difícil no fijarse en aquel impresionante vestido negro que se ajustaba a su cuerpo como un guante, marcando sutilmente todas sus curvas hasta abrirse en una falda con aberturas que dejaban entrever sus piernas. El pelo le caía libremente por la espalda y, una vez más, Hyun Joong sintió el deseo de sumergir los dedos en su melena y sentir su suavidad.

Aún estaba mirándola cuando ella lo vio. Levantó la cabeza, riéndose de lo que acababa de decirle uno de sus admiradores y entonces las miradas de ambos se encontraron de lleno. Dejó de reírse, pero siguió sonriendo y algo cambió en sus ojos. Hyun Joong se dirigió hacia ella, sonriendo también al tiempo que saludaba a los conocidos, pero sin apenas apartar la vista de Elissa, que se separó del grupo con el que estaba cuando él se acercó. Hyun Joong sonrió para sí, pues sabía que ese movimiento denotaba cierta relación entre ellos... Claro, era su jefe, pero eso quería decir que los unía algo más que aquella fiesta. Prefirió no pararse a analizar por qué eso le gustaba y se limitó a disfrutar de la sensación.

- No me dijiste que ibas a venir -dijo él, pensando que podría haberla llevado.

- Creo que sólo tengo que informarle de lo que hago en mis horas de trabajo, ¿no es así? -respondió ella con aparente calma-. Me sorprende verlo aquí, pensé que estaba muy ocupado.

Hyun Joong sonrió. Parecía que seguía molesta por el comentario de esa tarde, pero en lugar de prestar atención a sus palabras, le miró los pies y se preguntó cómo podía sostenerse sobre semejantes tacones.

- ¿No eres ya lo bastante alta? -le preguntó.

Una sonrisa que no le había visto nunca antes curvó los labios de Elissa y le iluminó los ojos, unos ojos tan profundos que daban ganas de sumergirse en ellos.

Ella dio un paso al frente, con lo que la distancia que los separaba ya no era la lógica entre dos compañeros de trabajo, sino más bien entre dos personas con una relación personal. Todo el cuerpo de Hyun Joong se había puesto alerta en cuanto la había visto y ahora estaba completamente alterado. Reclamaba más proximidad..., mucha más.

Vio que su estatura aumentaba unos milímetros más al ponerse de puntillas. Ella inclinó la cabeza hacia un lado y en su rostro apareció una expresión traviesa, una promesa de verdadero placer.

Hyun Joong se dio cuenta de que estaba a punto de besarlo. Tenía los labios entreabiertos y muy cerca de los suyos. Le vio los dientes y la punta de la lengua. Pero ella no llegó a rozarle la boca. El corazón estaba a punto de escapársele del pecho. El sentido común desapareció y se impuso el instinto. Y justo cuando se inclinó para salvar la pequeña distancia que separaba sus bocas, ella se echó hacia atrás.

- Parece que no -dijo ella arrastrando las palabras.

¿Parecía que no qué? Ah, que no era lo bastante alta.

«Maldita sea».

La vio esbozar una sonrisa de indiferencia, pero en sus ojos había satisfacción porque se sabía triunfadora. Claro que también pudo adivinar en su rostro la sombra del deseo, una sombra casi invisible que, sin embargo, él alcanzó a ver antes de que ella apartara la mirada. Había deseado besarlo tanto como él.

Hyun Joong no sabía qué necesitaba más, si una bocanada de aire fresco o un buen trago de su copa.

Ella se alejó entre la gente, pero no desapareció; una mujer como ella jamás podría desaparecer. Hyun Joong sintió una profunda rabia, no quería ser uno más de sus juguetes. Y eso que había creído que no se fiaba de él...; ahora sabía que era mucho más atrevida de lo que parecía. De nada iba a servir hacer caso omiso de la atracción que existía entre ellos; era preferible aprovecharla. Pero tendría que tener cuidado. Sólo con tocarle la mano había sentido una verdadera descarga de deseo en el centro de su sexualidad. Lo que sí sabía era que iba a tener que besarla. Pronto.

Estaba acostumbrado a dirigir asuntos importantes, sin duda podría dirigir también aquella situación...

«Estúpida, estúpida, estúpida». El corazón de Liss tardó por lo menos media hora en volver a latir con normalidad después de coquetear tan descaradamente con Hyun Joong. Quizá de no ser tan joven y tan sana, habría sufrido un ataque cardiaco. Estaba claro que no debía acercarse más a él, pero también estaba claro que deseaba hacerlo.

Nunca antes lo había visto vestido de esmoquin, y lo cierto era que su imagen le había causado un gran impacto. Eso no quería decir que fuera la personificación de la belleza masculina. Liss había visto hombres más guapos, pero desde luego era más atractivo que cualquier modelo de los muchos que había conocido en París.

Tenía rasgos marcados, una altura por encima de la media y los hombros tan anchos que a ella le flaqueaban las rodillas. Pero lo más impresionante era su actitud, su modo de moverse. Había gente que, con sólo entrar en un lugar, conseguía que todo el mundo los mirara y escuchara lo que decían..., una especie de magnetismo.

Kim Hyun Joong tenía ese magnetismo.

