"La vida es un juego; participa en él. La vida es demasiado preciosa; no la destruyas"-Helen Keller
–Hemos encontrado un mensaje en la despensa–dijo Isabel tratando de que su respiración agitada a causa de la prisa con la que habían vuelto al salón principal, volviera a la normalidad.
–Nosotros también–contestó Amelia que volvía a estar sentada en aquel sillón algo apartado que ya había tomado como su sitio–. En el sótano.
–Pues nosotros no somos menos–informó Rick entrando tranquilamente al lugar y mostrando un papel atrapado entre sus dedos–. Hemos encontrado esta intrigante nota escrita por un loco en la biblioteca.
–Poned los papeles en la mesa, para que los podamos ver todos–pidió Daniel señalando la mesa central del salón. Una larga mesa que en la fiesta había estado rebosante de canapés y copas.
Los grupos hicieron caso, y tanto Isabel como Daniel y Rick se acercaron a la mesa para ver lo que habían conseguido. Los tres mensajes estaban hechos con letras formadas con recortes de periódicos. Uno de ellos tenía la tinta algo corrida y estaba algo húmedo, así que Daniel les explicó que lo habían colado por el ventanuco del sótano, y que este siempre estaba mojado por alguna razón que desconocían.
–Estos mensajes han sido puestos mientras hablábamos en esta misma sala–comentó Natalia desde su asiento–.
–Concuerdo contigo–respondió Isabel apoyando la idea.
– ¿Y vosotras como lo sabéis? –preguntó Marcos alzando la ceja.
–Ellos han encontrado una nota en la biblioteca... ¿no? –preguntó haciendo que Marcos asintiera–. Yo he despertado en la biblioteca, he estado buscando y cotilleando entre libros y no he visto nada.
–Tal vez no hayas buscado donde debías–opinó Raúl–. La nota la hemos encontrado en la estantería dedicada a astrología.
Isabel se puso pálida.
–Me he despertado en frente de esa estantería, y he encontrado mi mensaje grabado en este libro–dijo sacando de su bolso un pequeño libro de bolsillo–. Estaba tan sacado de la estantería que a poco más se me cae en la cabeza. Si lees las letras redondeadas en orden, forman el mensaje que vosotros habéis recibido también con seudónimos.
–Eso también explica los tenedores limpios–dijo Germán–. El loco sigue en la mansión.
Eso provocó miradas desconfiadas entre los presentes. ¿Y si uno de ellos era C.S.?
♦ ♦ ♦
–Falta poco para las doce y llevamos un cuarto de hora buscando la maldita sala de astrología–se volvió a quejar Laura.
–Por favor, no llevamos tanto, y además, ya falta poco–volvió a responderle pacientemente Germán.
–Lo que tú digas.
Llevaban varios minutos recorriendo el primer piso sin encontrar la puerta que llevaba a la sala de astrología. Ninguno había entrado en esta desde la noche anterior. Laura ni había entrado, para ser más exactos, pues si había marchado al baño a hurtadillas antes de que la visitaran.
–Sigo pensando que está en el sótano–dijo Amelia.
–Pues bajemos de una vez y así vemos si está o no–respondió Marcos–. Estoy con Amelia, creo que está en el sótano.
– ¡Bien! ¡Por fin alguien que me escucha! –exclamó Amelia, y bajo las escaleras taconeando felizmente.
–Propongo que bajemos y la sigamos. Si en cinco minutos no hemos encontrado nada, subiremos otra vez– propuso Martín.
–Vale jefe–respondió Marcos bajando a trompicones las escaleras para llegar hasta Amelia. Esa chica no estaba nada mal, y parecía ser la única que le soportaba. Un punto a su favor.
–Vamos a seguir a estos dos, pero voy detrás del moreno, que no me fio de ellos–dijo Laura siguiendo a Martín escaleras abajo. Germán, por supuesto, la siguió.
En menos de cinco minutos todos estaban en la sala de astrología.
–Tengo hambre–se quejó Claudia.
–Hemos abierto antes unas cuantas latas más y nos hemos servido. Habías dicho que no tenías hambre–la respondió Rick como si estuviera regañando a su hija.
–Deja a la chica, luego subimos y te acompaño a comer algo–dijo Isabel sonriente– ¿Vale?
–Está bien. Creo que los nervios me dan hambre–respondió la veinteañera. Se había convertido en la niña mimada del grupo.
–Pues luego os acompaño, aunque no pienso comer nada, esa bazofia está asquerosa–dijo Amelia metiéndose en la conversación–. Creo que quiere que muramos por intoxicación.
Los chicos estaban tratando de abrir las puertas de la sala de astrología mientras los demás discutían sobre si la comida de lata podría estar envenenada o no.
Estaban seguros que era esa puerta. ¿Qué sala aparte de la de astrología podía tener dibujado el sistema solar en la entrada? El día anterior les había sorprendido tanto que alguno incluso sacó foto. El dibujo sorprendía y era realmente espectacular. Tenía un tamaño considerable y solamente estaba un poco desgastado en las esquinas. El dibujo representaba a los planetas rotando alrededor del sol, con los signos zodiacales dibujados también junto a cada planeta.
–Si ayudarais acabaríamos antes–dijo Victoria que finalmente se había decidido acercar a ayudarles junto con Natalia y Laura.
Las chicas también se acercaron y comenzaron a empujar la puerta.
–Quitaros los tacones, sino os resbalareis–aconsejó Laura que ya se había quitado los suyos, dejando ver la tirita que le había prestado Isabel, y los había apartado de una pequeña patada hacía la derecha.
–Una, dos y tres. ¡Empujad!
La puerta se abrió poco a poco a base de empujones y esfuerzos por parte de todo el grupo. Cuando hicieron el suficiente hueco para poder pasar, el primero en entrar fue Daniel.
