-FLASHBACK-
Hace unos cuantos años, volvieron a llamar del colegio al despacho de la alcaldesa.
-¿Si?- Emily tenía ya seis años, habían pasado dos desde la última vez que la llamaron al despacho de Mary, ¿que podía haber pasado esta vez? -¿Que?-
Cogió su bolso y guardó el teléfono.
Había pasado todo el día..,más bien toda la semana, trabajando.
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Llegó al colegio y entró hasta pararse frente a la puerta del despacho.
A través del cristal pudo ver que Mary estaba hablando con Emily a solas.
La profesora la vió y salió a fuera un momento.
-¿Que ha pasado?- Preguntó la alcaldesa.
-Se han peleado.-
-Eso ya me lo ha dicho.- Recordó estresada. -¿Y la otro niña?-
-Está en el hospital.- Se dió cuenta de que parecía demasiado fuerte. -¡Está bien! No le pasa nada malo, está bien.-
-Haber empezado por ahí...-
-Es solo...Emily le restregó ortigas por la camiseta y cuando se la puso...-
-¿Ortigas?- Plantas que irritan la piel. Genial. -¿Tenéis de eso en el colegio?-
-No.- Respondió al enfado de la morena. -Eso es lo raro, no se de donde las ha sacado...-
-Ortigas...- Cerró los ojos.
-Dado que mañana no hay clases, me gustaría que reflexionara, pero es una buena niña, no le daría muchas vueltas...- Pensó la maestra. -Si ha hecho eso debe de haber una razón...-
Eso era demasiado normal para Blancanieves. No le pegaba nada eso de las segundas oportunidades, las razones por las que pasan las cosas...
¿Se había golpeado la cabeza?
Regina le lanzó una mirada para que lle abriera la puerta. Al fin y al cabo seguía siendo una reina.
-Vamos...- Le dijo a la niña que se levantó de la silla sin dejar de mirar al suelo.
Sabía que su madre no diría nada hasta llegar al coche.
Antes de subirse al vehículo se lo pensó y consiguió levantar la mirada. Pero no le sirvió de nada, tuvo que entrar.
-¿Que ha pasado?- Preguntó la mujer.
La niña la miró a los ojos, pero no respondió.
-¿Lo has hecho por alguna razón?-
-...-
-¿De dónde has sacado la ortiga?-
-Vi una planta y pensé...eh, ortiga...-
-...Déjame ver...- Le cogió las muñecas. No tenia marcas en las manos ni en los brazos. -¿Como las cogiste?-
-Con las manos...-
-No, te hubiera dejado la piel roja.-
-Pues creo que no...- Se bajó las mangas hasta cubrirse las manos.
-...¿Que ha pasado?- Preguntó algo más tranquila.
La niña suspiró arrepentida. -Siempre se mete conmigo, y quería que se callara...-
-Las cosas se pueden arreglar con palabras.- Recordó. -¿Por que no se lo dijiste a tu profesora?-
-Porque es tonta...- Vaya, tenía razón. -Dice que no hay que hacer caso a esas cosas pero...-
-Oh por dios...que mal consejo...- Se le escapó. -Pues habermelo dicho a mi.-
-Entonces todos estarían llorando...- Sonrió levemente.
-...¿Que te ha dicho?-
Dejó de sonreír. -Dijo que...que...que yo no tengo padres porque no me querían...- Jugaba con sus dedos. -Y que tu no eres mi madre...-
La alcaldesa guardó silencio unos segundos. Si hubiera dicho lo que le pasaba por la cabeza en esos momentos...bueno...
-Eh...ya hemos hablado de eso...- Recordó con voz tranquila mientras le echaba una mano. -¿Que piensas tu?-
-Que hay mucha estupidez en el mundo...- Siguió sin levantar la mirada jugando con la mano de la morena.
-Lo sé...pero tienes que aprender a convivir con eso...- Le costó decir, porque hace unos años su solución habría sido partir el cuello de quien la molestara. -Hay mucha gente mala, pero hay más buena, y te aseguro que el bien siempre gana...-
La niña levantó la mirada. -No me gusta como suena eso del bien...Los buenos siempre lo pasan mal...-
-Es culpa de los malos...pero al final ellos salen perdiendo.- Aseguró. -Créeme, lo único importante en esta vida es que seas fiel a ti misma. Nunca cambies, por nada ni por nadie...-
-Puedo cambiar a mejor...-
-Tu eres buena. Tu tienes más bondad een tu interior que cualquier otra persona en esta ciudad, no debes dejar que eso cambie, y yo no lo permitiré.- Explicó. -Al final eso es lo que de verdad nos marca, la gente que tenemos a nuestro alrededor. Ellos pueden hacerte cambiar, pero tu no debes permitírselo.-
-Tengo seis años, no sé quien soy.- Argumentó mirando por la ventana.
-Si que lo sabes, eres un soldado, ¿recuerdas?- La hizo sonreír. -Tu elegiste el camino duro porque sabías que era el correcto, el que te pertenece...-
-Es muy difícil ser bueno...- Miró a la mujer. -Pero tiene que ser más difícil ser malo, nadie te quiere...-
-...-
-¿Podemos ir a casa?- Preguntó Emily.
-...si, claro...- Reaccionó.
Llegaron hasta la entrada de la casa y se bajaron del coche.
-Entonces...¿le hiciste eso porque te puso triste?- Preguntó la alcaldesa entrando en la casa.
-¿Que?- Dudó la niña de pelo liso y vestido rosa con leotardos blancos. -No.-
-¿Entonces fue porque te enfadaste?- Cerró la puerta.
-No, es que se equivocó.- Aseguró dejando la chaqueta. -Si eres mi madre. ¿Quien iba a serlo sino? ¿Una piedra?-
-...- Se la quedó mirando. -Vamos, puedo dejarte con el doctor Hopper hasta que acabe de trabajar...-
¿En serio? ¿Eso era lo mejor que se le ocurría decir?
-¿Con Archie?- Dudó la niña. -¿No puedo ir contigo? Estaré callada, te lo prometo, no romperé nada...-
-¿Quieres quedarte en mi despacho? Voy a estar trabajando.- Recordó.
-Pero estaremos juntas...- Sugirió. -Es más divertido que ir con Archie.-
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Regina estaba acabando el papeleo mientras Emily pintaba estirada sobre el suelo de su despacho.
Por un momento levantó la mirada. De vez en cuando no podía evitar pararse a comparar a Emily con Anabeth.
A la misma edad, una estuvo encerrada en una torre, la otra era feliz.
¿Seguro que eran la misma persona? Pue si.