Salió a la entrada del orfanato y se sentó en uno de los columpios que había en el patio delantero. Soltó un largo suspiro mientras empezaba a mecerse -no entiendo que le vio Alfred de bueno- definitivamente no, no le veía nada de bueno a ese franchute que pareciera odiarlo o no caerle bien - ¿Cómo se supone que me lleve bien con alguien como él? - he ahí la cuestión....
Lanzo un largo suspiro y se quedó allí algunos minutos hasta que vio que el francés salía del orfanato y se dirigía al lugar donde estaba su bicicleta para poder ir a casa.
-Supongo que realmente tienes una mala personalidad...- dijo en un suspiro, siendo escuchado por el francés, quien volteo a verlo sin entender si lo que decía era para él, o no.
- ¿Qué dijiste? - pregunto frunciendo el ceño ligeramente, el británico lo miro de reojo y regreso su vista nuevamente al horizonte distraído.
-Debido a tu mala personalidad no tienes amigos, y ya que no tienes amigos viniste aquí a jugar con los niños en tu día libre...- explico su punto de vista con una voz neutra y algo aburrida. Francis sintió un ligero tic en su ojo. Esas ingles sí que servía para sacar conclusiones apresuradas.
-Tienes talento para contar los hechos de una forma retorcida- lo miro con los ojos entrecerrados, el británico lo miro de vuelta -de seguro te han de haber dicho eso muchas veces- mascullo cruzándose de brazos algo molesto.
-Para nada- se defendió ofendido por las palabras del francés. Soltó un largo suspiro y regreso su mirada a la nada -escucho a menudo que molesto a las personas con la forma en la que hablo... y que soy un poco... insoportable- soltó con sinceridad, algo cohibido, bueno, en realidad el también a veces pensaba que sí, su personalidad era muy torcida, pero no era su culpa... no del todo.
-Por lo menos tienes una visión objetiva de ti mismo- dijo en un suspiro algo agotado mientras se disponía a retirarse de allí, pero se detuvo al escuchar el teléfono del británico sonando. Vio como el menor contestaba de reojo, pero no pudo evitar mirarlo al escuchar de quien era la llamada.
-Hola Al...- saludo por el teléfono mirando de reojo que la mirada francesa estaba sobre la suya, el mayor desvió la mirada al piso algo avergonzado -estoy a punto de irme- suspiro para después escuchar lo que el americano le quería decir en shock - ¿What? ¿con el doctor Boissieu? - casi grito al escuchar esa noticia, Francis al oír su nombre alzo a verlo sin comprender - ¿esta noche? - trago saliva nervioso, definitivamente se había quedado sin palabras.
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Ambos doctores caminaban por los pasillos de neonatología, deteniéndose frente al cristal que los separaba de la habitación donde yacían los recién nacidos en las incubadoras. Ambos se quedaron viendo los bebes con nostalgia.
-Arthur y Alfred fueron alguna vez así...- suspiro el escoces mirando a los pequeños que dormían en las incubadoras tranquilamente -no recuerdo muy bien ese día, pero solo sé que mis padres y mis hermanos estaban totalmente felices de recibir a un nuevo miembro en la familia...- susurro nostálgicamente recordando ese día en el cual su hermano había nacido, solo venía a su mente la felicidad de sus padres y sus hermanos en ese momento, al ver por primera vez a su nuevo hermanito- yo sentía que cada vez me volvía más viejo siendo el mayor de mis hermanos, y que tendría otro del que cuidar, ese día me hice la promesa de protegerlo a toda costa...- se rio ligeramente al recordarlo, ese día había decidido y jurado cuidar siempre de su nuevo hermanito, al igual que a los demás... había fallado en su promesa...
-Yo lo recuerdo todo... cada detalle- sonrió nostálgicamente la mujer a su lado. Poso sus ojos azules en aquellos bebes, tan pequeños... igual que su hijo cuando nació -cuando me dijeron que podía morir al dar a luz... no me importo, con tal de que mi bebe nazca sano...- sonrió con la imagen de Alfred riendo felizmente en su cabeza, de verdad, cada segundo de su vida agradecía el no haber abortado y haberse arriesgado a cuidar a su bebe sola, pese a los peligros que la asechaban.
-Valió la pena...- suspiro el escoces con una ligera sonrisa.
-Un hijo siempre vale la pena- sonrió mirando a los pequeños bebes en las cunas, para después mirar de reojo al escoces y cambiar de tema- ¿Cuánto tiempo planea quedarse en Inglaterra el doctor Boissieu? - pregunto seriamente, regresando su vista a los bebes, sin mirar directamente al pelirrojo.
-De seis meses a un año...- respondió en un suspiro, sin mirar a la rubia todavía, no sabía porque le había preguntado eso, pero le respondería de igual manera. -Pero él va a regresar a estados unidos pronto...
-Eso es un alivio- suspiro la mujer mientras despegaba su mirada de los recién nacidos y la posaba en el escoces.
- ¿No estabas totalmente encantada con él? - se burló el pelirrojo del cambio de actitud de la doctora Jones, en un principio ella era la primera en decir que el francés era genial, y ahora no lo quería allí... ¿Quién la entendía?
- ¿Puedo ser sincera? -pregunto en un suspiro, regresando su mirada afilada hacia los bebes que yacían allí, ajenos al mundo que los rodeaba.
-Por supuesto- asintió con curiosidad y algo de duda de lo que la mujer iría a decir.
-No se siente bien ver a un hombre que es mejor que mi hijo- declaro de manera seca y cortante, volteándose a mirar al de obres verdes. -Para mí, Alfred solo es suficiente estrella en este hospital- gruño mientras emprendía su caminata nuevamente, siendo seguida por el escoces. Scott la miro con el ceño fruncido desde atrás, esa mujer muchas veces podía ser la peor arpía que hubiese conocido, pero tenía que aguantarla...
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-Ahora démosle la bienvenida una vez más ¡encantado de conocerte! - grito Alfred felizmente alzando su copa con vino hacia el francés.
Estaban los 3 sentados en el comedor de la casa del estadounidense, ya que esa había sido la "fabulosa" idea de este, tener una cena con el francés. Se podía sentir la tensión que había entre el galo y el británico. Ambos evitaban en lo más posible no cruzar mirada con el otro. -Salud- celebro el menor del grupo, como siempre, siendo un total desastre para leer las atmosferas. Choco su copa con la del francés, quien le sonrío amistosamente y luego volteo a ver a su novio -Salud- rio chocando su copa también con la de Arthur, que estaba llena de jugo de frutas por seguridad de todos los presentes, ambos sabían lo poco tolerante al alcohol que era. Dejo su copa en la mesa y miro a Francis y Arthur exigiéndoles con la mirada que también chocaran copas entre ellos, lo cual hicieron a regañadientes. Luego de haber completado su objetivo sonrió mirando la comida que había preparado, filetes de pollo a la brasa con una elegante ensalada que Arthur le había exigido preparar, pero había aceptado a pesar de no ser muy fan de ellas -Ha pasado un tiempo desde la última vez que cocine, espero que les guste- sonrió animando a los dos presentes a comer. El francés decidió probar su comida, bajo la atenta mirada expectante del americano.
-Cocinas muy bien- lo elogio al terminar el pedazo de pollo que había llevado a su boca. El estadounidense sonrió felizmente de que al francés le haya gustado su comida.
