Bajo la Luna (HaruRin)

By MikaShier

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Imposible. Esa palabra describía el asunto por completo, ¿Cuándo, en mil vidas, un hombre podría quedar... p... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Epílogo
Capítulo extra
FINAL ALTERNATIVO
¡Muchísimas gracias!

Capítulo 3

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By MikaShier

"No eres el primer hombre que ha terminado embarazado, Rin. Como he dicho antes, muchas personas padecen de una deformación física interna o externa. Algunos tienen un dedo de más, otros tienen un riñón extra, así como hay a quienes les falta. Si te sirve de algo, se trata del siete por ciento de la humanidad entera. Es un aproximado después de un censo realizado hace algunos años. Investigué un poco sobre tu caso, en específico. Hay alrededor de trescientas personas, de género masculino, registradas con deformación interna, específicamente con un útero, sin embargo, la mayoría extrajo aquél órgano con el paso del tiempo algunos por simple gusto, otros porque comenzaban a presentar molestias, quedando solo seis personas con él, de las cuales dos ya murieron. Tres están en una edad avanzada. Y bueno, tú eres el sexto."

─N... Rin... ─la voz sonaba lejana, apagada por los pensamientos del pelirrojo. Sin embargo, comenzaba a hacerse cada vez más presente mientras éste intentaba despejarse─ ¡Rin, deten...! Te...

La cabeza del aludido sufrió un dolor agudo. El aire escapó de sus pulmones y, en cuanto pudo salir a la superficie, comenzó a toser. Sus oídos terminaron por recobrar su sentido, haciéndole consciente de que todos estaban callados y lo miraban fijamente. Había chocado con el muro mientras nadaba...

─ ¡Rin! ¿Estás bien? ─una mano apareció en su campo de visión. El nombrado asintió, aceptándola e impulsándose a salir─ ¿Seguro? Últimamente estás tan distraído. Sobre todo, ayer y hoy. Nos preocupas, ¿sabes? ─sintió las manos del contrario tocarle la frente.

─Que estoy bien ─murmuró el pelirrojo. El chico suspiró, dejando de tocarlo.

─Será mejor que vayas a la enfermería. Parece que te has dado fuerte. Además, estás pálido.

─Como sea ─Rin tomó la toalla que el chico le ofrecía y se la puso alrededor del cuello.

─ ¿Seguro estás bien? Para ser honesto, has estado muy... tenso... Bien, bien ─masculló el chico al ver la mirada fulminante del pelirrojo─. Sólo... Ten cuidado con tu comportamiento y vuelve a prestar atención a lo que haces. El capitán y el entrenador ya te están echando el ojo.

─Gracias. Lo tomaré en cuenta. Me iré por hoy, no me siento muy bien ─sin decir más, se encaminó hacia los vestidores. Su amigo suspiró.

─Habías dicho que estabas bien ─dijo para sí mismo. Le restó importancia y volvió al entrenamiento.

Rin entró a la ducha y, en cuanto la lluvia artificial cayó sobre él, se perdió en sus pensamientos nuevamente.

Habían pasado dos días desde que la doctora Jade le informó de la situación. Se llevó la mano al vientre y suspiró. No podía ser cierto. Haría lo que fuese por comprobarlo. Él no estaba en cinta. Era un chico, no una chica. Lo único femenino en él era su nombre. Y, según Nitori hacía dos años, sus piernas no eran muy masculinas.

Pero, en fin... Era imposible.

Apretó aquella zona de su cuerpo. Imposible, no habría alguien formándose ahí nunca.

"Sin embargo, tu situación es un tanto peligrosa. Hubo registro de un hombre hace algunos años que conservó el útero y, al igual que el tuyo, comenzó a desarrollarse. Hubo registro de ello porque él, como tú, presentó un embarazo. Pero dada una complicación, su útero dejó de reaccionar y proveer nutrientes al feto. Por lo tanto, tuvo que ser extraído de manera inmediata."

Un sollozo escapó de sus labios. Todo era irreal. Un hombre, embarazándose. Menuda idiotez. Si alguien le hubiese dicho que, a sus diecinueve años, quedaría en cinta, Rin le hubiese propinado un golpe para después reír con cinismo. Porque era una estupidez y sonaba a estupidez.

No se molestó en quitar el cloro de la piscina que se había impregnado a su cuerpo. No había ánimos para ello. Cerró la llave y se apuró a vestirse.