– ¿Por qué no podíamos pasar? –Preguntó Laura– ¿Qué es lo que tratábamos de mover?
–Esta maldita y enorme mesa–respondió Daniel que estaba en frente de una mesa de madera que incluía doce cajones y aros color oro, desgastados por el paso del tiempo y el uso.
Martín se acercó y abrió un cajón.
– ¿A quién llamaban Aries?
–A mí–respondió Laura acercándose al cajón. Una pluma roja y un tintero ocupaban el cajón, junto a un papiro en el que ponía su seudónimo, y otro bajo este pero en blanco.
–Germán, ¿tú eras tauro?
El chico se acercó al cajón y encontró una pluma verde y un tintero igual al anterior, junto a otro papiro en blanco y su signo.
Así todos se acercaron a buscar sus signos, sus plumas, sus papiros y sus tinteros.
Amelia, o géminis mejor dicho, encontró una pluma naranja. Isabel, cáncer, una plateada. Marcos, leo, una pluma color oro. Natalia, virgo, una azul. Raúl, libra, una blanca. Daniel, escorpio, una negra. Martín, sagitario, una lila. Victoria, capricornio, una pluma granate. Rick, acuario, una violeta. Por último, Claudia, piscis, una del mismo color que su vestido: aguamarina.
Por el ventanuco de la sala se filtraba la luz de la luna llena, aunque no necesitaban demasiada ya que una lámpara iluminaba el lugar.
– ¿Qué hora es? –preguntó Amelia.
–Falta un minuto para las doce.
Doce en punto. Las luces se apagaron. Las cortinas de la ventana cayeron dando un buen susto a los presentes, y haciendo que por la ventana entrara la luz de la luna ocupando la estancia por completo. Una luna llena, redonda, se dejó ver a través del ventanuco circular. Todos se quedaron mirando la luna que encajaría a la perfección con la ventana de no ser porque aún no estaba perfectamente formada. Aún faltaba algún día más para que pudiera ser luna llena.
– ¿Qué significa esto? –preguntó Marcos en la oscuridad, algo nervioso.
– ¿Tengo pinta de saberlo?–respondió Rick.
–No lo sé, tú eres aquí don sé de astrología. Cuéntanos de que va esto.
–Las lunas llenas están asociadas con insomnio temporal, demencia, y fenómenos mágicos relacionados con la licantropía.
–Loco, demente, lunático... eso se lo hemos llamado. Con lo del insomnio puede tratar de decirnos que estemos alerta y lo de la licantropía... No creo que tenga que ver–comentó Natalia.
–Espera–dijo Rick pensativo–. Estamos en junio. A las lunas, dependiendo del mes se les llama de distintas maneras. Aquí en Europa, la luna del mes de julio es conocida como la Luna de la Rosa. Eso solo lo puedo relacionar con algo.
– El invernadero... ¿Vamos? –preguntó Laura.
–Esperad–dijo Rick.
Las luces volvieron a centellear y por fin la lámpara volvió a cumplir con la labor de iluminar. Un mensaje reposaba sobre la mesa de las plumas.
"Mis queridos huéspedes. Espero que vuestra estancia aquí sea agradable y satisfactoria. Creo que aún no os he explicado detalladamente porque estáis aquí. Debéis participar en el juego. A las 00:00 de cada día, debéis venir aquí y escribir las respuestas a tres preguntas. Como soy una persona generosa, os daré treinta minutos para hacerlo, es decir, debéis escribirlas entre las 00:00 y las 00:30. Las preguntas son las siguientes: quién es el asesino de Nimue Starn, quién es el asesino de Cinnard Starn, y cuál es mi identidad. Cada noche, uno de vosotros tiene que coger su pluma y su papiro, y escribir las tres respuestas que todos hayáis acordado. El orden del escritor será según vuestro signo del zodiaco. Si las respuestas son incorrectas, alguien morirá esa noche. Si una respuesta es correcta, la víctima elegida vivirá otro día. Sin embargo, al próximo día tendréis que acertar otra pregunta, o el elegido morirá como debería haber hecho anteriormente. Cada uno dormiréis en la sala en la que despertasteis, separados los unos de los otros. A las 1:00 debéis estar todos en las salas, y no podréis salir hasta las 6:00. Me he tomado la molestia de pensar en vuestros castigos también si intentáis escaparos o no respetáis las normas para dormir. La persona que no haga lo que debe, perderá una extremidad, un brazo o una pierna, el castigo será a mí gusto. Recordad que tenéis comida en la despensa para un mes. Esta noche, quien tendrá el honor de estrenar su pluma será Aries.
Buena suerte en el juego signos del zodiaco.
Atte.: C.S."
Claudia se echó a llorar en silencio en un rincón. Laura tenía los ojos desorbitados y miraba su cajón sin saber si sacar la maldita pluma o no. Rick se sentó frotándose la cara con la mano, como si aún no se creyese lo que ocurría. Natalia se apoyó en Victoria y suspiró, llevándose la mano a la frente. Amelia y Marcos tragaron saliva nerviosamente y se sentaron juntos en el suelo, el uno al lado del otro. Isabel se había llevado la mano a la boca, pero tras haberse puesto a pensar en su familia, tuvo que sacar un pañuelo para secarse las lágrimas.
–Te dije que habría muertes–dijo Victoria suspirando. Ni siquiera se había fijado en que Laura ya había tomado la pluma, y se encontraba agarrando esta con sus dedos temblorosos, mirando el papiro en blanco que había sobre la mesa.
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¡Hola! Espero que os este gustando la historia. Muchas gracias por leer, comentar y votar ;)
Os dejo en multimedia una foto de Martín.
¡Hasta el próximo viernes!
IlargiarenBegiak