Al verlo enfundado en su esmoquin, Liss se había quedado sin aliento y quizá por eso su cerebro, completamente inmovilizado, le había permito cometer una estupidez. Sus labios nunca podrían perdonarla por haberlos privado de algo que deseaban tanto y de lo que habían estado tan cerca. Al acercarse a él, a aquella boca seductora y tentadora, había podido percibir su aroma masculino, un aroma fresco y limpio. No había nada más agradable que un hombre que oliera a jabón. En ese momento no pudo evitar imaginárselo cubierto tan sólo de jabón y agua caliente, nada más.

- ¿No crees, Liss?

- ¿Qué? -aquella pregunta que apenas había escuchado la sacó de golpe de su ensoñación y se dio cuenta de que debía dejar las fantasías eróticas para otro momento y otro lugar. O mejor aún, debía dejarlas para siempre.

«Idiota». No podía creer que se hubiera dejado llevar por semejante impulso. En el trabajo había conseguido contenerse e incluso mantenerse digna, pero acababa de tirarlo todo por la borda.

Lo único que tenía que hacer era cumplir con sus obligaciones laborales y pasárselo bien por las noches sin hacer ninguna locura, nada que pudiera molestar a su familia. Así pues, se concentró en la fiesta y trató de conocer gente. Los años que había pasado en París le habían enseñado que en las fiestas no se trataba únicamente de pasárselo bien una misma, que era mucho más divertido cuando todo el mundo lo pasaba bien. Y había descubierto también que la curiosidad natural que le despertaba la gente resultaba muy útil. Pero por quien sentía más curiosidad era por Hyun Joong.

Se mantuvo alejada de él, aunque sí lo miró más de una vez... y más de dos. Mientras, él escuchaba a las personas con las que estaba y parecía hacerlo con verdadero interés. Dios, lo tenía todo.

La vio moverse por la vista con una copa en la mano de la que tomaba pequeños sorbos, lo que quería decir que el brillo de sus ojos no era producto del alcohol ni de ningún otro estimulante artificial. Recordaba el nombre de todo el mundo y los presentaba los unos a los otros aportando algún tipo de dato que pudiera resultar interesante. Dedicaba tiempo a escuchar a todos los que se acercaban a ella, incluyendo aquéllos que sin duda lo hacían fascinados por estar con una princesa de verdad. Desde luego, se movía como pez en el agua.

Cualquiera habría dicho que era la anfitriona de la fiesta y que llevaba en Corea toda la vida, cuando lo cierto era que a la mayoría de la gente la había conocido aquella misma noche.

Hyun Joong sentía su cuerpo lleno de energía, una energía que necesitaba soltar de algún modo. Ella lo había encendido para luego dejarlo solo, a punto de explotar. Tarde o temprano iba a hacérselo pagar, pero por el momento se mantendría alejado. Habían llegado algunos paparazzi y lo último que deseaba era aparecer como acompañante suyo en los periódicos del día siguiente. Así pues, se limitó a observar y a arder de deseo. Ahora comprendía por qué le gustaban las fiestas; porque se le daban muy bien. Y eso le hizo pensar que a la mayoría de la gente le gustaba hacer aquello que se les daba bien y que quizá a Liss le fuera mejor si buscaba un trabajo para el que tuviera ciertas habilidades. El que intentara convertirse en secretaria era como si una jirafa intentara patinar, era pedir un imposible. Pero debía reconocer que al menos estaba esforzándose. Al final de la fiesta, cuando ya se disponía a marcharse, no pudo resistirse a acercarse a ella, del mismo modo que una polilla no podía evitar acercarse a la luz.

- ¿Quieres que te cambie la copa? Ésa apenas la has tocado y debe de estar caliente. Liss se giró hacia él, apartándose del grupo con el que estaba.

- Ya me terminaré todas las botellas más tardes -respondió, tratando de mantener un tono distendido, sin peligro.

- Entonces empiezas la noche siendo la perfecta anfitriona y luego te entregas al desenfreno...

- Es difícil cambiar de costumbres.

- Tendré que buscarte más tarde. Me gustaría ver lo desenfrenada que puedes llegar a ser.

Ahí estaba otra vez la tentación.

- Eso será pasada la medianoche, demasiado tarde para ti, supongo.

- ¿Hasta qué hora sueles quedarte?

- Hasta que quiero.

Hyun Joong sonrió.

- ¿Podrás estar fresca y despierta mañana en el trabajo después de tanta fiesta?

Liss se quedó inmóvil un instante. Debería haberlo previsto.

- Mi vida social no tiene la menor repercusión en mi trabajo.

- ¿De verdad?

- Desde luego -lo miró a los ojos y añadió intencionadamente-: Son dos cosas que mantengo completamente separadas.

- ¿En serio? -repitió él con una sonrisa malévola que ni siquiera intentó disimular. No podía culparlo por mostrarse tan sarcástico, había sido ella la que había empezado provocándole con ese amago de beso. Sin embargo, se arrepentía de haberlo hecho, no porque había sido muy emocionante provocar ese brillo de deseo en su mirada. Le resultaba divertido fingir por un momento que tenía poder y que él bailaba al son que ella eligiera... o casi. Sin duda había querido hacerlo.

Una vez conseguido eso, podía olvidarse del tema.

Así que lo miró y habló en tono más frío y profesional.

- Hasta mañana.

- Estarás sola, princesa. Mañana es sábado. 


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