Miré el reloj de nuevo. Llevábamos como veinte minutos de discurso de la directora, cuando Aarón topeneó y su cabeza cayó sobre mi hombro. Sobresaltado, dio un respingo mientras se frotaba los ojos y mascullaba una disculpa. Negué con la cabeza a modo de reprobación, dirigiendo mi vista al frente. Estábamos situados en la parte media del salón de actos, inusualmente grande, sobre todo teniendo en cuenta las proporciones del resto del recinto escolar. Las butacas estaban colocadas ascendentemente debido a la inclinación del piso, así los de arriba podían ver sin problemas lo que ocurría. Pero en este caso en concreto, no se perdían de nada. Escuché a Ximena bostezar a mi otro lado, mientras Aarón volteaba la cabeza y cuchicheaba con Chris. No pude entender lo que decía, pero debió de ser el chiste del año, lo menos, por la manera en que ambos rieron después, provocando miradas serias por parte de los adultos que por ahí se encontraban. Avergonzado, me aparté un poco de Aarón, dentro de lo que mi estrecha butaca me permitió, como si no le conociera.
Resoplé aburrido. Por lo menos no era el único. Los chavos del último año estaban de pie en el escenario, aguantando estoicamente el discurso de la directora. O por lo menos, tratando de aguantarlo.
Giovanni mantenía un disimulado diálogo con Karla, una compañera de salón bastante particular, ya les explicaré, quien le respondía de la misma manera, es decir, como si fuera una mala ventrílocua. Maite entrelazaba sus manos nerviosas, miraba su reloj con la misma desesperación que un condenado de muerte al que le queda menos de una hora para la silla eléctrica y otra vez a entrelazar las manos. Derrick y Diego se daban pisotones, supongo que como pasatiempo, aunque era un pasatiempo algo estúpido, en honor a la verdad. Hugo había dejado de sujetarse el pantalón, quizás porque Dul había encontrado la solución a su problema. Ella, por su parte, se había adormilado, y reposaba plácidamente sobre el hombro de Hugo, quien la mantenía agarrada por si acaso se caía, o eso me decía yo para no levantarme e ir a quitarle sus sucias manos de encima a mi ardilla.
Al fin, la directora terminó de hablar y supongo que todos aplaudimos más porque se hubiera acabado el discurso, que por el contenido del mismo.
Hugo le dio un leve codazo a Dul cuando terminó y se puso a aplaudir, haciendo ella lo mismo, en apariencia algo desorientada. Sonreí ante la escena. Luego estiró un brazo hacia Maite, pasando por delante de Hugo que era quien se encontraba entre ellas, y le dio un leve apretón en el brazo mientras le guiñaba un ojo. Dul sabía que Mai carecía de su desparpajo, ella era tímida y la horrorizaba hablar en público. No podía entender como la habían elegido para dar el discurso de despedida, ni como ella había aceptado. Eso de no saber decir no, era un problema. Quizás le había pasado como a mí, que había sufrido una emboscada por parte de Aarón. El sabía que me moriría de vergüenza si tenía que dar el discurso ¿y que hizo? Usar su popularidad para que todo el mundo votara por mí, aquel fatídico viernes por la tarde en el que hicimos la elección. Si entonces no lo maté, nunca lo haría por nada.
Mai se colocó frente al atril y depositó los papeles en los que, supuse, llevaba escrito el discurso, todo lo rápido que su acelerado pulso le permitió. Por suerte, en la sala estaba el doctor Zaldívar y dos médicos en formación, porque Mai parecía a punto de sufrir un ataque, ya fuera de nervios o cardíaco, en cualquier momento.
Vi como Ramona hacía ademán de hablar, seguramente para no decir algo muy agradable sobre la tardanza de Mai, pero Giovanni le dio un codazo en las costillas, mucho menos cuidadoso de lo que había sido Hugo con Dul. A pesar de estar totalmente en contra de la violencia, y sobre todo en contra de las mujeres, aquella vez no pude negar que esa arpía se lo merecía. Todavía me escocía lo que le había hecho a Dul.
- Hola a todos – comenzó Mai con voz trémula.
Pobrecita, se notaba que le costaba horrores lo que estaba haciendo. Y no solo lo percibí yo, detrás de mi escuché a Annie murmurar "Venga Mai, que tu puedes".