- ¿En serio? Jaja, la cocina es un hobby para mí- declaro rascándose la cabeza con un ligero sonrojo en sus mejillas ante el elogio del mayor -aprendí a cocinar para Arthur, ya que este chico siempre quemaba la cocina y la comida- rio agarrando al menor por el cuello, provocando una queja de su parte, pero lo ignoro. Francis vio con celos aquella escena, pero fueron muy bien disimulados. -yo me encargue de que coma algo nutritivo para que crezca un poquito más y se ponga bonito- rio frotando su mejilla con la del inglés, quien lo aparto enojado por ello, y avergonzado de que el francés lo haya visto de esa manera, por alguna razón, no quería que el mayor lo viera con Alfred de esa forma.
-Oye! - se quejó frunciendo el ceño y regañando al americano con la mirada -no me uses como excusa, a ti te gusta cocinar...- le recrimino mientras empezaba a comer en silencio.
-Bueno... me quita el estrés del trabajo- declaro riéndose un poco.
-Pues conoces muy bien la cocina- lo elogio el francés con una ligera sonrisa, mirando de reojo como el británico comía con la cabeza agachada sin decir nada.
- ¿A ti te gusta cocinar Francis? - le pregunto emocionado como un niño pequeño, sus ojos brillaban en busca de una respuesta.
-Sí, me gusta mucho...- declaro con una ligera sonrisa, haciendo que el menor de los presentes también se riera emocionado.
-Tal vez si no me hubiese hecho doctor, me gustaría haber sido chef- suspiro risueñamente y luego volvió a mirar al francés- ¿Tú no tienes algún sueño del pasado que hubiese querido cumplir? - pregunto con una sonrisa
-Si... cuando era joven soñaba en ser bombero- contesto sinceramente, con una ligera sonrisa en su rostro. Arthur abrió los ojos como platos al escucharlo, mirándolo sorprendido y con un sentimiento extraño surgiendo en su pecho.
-Wow, que coincidencia- soltó emocionado mientras nuevamente agarraba a su novio por el cuello -el primer amor de este chico quería ser bombero, y es por eso que Arthie lo es, está cumpliendo el sueño de otra persona- lo delato con una gran sonrisa, a lo que el británico le lanzo una mirada fulminante.
- ¡Oye! - le regaño enojado, no quería que ese tonto americano contara todos sus secretos, menos en frente del galo.
- ¿Cuándo fue tu primer amor Francis? - hizo otra pregunta emocionante, poniendo ojos de cachorrito en busca de una respuesta.
-Estoy seguro de que a Francis no le gustan eso de las historias de un primer amor ni nada de eso- suspiro el británico al ver que el francés no respondía.
- ¿Cómo lo sabes? - le reto el menor, Arthur le lanzo una mirada congelante ante ello.
-Fue cuando tenía 17 años- declaro con tranquilidad mientras se limpiaba elegantemente la comisura de los labios con la servilleta, dejando al británico nuevamente sorprendido con su respuesta.
- ¡Wow! Un poco más tarde de lo que pensé- delato el de lentes con una pequeña sonrisa- ¿Y cuándo se acabó? - a este paso el francés sentía que estaba en un interrogatorio.
-No estoy seguro- contestó en un suspiro, mirando el vino en su copa sin interés, intentando distraer un poco su mente.
- ¿Cómo? -pregunto sin comprender la respuesta del mayor.
-De si se acabó o no... no estoy seguro de ello- repitió esta vez mirando de reojo al británico, quien lo miro igualmente, sintiendo que una extraña sensación los invadía a ambos. Alfred formo una gran "o" con su boca al escuchar su respuesta.
- ¡Oh! Eres todo un romántico Francis- soltó una gran carcajada -No dejes de buscar a esa persona, de seguro la encontraras algún día- le recomendó mientras nuevamente alzaba su copa -brindemos por eso- dijo con una gran sonrisa en su rostro -salud- choco su copa con la del francés -salud- hizo lo mismo con la de su novio. Arthur y Francis se miraron entre con inseguridad, chocando copas algo cohibidos, pero sellando su reencuentro con aquel brindis.
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Golpeo la puerta algo nervioso y escucho un "adelante" desde el interior. Con algo de temor entro, viendo a su jefe sentado en su escritorio firmando algunos documentos a su cargo. El turco alzo su mirada avellana bajo la máscara que siempre llevaba puesta y sonrió, aliviando un poco sus nervios.
-Feliciano- lo llamo con una sonrisa mientras dejaba a lado los papeles que tenía en su escritorio y buscaba algo en su cajón.
- ¿M-me estaba buscando, jefe? - pregunto algo nervioso. Mirando de reojo al mayor mientras mantenía la cabeza gacha.
-Sí, si- respondió restándole importancia al asunto -Toma- El turco se acercó a él y le extendió un sobre.
- ¿Qué es? - pregunto algo sorprendido, viendo el sobre entre sus manos con curiosidad.
-Es tu primer cheque como bombero- le explico con una sonrisa
- ¿E-en serio? ¿Ya tengo mi primer cheque? - abrió sus ojos con sorpresa y en su rostro se formó una sonrisa, todo el nerviosismo anterior se había esfumado y ahora la felicidad lo había invadido, no sabía que el tiempo había pasado tan rápido, ya era un mes desde que entró a trabajar allí.
-Sí, es una costumbre invitar a tus superiores a comer con tu primer cheque, así que ve- le palmeo la espalda con una sonrisa mientras lo empujaba fuera de su oficina para que vaya con los demás bomberos. El italiano salió contento a buscar a sus compañeros, encontrándose con dos de sus superiores en el camino.
- ¡Hey chicos! - los llamó corriendo hacia ellos. Ambos hombres lo saludaron con una sonrisa- ¡Recibí mi primer cheque! - anuncio contento.
-Felicitaciones Feli- sonrió uno de los chicos, palmeando su hombro
-Igualmente- continuo el otro de igual manera, para después seguir su rumbo.
-E-esperen- los detuvo nuevamente - ¿Quieren ir a comer? Yo invito vee- sonrió amablemente. Mas ninguno de los dos aceptó la propuesta, ambos tenían cosas que hacer.
-Lo siento Feli, hoy tengo una cena con mi novia- respondió el más joven de los dos, palmeando su cabeza en forma de disculpa.
-Mis padres llegan hoy a Londres, debo ir a verlos en el aeropuerto- suspiro el mayor y después sonrió nuevamente para no entristecer al italiano.
-Vee... está bien- suspiro derrotado. Ambos chicos tuvieron un sentimiento de culpa al verlo así.
- ¿Qué tal si invitas al capitán? - sugirió uno de los chicos con una sonrisa, sabía que el italiano apreciaba mucho a su capitán y que tal vez ese sentimiento iba más allá de la admiración.
-E-el capitán Beilschdmit- tartamudeo, nunca lo había pensado, pero por alguna razón se ponía nervioso hablarle al alemán, su corazón se aceleraba de una manera extraña.
-Sí, de seguro el aceptara- lo animaron.
-Está bien vee- sonrió, le parecía una buena idea, después de todo el alemán era su capitán, y estaba muy agradecido con el de haberle enseñado muchas cosas de cómo ser un buen bombero.
-Good Bye, Feli-
-Nos vemos mañana- se despidieron marchándose de allí y dejando al italiano solo.
-Sí, ciao- dio un largo suspiro y el también regreso a la estación. No sabía si el capitán seguía ahí, pero si no lo encontraba no le quedaría otra opción que ir a su cama a dormir, después de todo, no tenía nadie más con quien pasar esa noche. Aun no encontraba a si hermano... tampoco se sentía listo para darle la cara y decirle el motivo por el cual había llegado a Inglaterra. Fue caminando por los pasillos de la estación metido en sus propios sentimientos hasta que entro a la cafetería viendo allí al rubio.
