Jenna se sentó, como cada tarde, en la misma mesa; al fondo de la cafetería. Apartada de todos, esperó a que la camarera le trajese su rutinario café solo; amargo y cargado de cafeína.
Un chico desde la otra punta de la cafetería la observaba con curiosidad. Cuando la camarera le sirvió el café, él se levantó de su mesa y se dirigió a ella.
"¿Por qué siempre tan sola?"
Ella alzó la vista y se encontró con los suyos; eran pura cafeína.
"No te importa."