CAPÍTULO 13
A la mañana siguiente se me cerraban los párpados. Fueron Cheryl y Veronica quienes golpearon mi puerta para avisarme de que debía despertar y prepararme para el memorial de Jason. Al parecer, todo Riverdale acudiría, cosa que no entendía, ya que muchos de ellos no sentían ni el más mínimo aprecio hacia mi hermano. Lo primero que hice fue darme una ducha fría para espabilarme. Ni siquiera me apetecía desayunar. Al terminar, me peiné el mojado cabello pelirrojo hacia un lado, como solía hacer Cheryl. Mi reflejo en el espejo me mostró el gran parecido con mi hermana. En seguida descarté la idea. Si reivindicaba ser yo misma no podía pretender ser Cheryl. Además, ella lo llevaba mejor. Suspiré y me recogí el pelo con una trenza de raíz que caía sobre mi hombro derecho. Todavía con la toalla a mi alrededor, me dirigí a mi cuarto. No había decidido qué ropa ponerme; lo único seguro era que debía ser negro. Cuando entré en mi habitación me encontré a una Cheryl totalmente vestida de blanco que miraba mi armario. No llevaba una prenda de ropa cualquiera, sino la que había llevado el día que se había despedido de Jason en el río. Ahogué un grito, lo que provocó que se girara hacia mí.
―¿Qué haces?
Ella sujetaba un precioso vestido blanco parecido al suyo. Me lo había regalado Jason en mi último cumpleaños. Noté cómo mi garganta se secaba a la vez que Cheryl daba unos pasos en mi dirección.
―Ayer estuve hablando con Veronica ―comentó―. Vamos a despedirnos de Jason, Blazey, pero vamos a hacerlo bien.
Observé el vestido atónita. Era realmente precioso, no podía negarlo. Cheryl me lo tendió a la espera. Deslicé mis dedos sobre su fina tela, tomándome mi tiempo para analizar la situación. El día de mi cumpleaños, cuando Jason me lo había regalado, se había convertido en una de mis prendas favoritas. En los cálidos días de junio lo había puesto para lucirlo y disfrutarlo durante el verano, pero a partir de la muerte de mi hermano había decidido enterrarlo en el fondo del armario. Aquello no era más que otro recuerdo de una época pasada en la que era feliz. Tragué saliva, todavía sin tomar el vestido entre mis manos.
―A mí... también se me hace difícil ir vestida así, pero creo que es lo mejor ―confesó mi hermana.
La miré a los ojos y supe que tenía razón. Con esta ropa sería como si volviera a conectar con Jason. Asentí decidida y cogí el vestido. Cheryl abandonó la estancia para permitir que me cambiara en la intimidad. Una vez que estuve lista me contemplé en el espejo que había en un rincón de mi habitación donde me podía ver de cuerpo completo. Alcé la cabeza para mostrarme serena. A continuación me dirigí a la mesilla, abrí el primer cajón y saqué el papel. Lo sostuve sin saber qué hacer. Me decanté por leerlo un par de veces y finalmente soltar mi discurso con lo que me acordara sumado a lo que me saliera del corazón en ese momento. Pasé el pulgar por la esquina en la que había escrito el nombre de Jughead y la doblé para que no se viera. El papel regresó a su sitio en el cajón.
Fui hasta el dormitorio de Cheryl. Mi hermana estaba distraída mirando por la ventana, pues los invitados ya comenzaban a llegar. No me parecía justo que tanta gente, muchos desconocidos, pudieran venir y sin embargo a Cheryl y a mí se nos quisiera privar de despedirnos de nuestro hermano. Carraspeé con la intención de que se diera cuenta de mi presencia. La aludida se acercó en silencio y tomó mi mano.
―Vamos a hacer esto ―susurré.
―Te quiero, Blazey.
Respondí dándole un apretón. No había visto a mis padres en toda la mañana, pero sinceramente me daba igual. Cheryl y yo bajamos las escaleras cogidas de la mano. Todavía no habían llegado todos los invitados, así que esperamos cerca de la entrada evitando ser vistas por la mayoría. No queríamos que nuestros padres descubrieran nuestras intenciones. Desde mi posición vi llegar a Betty, Archie, Kevin y Jughead. Me puse de puntillas para fijarme mejor.