- ¡Capitán! - corrió hacia el con alegría. El alemán volteo ante el llamado, sintiendo los brazos del menor alrededor de su cuerpo. Un leve sonrojo nació en sus mejillas ante eso, aunque ya estaba algo acostumbrado a esos abrazos, aún seguía sonrojándose y su corazón latía rápidamente al sentirlos.
-Soldado Vargas- acaricio el cabello del menor con delicadeza y una tenue sonrisa y después el italiano se separó sonriente y empezó a agitar sus brazos con emoción.
-Lud... ¿Quieres salir a comer conmigo? Yo invito- casi grito con emoción-Recibí mi primer cheque- anuncio, el mayor lo miro sorprendido y luego sonrió ligeramente revolviendo su cabello.
-Está bien, pero... ¿Qué te parece si vamos mejor a un lugar más tranquilo? - pregunto con un sonrojo cubriendo sus mejillas. Feliciano sonrió y acepto, sería la primera cita que tendrían, estaba muy feliz.
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-Alfred, ya para con esto- se escuchó nuevamente un grito desde la cocina seguido de varias carcajadas. Alzo su mirada azulada y la dirigió hacia los dos hombres que estaban lavando los platos metros más allá. Alfred estaba empujando al inglés con la cadera mientras que este se quejada y le devolvía el empujón, causando más risas de parte del americano.
-Ok, ok- rio mientras secaba los platos y los ponía en su lugar y volvía a empujar al británico levemente mientras este tenía en sus manos enguantadas una de las vajillas y la esponja.
- ¡Oye! – se quejó pateándole mientras también soltaba una risa-Vas a hacer que algo se rompa- le regaño. El americano soltó una carcajada y siguió con su labor de secar y guardar los platos mientras eran vistos desde la sala por el francés, quien sentía que los celos lo invadían, pero trataba de mantenerse calmado y normal, como si no le importara en lo más mínimo.
-Ya mismo terminamos Arthie- rio mirando de reojo como al mayor ya solo le faltaban 2 copas de lavar. El de ojos verdes asintió ligeramente ante las palabras del otro.
-Ahora... Listo- suspiro cerrando el agua cuando termino de lavar todo, soltando una pequeña risa al ver la mirada infantil y divertida con la que le veía el otro- apúrate guardando las cosas, idiot- le regaño codeándole ligeramente. Alfred se rio y siguió guardando las vajillas en su lugar, pero se detuvo al sentir su celular vibrando y sonando en su bolsillo. Dejo el ultimo plato que sobraba en el mesón y tomo su celular.
-Disculpa un momento- se excusó yéndose de allí para contestar la llamada. Arthur tomo el plato que el americano no había guardado para hacerlo, pero el compartimiento de los platos estaba muy alto. Francis lo vio de reojo y se levantó con un largo suspiro para ayudarlo.
-Tsk... no alcanzo- se quejó frustrado, ni de puntillas lograba meter la vajilla en su lugar. De repente sintió que alguien estaba tras suyo y que esa persona tomaba el plato y sin problema alguno lo ponía en su lugar. Volteo a ver quién era, encontrándose con aquellos ojos azules que hacían que su corazón se acelerara sin motivo alguno. Ambas miradas chocaron cargadas de un sentimiento extraño, se estaba perdiendo en esos ojos azulados. Retrocedió algo asustado por aquel raro sentimiento que lo invadía, tirando una de las copas de cristal al piso por accidente. Al escuchar el sonido de los cristales rotos enseguida se agacho para recogerlos, cortándose el dedo con uno de ellos- Ah- estaba sangrando, pese a que la herida no era grande le ardía
- ¿Estas bien? - se agacho el francés preocupado a ayudarlo. Sus miradas nuevamente se encontraron, perdiéndose en los ojos del otro con una mezcla extraña de sentimientos que los invadía a ambos.
- ¿Qué paso aquí? - escucharon un grito que interrumpió el mágico momento, ambos desviaron sus miradas a tiempo antes de que el menor pudiera verlos. Alfred entro a la cocina viendo el desastre con terror, en especial cuando se dio cuenta del dedo sangrante del británico.
-N-nada, solo se cayó una copa- tartamudeo intentando borrar el sonrojo que lo había invadido de su rostro. Alfred frunció el ceño.
- ¿¡Como que nada!? ¡Te lastimaste Arthur! - le regaño enojado, señalándole acusadoramente su herida.
-Ya te dije que no es nada- intento esconder su mano mientras veía de reojo como el francés se levantaba y como sus ojos mostraban atisbos de tristeza y nostalgia, al igual que enojo.
-No, debo curar esa herida- dijo mientras cogía al británico como si fuese un costal de papas y lo cargaba sobre su hombro.
- ¡Oye! ¡Bájame! - reclamo intentando zafarse del agarre del menor, intentando parearlo mientras veían avergonzado como el francés lo miraba entre una mezcla de sorprendido y divertido por la situación.
-No- respondió firmemente a su reclamo mientras golpeaba su trasero. Se sonrojo aún más ante el toque, deseando que la tierra lo tragara, y matar al idiota americano. Alfred lo dejo sobre uno de los sillones y al ver su intento por levantarse lo volvió a hacer sentar con una mirada seria- Quédate ahí, traeré el botiquín- le advirtió mientras salía casi corriendo. Arthur sintió que su cara ardía. Miro de reojo al francés, sus miradas se encontraron nuevamente pero el mayor la desvió al instante, dejándole un extraño sentimiento frio y triste. Al momento, antes de que pudiera asimilar bien lo que le pasaba a su corazón llego el americano con su cajita de primeros auxilios y saco una motita de algodón junto a un poco de alcohol y agarro la mano del inglés.
-Idiota, no hagas esto- mascullo entre dientes enojado, no quería que el menor lo siga haciendo quedar mal en frente de ese wine bastard -Yo lo hare- intento quitarle las cosas, pero el americano lo detuvo.
-No, déjame curarte, por algo soy un doctor, y tu heroe- rio divertido mientras observaba como el británico se sonrojaba aún más.
-No lo hagas, en verdad Alfred- casi le rogo. No le gustaba, sentía que estaba mal, no quería que el francés lo viera así. El estadounidense hablaba con una sonrisa mientras soplaba su herida para que el alcohol no le ardiese, pero Arthur no lo estaba escuchando, ni siquiera lo estaba mirando. Sus ojos solo permanecían en el francés, estaba perdido en él.
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Ya para cuando habían salido de la estación la noche había caído. Eran las 8:00 pm y decidieron ir en el carro del mayor al lugar al que él había propuesto. Todo el camino el italiano iba cantando en voz baja, siguiendo la pista de las canciones que sonaban en la radio. El alemán iba concentrado en la carretera, mientras que el otro jugaba con un dije en sus manos. Ludwig paro el carro en uno de los semáforos, mirando de reojo el objeto que el italiano tenía entre sus manos.
- ¿Qué es eso? - pregunto hablando por primera vez desde que subieron a su automóvil. El menor alzo a verlo con una tenue sonrisa.
-Ha... era de mi abuelo... pero el ya no está, me lo regalo antes de...- sus palabras se detuvieron. El mayor lo miro extrañado, había un atisbo de tristeza y nostalgia en los ojos miel. Sabía bien por qué. El semáforo cambio a verde y enseguida regreso su vista a la carretera.
- ¿Hace cuánto murió tu abuelo? - preguntó mirándolo de reojo, sabía que era una pregunta delicada, pero quería saberlo. El menor bajo la cabeza y se mantuvo en silencio varios segundos antes de contestar.