- Como todos los años, uno de los alumnos del último año tiene... que dar un discurso, y en esta ocasión, me tocó a mí – tomó aire. Su tono se había afianzado, pero sus manos temblaban de manera casi convulsiva -. No les quitaré mucho tiempo recitando los clichés existentes para estas ocasiones, pues no hay nada que no se haya dicho ya. Supongo que todos sentimos lo mismo al salir del instituto, nostalgia por lo que dejamos atrás y una mezcla de miedo y emoción por lo que hay delante. Han sido muchos años juntos, infinitas cosas compartidas, unas buenas y otras no tanto... - supe que con eso se refería, entre otras cosas, al cambio de directora llevado a cabo ese mismo año.
La anterior directora, Violeta, había sido la mejor en su cargo, que yo pudiera recordar. Era comprensiva a la par que disciplinada, pero no confundía el infundir unos valores a los chavos con la mano dura. En cambio la que había ahora, Déborah, se asemejaba más a un teniente que a una maestra. El descontento de los chavos con ella era tal que me sorprendía el hecho de que no le hubieran prendido fuego a la dirección aún.
- Por lo que me limitaré a dar las gracias a aquellas personas que nos ayudaron en una etapa tan difícil como es la adolescencia, nos inculcaron valores y trataron de suavizarnos la caída del nido, gente como Carlos – que era el psicólogo del colegio y gran amigo de los chavos -, Blanca – profesora de artes plásticas y mito erótico en la escuela -, Sergio – el profesor con el que Annie había tenido un intercambio de palabras y, según Aarón, de fluidos, unos minutos antes – y muchas otras personas que entendieron que a nuestra edad nos sentíamos un poco como un navío perdido, pero que siempre consiguieron que llegásemos a buen puerto. En mi caso concreto, también me gustaría agradecerles a mis papás y a mis amigos que siempre estuvieron apoyándome, y eso que como dice Giovanni, con los exámenes ni yo misma me aguanto – tras ella y entre el público se oyeron algunas carcajadas, mientras Giovanni le sonreía abiertamente cuando ella miró hacia atrás.
- Solo me queda desearles lo mejor a cada una de las personas que tengo aquí detrás, que son increíbles y que siempre voy a recordar como lo que son... una parte importante e irreemplazable de mi vida – terminó emocionada.
Todos empezamos a aplaudir, mientras ella se separaba un poco del atril y se cubría el rostro con una mano. Yo me sentía casi tan emocionado como ella, estaba acostumbrado a verles como chavitos, me costaba creer que ya fueran prácticamente universitarios, no me había dado cuenta de todo lo que habían madurado, de que ya no eran los niños que me veían andar en bici y se admiraban desde sus triciclos.
Dul se abalanzó sobre Mai y la abrazó con fuerza. Le susurró algo al oído y a continuación le mesó los cabellos. Por poco se me escapa una lágrima al ver la escena. No quería ni imaginarme lo que les dolería separarse al terminar el verano. Solo me quedaba aferrarme a la mínima posibilidad de que Dul cambiara de idea con respecto a lo de la universidad, no solo por Mai, si no por mí mismo. Nunca me había dolido tanto pensar en los meses que pasaría sin verla.
Finalmente, cuando Mai se hubo calmado un poco, Dul la tomó por los hombros y le dijo algo con una expresión peligrosa que me descolocó totalmente. Al fin sabría que estaba tramando, y mucho me temía, no era nada bueno. Para empezar, ninguno de los chavos se había movido de allí, a pesar de que el discurso de Mai había concluido. Y para terminar, a la directora se le estaba marcando la vena de la frente, con lo cual lo siguiente no estaba en el programa.
- Este... - titubeó Mai, agarrando de nuevo el micro – les ruego no se levanten todavía, mi amiga Dul tiene algo que comentarnos a todos.
Dul tomó el relevo mucho más relajada que Mai, quien se alejó del atril con la misma cara que yo después de haber presentado un examen final. Es decir, después de haberse quitado un peso muy grande de encima.
- Buenos días a los que se acaban de despertar después del discurso de Maite – miró hacia atrás mientras algunos se reían, para ver la cara de fingida indignación de su amiga – es broma Mai. Muy lindo discurso, neta. Y no podría expresar mejor lo que sentimos todos, nostalgia por los tiempos pasados y miedo por el futuro, en algunos casos más incierto que en otros. Por eso yo no les voy hablar de eso, les voy hablar de coartar la libertad de expresión, de censura.
Ahí fue cuando me eché a temblar. Su expresión decidida me estaba dando miedo.
