Escucho murmullos lejos de mí que hacen despertarme. Me siento en la camilla y toco mi cabeza. Me duele un poco, pero no es nada grave. Entonces, recuerdo la plática con el demonio del Seisujikan.
—¡Hola! —escucho la voz de mi padre, que recién abrió la puerta.
—Hola —le respondo con una sonrisa.
Pero ésta se esfuma rápidamente cuando recuerdo que si mi padre está aquí, entonces Sasuke también lo está. «Su batalla con Gaara está sucediendo».
—¿Sasuke ya está peleando? —pregunto rápidamente.
Sorprendo a mi papá con tal pregunta y, después, pareciera que un aura negra lo cubriera.
—¿Tú y Sasuke...?
—¡Papá! —lo interrumpo con nervios.
—No tienes edad para novios, jovencita —se cruza de brazos.
«¿Entonces, todas las veces en que me apegaba a Naruto o Sasuke, él se callaba sus celos paternales?».
—¡Eso no importa ahora! —digo, con toda la razón; pero, en parte, es para evitar una incómoda charla—. Dime, ¿Sasuke ya está peleando con Gaara?
—¿Por qué quieres saber?
Ruedo los ojos. «¡¿Por qué no me responde?!».
—¡Es por algo que pasará!
Al escuchar mis palabras, ríe avergonzado y me responde que sí. Me levanto de mi cama y casi caigo, de no ser por la ayuda de mi papá.
—¡Debo ir con el Hokage! —le aviso y comienzo a correr.
Pero mis intenciones se ven interrumpidas por un estruendo que proviene de adentro del coliseo. Mi padre me alcanza y me ayuda a pararme.
—¡Lord Hokage!
Quito de encima a mi padre y corro por los pasillos del improvisado hospital. Salgo por una puerta y entro en la arena. Si tuviera una bata de hospital, estaría avergonzada; pero, por suerte, llevo la misma ropa.
Cuando salgo, veo que hay humo en la parte donde debería de estar el Hokage; pero luego, aparece una barrera color morada y sé que es tarde.
—¡Lord Hokage! —grito fuertemente.
En frente de mí, aparecen dos ninjas que no dudan en atacarme. Tardo en darme cuenta que son de la Arena. Esquivo algunos ataques, pero luego tropiezo y caigo. Estoy demasiado débil como para pelear, así que sólo me cubro con mis brazos, esperando el ataque.
Pero no llega. Abro los ojos y veo que mi padre ha llegado a protegerme.
—¡Vuelve adentro y no salgas! —me ordena.
Aparece otro ninja y presencio una pelea corta de donde sale victorioso mi papá.
—¡Corre!
Hago lo que me pide y corro hasta el improvisado hospital. Cuando estoy dentro, cierro la puerta y me dejo caer en el suelo.
—¿Por qué huyes, Umi? —escucho la voz del demonio.
«Soy débil», le digo mentalmente. Mi respiración se agita y evito llorar. Una persona sale de su habitación y descubro que es Neji.
—¿Qué sucede allá afuera? —pregunta, alardeando.
Dudo en decirle, pero después, hablo:
—Están atacando a la aldea, los del Sonido y la Arena.
Se sorprende por la situación y camina hacia la puerta; pero cae porque también está débil.
—¿Estás bien? —le pregunto, corriendo hacia él.
—Ve y ayuda, porque yo no puedo.
Me detengo a un metro de él.
—Y-yo... —tartamudeo.
—¿Qué esperas? —me pregunta, enojado.
—¡Así debe pasar! —cierro los ojos y suelto algunas lágrimas.
«Así debe ser. Está escrito».
—¡Claro que no! —abro los ojos y lo miro—. Escuché que tú viste toda nuestra historia, así que sabes lo que sucederá; o, al menos, sabes un poco... Pero eso es suficiente, ¿no? —me mira, poniéndose de pie—. Tu amigo, Naruto —mi respiración se corta al escuchar su nombre—, me dijo que yo podía cambiar mi destino, que no tendría que ser el que debía de ser. Me dijo que si quería, podía llegar a ser más de lo que esperan de mí. ¿Por qué no lo haces tú?
Quiero hablar, pero las palabras no salen de mi boca.
—Tienes la posibilidad de cambiar la historia. Hazlo.
Me le quedo mirando sus ojos perla y, cuando escucho que la puerta se abre, reacciono. Veo a un ninja del sonido entrar y acercarse con velocidad hacia nosotros. Sé que Neji está débil, así que me pongo en frente de él y lanzo un kunai. Lo esquiva y decido hacer lo mismo que hice con los ninjas renegados el día que peleé con Zabuza: deslizo mis piernas hacia adelante, caigo de espalda y, con mis manos, me impulso hasta golpear con mis pies la mandíbula del ninja. Lo noqueo de un solo golpe.
—Quédate aquí, Neji —le digo—. Ayudaré a la protección de la aldea.
Sin escuchar respuesta, salgo del hospital improvisado y subo a los asientos de los espectadores. Me encuentro con la escena de mi padre y su eterno rival, Gai-sensei, protegiendo a una Ino y un Chouji inconscientes.
—¡Papá! —lo llamo y corro hasta ellos.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta, alterado—. Te dije que te quedaras.
Me lanzan un shuriken y lo esquivo. Luego, parece el ninja que me lo lanzó, pero mi padre me protege y lo vence.
—¡Mis amigos me necesitan y los ayudaré! —digo con firmeza.
Me mira con su ojo muy abierto y luego, coloca su mano en mi hombro.
—Lo harás —me sonríe—. Se fueron en esa dirección —señala un hueco en la pared.
Asiento y, cuando estoy a punto de salir, me regreso y busco a la persona que necesito.
—¡Asuma-sensei! —lo llamo cuando lo veo; él me mira—. Necesitaré de su ayuda.
Él me mira y termina de derrotar a un enemigo. Se acerca a mí y se detiene antes de seguirme.
—Kakashi, Gai, ¿pueden con ellos? —les pregunta.
—¡Claro que sí! —responde Gai con una sonrisa—. ¡Así le ganaré a Kakashi!
Sonrío por su actitud y salto hacia los árboles, seguida del sensei del equipo 10. Él no tarda en preguntarme:
—¿Sucede algo malo?
Dudo si decirle la verdad, pero no le miento:
—Sí, pero creo que lograremos menos daños si nos apresuramos.
Acelero el paso, intentando evitar una conversación. «¿Cómo decir que el Hokage morirá?».