-No fue hace mucho... fue una semana antes de que llegara a Inglaterra- su voz había salido quebrada en ese momento, no era algo que le gustara mucho recordar, pero intento olvidarlo y sonreír nuevamente. Prontamente entraron a un área rural y el alemán detuvo el carro.
-Llegamos- anuncio parqueándose frente a una casa de dos pisos con adornos de piedra y de color blanco y techos de color ladrillo. Era una casa elegante y con un toque moderno.
-Vee... tu casa es muy linda- sonrió mientras bajaba del carro junto al alemán.
-Danke- agradeció el cumplido mientras entraban a la propiedad y eran recibidos por dos grandes pastores alemanes que saltaron emocionados a recibir a su amo. El rubio saludo a ambos canes con una caricia y después vio como ambos olfateaban al italiano para reconocerlo. -Ellos son Berlitz y Blarkie- los presento mientras Feliciano acariciaba a ambos igualmente, y fue recibido con una lamida de parte de los canes.
-Que lindos son- sonrió emocionado mientras acariciaba más eufóricamente a ambos perros. El alemán sonrió igualmente con algo de extrañez, ya que Berlitz y Blarkie por lo general no se acercaban a extraños y no solían tener mucha confianza en otros.
-Ven, pasa. - sonrió ligeramente mientras abría la puerta de la casa, el italiano devolvió la sonrisa mientras ambos entraban al lugar dejando a ambos canes afuera. Era un hogar muy acogedor, los pisos eran de madera y había una chimenea en la sala, dándole más calidez al lugar. Feliciano vio todo asombrado, notando que allí en la sala había varios legos tirados por el piso y los sillones, pero... ¿de quién eran? ¿Acaso eran de Ludwig?
- ¿Papa? - escucho una voz venir desde las escaleras y vio a un pequeño niño de ojos azules idénticos a los del alemán bajar con alegría. Era la primera vez que lo veía, estaba sorprendido. A pesar de que antes había escuchado rumores de que el alemán tenía un hijo nunca se lo había creído, pero allí enfrente estaba ese pequeño de 6 años viniendo hacia ellos con una sonrisa. Sintió algo de tristeza en su corazón ante la idea, acaso... ¿Su capitán ya estaba casado? ¿Ya tenía a alguien más? Miro de reojo las manos del mayor, siempre cubiertas por unos negros guantes de seda, tal vez bajo ellos se encontraba su anillo. ¿Y su esposa? ¿Dónde estaba? Su cabeza definitivamente estaba hecha un lío.
-Wolfram, saluda, tenemos un invitado- sonrío revolviendo el cabello del infante, quien soltó una risa ante ello y después vio al chico allí que parecía algo confundido y perdido.
-Hallo, me llamo Wolfram Beilschdmit- se presentó con una sonrisa, sacando al italiano de sus pensamientos. El de ojos miel sonrío y también revolvió su cabello con una sonrisa.
-Hola pequeño- lo saludó con su alegría característica, mirándolo con dulzura. Su mirada se desvió del pequeño cuando escuchó unos pasos cercanos a ellos, alzó a ver encontrándose con una joven chica de cabello azabache y ojos cafés que venía con una sonrisa en su rostro.
-Buenas noches- saludo la mujer haciendo una pequeña referencia a los dos hombres. – Bienvenidos- los miro a ambos con una sonrisa, mostrando intriga en sus ojos al ver al otro hombre alado del alemán.
-Sakura, él es Feliciano Vargas, un compañero de trabajo- le explico a la chica, quien al escucharlo sonrió e hizo una pequeña reverencia al de ojos miel.
-Encantada de conocerlo Vargas-kun- dijo con una sonrisa dulce. El italiano sonrió de igual manera, esa chica era muy agradable y dulce.
-Llámame Feli- pidió con una sonrisa mientras estrechaba la mano de la japonesa con emoción.
-Está bien, Feliciano-kun- rio divertida por la personalidad del chico - la cena estará lista pronto, yo les avisare cuando este lista- les sonrío amablemente. El italiano le sonrió de igual manera, forzando un poco su sonrisa, ¿acaso ella era la esposa de su capitán? Una punzada de celos lo invadió.
-Danke Sakura- agradeció el alemán mientras iba a la sala de la casa junto con su hijo y el castaño que parecía sumergido en sus pensamientos. Ambos se sentaron en los sillones de la sala mientras el pequeño se quedaba en medio del piso alfombrado de la sala.
-Mira Vati, ¡estoy armando un puente de legos! - grito emocionado llamando la atención del de ojos celestes. El mayor sonrió asintiendo a las palabras de su hijo y después se retiró los guantes que siempre llevaba puestos, y definitivamente allí lucía un dorado anillo que hizo que el corazón del italiano se estrujara aún más.
- ¿Ella es tu esposa? - preguntó el menor con una voz algo temblorosa y baja para que el niño no lo escuchara- es una chica muy linda y dulce- susurro con una sonrisa algo forzada en su rostro. El mayor lo vio sorprendido y parpadeó seguidamente. ¿Acaso él no lo sabía?
-No, ella es la niñera de Wolfram y empleada de la casa- le explico enseguida para no crear malentendidos – Es hermana de un amigo que vive en Japón, ella trabaja aquí en las tardes y estudia de día-El italiano abrió sus ojos en sorpresa ante ello.
- ¿Y-y tu esposa? - preguntó mirando por todos los lados para ver si encontraba a otra mujer más allí, sin resultados. El alemán soltó una ligera risa ente ello.
- ¿No lo sabías? - al ver que el italiano negaba con la cabeza y lo veía con intriga lanzo un largo suspiro- Ella murió hace mucho tiempo- esa declaración dejó al castaño en shock. El alemán soltó un largo suspiro y acaricio la mano del menor para sacarlo del shock instantáneo que había tenido.
-E-entonces...-un brillo de oportunidad de formó en sus ojos. Pero... Aun así...
-La cena está servida- sus pensamientos fueron interrumpidos por el llamado de la mujer desde la cocina.
-Vamos- el alemán lo dirigió hacia el comedor, seguido de el niño y el italiano, donde una variedad de comida estaba servida. La chica que antes con un pequeño delantal sobre su rosado kimono se lo retiro y lo dejo en su lugar correspondiente para después acercarse al alemán y hacerle una pequeña reverencia.
-Me retiro Ludwig-san, Feliciano-kun- sonrío despidiéndose de ambos hombres y después se agacho a la altura del pequeño que iba tras ellos- hasta mañana Wolfy-chan- sonrió revolviéndole el cabello para después encaminarse a la salida del lugar.
-Ja, hasta mañana- la despidió al igual que el italiano y la chica se marchó de allí dejándolos solos con el pequeño Wolfram. El niño abrió sus ojos con emoción al ver la comida, le encantaba lo que Sakura cocinaba para ellos.
-Ven aquí- su padre lo alzo en brazos para sentarlo en su silla correspondiente de la mesa. Y después le sirvió su comida, al igual que al italiano.
-Grazie Lud- sonrió ligeramente mientras el alemán se sentaba a su lado. El pequeño abrió sus ojos con sorpresa al reconocer el idioma en el que había hablado el amigo de su padre, era el mismo que el de su mama.
- ¿Eres de Italia? - pregunto emocionado con los ojos brillosos.
-Si- respondió con una sonrisa hacia el chico, quien formo una grande O con su boca al escuchar su respuesta positiva.
