-Sé muy bien que te llamas Kelly y que te apellidas Allen –Parecía que no había escuchado nada de lo que le terminada de decir- solo intentaba ser educado disculpa mi imprudencia -Decía mientras continuaba con este tono calmado pero con una ligera emoción, todo esto sin dejar de lado esa sonrisa que no desaparecía de su perfecto y claro rostro– ¿Me puedo sentar contigo?
Me sentía peor con esa respuesta, había imaginado infinidad de diferentes reacciones a lo que le había dicho, pero ninguna como aquella. Había olvidado todos mis modales y trataba a alguien tan bien educado de la peor manera posible.
-Puedes hacer lo que quieras –Fue lo único que dije algo a lo que él se aferró y pasó a sentarse junto a mí.
Tenía ese fornido hombro rozando el mío nuevamente.
-Pues empecemos de nuevo, yo soy Oliver, pero mis amigos me llaman Oli.
-¿Acaso somos amigos? –Ese tono de molestia aun no desaparecía en mí.
-Nada me haría más feliz que ser tu amigo.
No podía entender como aun con el mal trato que le estaba dando, el aún seguía ahí a mi lado. Me di cuenta que era una persona que daba la imagen frívola, rebelde y terca; pero era absolutamente todo lo contrario, era cariñoso e indispensablemente profundo y educado.
-Está bien "Olí" es un placer conocerte, yo soy Kelly Allen, aunque eso es algo que evidentemente ya conoces –Le extendí mi mano por cortesía mientras veía sus brillantes ojos color plata.
-El placer es todo mío –Dijo estrechando su mano con la mía- creía que mi cuerpo no resistiría para poder disfrutar este momento –Ahora esa estrechada de mano se había convertido en un abraso en toda regla, uno con el cual yo no me encontraba nada cómoda.
Todo este encuentro se me había ido de las manos y no sabía qué era lo que realmente estaba haciendo con aquel extraño en tan alejado lugar, así que opté por lo sano y decidí de la forma más cortes alejarme de sus brazos e intentar obtener la mayor información posible de aquel extraño chico.
-Discúlpame por ser tan impulsivo, lamento haber invadido tu espacio. Me imagino que estas tensa y todo se debe a que no me conoces en absoluto -Dijo mientras se levantaba. Parecía que había captado mi "discreta" indirecta- tu tranquila, que pronto todo te quedara mucho más claro.
Ahora él caminaba por la misma dirección en la que había llegado, desapareciendo entre la multitud de personas que asemejaban una estampida en dirección de las entrañas del instituto Flos Rolbert para ubicarse nuevamente en sus aulas de clase. Yo ni sosa ni perezosa salí corriendo a unirme, pues como a ellos, también se me hacía tarde.
***
Ya en clases de inglés, solo podía pensar en aquel incomodo suceso y más en aquellas palabras que el tal Oliver me había soltado hace tan solo unos instantes, daba la sensación de que él solo vivía para poder estar a mi lado. Nuevamente no prestaba la suficiente atención a una profesora que tanto se esforzaba para que la información fuera tomada en cuenta por sus aprendices.
A mi lado estaba sentada la indiscreta más grande de todo el pueblo, mi gran amiga Ruth, que no dejaba de escribir y dibujar en mi libreta lo mucho que lo lamentaba, que ella había cometido una tontería; pero que no le siguiera haciendo la ley del hielo por más tiempo, que sentía que la culpa la consumía viva.
La verdad no le prestaba la suficiente atención ni a ella ni a nadie, estaba totalmente inmersa en mis pensamientos y en todas las respuestas que esperaba obtener después de aquel "todo estará mucho más claro". Este chico había llegado para quedarse y junto a él vino un inmenso desgarro de lo que creía saber, la duda carcomía mis entrañas.
Para mi suerte, tenía a la ingenua de Ruth que sacó rápidamente una sonrisa en mi rostro al mostrarme un dibujo en el que se observaba una pequeña Ruth muy bien dibujada alabando a una enorme corona que poseía en un gran marco todas las letras de mi nombre. Sinceramente ella ya sabía que todo había quedado en el pasado y que de la pasada discusión tan solo quedaban cenizas.
-Tranquila Ruth –Fue lo que dije estregando mi cuerpo contra el suyo en un fuerte abraso- ya todo está olvidado, eso sí, luego tenemos que hablar hay muchas cosas de las que me gustaría hablarte.