Salió del establecimiento con lentitud. Caminó por las calles de Sídney con la mirada gacha y el ánimo arrastrándose por el suelo. Todo aquello era pésimo.

Tomó una decisión. Con rapidez, se adentró en la farmacia más cercana. Buscó en cada estante hasta que, rendido, se acercó a la farmacéutica que lo había estado observando con curiosidad.

─Sabe... ─No, no podía dudar. Carraspeó un poco y, decidido, puso una mano en la barra─ ¿Sabe dónde puedo encontrar una prueba de embarazo? ─la mujer sonrió, algo divertida, pues en un letrero que estaba a lado suyo, se leía claramente que aquél producto tenía que ser específicamente solicitado, pues era una de las cosas que mantenían bajo vigilancia.

─Sí, ¿alguna marca en especial? ─Rin parpadeó varias veces... ¿Había más de una?

─ ¿Cuántas hay?

─Tenemos cuatro a disposición.

─Deme de las cuatro.

El pelirrojo salió de la farmacia sintiéndose extraño. Había gastado todo lo que quedaba de su dinero por la semana, así que solo cenaría ese día con lo poco que había sobrado. Y posiblemente, al día siguiente le quitaría el almuerzo a alguno de sus compañeros, aplicando el APL, que solían decir algunos de ellos cuando alguien les robaba comida. Aliméntame por lástima.

Con cada paso, Rin sentía que la mochila en su espalda -donde guardaba sus libros, su bolso deportivo y en donde se encontraban los cuatro paquetes- pesaba cada vez más. Un sudor frío comenzó a recorrerlo. Los nervios aumentaron.

Nadie lo miraba, pero se sentía el centro de atención. Si escuchaba murmullos, llegaba a pensar que era sobre él. Si alguien reía, posiblemente estaba burlándose de él. Todos lo criticaban. Aunque en realidad a nadie le importaba la situación del pelirrojo. O eso pensó.

─Oye, chico... ─musitó una suave voz que se escuchaba algo acabada─ ¿Te encuentras bien?

─ ¿Ah? ¿Yo? ─Rin observó a la anciana, quien lo miraba con curiosidad─ Sí, sí.

─ ¿Seguro? Te has quedado parado aquí, niño. Entorpeces el paso.

─Lo siento ─el chico se hizo a un lado de inmediato, recibiendo algunos chistidos de personas molestas que se habían detenido por su culpa.

─Ten más cuidado, niño. Hay personas que se aprovechan de los despistados ─el pelirrojo sintió un empujón. La anciana sonrió─. Bueno, cuídate, niño.

A Rin le pareció una conversación extraña y sin sentido. Pero pronto se olvidó de ello. Se adentró en un viejo edificio del centro y subió al tercer piso para entrar posteriormente a su apartamento.

Se dejó caer en el sillón y abrió su mochila.

Vivía solo, y en ese momento lo lamentaba. Quizá Lori podía decirle como se usaban esas cosas de vivir con ella, pero no era así y no planeaba siquiera contarlo.

Tras leer las instrucciones tres veces, se encerró en el baño, aunque echarle el pestillo a la puerta era algo que hizo en su momento de ansias, pues, rememorando, Rin vivía solo.

Se recargó en la puerta y se deslizó hasta el piso, juntando las piernas con el pecho en un abrazo. Tendría que esperar varios minutos para que la prueba diera el resultado.

Pasando aquellos minutos, Rin estiró el brazo sin pensarlo. Analizó el pequeño artefacto para después lanzarlo a la pared con furia.

Desesperado, tomó otra prueba. La lanzó también. Al igual que la siguiente.

La última había sido más cara. Y Rin estaba viendo por qué. No solo el signo positivo afirmaba lo que las tres pruebas anteriores ya habían afirmado. Si no que ésta decía los meses aproximados.

Uno o dos meses.

Las lágrimas terminaron por librarse de su cuerpo, escurriendo por sus mejillas. Rin pegó la frente al piso y lloró con fuerza.

Le dolía el alma.

Media hora después, se sentó nuevamente en el sofá. Sus ojos estaban hinchados y su respiración aún era irregular. Buscó en su mochila algo de dinero, pues tenía mucha hambre y el refrigerador se había vaciado casi por completo esa mañana.

"Hay quien se aprovecha de personas despistadas como tú"

Fue la frase que vino a su mente cuando se dio cuenta: le habían robado la cartera. El día no podía ser peor.

