El Credo - Iniciación

By AlainArtolaYllescas

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Desde los antiguos tiempos de la magia y la hechicería existieron diversos grupos que se reunían para practic... More

El Credo - El libro rojo
Capítulo 1 - Un día normal
Capítulo 2 - Fuerza bruta
Capítulo 3 - Orígenes
Capítulo 4 - El camino del sabio
Capítulo 5 - Búsqueda
Capítulo 6 - Mensajes
Capítulo 7 - Revelaciones
Capítulo 8 - Descubrimiento
Capítulo 9 - Habilidades
Capítulo 10 - Memorias de un alumno
Capítulo 11 - Identidades
Capítulo 13 - Vecinos peculiares
Capítulo 14 - Combate
Capítulo 15 - Compañeros
Capítulo 16 - Te veo
Capítulo 17 - Entrenamiento
Capítulo 18 - Esfuerzo
Capítulo 19 - El crudo presente
Capítulo 20 - Curiosidad
Capítulo 21 - Pensamientos
Capítulo 22 - Intento
Capítulo 23 - Ensayo y error
Capítulo 24 - Otro tipo de estudiante
Capítulo 25 - Creo que me he equivocado
Capítulo 26 - Planes a futuro
Capítulo 27 - Depresión
Capítulo 28 - Regreso
Capítulo 29 - El inicio
Capítulo 30 - ¿Estoy en casa?
Capítulo 31 - Humanidad
Capítulo 32 - Nuevo entrenamiento
Capítulo 33 - Daimus
Aviso, explicación y disculpas.
Capítulo 34 - Equipo
Capítulo 35 - Cúpulas
Capítulo 36 - Enfermería
Capítulo 37 - Dolor
Capítulo 38 - Dragones
Capítulo 39 - Un pequeño favor
Capítulo 40 - Fuego
Capítulo 41 - Por un segundo
Capítulo 42 - Detalles
Capítulo 43 - Motivo
Capítulo 44 - Razón
Capítulo 45 - Circunstancia
Capítulo 46 - No puedes verme
Capítulo 47 - Aguja percutora
Capítulo 48 - Diálogos
Capítulo 49 - Ventana de oportunidad
Capítulo 50 - Huor
Capítulo 51 - Apuesta
Capítulo 52 - Casa
Capítulo 53 - Tiempo
Capítulo 54 - Recuerdo

Capítulo 12 - Mi nombre es Galdor

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By AlainArtolaYllescas

12

Mi nombre es Galdor

Huor me pidió que lo acompañara, en esta ocasión permaneció callado mientras caminábamos. Intenté entablar una conversación con él, pero el escenario me absorbió y preferí admirar todo lo que se encontraba a mí alrededor.

A mi lado derecho, tres mujeres lograron levantar una columna de agua de unos dos metros de altura, después cada una le dio una forma diferente, justo antes de congelarlo. Una de ellas había creado una serpiente marina, otra había moldeado un delfín y la última logró crear un cisne en pleno vuelo con un increíble detalle. No creo que un escultor sea capaz de imitar una obra de igual calidad… y mucho menos en el mismo tiempo.

De mi lado derecho había un hombre sentado en posición de loto, con los ojos cerrados, delante de él había un pesado tronco de un árbol. Poco a poco este comenzó a ganar altura. Supongo que la telequinesis es su habilidad. Otros cuantos se encontraban practicando artes marciales con una agilidad que es obviamente sobrehumana.

Tomamos el elevador y solo subimos un piso. En la primera puerta del lado derecho Huor hizo una parada.

-          Esta es tu habitación, me encantaría quedarme contigo a conversar un poco, pero tengo asuntos de los cuales ocuparme. Enviare a un miembro para que te de la información que necesites, y si tienes alguna pregunta puedes hacérsela saber. El día de hoy no tienes ningún entrenamiento programado, así que podrás recorrer el credo, la persona que esté contigo te acompañara y te ayudara en todo lo que sea posible. Por el momento me retiro, espero que tengas un buen día.

Huor me entregó una llave y se alejó con un paso muy apresurado. Entré a conocer mi habitación… no era un palacio, pero contaba con todo lo necesario. Una cama individual, un escritorio bastante grande con una silla de madera, una lámpara de lectura, abundantes plumas, lápices y cuadernos en blanco, un armario, un sofá para tres personas y una mesa para café. No es tan diferente a mi casa, solo que aquí todo es mucho más pequeño. Quizás lo único que extrañaré será mi cuarto obscuro de fotografía. Pero tengo la leve sospecha de que estaré ocupado en otras actividades igual de entretenidas.

Lancé mi mochila a la cama y acomode mi ropa en el armario. Instantes después alguien llamó a la puerta. Indique que pasará mientras terminaba de desempacar.

-          Hola Erik, hace tiempo que no te veía.

Esa voz… esa voz tan suave, dulce y melodiosa capaz de crear una atmosfera tan agradable solo le puede pertenecer a una persona.

-          Hola Lúthien. Pero si fue solo un día que no nos vemos.

-          Olvidaba que tú regresaste al mundo humano, para mi pasó casi un mes desde la última vez que te vi.