-Mi mama también está allá- sacudió los brazos emocionado, era la primera vez que conocía a alguien que fuese del mismo país y hablara el mismo idioma que su mama. Ludwig se palmeo la frente al verlo.
-Jeje, no Wolfy, tu mami esta ...- antes de que pudiera terminar la oración sintió un ligero codazo en su costado, acallando sus palabras.
-No lo digas- susurro entre dientes mirándolo con sus ojos celestes. El pequeño parpadeo confundido por ello, pero no dijo nada. Sus ojos se fijaron en el tazón de arroz que estaba frente al amigo de su padre, era ese tazón de color blanco con adornos rosados de su madre. Se estiro en la mesa lo más que podía y agarró el tazón que estaba frente al italiano, aprisionándolo entre sus brazos ante la mirada atónita del castaño y la confundida de su padre.
-Ese no, ese es de mama, ella se va a enojar si viene y ve que lo hemos usado- explico mientras ocultaba el tazón entre sus manos. Ludwig frunció ligeramente el ceño.
-Wolfy, es nuestro invitado- dio un largo suspiro, pero el menor se negó a entregarlo.
-Pero esto es de mama, yo le daré otro- se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina en busca de otro tazón, regresando con una sonrisa y dejándolo en frente del castaño, quien todo ese tiempo había pasado callado. Ludwig lanzo un largo suspiro y sirvió el arroz que anteriormente se encontraba en el tazón de su ex esposa en el que su hijo había traído.
-Listo, toma- se lo entrego al castaño. Feliciano asintió sin mostrar ninguna expresión en su rostro, estaba aún en shock por lo que anteriormente había pasado.
-Gracias por la comida- soltó sonriente el rubio pequeño mientras comenzaba a comer sonriente.
-Y-yo también, gracias por la comida- tartamudeo con la mirada gacha mientras comía en silencio. Una pequeña opresión se había presentado en su pecho ante la idea de que talvez el hijo del alemán no lo aceptara.
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Los 3 hombres luego de la "tranquila" velada que habían pasado ahora se encontraban fuera del edificio de departamentos, para dirigirse a sus respectivas casas. Arthur estaba dentro del auto del estadounidense con la mirada gacha mientras que el de lentes se acercaba al francés con una sonrisa.
-Voy a dejar a Arthie- anuncio, el galo lo miro y luego asintió a sus palabras-Puedo dejarte en casa por el camino- le ofreció amigablemente.
-No es necesario- dijo en un pequeño suspiro con una sonrisa en sus labios -Gracias por la cena, siento que interrumpí su cita- se rasco la cabeza algo incómodo por la situación. Alfred al escucharlo lanzo una carcajada.
-Mantenlo en secreto- pidió mientras se limpiaba una lagrimita que había salido por la risa, Francis lo miro sin saber a qué se refería -que soy un tonto cuando se trata de Arthie- rio nuevamente -La gente se burlara de mi si se enteran- Francis asintió a su pedido con una ligera sonrisa. El de lentes regreso su mirada a su auto, mirando al británico en el con adoración -Una vez que lo conoces... es imposible odiarlo- soltó son una sonrisa y la mirada perdida en esos ojos esmeralda que miraban distraídos por la ventana del piloto a los carros que pasaban cerca de allí-Lo siento, eso sonó como si presumiera- se rio algo nervioso. Francis soltó un pequeño suspiro.
-Fue presumir- dijo con una pequeña sonrisa. Alfred soltó una carcajada ante eso y después miro como el francés tomaba su bicicleta para irse a casa.
-Pero... ¿Qué es lo que no te gusta de Arthur? - pregunto casi en un susurro, pero siendo escuchado perfectamente por el francés, pero fingió no haberlo escuchado, no quería responder a esa pregunta.
- ¿Pardon? - pido una repetición fingiendo, algo que con el tiempo se le daba mejor.
-Nada...- soltó algo nervioso de que lo haya escuchado, esa pregunta había salido inconscientemente de su garganta-era broma- rio fingidamente para después apoyar una de sus manos sobre el hombro del mayor -Hay que salir a beber la próxima vez, con Arthie, aunque a él hay que darle bebidas bajas en alcohol- se burló, Francis entendió por qué- no lo resiste- soltó una carcajada, provocando que el francés sonriera de igual manera. Pareciera que ambos conocían bien las fortalezas y debilidades de Arthur. - Fuese mejor si nos acompañara también la persona que estás buscando- palmeo su hombro amistosamente.
-O-Oui- contesto desviando la mirada, sabiendo que eso era imposible.
-Entonces, hasta la próxima- se despidió con un fuerte apretón de brazos y un abrazo fraternal -¡¡Good night!!- grito antes de correr al carro y subir a él. Francis vio como el americano colocaba el cinturón de seguridad sobre el británico y arrancaba. Arthur miro por la ventana esos ojos azules violáceos, ignorando completamente la energética charla del americano. Sus miradas coincidieron, como por quinta vez en el día, ambos se perdían en el mundo del otro. Había algo en ese hombre, en ese francés insoportable e irritante que le hacía perder el sentido. Era frustrante...
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-Grazie por la cena- sonrió parado a la entrada de la casa mientras se colocaba los zapatos que se había quitado al entrar -Me retiro, debo volver a la estación- se despidió mientras era observado por el de ojos azules tras suyo. Ahora eran solo los dos en la casa, ya que el pequeño Wolfram se había quedo dormido y estaba en su habitación, ambos hombres se habían quedado solos.
- ¿Por qué debes ir de nuevo alla? - pregunto sin saber el motivo por el cual tenía que regresar a ese lugar si su horario de trabajo ya había terminado.
-Duermo allí...- soltó en respuesta, con la mirada gacha y las mejillas ligeramente sonrojadas. - No me gusta dormir solo, así que duermo allí porque sé que siempre hay personas allí- explico. El alemán lo miro algo sorprendido ante su declaración.
-Puedes quedarte aquí- ofreció con las mejillas ligeramente sonrojadas. El italiano al escucharlo parpadeo seguidamente y después se formó una gran sonrisa en su rostro.
- ¿E-enserio? - pregunto emocionado mientras sacudía sus brazos.
-Ja- asintió rascándose la cabeza. Prontamente sintió unos cálidos brazos a su alrededor.
-Grazie Lud- sonrió el italiano mientras el alemán sentía que los colores subían a su rostro. El italiano soltó otra risa feliz mientras se separaba de él y lo miraba con agradecimiento y emoción.
-Ven, te mostrare el cuarto de invitados- ambos subieron por las escaleras de madera a la planta alta de la casa y el alemán lo dirigió a un cuarto cercano al suyo, de paredes blancas y tonalidades azules. Alli había todo lo necesario, una cama, un velador, un escritorio y un armario para que el Italiano se pusiera comodo en su hogar.
- Puedes vivir aquí desde ahora... p-por supuesto solo si tú quieres- soltó nervioso con las mejillas ligeramente rosadas. El italiano miro el cuarto con una sonrisa y luego volteo a ver al alemán y se paró de puntillas para besar su mejilla.
- ¡Grazie! - sonrió mientras veía como las mejillas del alemán se tornaban aún más rojas y humo salía de su cabeza.
-N-no es nada...- se defendió girándose rápidamente para irse de allí lo más rápido posible, su cuarto quedaba solo a unos pasos del que ahora era del italiano. - G-guten Nacht- soltó mientras caminaba a paso rápido fuera de allí, bajo la mirada divertida del menor.
-Buonna notte, Lud- se despidió también para después sentarse en su nueva cama, a partir de ese momento viviría con su Capitán... su corazón estaba latiendo como loco.