- Todos tenemos muy claro que aquí veníamos a lidiar con los profesores y, de paso, a aprender, ya fueran cosas inútiles como las matemáticas, con todo el cariño del mundo ¿eh Estela? - añadió mirando a su profesora de mate, quien meneó la cabeza con una sonrisa de resignación – como otras más útiles en el mundo real, como los valores. Tolerancia, respeto, libertad de expresión... palabras que todo el mundo pronuncia con la boca llena, pero que a la mera hora se quedan en eso, simples palabras bonitas. Y el mundo no se cambia con palabras, si no con acciones. A nuestra querida directora – y supe que lo de querida era una forma encubierta de decir hija de la... - se le llenaba la boca hablando de la libertad de expresión, de que todos debíamos de ser libres para decir lo que realmente pensamos, pero cuando llegó la hora de actuar, se comportó como una verdadera hipócrita, supongo que, en un intento de hacernos ver como será la vida real. Y usted sabe a lo que me refiero.
Miré hacia la susodicha, quien parecía querer ahorcar a Dulce mirándola.
- Usted acusó a Maura de inducir al libertinaje con su obra, por lo que le prohibió su representación, privándola así de su libertad de expresión. Ahora bien, nosotros si que le vamos a dar motivos para que nos acuse de inducir al libertinaje – volteó para mirar a sus compañeros – muchachos...
La mayoría asintieron, aparentemente tan entusiasmados como ella misma. Miró a la directora de manera desafiante y un poco altanera. Se separó del atril y solo dijo una cosa antes de que todo se quedara prácticamente a oscuras.
- ¡MÚSICA!
Y así fue. El salón de actos se inundó con aquella pegadiza canción. Los alumnos que estaban por allí sentados empezaron a gritar y a aplaudir, seguramente conocedores de lo que estaba por venir.
Por su parte, los chavos que estaban en el escenario se colocaron de manera intercalada, quedando en el centro Erika, luego Giovanni, seguido de Mai, Diego, Dulce y finalmente Hugo. Me percaté de que Bobby no le sacaba el ojo de encima a Dul. Fruncí el ceño y desvié la mirada. Ramona estaba colocada en una punta, luego entendí porqué.
Empezaron a moverse al son de la música, algunos con más gracia que otros, todo hay que decirlo. El inicial ritmo de la música se ralentizó un poco, y los chavos se adelantaron con respecto a las chavas.
Se movían insinuantemente, algo parecido a como lo hacían los bailarines de striptease en las películas... y justo cuando ese pensamiento cruzó por mi mente, se quitaron los sacos y los aventaron al público de la parte delantera. Sentía a Aarón y Chris animar a mi lado, gritando como el resto de los presentes, pero yo, en medio de mi estupefacción, no pude reaccionar. ¿Se estaban encuerando? Y para terminar, antes de que empezara el estribillo de la canción otra vez, jalaron fuerte de sus pantalones y se los arrancaron, ahora si, igual que un guey de esos que baila en las despedidas de solteras. Y entendí el problema de Hugo.
Las féminas gritaban enardecidas, supongo que más por la tableta de chocolate de Hugo o Derrick que por el cuerpo delgado y pálido de Giovanni.
En calzones y, la mayoría, con la camisa prácticamente abierta, retrocedieron meneándose junto a las chavas, quienes a su vez, se adelantaron bailando igual que habían hecho sus compañeros un minuto antes. En fin, igual, igual no, tenían bastante más encanto que ellos.
Capitaneadas por Dul, las chavas empezaron a moverse de una manera no apta para cardíacos, girando lentamente la cadera mientras se quitaban sus sacos. No podía creer que Mai se hubiera prestado a eso, pero allí estaba, igual que todas, con apariencia de estar pasándoselo en grande. Giraron sobre sí mismas, provocando que sus faldas se levantaran con ese movimiento y dejando así poco lugar a la imaginación. Cuando parecía que se iban junto a sus compañeros, rápidamente se llevaron las manos a las faldas y, segundos más tarde, estas volaban por el salón de actos, en medio del inimaginable estruendo que allí había.
Quise taparme los ojos con las manos cuando me di cuenta de que estaba viendo a Dul en calzones, pero ninguna parte de mi cuerpo me obedecía, únicamente mis ojos seguían una orden clara: no apartar la vista bajo ningún concepto.
