Hay un método simple para conservar las rosas en perfectos ramos de flores duraderas. Los clientes de mi madre solían pensar que se trataba de una tarea sumamente delicada y lo era, pero como todo, sólo se necesitaba un poco de práctica.
Desde que yo recuerdo mi madre ha trabajado con los arreglos para bodas. Hace ramos, tocados y los combina con telas, perlas o papel de colores. Ella trabaja para una organizadora de bodas que incluye sus productos en la tienda online de su empresa.
Son un equipo lleno de mujeres que han logrado hacerse de un nombre en la ciudad. Ellas se mueven como una unidad y yo he pasado a ser parte de la pequeña familia que han formado a lo largo de los años.
A "las chicas" que es como mamá llamaba a sus compañeras, les gustaba enseñarme sobre el negocio sin importarles en lo absoluto si me interesaba o no. Ellas solían soltar pequeñas gotitas de información, esperando nutrirme lo suficiente para comenzar, en un futuro, con una instrucción más seria.
Para mí aquello era un inevitable destino que encontré la mañana en que cumplí quince años y mi madre me halló lo suficientemente mayor para comenzar a aprender el oficio.
—El secreto para un ramo perfecto —Me dijo—. Está en la elección de las flores —Ella me había llevado a los invernaderos, en específico a la zona donde se cultivaban las rosas—. Dime ¿Cuáles escogerías de entre todas estas?
Cuando vi los cientos de opciones que se encontraban frente a mí, no supe que hacer. Eran todas tan diferentes y tan parecidas.
Por supuesto, me equivoqué en mi elección, sin embargo, mi madre no se mostró molesta en absoluto. Ella solo sonrió con calma.
—Las flores —dijo—. Tienen un punto máximo de esplendor que con el tiempo es fácil de identificar —Ella señaló los capullos, con sus pequeños pétalos sin abrir completamente—. Las más jóvenes son inadecuadas porque la glicerina no logra penetrar completamente en ellas, de modo que se echan a perder con facilidad —Luego señaló otra planta, con una flor caída—. Y estas, son demasiado débiles para aguantar el proceso, únicamente las flores más fuertes son escogidas, por suerte, si sabes observar bien hallarás a la indicada.
Recuerdo que fruncí el ceño, seguro de que el proceso de conserva no era lo único que trataba de enseñarme, sin embargo, fingí que entendía el mensaje y me olvidé de ello.
Con los años aprendí a trabajar de la misma manera en que mi madre lo hacía. Ayudaba en ocasiones especiales, cuando los pedidos eran muchos y estaban cortos de personal. Mi madre adoraba tenerme ahí y a mí también me gustaba acompañarla, sobre todo porque, con el tiempo lo conocí a él.
Cayetano era el hijo mayor de la jefa de mamá, tenía veintisiete y yo dieciocho cuando hablamos por primera vez, fue una conversación breve, común, pero pude sentir la manera en que conectamos y luego de eso, todos los días nos tomábamos cinco minutos para platicar a la hora del almuerzo.
Él era contador, trabajaba en el mismo lugar y no parecía incómodo con el hecho de encontrarse rodeado constantemente de mujeres.
Para mí era como un héroe, le profesaba una admiración que con el pasar de los días se transformaba en algo mas.
Estaba tan encantado con él que cada minuto libre de mi tiempo lo pasaba buscando una manera de que estuviéramos solos. Sin embargo, él no era del todo receptivo a mis inténtenos. En ocasiones sosteníamos largas charlas y en otras cortaba la conversación para perderse en su cabeza.
Un día de tantos, por primera vez se acercó a mí y me pidió un ramo especial que debía mantener en secreto del resto.
Sé que debí preguntar al respecto, que tendría que haber cuestionado aquello, pero no lo hice, en su lugar me dejé llevar tanto por mis sentimientos que ciegamente cumplí cada una de sus peticiones.
Él siempre hacía lo mismo, me solicitaba flores específicas y manteníamos aquello entre los dos. Para mí, era algo nuestro, un momento íntimo que nos pertenecía.
Probablemente fui demasiado ingenuo al pensar de esa manera, porque luego de un año de lo mismo, el apareció frente a mí, frente a todos, con una enorme sonrisa, una muchacha preciosa y un anillo en su dedo anular.
Un anillo de compromiso.
—Nos vamos a casar —dijo y las chicas se volvieron locas, compraron vino, celebraron toda la noche. El primero de los hijos que se casaba.
Yo no dije nada ¿Qué iba a decir? Simplemente sonreí y traté de mezclarme con el grupo.
De repente comenzaron los interrogatorios ¿Cómo se conocieron? ¿Dónde? ¿Por qué lo habían mantenido en secreto? ¿Cómo la conquistó? La prometida de Cayetano había mostrado sus perfectos dientes en una sonrisa mientras lo tomaba de la mano.
Él explicó que no había dicho nada hasta ese momento porque quería estar seguro de que ella era la indicada, se quejó de que su madre y las demás eran demasiado ruidosas con respecto a sus relaciones y luego con una sonrisa me miró.
—Matías fue mi mejor aliado en esta batalla —Él era tan ignorante de mis sentimientos que dolía.
Ellos se veían como una pareja de película romántica.
—Me enamoró con flores —dijo ella con expresión soñadora
Aquella afirmación me dejó muerto por dentro, recordando lo que ilusamente creí que era un momento compartido, un instante para dos personas.
Efectivamente aquello le pertenecía a una pareja y yo no estaba incluido en la ecuación.
Esa misma tarde la novia de Cayetano se acercó a mí, dándome las gracias por aceptar ayudar a su prometido en la conquista y rogándome que me ocupara del ramo de flores que llevaría a la boda.
Mi madre escuchó la petición por accidente y aceptó por mí, estaba tan emocionada que por alguna razón me sentí menos triste.
Recuerdo que cuando les vi caminar juntos al altar lloré un montón y las chicas también lloraron, lo hicieron por motivos diferentes, las suyas eran lágrimas de felicidad.
Cayetano y Diana eran las flores ideales para el ramo ideal. Yo era la rosa desechada, imperfecta e inadecuada para aquel momento y aquel lugar. Era demasiado joven, demasiado frágil.
Ese momento se quedó grabado en mi cabeza por un largo tiempo hasta que conseguí guardarlo en algún cajón de mi memoria.
Justo ahora has traído ese recuerdo de vuelta, han pasado años desde que no pienso en eso, pero mientras te observo no he podido evitar que aquellas imágenes aparezcan repentinamente.
Tu eres tan diferente a Cayetano.
Un estudiante de artes que ronda la cuadra montado en su bicicleta roja, paseando a su perro por una ruta demasiado lejana a su propia casa, preguntándole a mi madre si vine a trabajar y como me encuentro, trayendo ridículos recuerdos de tus viajes que no te atreverás a darme en persona.
No puedo evitar sonreír.
Haces latir mi corazón como nadie lo había hecho, consigues que las chicas me molesten más de lo usual, logras que las manos me tiemblen mientras intento esconderme de ti porque a pesar del paso de tiempo sigo siendo un niño asustadizo.
Tú me haces recordar aquel viejo amor de juventud y haces que me pregunte si seremos las flores indicadas para este ramo, si podremos crear algo maravilloso y nuestros pétalos estarán listos para bañarse en glicerina y permanecer en el tiempo.
Mientras te miro tratando de inventar excusas para tu presencia, ruego porque nuestros destinos se encuentren de la mano.