Marlene regresa a casa, finalmente, cargada con varios paquetes, los cuales deja sobre la mesa para envolver y enviarlos para que llegaran a tiempo para navidad. Pero antes, sube al segundo piso de la casa y entra a su habitación. Lejos de lo que cualquiera pudiera pensar al ver la pulcra y ordenada casa de los McKinnon, ambientada en colores pasteles, el cuarto de Marlene parece una habitación de otra casa. Colores por todas partes, un enorme símbolo de Paz en la cabecera de la cama, posters de bandas muggle y mágicas, los últimos con movimiento, adornan las paredes. Es el cuarto de una adolescente de los setenta.
La rubia se lanza a la cama y sonríe, echaba de menos su cama.
- ¡Marlene! ¡Baja a almorzar! - Exclama la señora McKinnon, probablemente desde la mitad de la escalera.
La chica obedece y baja dando pequeños saltitos, hasta que un delicioso aroma la envuelve. Al llegar al comedor, su plato está lleno de arroz con vegetales, su plato favorito. Los tres McKinnon se sientan y comienzan a comer.
- ¿Qué tal va la escuela hasta ahora, Marlie? -pregunta el padre de la chica.
Ella se encoge de hombros.
- Bien. Seguramente ésta segunda mitad vaya a ser mucho más pesada.
- Ya lo creo. ¿Y te has decidido qué quieres estudiar luego? -inquiere Elizabeth.
- Si, claro. Auror. -Responde Marlene al instante.
El matrimonio cruza una mirada que hace fruncir el ceño a la joven. No parecian muy complacidos con aquella decisión.
- ¿No te llama la atención otra carrera? No porque nosotros seamos Aurores tú también debes serlo. Sabes que nosotros no somos de ese estilo de padres. -Comenta Kenneth, dejando el tenedor en el plato.
- No es por eso, es porque me gusta, porque quiero ser parte de quienes luchan por un mundo mejor. ¿Qué problema tienen con que quiera ser Auror? -pregunta Marlene, comenzando a cabrearse.
- Es que...no es una época para ser Auror. Intentarán asesinarte apenas se enteren que estudias para eso, y no podemos permitirlo. Nosotros llevamos más de dieciocho años en ésto. Tu tienes mucho por vivir aún. De hecho...-su madre corta la frase, y se queda mirando su plato, casi intacto.
-...de hecho, cuando acabes Hogwarts probablemente nos vayamos a vivir a Norte América.
La rubia suelta su tenedor, que cae en el plato con un fuerte estrépito.
- ¿Qué dicen? Yo no pienso moverme de aquí. Ni lo sueñen. Eso de probable no tiene nada.
- No es una sugerencia, Marlene.
La chica se pone de pié y se dirige a la puerta, para luego echar a correr hacia la calle. ¿Cómo que pensaban irse? ¿Cómo pretendían que ella dejara sus amigos, su vida, y se marchara con una sonrisa? No, claro que no. Cuando se da cuenta, su casa ni siquiera se ve. ¿Donde ir? Siquiera lleva su varita consigo y aún no cumple los diecisiete asique no iba a servirle de nada. Pero entonces un enorme autobús salido de la mismísima nada se detiene bruscamente frente a ella. Un hombre de unos veinticinco quizás más, vestido con un traje púrpura, baja y la mira.
- Bienvenida al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo o bruja abandonado a su suerte, soy Ewan Austin. -Recita y se la queda mirando con expectación.
Ella había oído del autobús noctámbulo, pero jamás había viajado en él.
- ¿Y bien, señorita? ¿A dónde va? -pregunta con impaciencia el que parecía ser el guarda.
- A Grimmauld Place. -Responde sin pensar y automáticamente sale un ticket de un pequeño cacharro que el sujeto tenía colgado. Ella toma el ticket, por suerte tenia unos galleones en el bolsillo del vaquero.
El viaje es horriblemente agitado, pero relativamente corto. Cuando Ewan le indica que llegaron a Grimmauld Place, la joven baja y se queda parada en la esquina de un conjunto de departamentos, o casas, pegadas una a la otra.
- Número doce...número doce...-murmura mientras camina, buscando la casa.
La encuentra y se queda a los pies de la escalera. ¿Qué iba a decirle? "Hola Sirius, sé que nos vimos hace tres horas pero discutí con mis padres y me fuí y bueno, aquí estoy." Es ridículo. Más que ridículo. Sin embargo, cuando está decidida a irse, un elfo abre la puerta y se la queda mirando.
- ¿Puedo ayudarla en algo? -pregunta el pequeño y anciano elfo.
- Ahm...ehm...yo...busco a...
- ¿McKinnon? -pregunta una voz.
Ella alza la vista y Regulus está parado en la puerta.
- Regulus...-responde la chica.
El menor de los Black la mira con desprecio.
- Kreacher. Ve a avisarle a Sirius que su noviecita lo busca.
- Yo no soy la noviecita de nadie..
- Regulus, querido. ¿Tenemos visitas? -pregunta una mujer que aparece detrás del chico.
Vestida de negro, tan oscuro como su cabello, las uñas como garras, pintadas de rojo, y lo único bonito en esa mujer: sus ojos grises, idénticos a los de Sirius.
- Por favor, querida, disculpa a mi hijo, no acostumbramos recibir visitas. Pasa por favor.
