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Trato de mantenerme de pie por al menos un minuto más, sin embargo me es imposible. El cansancio se apodera de todo mi cuerpo, mi respiración esta agitada, todo mi cuerpo tiembla en cuanto caigo sentando en la alfombra. Posiciono mis brazos a un lado de mi cintura, abro mis piernas verticalmente. Dejo que el sudor sobresalga de mi cuerpo.
—Creí que iba a poder mucho más —comento observando la musculatura frente de mi cuerpo. El hombre me extiende su mano desdichadamente observándome a los ojos, sus ojos whisky demuestran mucho pavor.
—Lo hiciste muy bien, para comenzar —puntualiza sacándose la franela húmeda de sudor. Intento mantener mi vista que no sea en sus esculpidos músculos. Se seca su frente con ella, luego se gira tomando una botella de plástico con agua.
—Sí claro —niego—, parece todo lo contrario —me pongo de pie.
Camino un poco estirando mi cuerpo, mis músculos están ardidos. Tenía mucho tiempo sin hacer ejercicio y hoy me costó volver a aquella rutina. Hay veces que no recuerdo por qué hago ejercicio si ni siquiera gano musculatura. Sigo siendo delgado, de lo único que me enorgullezco es que las sentadillas me hacen ser más nalgón de lo que soy y eso me gusta. Los ojos de Román se pasean angulosamente por mi cuerpo recorriendo desde mis pies hasta mi cabeza.
Cree que no me doy cuenta. Por favor, estás tratando con Joseph.
Desde aquel día en la cena, luego de que Jules nos consiguiera en el baño, creyendo que estamos en algo comprometedor (donde realmente si estábamos pero nos encargamos de mentirle) le dijimos que me sentía mal y cordialmente me ayudo. Sé lo creyó con la duda viva en sus ojos oscuros. Luego de aquello, sin que él lo sepa le pedí a Román que me enseñara y fuera mi instructor en el gimnasio de nuestro departamento. Me acerco al reproductor de música, dejo de un lado la música de Drake y coloco una de mis canciones favoritas: I Got You de Bebe Rexha Muevo mis caderas, dejándome ir por la música, me doy vuelta consiguiéndome a Román observándome con intensidad, mientras sigue bebiendo de su agua. Contorno mis manos a mi cabeza bajándolas poco a poco por mi cuerpo, puedo ver el deseo que genera mis movimientos en los ojos de él.
—¿Otra forma de estiramiento?
Se acerca dejando el agua en uno de los bancos de madera. Mueve la cintura simulando penetradas, mientras se acerca. Hasta llegar y pegarse a mi cuerpo, paso mis manos por mis piernas y nos movemos dejándonos llevar por la música. La corriente se apodera de nuestros cuerpos, mis ojos se cierran mientras que siento como sus manos vuelan hacia mi cadera moviéndola con intensidad. Nuestro baile sigue hasta que la cantante termina con su tema. Pero nosotros quedamos observándonos, el intenta besarme pero me alejo. Tomando una toalla con mi mano que estaba en un perchero y me dirijo hasta el baño. Se puede escuchar el gruñido pero no le tomo importancia.
◄♦►
—Incy Wincy araña —paso mis dedos por el bracito de mi hija mientras le canto, ella sonríe satisfecha, mientras le sigo cantando—, tejió su telaraña. Vino la lluvia, y se la llevó bajo la lluvia y se lo llevo todito —en su frente bajo mis dedos simulando una lluvia— Sale... el sol, sale... el sol. Y se lo llevo todito.
Ríe alegremente. Es la luz de mis ojos, mi hija lo es todo para mí.