―Puedes ir a saludar ―aseguró Cheryl―. Tan solo no tardes mucho.
Me encaminé hacia mis amigos, quienes observaban asombrados cómo era Thornhill por dentro. Me planté ante ellos mientras murmuraba un "bienvenidos".
―¡Blaze! ―dijo Kevin y no dudó en venir a darme un abrazo.
Archie y Betty lo imitaron, siendo esta última la que añadió que estaba preciosa y lo sentía de veras. No sabía si lo decía en serio, ya que estaba afectada por el daño que Jason le pudiera haber causado a su hermana Polly, pero agradecía que por lo menos se mostrara tan amable. Esperaba que algún día fuéramos capaces de hablar de la relación de nuestros dos hermanos sin malos rollos. Me gustaría explicarle lo improbable que era que Jason le hubiera hecho algo malo a Polly. Algún día encontraría el momento.
Jughead me contempló de arriba a abajo, reparando en que mi vestido era blanco y desentonaba con todos los tonos negros del memorial. Formó una sonrisa ladeada.
―¿Quién es el afortunado novio? ¿Puedo ser yo la dama de honor?
Puse los ojos en blanco para luego darle un golpe suave en el hombro.
―Estás genial, Blazers ―confesó.
El grupo pasó hasta la sala donde se celebraría el memorial y yo volví junto a Cheryl. Esta estaba jugando con el dobladillo de su vestido, intentando distraerse. No dije nada. Era mejor así.
Por fin, todos los asistentes llegaron y se sentaron en sus sitios. Cheryl expulsó el aire de sus pulmones de forma ruidosa. Su mirada estaba tan intranquila como la mía.
―Podemos hacerlo ―susurré y uní nuestras manos.
Entramos en la estancia con paso lento. Enfrente de nosotras estaba el ataúd de Jason con una foto suya, lo que por poco consiguió romperme por dentro. Respiré hondo y mantuve la cabeza alta. A los lados estaban todos los invitados, de los cuales varios se asombraron. Mi hermana y yo hicimos el camino hasta el ataúd y nos situamos delante de él. Le indiqué con la mano a Cheryl que hablara la primera. Ella no tardó en empezar.
―Bienvenidos a Thornhill. Gracias por venir. Me gustaría empezar el memorial con unas cuantas palabras sobre Jason. La última vez que vi a Jason yo llevaba este vestido. Sé que es imposible, pero cuando me lo pongo siento que él está conmigo ―Se paró, incapaz de seguir. Posé mi mano sobre su hombro―. Aunque fuéramos mellizos, siempre pedía mi propia fiesta de cumpleaños, hasta que un año Jason me convenció para que las combináramos. Era porque nadie quería venir a la mía y Jason no quería que lo supiera. Él me protegía cada día. ―La lágrimas empezaban a asomar, amenazando con caer por su rostro―. Desearía que aquel día en el río lo hubiera protegido.
Cheryl se giró hacia el ataúd y puso sus manos sobre él. Ya lloraba sin remedio, lo que causó que las lágrimas también acudieran a mí, y eso que aún no había hecho mi discurso.
―Lo siento muchísimo, Jay Jay. Te hemos fallado. Todos nosotros te hemos fallado.
Rodeé a Cheryl con los brazos mientras lloraba desconsoladamente sobre el ataúd de Jason. Mis lágrimas eran silenciosas, pero caían sin cesar por mis mejillas. Sentí otro cuerpo contra el nuestro, apretándose en un abrazo. Me giré para encontrarme a Ronnie. No pude decir nada, porque en ese momento apareció mi padre y nos arrastró fuera de la sala mientras mi madre ocupaba nuestro puesto y distraía a los invitados. Me había quedado sin decirle adiós a mi hermano. Pataleé e intenté soltarme de su agarre sin resultado alguno. Entre mis gritos y los llantos de Cheryl debíamos de estar formando un auténtico espectáculo, pero me daba igual. Solo deseaba decirle mis últimas palabras a Jason. Lo necesitaba.