-Gracias guapa, te prometo que no volverá a suceder.
-Ustedes dos, guarden silencio.
Esta vez no era ninguna de las dos, era la señorita Crow, se notaba un poco enfurecida por aquel alboroto que mi amiga y yo estábamos creando en la parte trasera del salón.
Los minutos siguientes pasaron a un ritmo desmesurado, dando por finalizada la clase, me incorpore a recoger todos mis apuntes. Pude ver como la delgada rubia de impresionantes ojos azules salía por la puerta en dirección a su próxima clase vociferando en mi dirección un "Te llamaré luego" a lo que yo solo pude responder con una rápida acentuación de cabeza.
De camino a mi próxima clase ya no pensaba en el tal Oli, solo me lamentaba de mi próxima clase con la "Vieja Gritona" como solían llamar a la profesora Morgan, una señora no menor de 50 años de edad de piel blanca y llena de arrugas que parecía que nadie le caía bien, solía quejarse de todo lo que pasaba a su alrededor observando al resto de los mortales por sobre el hombro, dando la sensación de que ella era una especie de material único. Solía pensar constantemente que ella veía algo desagradable en mí, pues siempre estaba buscando alguna manera en la que yo hiciera el ridículo frente al resto de mis compañeros.
La viaja profesora Morgan impartía clases de matemáticas -justamente la materia que se podía fácilmente pasar por mi archienemiga desde mi larga incursión en el mundo de los estudios-.
-Pensé que no entrarías hoy con nosotros señorita Allen- fue lo primero que pronuncio aquella vieja al entrar en el aula.
Intentando no hacer caso de aquellas palabras tan bruscas que brotaban de su boca, camine en dirección de mi asiento justo al lado del entrañable de Milo. Al parecer había decidido empezar sin la presencia de casi la mitad del alumnado.
Poco a poco los estudiantes comenzaron a llegar cansados y con una respiración entrecortada, se notaba como la vieja Morgan implantaba el miedo a cualquiera que se le cruzara por el frente logando ser la profesora más estricta de todo el instituto Rolbert.
Aunque las matemáticas eran la desgracia de mi existencia, para Milo era todo lo contrario, yo tenía muy en claro junto a quien debía sentarme esperanzada de que la inteligencia de él se pudiera transmitir a mi cerebro. Podía observar como Milo prestaba atención y nada en el mundo causaba en él la más mínima distracción. Su mente estaba inmersa en números tal como había sido siempre, su meta era clara: convertirse en el científico más grande de todo el país y así tener un pase directo a la NASA, algo que nunca dejó de mencionar los seis meses que estuvimos saliendo.
Ahora que había salido el tema en mí cabeza, empecé a recordar todo ese tiempo que estuvimos juntos. Solíamos hablar mucho, Milo es uno de los mejores oyentes que he podido conocer; Solíamos hablar sobre economía, lugares turísticos, sobre alguna que otra serie que veíamos por tv, apenas rosábamos la política, pero sobre todo nuestras conversaciones terminaban siempre en el mismo tema: nuestro futuro.
Mi futuro lo veía totalmente incierto, solo quería aprender idiomas y salir a recorrer el mundo, tal vez ser la empleada de cualquier empresa pero nada muy importante, no tenía grandes aspiraciones; por otro lado estaba Milo, él tenía cada segundo de su vida completamente planificado, algo que para mí era totalmente inimaginable. Aún recuerdo como siempre me preguntaban "¿Cómo alguien tan desordenada como yo podía estar con alguien tan estructurado como él? A lo que yo solo podía responder con un vacilante "los opuestos se atraen" para ocultar algo que ni yo misma sabia.
Al término de aquella pesada clase y después de unos cuantos momentos de sordera por el griterío que mantenía la vieja Morgan, recordé algo que no podía dejar pasar, debía pedirle a mi gran amigo que en cuanto tuviera tiempo me explicara todo aquello que no había comprendido –que a ciencia cierta, era prácticamente todo- pues pronto vendría una evaluación que contaría de mucho valor para la media académica. Milo se mostraba ligeramente entusiasmado por volver a pasar tiempo a solas conmigo después de clase, últimamente eran pocas las palabras que habíamos cruzado.