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A la mañana siguiente
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Se despertó como de costumbre a las 6:00 am en punto, un día de rutina normal empezaba. Pero no era un día normal, oh no, no cuando sentía un extraño calor a lado suyo y un brazo alrededor de su abdomen. Asustado por volteo su cabeza y pudo ver que el bulto a su lado se trataba del italiano, quien dormía plácidamente a su lado, babeando un poco como un niño pequeño. Pero... esperen, no tenía nada de ropa superior. Estaba casi desnudo, y no quería comprobar su llevaba o no ropa interior. Un fuerte sonrojo apareció en su rostro... había clavado su propia tumba. Y... ¿Cómo diablos había ido a parar allí el italiano si lo dejo en el cuarto de invitados? De repente sus pensamientos fueron interrumpidos por el ruido estruendoso de la puerta de su habitación siendo abierta de golpe.
-Hey, Lud! ¡El awesome yo está aquí para ir a nuestra caminata matutina! - en ese momento deseo que la tierra se lo tragase. Su hermano estaba allí parado al umbral de la puerta, mirándolo en la cama con otro hombre que para el colmo estaba semi desnudo, o eso pensaba.
-B-bruder... ¿no sabes que siempre hay que tocar la puerta antes de pasar? - mascullo frotándose las sienes mientras se sentaba en la cama. El alemán mayor soltó una carcajada.
- ¡Wow, West! Así que por fin estas buscando una nueva mama para Wolfram, aunque yo diría que es un nuevo padre, Kesesesese- se burló señalando al dormido italiano en su cama. Un fuerte sonrojo cubrió su rostro una vez más.
- ¡N-no es lo que piensas! - tartamudeo rojo hasta las orejas, saliendo de la cama de un salto.
-Kesesesese, a mí no me engañas- se burló mientras veía como su hermano se dirigía a su armario a tomar su uniforme para cambiarse -Aunque pensaba que eras hetero- lanzo una carcajada, recibiendo una mirada fulminante del rubio- Kesesese, te espero abajo west- grito para luego salir corriendo de allí bajo la mirada asesina de su hermano. El alemán soltó un largo suspiro frotando sus sienes y después giro a ver al italiano aun dormido en su cama... no sabía porque, pero de alguna forma sentía que había cavado su propia tumba....
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Luego de unos diez minutos ambos hombres bajaron a la cocina de la casa, el uno serio y como siempre, ya listo para comenzar una nueva jornada, mientras que el otro venia adormilado, aun con su uniforme de trabajo mal arreglado. Gilbert vio a ambos hombres bajar con una gran sonrisa en su rostro, definitivamente ya sabía con qué molestar a su hermanito cada vez que lo viera. Se fijó en el otro y sus ojos se abrieron como platos, era idéntico a alguien que conocía... El menor al ver como los ojos de su tío eran dirigidos a las escaleras también vio hacia allí con curiosidad, viendo a su padre y a el amigo de este acercándose a donde ellos estaban, notando al italiano- ¿El tío Feliciano se quedó a dormir? - pregunto con emoción a medida que ambos se iban acercando.
-Ja, Wolfram- contesto el rubio mientras revolvía su cabello en forma de saludo. Gilbert parpadeo seguidamente al escuchar al menor y después se cruzó de brazos frente a su sobrino.
- ¿Cómo que tío? ¿Ya me remplazaste tú también, mocoso? - se quejó con un falso tono de enojo y melancolísmo. El pequeño rio ante las palabras del albino.
-Nein, nein- negó con su cabeza- solo el tío Gilbert es mi tío más awesome- soltó con una gran sonrisa, siendo alzado en brazos por el albino mientras este lo giraba en el aire bajo la angustiada mirada del padre y la sonrisa del italiano.
-Ese es mi sobrino- rio dejándolo nuevamente en su silla y revolviendo su cabello.
-Vee, ¿eres hermano de Lud? - pregunto el italiano emocionado y sonriendo, cada vez conocía más a la familia de su capitán, nunca pensó que tuviera tantas personas a su alrededor, ya que la mayoría de tiempo parecía un hombre solitario.
- ¡Ja! ¡Soy el Awesome Gilbert Beilschdmit! - rio estruendosamente mientras el rubio se palmeaba la frente.
-Ya tenemos que irnos al trabajo, bruder, te encargo a Wolfram- anuncio mientras tomaba las llaves de su carro y su maletín. Volteo a ver a su hermano, tenía una sonrisa ladina en su rostro -Cuídalo y no destruyas mi casa- pidió, o casi rogo, sabía que Gilbert era un desastre humano, pero, rogaba que Sakura llegara rápido para evitar las locuras de su hermano.
-Sí, sí, west- le restó importancia al asunto con una sonrisa en su rostro mientras se acercaba a ambos hombres que estaban cerca de la entrada de la casa-Ve en paz con tu italienn- los empujo a ambos fuera y después soltó otra carcajada, su día como niñera apenas empezaba...
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-Por cierto... ¿Qué es eso de todas las cartas y regalos de Italia? - pregunto mientras ingresaba a la sala de descanso de la estación con dos trazas de humeante café, dejando una enfrente de su capitán.
-Pues...- tomo la taza entre sus manos mientras su mirada se dirigía al obscuro liquido de esta-la mama de Wolfram murió cuando él tenía 3 años- soltó en un suspiro, ganándose una mirada sorprendida del menor -En ese momento, no sabía cómo explicarle a un niño tan pequeño como él lo que significa morir...Así que le dije que su mama había viajado a Italia a trabajar pero que le seguía escribiendo cartas y mandando regalos desde allí- explico con la mirada gacha, sintiendo una ligera opresión en el pecho-Apenas estamos aguantando con eso- suspiro profundamente para después alzar su mirada hacia el italiano, notando con sorpresa los ojos empañados de este.
-Dio mio...- gimoteo mientras veía al piso-En serio, no hay película tan conmovedora como esto, es tan triste- sollozo cubriendo su rostro empapado de lágrimas del alemán. Ludwig lo miro sorprendido, sin saber qué hacer en ese momento. Ninguno de los dos vio al británico que entraba al lugar con una toalla sobre su hombro después de haber hecho su rutina de ejercicio diario.
- ¿Qué paso aquí? – pregunto preocupado y exaltado al ver al sollozante italiano, y después su mirada se posó en el alemán-Ludwig, ¿Por qué haces llorar al niño tan temprano? ¿Qué le hiciste? – le reclamo regañándolo con la mirada.
-Y-yo no le he hecho nada- se excusó ante la mirada del británico, mirando al italiano igual con preocupación- Feliciano, deja de llorar- le pidió al menor.
-E-es que la historia de la mama de Wolfram es tan conmovedora-sollozo limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano. Arthur abrió los ojos con sorpresa, ahora lo entendía. Miro al italiano con comprensión, después de todo, era verdad. -Capitán, no se preocupe, no abriré la boca, lo mantendré en secreto- poso sus manos sobre las del alemán mientras aun las lágrimas salían de sus ojos. Ludwig lo miro con agradecimiento ante sus palabras. -Si necesita ayuda con los regalos desde Italia no dude en pedírmelos, tengo muchos amigos allá- dijo sollozante, mientras el británico soltaba una pequeña risa al ver la vergonzosa situación en la que se encontraba su jefe.
-Ya pónganse a trabajar- los regaño a ambos mientras se iba de allí, tenía ganas de continuar alzando pesas durante un rato más.
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- ¿Desde cuándo es el dolor? - pregunto con seriedad mirando de reojo a la mujer que yacía recostada en una de las camillas del hospital.
