Fea || Ruggarol

By -CeciGonzalez

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Adaptada. -Créditos a quién correspondan- More

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003
| Cuatro |
| Cinco |
| Siete |
| Ocho |
| Nueve |
| Epílogo |

| Seis |

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By -CeciGonzalez

-- Déjame sentirte. -- dijo Ruggero entrecortadamente sobre mis labios.

Aún me oponía, esperaba a que él desvaneciera su agarre para salir corriendo, incluso cuando sentí ese beso como ningún otro. Algo dentro de mí se sentía jodidamente bien y sobreexcitada, quería más al mismo tiempo que quería golpearlo. Eso quería. Solté sus manos dejando de hacer presión, y Ruggero sonrió pensando que me había rendido, poco a poco su rostro se acercó al mío dándome la ventaja de clavar la palma de mi mano sobre su mejilla, de inmediato los ojos de Ruggero se abrieron con sorpresa, no le dio tiempo de reaccionar cuando mis dientes tomaron su labio inferior, mordiéndolo con fuerza.

Sus manos en mi cintura hicieron presión al igual que las mías en su nuca, atrayéndolo hacía mí y comenzando un beso que no dio tiempo de roces, mi lengua en segundos estaba en contacto con la suya, luchando en una guerra en la cual ambos íbamos hacia o perdición. Gemí fuertemente cuando sus manos tomaron mis nalgas y acercaron mi pelvis a la suya, el ritmo de la música en combinación a su beso me excitaba de sobremanera, me sentía en una especie de trance del cual no quería salir. Separé nuestras bocas en busca de aire, mis ojos conectaron con los suyos que ahora se encontraban negros y cegados por la simple lujuria de un beso.

-- ¿Por qué me golpeaste?

-- Porque eres un idiota.

-- ¿Y por qué me besaste?

-- Porque te deseo. -- respondí para juntar nuevamente nuestros labios.

-- Vamos a mi casa. -- gritó sobre mis labios, de inmediato me separé de él negando eufóricamente.

-- Ni loca voy allí, que te desee no significa que no te odie, y tu casa me recuerda las razones. -- grité por sobre la música. -- Mi apartamento y te largas en cuanto termines.

Me sentía como una perra en celo, cerré la puerta de mi apartamento en tiempo record antes de acorralar a Ruggero en esta misma, besándolo frenéticamente, suspiré frustrada fallando el intento de quitar su estúpida camisa de botones, por lo cual la rompí con un poco de presión mientras los pequeños adornos redondos salían disparando a través de mi sala de estar.

-- ¿Hace cuánto no tienes sexo? -- preguntó en tono de burla.

-- Hace mucho y si no quieres que la pauta siga corriendo, cállate la boca y quítate los pantalones. -- respondí mientras mordía su cuello y grunía por el delicioso aroma que este desprendía.

-- No es necesario preguntar por qué, siempre eres así de histérica o sólo cuando alguien te dice la verdad, ya sabes fea. -- siguió provocándome, de repente toda la lujuria había desaparecido de mi ser, bueno, un poco, ya que él estaba sin camisa y era imposible dejar de desearlo de esa manera, lo miré molesta con mis brazos puestos en jarra dispuesta a darle un discurso de cabreo y sin censura.

-- Mira idiota, italiano de cuarta... -- me di una palmada mental en cuanto el frunció el ceño a causa de mi insulto, ¡bien! -- No eres la última coca cola del desierto y mucho menos el último hombre con el que me acostaré, así que, o te callas o te pasas la noche con un calentón de aquellos porque no me aguanto tus idioteces. -- le grité sumamente cabreada.

Esperé su reacción, en parte deseando que se largara o me quitara la ropa y me tirara en la alfombra, pero, una carcajada de su parte fue lo que obtuve como respuesta.

-- ¡Estás más loca que una cabra! Dios, ¿te estás escuchando? Primero me odias, luego me besas y me golpeas y ahora quieres quitarme la ropa con los dientes.

-- ¡Hey! ¡Yo no dije eso! Dije que...

-- Sí, ya sé, hagamos algo mejor, tú me haces algo de comer que ya tengo hambre y luego yo vengo y te doy lo que tanto anhelas.

¡Pero será imbécil!

-- ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! Me iré a dormir a ver si se me pasa lo de zoofilia, por querer estar acostándome con animales.

-- Ha, pero bien que aceptas que me deseas.

-- Animal.

Abrí la puerta de mi apartamento esperando a que el intruso saliera por esta, pero, él sólo se quedó de brazos cruzados.

-- ¿Qué? -- pregunté deseando saber el por qué no se largaba de una vez por todas.

-- Con la puta erección no me quedo.

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