Hope, en tan poco tiempo de estar en mi vida, me ha llenado por completo. Es una nena adorable, encantadora, hermosa y muy inteligente. Una vez que le daba su biberón, pero con otro tipo de formula no la toma, solo frunce el ceño y balbuceaba como si estuviera riñéndome de darle uno que no le gusta. Jules, ama de todas las formas a Hope, no se despega de ella por nada del mundo, le gusta atenderla cuando murmura en las madrugadas. Hope no es de llorar por todo; siempre hace cualquier tipo de señal cuando tiene hambre, cuando se hizo del uno o del dos, si tiene calor o frío, cuando quiere tomar un baño. Es una pequeña bastante inteligente. Según, el doctor Patterson, en su última revisión, los caracteres de ambos progenitores son muy fuertes, haciendo que Hope sea algo especial ya que obtiene caracteres de dos hombres, más no es de Hombre-Mujer (como naturalmente es). Hay veces en las cuales me he preguntado que hubiese sido sino hubiera conocido a Jules aquella noche en el casino o si mi padre nunca me hubiese hecho parte del proyecto fetpreg. De solo pensar en Jules, me pongo melancólico. En los últimos días (exactamente luego de la cena) se ha vuelto un poco más frío, la indiferencia se está volviendo más indecisa en mi mente.
Hope balbucea un poco inquieta moviendo sus bracitos. Alzo de inmediato la mirada encontrándome con la whisky mirada de Román, el cual está de cuclillas frente a nosotros dos. Lo veo sorprendido, un poco ruborizado por su cercanía.
¿Sera que me escuchó cantarle a Hope?
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —sonríe.
—Lo suficiente para darme cuenta de que fui un completo imbécil por dejarte.
Sus palabras hacen que mi corazón galopee con fuerza. Un nudo se forma en mi garganta, siento como mis ojos de pronto se aguan por su intensa mirada de arrepentimiento. Román retira con cuidado a Hope de mis brazos tomándola en los suyos. La sostiene observándola intensamente. El cariño se refleja en su mirada. Hope lo observa atentamente estudiándolo con cuidado. Sin duda, no me había equivocado en mi hija, es demasiado inteligente.
—Me alegra saber que lo reconoces —musito desganado. Pero la incertidumbre se apodera en mi cuerpo cuando sus ojos se vuelven a posar en los míos.
Dos lágrimas se deslizan por sus ojos. Mi corazón bombea fuertemente, mi mente se balancea entre acercarme y abrazarlo o dejarlo sufrir más en lo que él me hizo sufrir.
—Lo siento.
—Un lo siento ya no es tan necesario. Aprendí a vivir con ello desde hace mucho tiempo, Rom.
—Lo sé.
—Hay veces que me seguía preguntando ¿qué hice mal para que desaparecieras súbitamente? —me interrumpe.
—Tú no hiciste nada, fui yo.
—...hasta que conocí a Jules, dejé de hacerme la misma pregunta.
Su rostro decae cuando termino de hablar, le dolieron mis palabras, lo sé, pero me dolió más a mí decirlas. Su semblante intentaba mantenerse sosegado pero le costaba. Cuando éramos muy cercanos (en nuestra edad de adolescentes) no me ocultaba nada, siempre fue muy fresco, sereno, rabioso, amargado. Pero siempre era él. No con los otros, siempre utilizaba su plástica mirada.
Aún recuerdo cuando nos escapamos de la secundaria para ir aquel bar donde bailamos. Éramos felices, tan libres, tan unidos...
—No tienes idea de lo arrepentido que estoy por haberme ido. Siempre te busqué en redes sociales pero nunca creaste una cuenta de ninguna. Hasta que salió en todos los medios su matrimonio, fue un golpe demasiado bajo para mi orgullo. Cuando vi las fotos, tu sonrisa, tu mirada me vacío por completo. Me sentí estúpido de no haber sido yo el que apareciera contigo en esa foto —me toma de las manos, Hope lo observa atenta a todos sus movimientos.
—¿Curioso no? Encontrar esta escena —me pongo nervioso cuando Jules se hace presencia en la sala.
—Jules... —Murmuró.
—Sí, ese es mi nombre, Joseph. El tuyo es Román ¿cierto?