___________________________________________

El día en la universidad había sido aburrido para Haru. Ser chef era una carrera corta y, a su parecer, algo aburrida. Le gustaba cocinar, sí, pero dedicarse a ello para aprobar un examen...

Cuando llegó a su apartamento, no se preocupó por guardar sus cosas. Las lanzó a una esquina mientras se descalzaba. Se adentró a la habitación y se recostó en su sofá.

Había pasado un mes, casi dos desde la última vez que había visto a Rin.

Aquél día, él y Makoto estaban en Iwatobi por celebrar, las clases no se habían cancelado, Navidad no era una fecha inhábil para días laborables. Pero, al caer en fin de semana, se habían dado aquél lujo.

En Australia la Navidad si se celebraba. Fue por ello que, el veintitrés de diciembre, Rin ya estaba en casa con su familia. Haru y él habían quedado.

Y entonces había sucedido aquello.

Haruka fue golpeado por su padre nada más entrar a la salita. Lo insultó de mil maneras, aunque el pelinegro solo quería levantarse y buscar a su novio.

Su padre hubiera acabado con él de no ser por su madre, quien entró minutos después y culpó a Rin, diciendo que era un chico perverso que simplemente había buscado seducirlo con su cara de niña. Explicó sobre la creencia de demonios lujuriosos que poseían a las personas. Señaló a su novio como un pobre chico insalvable. Algo en el rostro de su madre le dijo que eso había sido inventado por ella. Sin embargo, su padre era idiota y se lo tragó. Pidió perdón a Haru, maldijo al pelirrojo por haber corrompido a su no tan preciado hijo.

Se marcharon al día siguiente, cuando a Haru ya no le dolía tanto el moverse.

Desde aquél día, su celular siempre llevaba batería. Llamaba a Rin tres veces al día, pero nunca contestó.

Gou le dijo que Rin se había marchado a Australia el día veintiséis, en el primer vuelo. Y que no había llamado desde entonces. El pelirrojo había vuelto a las cartas, con la excusa de no tener suficiente dinero para mantener su celular.

Aquello era mentira. La señora Matsuoka llamó a su hijo para reñirlo. Haru estaba ahí. Pero cuando el teléfono llegó a sus manos, Rin colgó de inmediato.

Se sentía como un acosador. Llamando a Rin, enviando correos y preguntando a su hermana por él. Estaba preocupado. Sabía que Rin la llevaría difícil. Y entendía que no quería verlo.

Quizá el hubiese hecho lo mismo si la Señora Matsuoka lo hubiese echado a patadas de la casa en cuanto Rin le contó sobre su relación.

─Haru... ─Makoto entró al apartamento, suspirando con cansancio─ ¿Contestó?

─No. Nunca lo hace. Quizá deba dejar de llamarlo.

─ ¿Cuánto más puede estar enojado? ─el castaño se sentó a un lado de Haru y sonrió, intentando trasmitir su apoyo─ Siendo sincero, creo que lo mejor es que te detengas. Espera a que él esté listo para llamarte. Lo que Nanase-san hizo debió haberle dolido enserio, dale tiempo.

─Gou dijo que cuando llegó, Rin tenía el tobillo hinchado y la nariz le sangraba. Papá lo golpeó con un zapato.

─Bien, no me lo cuentes, es deprimente. Me hace odiar a tu padre...

─Está bien, yo también lo odio.

Makoto soltó un suspiro. Sabía que, aunque no lo demostrara, Haru la pasaba realmente mal.

No sabía con exactitud qué había pasado aquella noche para que la pelea hubiese afectado el doble de lo que normalmente lo haría. Es decir, claro, que el que el padre de tu novio te echase a la calle era de lo peor. Pero se trataba de Rin. El chico persistente, a veces egoísta y a quien poco le importaba la opinión de los demás. Así que Makoto se hacía una idea de en qué tipo de situación habían sido encontrados.

─No te lo estés imaginando ─masculló Haruka mientras marcaba el número telefónico de Rin... de nuevo.

─Haru... Ya déjalo ─suspiró.

─Ni siquiera lo felicité por su cumpleaños...

Makoto se sentía mal por Haru, pero eso no evitó que le confiscara el celular. Las cosas no podían seguir así. Quería a Rin, pero su preocupación por Haru le ganaba esta vez. No dejaría que siguiera rogando.

El pelinegro no dijo nada más. Las ganas de llorar estaban pudiendo con él. Se levantó del sofá y se encerró en el baño, dejándose caer contra la puerta.

Le dolía que Rin no quisiese saber nada sobre él.


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