- Madre, ella no...-murmura Regulus.
La chica sube los escalones y entra a un pasillo demasiado oscuro para su gusto, seguida de los otros.
- Soy Walburga Black, madre de Regulus. -Se presenta la mujer con gesto serio y formal, extendiendo la mano.
Ella frunce el ceño y la estrecha.
- Marlene McKinnon. Un gusto conocerla, pero creo que ha habido una confusión..
- Si, Walburga, no vino a ver a tu hijo perfecto, vino a verme a mí. -Dice una voz desde las escaleras.
La rubia se gira y Sirius bajaba de dos en dos los escalones.
La mano de la mujer se aleja de la de la joven como si le hubiera quemado.
- Regulus, vámonos. Y a ustedes les pido por favor que no se queden en medio del vestíbulo estorbando. -Espeta la mujer de mala manera, todos los anteriores modales olvidados.
Marlene la mira con horror, no por como la trata a ella, sino por como trata a Sirius.
- Marlene ¿estás bien? -pregunta el joven al llegar hasta ella.
Ella lo mira, y de pronto necesita abrazarlo y gritar que quieren llevarla lejos de todos. De él. Pero se contiene y asiente.
- Lamento haberme aparecido así sin avisar...
- Espera, vamos al parque de enfrente. Estaremos más tranquilos y no tendremos a mi adorable madre espiando.
El chico se dirige a la puerta y la abre, dejandola salir a ella primero. Marlene echa un vistazo hacia atrás, a aquella oscura casa, y a sus habitantes. Baja la escalerita y espera a Sirius. Preferiría nunca más volver a entrar a ese espantoso lugar.
Sirius sale de la casa, aún descolocado por la presencia de Marlene allí. No recordaba haberle dicho el número de su casa, sí que era en Grimmauld Place. A la vez, se preguntaba qué había pasado para que la rubia se presentara allí.
- ¿Cómo supiste cuál era el número? -pregunta, incapaz de contener la pregunta.
La chica lo observa y esboza una pequeña sonrisa.
- Le pregunté a Euphemia.
Él sonríe, una de las cosas que le gustaban de Marlene era esa espontaneidad y seguridad que demostraba siempre. Ella es como es y no lo oculta, no pretende ser algo que no es.
- Ya veo..-responde y le hace un gesto con la cabeza para que lo siga, mientras cruza la calle.- Lamento que hayas tenido que conocer a la arpía de mi madre, pero quizás ahora comprendas mejor de qué va mi infierno en la tierra.
Pasa la verja del parque y se sienta en el primer banco que encuentra. Comienza a tener frío, debía de haberse abrigado.
Observa a la joven que se sienta a su lado y se queda mirando la nada, como perdida.
- Marlene ¿Sucede algo? No creo que sólo pasaras por aquí.
Ella suspira y lo mira.
- He discutido con mis padres. Y me he ido de la casa, no sé por qué. Como si eso arreglara algo.
Definitivamente no es lo que esperaba.
- ¿Y dónde entro yo en la historia? No es que me moleste, sólo quiero saber como ayudarte. -Aclara el merodeador.
- Es que...no sabía donde ir y fuiste la primer persona que se me cruzó por la cabeza.
Tiene todas las ganas de inflar el pecho, orgulloso de haber logrado ser a quien ella recurriera ante un problema, pero prefiere guardarse el orgullo para sí mismo. Chasquea la lengua.
- ¿Y qué ha pasado? ¿Por qué discutieron?
La rubia comienza a retorcer un mechón de su cabello en su dedo, su mano algo temblorosa, lo que impacta a Sirius. Porque se ve vulnerable, está visiblemente asustada, o desorientada quizás.
- Ellos...quieren que cuando acabe mis estudios en Hogwarts nos vayamos a vivir a Norteamérica. -Balbucea ella sin mirarlo.
- ¿Qué? -pregunta él, enderezandose.- No puedes irte.
- Es lo que yo dije. -Responde la chica.
Se cubre la cara con las manos mientras el cabello se le desliza hacia adelante, formando una cortina rubia. Sirius se acerca, la rodea con un brazo, y la atrae hacia si, para abrazarla. Y definitivamente eso quiere hacer, siempre, protegerla en esos pequeños momentos de debilidad, o abrazarla cuando lo necesite. Y no podía permitir que se alejara.
- Tranquila. -susurra, acariciandole el cabello.- Para entonces serás mayor de edad y si no quieres irte, pues no te vas. -Razona el joven.
La rubia alza la cabeza, clavando los ojos verdes en los suyos, mirándolo con gesto sorprendido.
- Es cierto...no había pensado en eso. Merlín...debes creer que soy una idiota.
- Claro que no. Sólo creo que cuatro o cinco horas sin mi fueron demasiado y usaste ésto de excusa para verme..
La chica chasquea la lengua e intenta alejarse, pero él sostiene su rostro, con una mano en su mejilla.
-...y a mi me alegra que lo hayas hecho.
Se acerca a ella y roza sus labios, a lo que ella responde conteniendo el aliento. Él sonríe y le deja un beso en el mentón, luego otro en la mejilla y, por fin, en la boca. La mano que estaba en la mejilla de Marlene desciende hasta su cuello, donde logra sentir el latido del corazón de la joven, que parecía galopar...al compás del suyo.