Al día siguiente, Dean buscó por todo el cuarto del motel algún indicio de Cass pero no había rastro. Lo que comenzaba a desquiciarlo silenciosamente.
En algunas ocasiones, cuando Dean y Cass estaban en desacuerdo por algo, el ángel de ojos azules desaparecia, evasivo. Y por alguna manera decirlo, él ya estaba acostumbrado. Solían discutir mas que un par de casados. Pero ésta vez no sentía que fuera así. Sentía que Castiel corría grave peligro y no sabía como protegerlo.
—Cass, por favor, regresa— Rogó el cazador, casi en un susurro.
Al no ver respuesta por parte del ángel rebelde, Dean miró su reloj.
—Claro, servicio de ángel las 24 horas del día.
Le dolía en el alma que Cass no le respondiera.
—¿Alguna respuesta de tu novio?— pregunto Sam.
—Ese chiste ya esta muy gastado Sammy, utiliza otro— contestó el Dean, exasperado.
—El chiste es que no lo has negado— Replicó en tono burlesco.
Dean volteo a ver a Sam con ojos fulminantes y el menor de los Winchester sólo alzó las cejas fingiendo demencia.
—No, no tengo respuesta por parte de mi novio— exclamó quisquilloso, soltó un último suspiro.
Sino puedes contra el enemigo, únete a él.
El día paso rápido entre hamburguesas, cervezas e investigaciones sobre el sacerdote que no llevaban a ningún lado. Era extraño no encontrar nada sobre Frank, era como si nunca hubiera existido. Sólo les restaba esperar a aquella misa que el Padre tanto prometía sería única.
Llegada la noche, los hermanos Winchester junto con Bobby se dirigieron a la catedral del pueblo.
Al llegar fueron recibidos calurosamente.
Se les indicó que se sentaran en la parte de enfrente para que no perdieran detalle pero los hermanos Winchester y Bobby —o mejor dicho, Dean— rechazaron la oferta, pidiendo sentarse en las bancas de atrás.
En un instante a otro la catedral se llenó de seguidores, fue cuando la misa dio inicio.
—Nos hubiéramos quedado al frente— Renegó Dean al sentirse apretujado por la gente.
—Dean, tú le dijiste a Frank que preferidas estar atrás— contestó Sam.
—¿Porqué me hicieron caso?— inquirió desgane seguido de una mueca de disgusto—, voy al frente— Avisó Dean.
Después se levantó de su asiento y como pudo se abrió paso de entre el tumulto.
Una vez en frente, notó que el altar tenía leves salpicaduras de sangre.
—Les presento a quien tanto hemos esperado, de quien los otros ángeles nos han hablado a través de mi, el ángel que debemos salvar, nuestro ángel caído: Castiel— El padre abrió los brazos y se hizo a un lado para dejar pasar Cass encadenado y con heridas frescas.
El teléfono de Dean sonó. Era Sam.
—¿Estás viendo lo que yo?
—Estoy hasta el frente, ¿tú qué crees?— contestó irónico el mayor de los Winchester.
—¿Qué hacemos?
—Espera— Y colgó.
El hombre de ojos verdes se dio cuenta de que Cass lo miraba fijamente.
Pudo ver en sus ojos azules el arrepentimiento, suplicaba perdón.
—Oh, Mark. Qué bueno que llegaste, ¿o debería llamarte Dean Winchester? ¿cómo lo prefiere usted, ángel Castiel?— cuestionó burlón el Padre Frank.
—Déjalo ir. Ahora— Exigió Dean.
—No vengas a darme ordenes en MI recinto, imbécil.
Para cuando el sacerdote terminó su frase, hizo acto de presencia Balthazar, quien se encontraba en un estado más deplorable que el de Cass.
Muchas personas que se hallaban en el lugar comenzaron a dispersarse por temor —y sobre todo por el lenguaje altisonante que el padre estaba tomando—, dejando en la catedral a los sacerdotes, algunos seguidores empedermidos, los cazadores y el ángel.
—Balthazar, por favor, enséñale un poco de educación a éste altanero.
Balthazar, sin otra alternativa, atacó a Dean arrojándolo por el aire hasta que aterrizo en medio de las bancas rompiendolas en su caída.
—¡Dean!— Gritó Castiel y Samuel al unísono.
De inmediato, ambos cazadores con pistola en mano tomaron una postura defensiva, esperando a que Balthazar diera su siguiente ataque.
—Lo siento mucho, chicos. Me están obligando— dijo suplicante el hermano de Castiel.
—Si, se ve— contestó Dean mientras regresaba en sí.
Cuando Balthazar iba a dar su siguiente ataque, fue detenido abruptamente por el padre Frank.
—Yo soy una persona benévola como los ángeles— habló el sacerdote de ojos azules mientras sacaba de su bolsillo un pequeño juego de llaves para cada candado que tenía puesto encima Cass—. Te doy la oportunidad de que seas el héroe de ésta noche, niño bonito.
Tras desencadenarlo, el ángel cayó de rodillas dando profundos respiros.
