Escucho a las chicas hablar de sus chicos perfectos, a diario... en los sanitarios.
¡Sí, en los sanitarios!
Es sorprendente cómo los sanitarios pueden ser un lugar de encuentro para las chicas, teniendo en cuenta el mal olor que proviene de los inodoros.
¿Acaso el pésimo perfume que usan las vuelve inmune?
¿Será eso posible?
Sí es así necesito ir a tienda de insecticidas y comprar uno...
Si no fuera tan perezosa lo haría, pero la flojera y el dolor de gastar la quincena en uno de esos perfumes, son más fuertes.
Pero esta carta, escrito o nota sin sentido no es para hablarte del olfato de las chicas en el sanitario ¿o sí? ¡No! ¡No la es!
¡No es digno para tus hermosas y suavecitas orejitas escuchar tan bizarras historias adolescentes!
En realidad, quiero decirte muchas cosas hermosas que son dignas de ti.
Quiero que sepas que te conozco desde hace 4 años...
¡Hace cuatro hermosos años, exactamente desde un hermoso 29 de febrero, conozco la belleza de este mundo!
Tus hermosos ojos azules como el cielo, el mar y todas las cosas azules del mundo (no conozco muchas cosas azules, me disculpo), son los que me hipnotizaron esa primera vez que te vi, sobre el mugriento muro correspondiente a mi cárcel terrenal.
Aquel sedoso pelaje al aire libre, de color grisáceo como... ¿el metal solido? (diría como el color de las esposas de los policías, pero suena tan extraño escribirlo... ¡Oh! Acabo de hacerlo... bien, omite esto entre paréntesis, se supone que las cosas en paréntesis no se leen... ¿o sí? ¡No importa! ¡Sigamos!)
¿En dónde estaba?
¡Ah sí! ¡En tu pelaje!
Admito que tuve que abstenerme de saltar sobre ti y acariciarte todito (Sí, hasta yo siento el doble sentido de 'todito' sin embargo, sí lo repites muchas veces terminaras diciendo 'doritos').
No me lancé sobre ti, esa primera vez, porque no quería que huyeras de mí. Los de tu clase siempre terminan huyendo de mí o mi madre los espanta.
Sí, mi madre. Ella es alérgica a la belleza, por eso siempre espanta a los de tu clase.
Por suerte ella no te conoce... aún.
Y tú tampoco me conoces a mí... pero pienso cambiar eso.
Han pasado cuatro largos y dolorosos años de observación y admiración desde las frías sombras, anhelo con todo mi corazón negro acercarme a ti y tocarte. Conocer cada parte de tu flexible cuerpo y esparcir besos por todos tus partes (exceptuando aquellas por donde defecas y orinas... tampoco tanto, hay que tener higiene incluso en el amor. No quisiera un aroma extraño en la boca... ¡tú me entiendes!).
Además, quisiera ofrecerte tanta lasaña cómo mi bolsillo pudiese, he notado que tu servidor siempre te da en los recesos y ese brillo en tus ojos me dice que te fascina.
Sólo espero no llegar a competir con la lasaña o, de ser así, la lasaña y yo tendremos una conversación muy seria.
Dejando los celos a un lado...
¡He pensando en escribirte!
Bueno, eso ya lo estoy haciendo y ahora que lo hago pienso que esto está muy pasado de moda.
Debería mandarte un mensaje de texto o llamarte, pero dudo que me digas tu número telefónico, si ni siquiera me conoces, de por sí el pedir tu número por aquí es tonto ya que no te enviaré la carta, porque es anticuado pero ¿cómo podré hablarte?
¡Ah, cierto!
Tendré que hablar con tu servidor, con Teo.
¡Rayos! Debí haber hecho eso antes de haber malgastado el papel sanitario del colegio...
Sí, esto lo estoy escribiendo en el papel sanita-
—¡Maldición! ¡Se acabó el papel sanitario!
Se escuchó el lamento, proveniente de uno de los cubículos del sanitario femenino.
—¡Y ahora ¿cómo continuó la carta?! ¡Mr. Ruru pensará que soy una maleducada sino me despido! —agregó la misma voz continua a un llanto de puro dolor.
Los sonidos extraños de aquel solitario cubículo continuaron, por largos segundos, hasta que el silencio incomodo inundó el lugar.
Aquello sólo podía significar una cosa...
Sí, ella logró conseguir otro rollo de papel sanitario.
***