Nuestro padre nos encerró en una habitación. Probablemente ahora iría a buscar a mamá. Ni siquiera nos regañó, solo nos dejó allí en soledad. Cheryl no lograba parar de llorar, así que me dediqué a consolarla llena de frustración. Cuando mi madre apareció, lo hizo como un huracán.
―¿Qué os habéis creído?
Su voz mostraba una furia que pocas veces antes había presenciado. Al principio me asustó, pero no me eché atrás.
―Nosotras teníamos derecho a despedirnos de nuestro hermano.
―¡Os dijimos que no! ―chilló encolerizada―. ¿No sabéis respetar una orden?
―Por Dios, mamá, ¡no somos perros!
Cheryl pareció reaccionar. Enfrentó a nuestra madre con la mirada.
―Hicimos lo que Jason habría querido.
Nuestra madre se cruzó de brazos y nos observó con desdén.
―¿Lo que Jason habría querido o lo que vosotras queríais?
Bufé sin poder aguantar mi enfado. Era increíble que la mujer que no quería a Jason ni lo más mínimo nos prohibiera decirle adiós. Ella no podía dictaminar nada en ese tema, ya que quienes lo amábamos de verdad éramos Cheryl y yo.
―No puedes tratarnos como perros. Somos tus hijas ―reproché―. ¡Jason está muerto por tu culpa! ¡Está muerto porque tú lo despreciabas!
Como la última vez, la bofetada fue toda una sorpresa para mí. Había sido un golpe demasiado fuerte. Inmediatamente, Cheryl paró de llorar y contempló sin creérselo a nuestra madre. Otra vez me había abofeteado. Me llevé la mano a la mejilla dañada para comprobar que estaba ardiendo. Apreté la mandíbula con tensión mientras intentaba calmar mi ira, pero sabía que no lo conseguiría. Aunque no quisiera, las lágrimas de dolor y rabia se deslizaron por mi rostro. No dije nada; no le daría ese placer. En su lugar, salí corriendo de la habitación en dirección al exterior de Thornhill. Antes de llegar a la entrada distinguí a Betty y Jughead bajando las escaleras con prisa. Me quedé en el sitio, con demasiadas emociones corriendo por mis venas pero además cierta curiosidad.
―¿Qué estáis haciendo?
Ambos me miraron horrorizados. Se les notaba en la expresión que habían estado haciendo algo que no debían. Pero lo que les preocupaba no era el hecho de que los hubiera pillado, sino que estaba llorando a mares.
―¿Qué ha pasado? ―quiso saber Betty.
Les di la espalda y salí corriendo en dirección al exterior de nuevo. Necesitaba aire fresco. Necesitaba desaparecer. Necesitaba tener a Jason de vuelta. Había tantas cosas que necesitaba y no conseguiría. Una vez fuera, corrí sin rumbo, pero tropecé a medio camino y mis rodillas impactaron con el duro suelo, provocando que unos hilillos de sangre resbalaran por mis piernas. No me moví de aquel lugar. Simplemente no podía. Los llantos me ahogaban. Respirar cada vez se hacía más complicado. Jason. Mis padres. Cheryl. Todo daba vueltas. Daba demasiadas vueltas.
―¡Blaze!
No respondí. Estaba agazapada en medio del camino, con las rodillas sangrando, la mejilla roja por el golpe y las lágrimas calientes bajando por mi cara. Noté unos brazos que me rodeaban por la espalda. Era cálido. Era todo lo que necesitaba.
―Blaze, estoy aquí ―susurró una voz que no tardé en reconocer.
Me aferré a la manga de su chaqueta.
―No te vayas, Juggie ―supliqué―. No te vayas, por favor.
―No me iré.
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HE SUFRIDO ESCRIBIENDO ESTE CAPÍTULO AY, mi pobre Cheryl merece más y con el season finale estaba lloran2. Ya estoy deseando ver la s2. ¿Qué os pareció el final? ¿Y el capítulo?