Dean se levantó por completo y corrió a socorrerlo.
—Todo el mundo, en verdad, todo el mundo sabe que entre tú y el bellísimo ángel hay algo. Es un gran infortunio que lo de ustedes sea pecado.
—¿De qué carajos estas hablando?— preguntó Dean lleno de furia.
—Que por tú maldita culpa, Dean «Cerdo» Winchester, éste ángel del Señor ahora es un ángel caído, un pecador, un cazador. Por tú culpa, este ser lleno de benevolencia y paz ahora está corrompido por esos estúpidos sentimientos que le has provocado— Explicó el Padre Frank en un tono de voz exagerado.
Dean clavó su mirada en la de Cass. Era más que notorio que en ambos había una inmensa preocupación.
No era una situación totalmente ajena a ellos. Era lo que se esperaba, era la amenaza latente a su relación que sabían de antemano. Sin embargo, eso no inhibia la preocupación y el dolor.
—Hey Cass, saldremos de esto como siempre ¿ok? confía en mi— Reconfortó el hombre de ojos verdes al ángel mientras acariciaba su mejilla.
Frank hizo un ademán con su mano, dándole a entender a Balthazar que atacara a Dean de nuevo.
Sammy se dio cuenta de lo próximo que haría, así que corrió tan veloz como sus piernas se lo permitieron hacia donde estaba su hermano mayor y se interpuso ante la puñalada que éste le daría, quedando herido del costado derecho.
Los catadores y el ángel rebelde se alarmaron al ver herido a Sam.
Bobby —quien aun se encontraba en las bancas de atrás— se acercó a Sam a paso apresurado y lo arrastró a la entrada de la catedral pero su camino se vio obstruido por un arcángel que también lucía deteriorado.
—Hey, hey, hey, no tan rápido vaqueros— dijo Gabriel bloqueando el paso.
—¡Mierda! ¡¿Que acaso todos los ángeles están en contra nuestra?!— Renegó Bobby.
—¿S-Sam?— preguntó angustiado el arcangel al ver que el chico de ojos tornasol estaba mal herido.
—No, es tu madre— contesto sarcástico y molesto Singer, alargando la 'o'.
—E-escucha, a nosotros nos están obligando a hacer esto, lo juro. Dejenme al menos ayudarles, claro, si no se da cuenta Frank— Explicó Gabe.
—¿El arcangelito quiere ayudar? ¡Pues quítate de en medio!
Mientras se deliberaba la discusión entre el arcángel y Bobby, Dean defendía a capa y espada a Cass de los ataques de Balthazar.
—En verdad, perdón.
—Guardate tus disculpas y métetelas por el culo— Gritoneo el Dean empujandolo lejos, dando un poco de tiempo como ventaja.
El cazador se volteó para agarrar al ángel y largarse de ese espantoso lugar pero ya no se encontraba detrás de él, sino en manos de Frank.
—Haré de Castiel un nuevo y hermoso ángel. Y tú, pequeña basura del prostíbulo de Lucifer, no lo volverás a ver. Dile adiós al amor de tu vida, bastardo— Sentenció con alterego el sacerdote.
Frank junto con los otros seguidores y el otro sacerdote desaparecieron del lugar, llevándose a los ángeles que se encontraban ahí.
—¡Maldición!— Grito enojado el mayor de los Winchester.
—Debemos llevar a Sam al hospital, Dean— advirtió Bobby.
Dean miró las gotas de sangre dejadas por Castiel en el suelo. Necesitaba rescatarlo, necesitaba protegerlo, lo necesita a su lado, lo necesitaba más que nunca. Ya no importaba que opinaran los demás, o si era un pequeño cerdo pecaminoso y bastardo. Lo que mas le importaba era el bienestar de Castiel.
Era una lástima que bajo éstas circunstancias, Dean le haya dado la debida importancia a sus sentimientos hacia el ángel. Pero así era él.
El trio dinámico de cazadores salió de la catedral y fueron al hospital mas cercano para que atendieran a Sam. Por suerte no fue nada grave para el menor de los Winchester, nada que los puntos no puedan cerrar.
Unos cuantos días —y plegarias al cielo— después, los hermanos Winchester fuero de nuevo a investigar la catedral donde mantuvieron cautivos a los ángeles, encontrando en los calabozos e indicios de tortura, sin mencionar la cantidad de sellos para retener y anular el poder de los ángeles, reciduo de aceite sagrado quemado en el suelo y sangre por doquier.
Lo alarmante también era que no sólo tenían dos ángeles y un arcángel —que decir arcángel de por sí ya era escandaloso—, había mas de tres grilletes.
Sabían como los mantuvieron en contra de su voluntad. Lo que tenían que investigar era cómo los estaban controlando a favor de ellos.
Siguiendo con la investigación desde el motel, encontraron el nuevo paradero de aquella secta gracias al rastro de milagros ocurridos y sin dudarlo, empacaron todas sus pertenencias, recargaron las armas y sacaron la espada de ángel para matar a todo aquel que se interpusiera en su camino.
—Hola, Missouri.