Contoneándose, regresaron junto a los demás, voltearon todos a la vez y, como guinda del pastel, se agacharon para que sus camisas no entorpeciesen la vista de su mensaje (aunque en algunos casos, como Hugo, ya se la habían quitado, bah, todo por presumir de músculos). El mensaje en cuestión iba impreso en sus calzones y rezaba: ARRIBA EL LIBERTINAJE. Como no había letras para todos, pues cada uno llevaba una letra en su trasero, los que quedaban sin ella, se habían puesto unos signos de admiración. Meneándose como parte de la provocación a la directora, siguieron mostrándole al mundo su opinión, entre los aplausos del resto de los alumnos y el escándalo de algunos padres.
Ximena se había puesto a reír y comentaba algo con Annie, mientras que Aarón y Chris gritaban algunas obscenidades que no merece la pena repetir. Delante, vi a una chavita que alzaba orgullosa la camisa que Hugo había aventado al público. Con disgusto, reconocí a aquella puberta como mi hermana, quien parecía haber recibido una medalla al mérito civil, más que la prenda sudada de un tipo cualquiera.
Con cierto temor y a regañadientes por tener que perderme la gloriosa vista que eran las pompas de Dul, me volví hacia la directora, situada a unas filas de distancia, quien se estaba poniendo de un color morado que no me gustaba nada. Se paró de un brinco en el momento en el que su autocontrol estalló en mil pedazos, y cuando quiso avanzar, cayó de bruces en el suelo. Ahí si que tuve que reírme, no pude aguantarlo más. El típico truco de atarle los cordones de los zapatos, viejo pero efectivo.
- ¡DULCE MARÍA! - bramó con tal ira y volumen, que aun con todo el barullo, pudo escucharse perfectamente.
La aludida no parecía demasiado amedrentada encima del escenario, donde bailaba animadamente con Giovanni y Karla, al igual que el resto de sus compañeros, quienes parecían creer encontrarse en un antro. Y dado que la mayoría estaban prácticamente encuerados...
Dul se adelantó para utilizar el micro del atril otra vez. Para mi disgusto, no se había quitado la camisa tal y como había hecho Karla, pero por lo menos me consolaba con la bonita visión de sus piernas bronceadas. Lo malo es que los demás también lo hacían.
- Señora directora, parece un poco sofocada – dijo algo jadeante, con un tono claramente burlón – déjenos que lo arreglemos... ¡CHAVOS!
No sé con quien demonios estaba compinchada, pero de repente se puso a sonar la alarma anti – incendios y, segundos más tarde, empezó a caer espuma del techo. Sí, como lo oyen, ¡espuma! Y no eran cuatro gotas precisamente. Muchos gritaron por la sorpresa, otros por el enojo y los más, simplemente, por diversión.
De pronto la aburrida graduación se había convertido en una fiesta de espuma a lo grande. Todos se habían levantado de sus asientos, gritaban, se peleaban, se aventaban espuma, reían... era un caos. Me parecía estar en medio de un sueño. Y ya no digamos Aarón, rodeado de chavas con la ropa pegada al cuerpo... para él debió de ser como morirse e ir a parar al paraíso.
Aquello era peor que lo de sodoma y gomorra. Los chavos estaban completamente fuera de control, incluso los profesores y los padres estaban fuera de sí, como pude comprobar cuando eché un vistazo hacia mi madre y la vi inmersa en una pelea de espuma con Luisa. Alma se había quedado absorta mirando hacia el escenario, desde donde su hija había dirigido aquella rebelión. Solo ella parecía más sorprendida que yo mismo. Volteé dirección escenario, donde los chavos se peleaban entre ellos con la espuma. Pude ver como Dul se frotaba contra Mai en un intento de mojarla aún más, cosa físicamente imposible, pues no parecía que existiera ni un milímetro de Mai sin espuma. Y no saben como deseé ser Mai en ese momento.
Y casi se me cumple el deseo, Aarón y Chris aprovecharon mi distracción para rodearme y empaparme con sus cuerpos todos lo que pudieron, mientras las risas de Annie y Ximena se escuchaban por encima de los demás berridos. Empecé a forcejear y, finalmente, los tres resbalamos y fuimos a dar con nuestros traseros al piso, provocando, si fuera posible, más alboroto.
Así terminó la graduación que, en teoría, sería muy aburrida.
Ojalá mi graduación del liceo hubiera sido así!!! jajajaja
Pero la que se le va armar a Dul!!!