-          ¿Es debido al conjuro de tiempo?

-          Así es. ¿Ya te han contado del conjuro?

-          Huor lo menciono fugazmente.

-          Bueno, no te preocupes, pronto entenderás lo que es y cómo funciona. Me enviaron para darte todo lo necesario, tus horarios, normas y esas cosas. También voy a entregarte tu identidad y te acompañare por el día de hoy.

La idea de poder pasar un día entero a lado de Lúthien marcó en mi rostro una pequeña sonrisa que no pude disimular por más que lo intentaba. Sabía que ella lo había notado, pero no reacciono de ninguna manera, solo movía ligeramente la cabeza y me mostraba esa cara llena de alegría que podría derretir cualquier corazón.

-          Gracias Lúthien, Huor también me comentó que si tenía alguna pregunta tú podrías aclarármela.

-          Si, ¿tienes alguna pregunta en este momento?

-          En realidad tengo miles de preguntas.

-          Eso es normal. Pero no te precipites, las respuestas llegarán a su tiempo.

-          Lo sé, me lo han dicho desde que he llegado aquí.

-          La paciencia es una virtud.

-          Puede que tengas razón, pero me puedes responder algo.

-          Claro.

-          ¿Por qué es necesario que me den un nuevo nombre?

-          Mira, es muy simple en realidad, es una forma de mantener nuestra vida normal y la vida del credo separado. Además los nombres se dan en la lengua original, es una de las bases del credo y una tradición que se ha hecho desde su fundación.

-          ¿Idioma original?

-          Si, ¿alguna vez escuchaste la historia de la torre de babel?

-          Conozco los puntos básicos.

-          Alguna vez te preguntaste ¿qué idioma se hablaba antes de que dios decidiera crear los demás dialectos?

-          Realmente nunca me lo he preguntado.

-          Entonces ahí tienes tu respuesta.

Baje la mirada un momento para analizar su respuesta. Tiene algo de lógica, aunque la torre de babel es un mito, honestamente ya dudo de todos mis conocimientos. Lúthien tomó asiento en el sofá y me pidió que me siente junto a ella. Su presencia realmente me ponía nervioso, pero no era una sensación desagradable. Su elegante vestimenta junto a su hermosa voz eran la combinación perfecta.

-          Antes de poder darte tu nueva identidad, debo sellarte.

-          ¿Sellarme?

-          Es un protocolo de seguridad que tenemos en el credo. No te asustes, no es algo muy complejo. Lo único que hago es dejarte una pequeña marca en tu cuerpo, este va a actuar como un filtro que evitará que reveles cualquier información que pueda afectar directa o indirectamente a nuestra organización.

-          ¿Es posible hacer eso?

-          Si es posible, lo verás más a fondo con alguno de tus mentores. Velo como una clave de seguridad, si alguien trata de acceder a la información que tienes, este sello evitará que eso pasé.

-          Es razonable que hagan esto, las grandes empresas hacen firmar a los nuevos empleados un contrato de confidencialidad.

-          Si quieres verlo de ese lado… es algo muy parecido.

Lúthien soltó una sonrisa hacia mí. Era imposible decirle que no cuando hacía eso. Aunque igualmente pensé en la situación. Igualmente no planeaba decir algo sobre esto… aunque el hecho de que deba llevar esa marca en mi cuerpo es un poco preocupante. Con un poco de miedo acepte el sello.

-          Muy bien Erik, necesito que te pongas de pie y te quites la camisa.

¡Que me ponga de pie y haga qué! Si ella supiera lo que provoca en mí estando en su presencia, no puedo imaginar lo que puede pasar si me encuentro semidesnudo frente a ella. Aunque supongo que lo hace de manera profesional. Acate su instrucción y me pidió que le mostrara la espalda. Segundos después sentí su mano sobre mi hombro derecho. Su mano… ese toque tan suave y seguro, trazó lentamente un camino de mi hombro al centro de mi espalda. La sensación me lleno de gran gozo, lo suave de su piel hacía que me estremeciera por completo. Murmuró algo y un leve calor atravesó mi cuerpo.

-          Listo, puedes ver tu marca en el espejo que tienes en el armario.

Camine y efectivamente, en el interior de una de las puertas había un espejo de medio cuerpo. Contorsionando un poco mi cuello logre ver un extraño símbolo que apenas se notaba. Parecía que fui a la playa y justamente esa parte de mí no recibió los rayos del sol.

-          Ya que el sello está colocado, ya puedo informarte que tu nombre es Galdor Ciryatan.

-          ¿Y cómo es que decidiste mi nombre?

-          Yo no lo decidí… tu siempre te has llamado así, solo que no lo sabías.

-          ¿Cómo sabes que ese es mi nombre?

-          Cuando se coloca el sello tu energía natural suele reaccionar de una manera muy primitiva. Y así es muy fácil leer tu nombre.

-          ¿Quieres decir que puedes ver la energía?

-          No, no soy capaz de verla, pero sí de sentirla… Ya puedes ponerte la camisa.

Sus últimas palabras pusieron mi rostro rojo. Me sentí muy apenado y apresurado me coloque la camisa. Ella simplemente reprimió una carcajada.

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