—Sí —comenta sin apuro.
—Bueno, Román, quiero que alejes tus manos de mí esposo.
—¿Si no lo hago qué? —sus miradas se enfrentan, el whisky y el azul eléctrico se muestran tan resguardadas como siempre.
—Te golpearé hasta asesinarte.
Sentí como mi pulso se mueve con mayor frecuencia a lo que está acostumbrado. Román se levanta despacio antes de ponerse de pie me da un beso en la mejilla con lentitud, Hope se mueve haciendo que Román se levante rápidamente, no se llega a poner de pie, cuando un puñetazo impacta en su rostro. Chillo completamente estupefacto. Tomo con un poco de presión a mi hija e intento levantarme de mi asiento. Cuando estoy de pie, noto como los dos se golpean con fuerza. Sus puñetazos vuelan, las patadas vuelan de manera incondicional. Con Hope en mis brazos la coloco en su cuna, ella me observa esperanzada de que no la deje sola.
—Lo siento hermosa, pero tengo que detener la disputa. Porque puede haber una desgracia y no quiero eso. Quédate quieta por favor, papi ya vuelve.
Corro fuera de la habitación, dejando a mi hija en ella. Con mi celular llamo a seguridad indicándoles que lleguen antes a la sala. Alterado y con la ansiedad a flor de piel, me acerco a la escena que me deja pasmado. Jules tiene el rostro cubierto por sangre, Román esta igual o un poco menos que mi esposo. Ambos saben pelear.
Joder. ¡Y nada que llega seguridad!
—¡Basta! ¡Por favor! —no puedo detenerlos porque si me acerco a separarlos terminaré peor que ellos.
Ambos se detienen cuando me observan alterado. Los de seguridad observan la escena, sorprendidos y agarran a ambos hombres entres tres, porque se mueven con recelo.
—¡No me toquen!
—¡Suéltenme, lo mataré!
Varios gruñidos de sus partes se hacen resonar.
—Si siguen de esa forma llamaré a la policía y ustedes dos saben que lo haré.
Les hablo tratando de calmar mi ansiedad.
¿Por qué suceden estas cosas?
—Señor —la rasposa voz de uno de mis guardaespaldas me hace sobresaltar ligeramente. Lo observo atento a lo que me quiere decir—, debería calmarse un poco, recuerde que le hace daño.
—¿Daño? —cuestiona confundido Román.
Jules suelta una carcajada irónica respondiéndole:
—Eso no te tiene que importar.
—Claro que sí —asegura—. Soy su instructor de gimnasio —abro mis ojos horrorizado—... y es mi deber saber lo que le sucede.
—¿Qué? —Jules me observa detenidamente, esperando que niegue lo que Rom acaba de decir.
—Es cierto.
Mi esposo maldice estruendosamente.
—¡Ya suéltenme! —gruñe. Los guardaespaldas me miran pidiendo afirmación de mi parte, se las doy, ellos lo sueltan dubitativamente. Lo mismo hace con Román quien me sigue observando.
¡Mierda! Todo me tiene que pasar a mí. De tanta gente en el mundo, le tiene que pasar al más idiota ¡A mí!
—Quiero que se retiren, ahora. Todos —los hombres vestidos de traje negro asienten y se van. Los dos hombres que anteriormente se comportaban como animales me siguen observando—. ¡Dije todos!
Se observan con resentimiento y se van por la misma puerta en la que se fueron los hombres de traje. Suspiro agitado e intento calmarme inhalando y exhalando varias veces. Cuando lo consigo, miro hacia la ventana sentándome en el suelo. ¿No podré tener un día sin alteraciones? Cuando recuerdo que deje a mi hija sola, me levanto del suelo camino hasta la habitación. La consigo jugando con sus peluches. Balbucea como si estuviera comunicándose con ellos. Sonrío fatigoso. Cuando nota mi presencia sonríe más grande.
La amo tanto. Hoy fue un día demasiado fuerte para mí.