-Hace 3 días-respondió esta con una voz algo baja, pero siendo perfectamente escuchada. Francis soltó un largo suspiro y le entrego la carpeta con datos de la paciente a uno de los doctores de su grupo.
-Toma la topografía y dime cuando salga el resultado-pidió con una voz desanimada mientras se iba a su oficina cabizbajo, bajo la mirada preocupada de sus compañeros de equipo. Los 2 chicos y la chica lo vieron con angustia, mirándose entre ellos y llegando a una conclusión en silencio. Los 3 lo siguieron a su oficina y tocaron la puerta- Adelante- se escuchó su voz desde el interior. Alzo su cabeza para ver a los 3 doctores ingresar con un semblante preocupado.
-Jefe, queremos que se tome el día libre- soltó uno de los chicos con denervación.
- ¿Quoi? - parpadeo seguidamente sin entender ¿día libre? ¿Por qué?
-Se ve muy exhausto últimamente y también triste...- dijo la chica de ojos verdes tímidamente- ¿No está enfermo? - esa pregunta lo sorprendió aún mas
- ¿Me veo de esa manera? – pregunto con un suspiro -Mon dieu... Me da vergüenza el haberme mostrado así ante ustedes, el haber sido tan obvio- se disculpó con la mirada, había sido un completo idiota al comportarse así en el trabajo a tal punto de que creyeran que estaba enfermo.
-Es comprensible, ha estado trabajando muy duro estos días- soltó apresuradamente uno de los chicos, justificando su falta de motivación en el trabajo.
-Ya es suficiente con nosotros 3 aquí, así que tómese el día libre- pidió el otro con una sonrisa.
-Sí, salga a tomar algo de aire libre- sus tres asistentes apoyaban la idea, y estaban decididos a hacer que se tomara el día libre, así que simplemente soltó un suspiro y sonrió para ellos.
-Gracias chicos- agradeció desde lo profundo de su ser, después de todo, tal vez si necesitaba algo de tiempo libre para aclarar algunos pensamientos y ordenar las cosas en su cabeza.
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- ¿Conseguiste justo las entradas para esa película? – sonrió asombrado, sabía que los ingleses tenían una obsesión con Harry Potter, así que conseguir las entradas para el especial en el cine era algo difícil. La voz de su pequeño ingles lo saco de sus pensamientos y le arranco otra sonrisa -Ok, nos vemos en el cine honey, I love you- dijo melosamente para después colgar la llamada y quitarse la bata blanca que siempre llevaba y arreglar bien su traje mientras tomaba las llaves de su carro y guardaba el celular. Soltó una pequeña risa contenta para dirigirse al fin a la salida de su oficina, pero la puerta se abrió por sí sola, dejando pasar a 2 doctores de su área.
- ¡Doctor Jones! – lo llamo un pequeño finlandés que había llegado jadeando del cansancio, posiblemente había tenido que correr hacia el lugar -que bueno que lo encuentro antes de que se vaya- suspiro aliviado.
- ¿Qué paso? - pregunto algo preocupado, pestañeando seguidamente, posando su mirada en ambos hombres.
-Es una emergencia, acaba de haber un caso de choque y fuga y el paciente necesita una operación ahora mismo- explico el otro que se había mantenido en silencio hasta ese momento -es un cliente VIP, es hijo del decano de la universidad de Oxford- explico posando su mirada azulada en la del otro.
-P-pero... ¿No esta Ivan? - pregunto desesperado, sintiendo como todos sus planes se veían frustrados.
-Pensé que no le gustaba que Ivan le ganara en este tipo de cosas- parpadeo seguidamente el finlandés extrañado, haciendo que un sonrojo cubriera las mejillas de su jefe.
-No, el doctor Braginsky está en otra operación en este momento- en ese momento sentía que quería darse miles de golpes contra la pared, justo en el único momento que ese ruso comunista le podía servir como algo no estaba disponible.
-Está bien Berwald, enseguida voy para allí, preparen todo para la operación- suspiro resignado, ambos hombres asintieron y salieron de allí apresuradamente para preparar lo que su jefe les había pedido -Shit...- Paso su mano por su rostro en forma de desesperación para después ponerse nuevamente su bata blanca y tomar su celular- Lo siento honey, será para la próxima- susurro resignado mientras le escribía un mensaje de disculpa al inglés, sabía que se iba a enojar, pero el trabajo estaba primero...
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Apago su celular resignado, con el ceño ligeramente fruncido. Justo cuando había conseguido las entradas para esa película que no había visto hace años, casi más de 10...
-Tsk... ya que...- mascullo lanzando un largo suspiro mientras veía las entradas en sus manos, pero, después de todo lo entendía, los pacientes siempre estaban primero, por lo cual no debía enojarse por ello. Soltó otro suspiro y se levantó para irse de allí, pero una voz lo detuvo de su trance.
-Por favor, aunque sea puedo verla parado- escucho que decía suplicante, esa voz la conocía, era ese chico... se volteo a verlo, definitivamente era él. Estaba en las taquillas del cine, frente a una de las chicas que atendían el puesto.
-Lo lamento, ya no hay asientos disponibles- se disculpó mientras le daba una mirada de pena al muchacho, se notaba lo mucho que quería entrar a la función.
-Bien- suspiro profundamente derrotado, con resignación. Se volteo para irse también de allí, pero vio a ese chico de ojos verdes a pocos metros de allí, con su mirada sobre él. Obres azules y verdes chocaron en ese momento, y ambos sintieron un recuerdo venir a sus mentes en ese momento.
"Ambos estaban sentados en un gigantesco sillón que se encontraba frente a una televisión que era gigantesca, donde se veía como si estuviesen en un cine. En una mesita al frente de ellos estaba un plato con scones y a lado una taza de té y una de café. Estaban cerca el uno del otro, disfrutando de la película. Arthur a pesar de no poder verla, escuchaba atentamente todo. Había escogido una película que le encantaba desde que era niño "Harry Potter y la piedra filosofal".
Desde pequeño siempre pasaba viendo películas donde la magia se veía involucrada, creyendo en ella y en los seres fantásticos que estas mostraban, a pesar de que algunas veces sus compañeros de clases lo llamaban loco o extraño por creer en tales cosas.
-Francis...- dijo despacio mientras escuchaba e intentaba imaginar en su mente la película. El mayor lo miro de reojo con una pequeña sonrisa, esperando a sus palabras. -Tu... ¿crees que la magia pueda existir? - su pregunta sonaba seria. Parpadeo seguidamente para después sonreír ligeramente "para mí...todos estos momentos en los que pasamos juntos, son como si fueran mágicos"
-Creo que talvez pueda existir"
Arthur sacudió un poco su cabeza, saliendo de sus recuerdos mientras regresaba su mirada al otro, quien al verlo desvió sus ojos hacia un lado. De repente una idea surco su mente... después de todo, tenía dos entradas ¿no?
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Entraron a la función con un silencio tenso entre ellos. Ambos se sentaron en las butacas que les correspondía, el uno al lado del otro, en medio de la sala, rodeados de algunas parejas melosas y otros fans de ese tipo de películas, mientras escuchaban como todos los demás conversaban entre ellos antes de que la función diera inicio, parecían los únicos en silencio allí, ni siquiera se veían el uno al otro. Arthur carraspeo un poco su garganta con nerviosismo y empezó a comer un poco de popcorn.
