Una extraña sensación la invade por completo, de pies a cabeza, eriza su piel y nubla su mente. Un sentimiento que no logra descifrar se instala en su pecho y se niega a irse. De pronto siente una mano fría en su hombro y el terror la invade por completo. Se gira bruscamente solo para encontrarse con la bibliotecaria. Intenta tranquilizarse mientras su mano derecha tiembla sobre la página. La mujer se aclara la garganta.
—Ya vamos a cerrar, linda —Katherine asiente con sorpresa, en la biblioteca cierran a las 7:30 y ella llegó a las 6.
—Me iré en un segundo.
La mujer se va hacia la entrada. Katherine mira en todas direcciones y al darse cuenta de que no hay cámaras de vigilancia, arranca las dos páginas del libro de la leyenda. Las dobla a la mitad y las guarda en su mochila.
Katherine sale de la biblioteca, mientras al fondo un guardia cierra las puertas. La chica camina hacia su casa, caminando tan monótonente, y solo prestando atención a lo que vaga por su mente, que no se percata de que alguien la sigue, hasta que ya es tarde.
Un hombre, de pupilas tan rojas como el infierno y piel tan pálida como el hielo, toma con fuerza a la descuidada chica y la estampa contra una pared de concreto. Suelta una expresión de sorpresa y dolor. El hombre solo se dedica a mirarla como si fuera lo más repugnante que hubiera visto.
—Katherine Johnson, entrégame tu piedra —no responde y el hombre se impacienta— ¡Dame tu piedra!
Lanza un grito furioso, golpeándola de nuevo contra la pared. Katherine está asustada, está frente a un completo loco.
—No sé de qué hablas —solloza.
—No te hagas la estúpida conmigo, Katherine. No va a funcionar.
—No sé de qué hablas. ¿Cómo sabes mi nombre?
—Oh, si sabes de que hablo —cierra su puño alrededor del cabello de la chica y ésta hace una mueca de dolor— Dame la piedra y no sufrirás.
—Yo no tengo nada.
—¿Sabes que? No te creo.
Katherine tiene las manos en la pared detrás de sí. Su corazón late tan rápido como el trote de un caballo. Respira con dificultad y la adrenalina la hace tomar un pedazo de concreto de la pared entre sus dedos. Espera el momento para usarlo.
El hombre se gira con las manos en la cabeza.
—¿Con que Katherine no sabe nada? Que conveniente, guerreros.
Ahora.
Toma el pedazo de pared y golpea la cabeza del hombre. No se desmaya como ella esperaba pero si lo logra herir y aprovecha el momento de aturdimiento de éste para salir corriendo. Corre como nunca, por su vida. Respira con dificultad pero eso no le detiene. Puede escuchar los pasos del hombre a solo unos metros de distancia. Gira la cabeza cada cierto tiempo y cuando lo hace ve que el hombre está a solo unos pasos y se va acercando, de pronto se convierte en vapor rojo y se avalanza hacia ella. Katherine se agacha por instituto mientras la nube roja se arremolina a su alrededor. Intenta proteger su cabeza con su cuerpo y safarse de la nube sin éxito alguno.
Poco a poco comienza a perder oxígeno y siente que está a punto de desmayarse pero no deja de patalear. Katherine ya no puede respirar con normalidad, siente que muere. Y la desesperación se instala en todo su cuerpo al igual que la adrenalina. Comienza a soltar golpes por todos lados aunque ella sabe que no se le puede ganar al gas.
Y antes de que Katherine se desmaye, observa como la nube roja se eleva en el cielo y se esparce entre el aire, mientras una voz la llama. Lucha contra el camino de la inconsciencia pero sin éxito. Lo último que ve, antes de que su cuerpo caiga al suelo y su cabeza golpee el pavimento, es la luz de una linterna.
Katherine Johnson está sin saber ella en dónde, en una habitación blanca de un hospital. Al abrir los ojos y hacer un intento por buscar a alguien, un repentino dolor del golpe que le dieron la invade, provocando que regrese a la cama por su cuenta.
Su cabeza duele, sus muñecas arden y respirar es difícil. Todo su cuerpo pide a gritos descansar, pero la voz en su mente pide explicaciones. La chica examina la habitación y puede notar que lleva consigo su ropa y no una bata médica. Su mochila está en una mesa al lado junto con agua. La puerta es abierta y quién entra es un policía algo mayor.
—Buenas tardes señorita —asiente.
—¿Qué me pasó? —pregunta la chica a la defensiva.
—La encontré frente a una tienda, desmayada y con heridas. Primero pensé que estaba drogada o en estado de embriaguez. ¿Qué fue lo que sucedió?
Duda un momento, en si confiarle a este policía lo que le pasó. Además el policía no ha dicho su nombre y no ha preguntado el suyo. Y un doctor tendría que venir antes. Comienza a dudar.
—¿Quién es usted?
El tipo sonríe y recibe escalofríos en todo el cuerpo. Sus ojos se vuelven rojos por completo, como la sangre y su voz se vuelve tan familiar, y es ahí donde sabe de dónde proviene la voz. Es la misma que escuchó en el taxi.
—Katherine Johnson —grita, el frío y el miedo calan en sus huesos. Se avalanza hacia ella y hago lo único que puede hacer en éste momento, gritar.
Y por fin despierta.
Su respiración está agitada y toda ella está asustada. Se encuentra tirada en el pavimento, de espaldas, justamente donde estaba antes de desmayarse y tener ese sueño.
—Boo —suelta el tipo que la agredió hace unos instantes y Katherine se sobresalta. Se aleja lo más posible de él.
Se pone de pie y comienza a correr, pero en un segundo el tipo está frente a ella. Katherine cae al suelo.
—¿Tuviste un lindo sueño? —toma el rostro de la joven entre su mano y la mira con repulsión y burla.
—¿Porqué haces ésto? ¡Yo no sé nada sobre una jodida piedra!
—No mientras, Katherine. ¿Que no has oído que puedes ir al infierno si mientes?
Katherine tiembla de la ira y la impotencia de no poder hacer nada contra el chico. Pero aún así alza la cabeza, desafiante.
—No miento.
En un rápido movimiento el tipo la estrella contra la pared. Su cabeza estalla de dolor.
—¡Irás al infierno!
La chica intenta asimilar las palabras, éste tipo suena como un completo religioso. Ante la mension de infierno, una palabra asoma por su mente. Demonio.
—Demonio —repite en un susurro apenas audible, pero aún así, el tipo si la escucha.
—Así es Katherine, soy un demonio.
Y entonces la vuelve a estrellar contra la pared y Katherine se sumerge en el mundo de la inconsistencia.