- ¿Quieres un poco? - pregunto rompiendo el silencio tenso que había entre ellos, con un extraño sentimiento de querer quedar bien con aquel hombre. El francés regreso a verlo un tanto extrañado y después asintió ligeramente
-Merci- agradeció mientras tomaba un poco de las palomitas de maíz del tarro. Arthur soltó una pequeña risa y lo miro de reojo mientras las luces de la sala se apagaban para dar inicio a la función.
-No pareces alguien a quien le gusten las películas de magia, o siquiera Harry Potter- dijo en un susurro, con un ligero tono de burla. El francés al escucharlo se sonrojo ligeramente, era verdad, no era fan de esas películas, pero le recordaban a su primer amor, quien para recalcar ahora estaba sentado a su lado, pero ni siquiera se acordaba de él.
-Me gustan- contesto cortantemente para ubicarse mejor en el asiento y distraer su mente del británico.
-Oh...- formo una pequeña sonrisa ladina en su rostro ante su nuevo descubrimiento y después fijo su mirada en la pantalla, la película había comenzado.
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Ambos salieron de la sala de cine al acabar la función, el menor con una ligera sonrisa mientras que el francés con una expresión algo cansada, al final había pasado casi toda la película mirando al inglés de reojo y no había logrado su objetivo de distraer su mente de el de ojos esmeralda. Comenzaron a caminar juntos hacia el ascensor que llevaba al primer piso del cine para salir de allí, yendo en un silencio algo tenso, cuando de repente su celular comenzó a sonar, con la canción Summertime Sadness de Lana del Rey. Arthur al escucharlo abrió los ojos sorprendido, reconocía esa canción, era su canción favorita, la canción que siempre le recordaba a esos momentos de ensueño que había pasado con Francis Bonnefoy, ese chico que había desaparecido de su vida de un día para el otro. Y ahora esa misma canción sonaba en el celular de ese hombre que tanto le recordaba a el que algún día fue su gran amor. Francis saco torpemente su celular y colgó la llamada sin siquiera ver quien era, todo para que dejara de sonar esa canción que no quería escuchar, ni que Arthur escuchara, o sabía que podía darse cuenta. Pero ya era muy tarde cuando noto la mirada esmeralda fija sobre él.
-Esa canción... ¿Te gusta? – pregunto con un ligero temblor en su voz, mientras sentía que un ligero dolor de cabeza ante los recuerdos lo invadía- ¿Porque? ¿Desde cuándo? - quería saber, quería saber porque esa canción, porque justo esa canción que había escuchado tantas veces con SU Francis, porque ese Francis la conocía.
-No creo que mis gustos musicales sean algo por lo que ser interrogado- respondió cortantemente, esperando que el británico no siguiera preguntando, no quería que su secreto se llegara a descubrir.
-L-lo lamento- se disculpó avergonzado, desviando su mirada con un ligero sonrojo en sus mejillas. El silencio tenso entre ellos regreso, hasta que toda la gente comenzaba a llegar para esperar al ascensor, el cual se abrió luego de poco tiempo. Ambos entraron primero, yendo hacia una esquina del ascensor para dar espacio a los demás, pero la gente entro aglomerada, haciendo que sus cuerpos se pegaran y que el francés casi se fuera encima del menor, quedando en una posición algo vergonzosa, cerca el uno del otro, ya que había mucha gente en el ascensor como para separarse. En ese momento Arthur lo pudo escuchar, el latido de su corazón. Era idéntico. Apego más su cabeza al pecho del francés, para poder oír más claramente ese tibio retumbar, haciendo que el mayor se sintiera aún más incómodo. Sus ojos se abrieron como platos al escucharlo y sintió que un pequeño nudo se formaba en su garganta, era igual, el latido de su corazón era igual que el de su primer amor. Cuando el ascensor se detuvo y la gente empezó a salir alzo a ver sorprendido al mayor, no podía hablar, sentía que todos sus sentidos habían desaparecido.
-Arthur... ¿Estas bien? – pregunto al ver al británico en estado de shock, no se movía ni decía nada. El de ojos esmeralda movió lentamente su mano hacia el rostro del otro. Quería tocarlo, debía hacerlo, debía comprobar si él era su Francis, o si no, sentía que su corazón se detendría. - ¿Qué estás haciendo en este momento? - le pregunto, o más bien reclamo, sujetando su muñeca fuertemente antes de que pudiera tocarlo, sabiendo perfectamente las intenciones del otro. Arthur al darse cuenta se soltó del agarre bruscamente mientras un ligero temblor invadía su cuerpo. Salió de allí lo más rápido posible, dejando al francés solo mientras sentía a su cabeza estar en un completo lio. Imposible... no podía ser el...
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-Perdón por hacerlo esperar- Entro a la oficina general con una gran sonrisa hacia el viejo señor de cabellos blancos que se encontraba allí -La cirugía fue exitosa, no tiene nada de qué preocuparse- informo mientras extendía su mano hacia el otro hombre, quien la tomo con alegría.
-Muchas gracias- agradeció para después hacerle una reverencia al más joven del lugar -El doctor Jones es tal como me lo mencionaron- sonrió al mirarlo de pies a cabeza-Debe estar orgullosa de tener a un hijo tan exitoso y guapo- la rubia sonrió por el cumplido.
-Gracias- agradeció con orgullo. El señor soltó una risa y después paso nuevamente sus ojos por aquel joven que tenía un ligero sonrojo por el elogio que acababa de recibir.
-Ahora que lo veo en persona me impresiona mucho más que los rumores- sonrió palmeando el hombro del menor, y después volteo a ver a la madre de este- ¿Puedo presentarle a mi hija? – solicito, con una sonrisa y animo sincero. Los 3 presentes se miraron ente si, las miradas pasaban de Emily a Alfred, de Alfred a Scott y viceversa, quedándose en un silencio algo tenso.
-M-me halaga que haya pensado así de mí, pero esta frente a mi futuro cuñado- dijo soltando una risa nerviosa mientras miraba de reojo al escoces. El viejo hombre abrió sus ojos sorprendido ante las palabras y luego volteo a ver al mencionado.
- ¡Oh! ¡No lo sabía! - se disculpó avergonzado de su propuesta imprudente.
-Descuide, no es nada especial... hace mucho tiempo que ya teníamos esto resuelto- le restó importancia al asunto, pues ya estaba un tanto acostumbrado a que la gente ofreciera casar a sus hijas con su hermano o con Alfred... no era nada nuevo.
-Pero déjame decirte que te envidio Director, ya tu hermana que se va a casar con este fantástico hombre- ante esas palabras el estadounidense soltó otra risa nerviosa al darse cuenta del "hija" en las palabras del decano, mientras que Scott ignoraba el comentario, al igual que Emily, tampoco era nada nuevo.
-Estoy agradecida de que pensara tan bien de mi hijo- agradeció apretando la mano del señor amistosamente y sonriéndole. El hombre devolvió el gesto.
-Tome asiento por favor- pidió el escoces señalándole los sillones de la sala. Todos los presentes tomaron asiento mientras una conversación amistosa comenzaba entre ellos, siendo iniciada por el americano. Emily sirvió té a los presentes para hacer más amena la charla. De repente su celular comenzó a sonar en su bolsillo.
-Disculpen un momento- se excusó, yéndose de allí a una esquina alejada del cuarto- ¿Hello? - contesto sin saber quién era, no era un numero conocido.
-Ha pasado mucho tiempo director...No te has olvidado de mi voz ¿verdad? - sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa al escuchar esa voz después de casi 15 años, al escuchar a esa persona que había intentado sacar de su vida y su entorno a toda costa, ahora estaba allí...
-Doctor Kraufftench...