Nudo. El nudo en la garganta le crecía a cada paso que daba hacia su habitación, entró en su madriguera y quiso gritar, pero se contuvo y se le ocurrió una mejor idea ¿Qué había mejor que una buena plática con una compañía que te conocía desde los once años y que sabía todo lo que pasaba por tu mente e incluso lo que no te atrevías a admitir? Así que buscó su teléfono celular y llamó a esa compañía de su vida, que llevaba por nombre principal: Saraí.
—¿Hola?— Le contestó una voz áspera y fuerte.
—Sara ¿Tienes tiempo de salir a correr?—
—¿Tú? ¿ejercicio? ¡Bah! Ya dime que te pasa...—
—Saraí estoy hablando en serio—
—Oh perdón, creo que si es grave. Catleen acaba de llover y acabamos de vernos—
—Anda, necesito hablar contigo urgentemente y si no lo hago me tiraré de la ventana de mi habitación aunque solo caiga en el techo del patio y me rompa una uña—
—¡No, la uña no tiene la culpa! Está bien ¿Llevarás a los pequeños?— Preguntó Saraí y Catleen miró a sus mascotas.
—Claro, los pobres no han salido en días, lleva a Pancho y Hada—
—Está bien, le diré a Christian, te veo abajo—
—¿Qué? Oye no...— La castaña iba a protestar, pero su amiga ya había terminado la llamada. Catleen aventó el celular en el escritorio y comenzó a cambiarse la ropa por una más deportiva. —Pequeños, vamos a correr con la tía Saraí— Tomó las correas de los perros de un perchero y se las colocó con algo de dificultad debido a los movimientos de ellos; se recogió el cabello en una coleta, tomó sus llaves y salió de allí. Bajó las escaleras cruzando el vestíbulo y al salir de su casa se encontró con su amiga. Saraí Lozano de cabello negro, ojos grandes cafés, pestañas naturalmente risadas y de buena figura, eso se debía a la velocidad con la que vivía la vida; se la vivía corriendo para evitar llegar tarde a todos lugares, además tenía por mascotas un perro y un gato que paseaban felices por el jardín de Catleen.
—Hola guapa— Saludó Saraí y su amiga se sonrojó al ver a su vecino apoyado en su automóvil rojo.
—Hola Sara... cuanto tiempo sin verte— Le besó la mejilla y abrazó.
—Exagerada, me viste hace dos horas. Caty, él es Christian, que prefiere que le llamen Chris— Los presentó la pelinegra y el muchacho alto, nada musculoso, pero de enormes ojos marrón le extendió la mano a la chica para saludarla. —Chris, ella es Catleen, tu otra vecina—
—Es un verdadero placer conocerte— Y Catleen respondió el saludo.
—Hola... ¿Nos vamos?— Apenas preguntó, ambos chicos asintieron y comenzaron a caminar mientras los cachorros y el gatito caminaban frente a ellos.
El silencio la hacía sentir incómoda y rogaba porque la ocurrente de su amiga dijera algo amable o divertido, pero eso nunca pasó; a cambio el que habló fue él.
—¿Y ambas tienen la misma edad?— Preguntó el chico y ellas asintieron.
—Diecinueve años cumplidos— Sonrió Saraí y escuchó a su amiga hacer la siguiente pregunta.
—¿Y tú, que edad tienes?—
—Veintitrés— La castaña asintió mientras la sombra de una sonrisa se asomaba por su rostro; comenzó a trotar esperando que los otros dos chicos no le buscaran la mirada y cuando se hubo cansado un poco disminuyó el paso. Sus vecinos la alcanzaron y comenzaron a platicar más abiertamente gracias a las ocurrencias de Saraí; a los quince minutos Catleen le mostraba su más sincera sonrisa a Christian justo cuando regresaban al inicio de su caminata. Los cachorros obligaron a sus dueñas a utilizar bolsas de plástico a la mitad de la acera y tras limpiar la zona se quedaron un minuto platicando.
—Necesito un trabajo ¿Saben de uno?— Preguntó la castaña y sus amigos negaron. —¡Dios! No puedo perder este escarabajo— Miró su auto rojo y pasó la mano por el cofre — Fue mi regalo de dieciocho, aunque claro... solo fue una transferencia de mi padre hacia mí— Saraí fruncía el ceño sin entender.
—¿Por qué perderás nuestro querido escarabajo?—
—Ya es tarde Sara, debo entrar a la casa... o mi papá bajará a toda la corte celestial para que me juzguen—
—Eres tan dramática como yo... espera ¿Tu padre ya llegó?—
—Necesito contarte muchas cosas, pero tendrás que esperar, nos veremos mañana. Adiós— Se despidió de ambos chicos con un beso en la mejilla y entró a su casa, donde efectivamente, su padre miraba a los perros con mala cara y a ella como si la despreciara, tenía las manos cruzadas en la espalda y la mirada concentrada.
—¿Se puede saber dónde estabas?— Preguntó Juan Esteban mientras su hija suspiraba fuertemente —Y no me respondas con suspiros, sabes lo mucho que me molesta—
—¡No te estoy respondiendo con suspiros!— Gritó la adolescente y al ver la dura mirada de su padre se tranquilizó —Ya sabes que no puedo evitarlo y para responderte: solamente salí a correr—
—¿Alguien te dio permiso?— Su padre subió la voz y ella intentó buscar a su madre con la mirada.
—Mamá... ya sabe que siempre salgo a esta hora con mis perros—
—Oh claro, se me olvida que ella sí está al tanto de todo lo que sucede en esta casa, ella es la que regula todo lo que sucede y hasta lo que no sucede en esta casa— Dijo. Catleen lo miró algo enojada y recordando el "gran secreto" de la familia sintió como el nudo en la garganta le explotaba.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres saber que pasa en esta casa? Te tengo un consejo... interésate por lo que pasa en tu familia, ten el descaro de preguntarle a mamá cuál es su postre favorito y si se ha hecho algo en el cabello últimamente. Quizá puedas preguntarle a tu hijo mayor sus resultados en los exámenes, que por cierto, si no lo sabías, hacemos cada semestre. O si lo prefieres puedes dedicarle una hora a tu hijo menor y preguntarle si está teniendo problemas en matemáticas. Si no quieres preocuparte por mí está bien, no lo hagas, no tengo ningún problema, pero no entiendo cómo es posible que decidiste casarte con "la mujer de tu vida" y no sepas ni siquiera cómo le gusta preparado el café—
—Isabel si no hago todo eso es porque estoy trabajando para darles una vida mejor, un futuro asegurado gracias a su educación—
—Con tu dinero no lograrás conseguirnos eso, ni pagarás tu cariño con esos billetes que crees que sirven de algo, ¡Billetes que ahora ni siquiera tienes!— Le gritó a su padre quien se sintió ofendido y no supo qué más decir —Y no me hagas decirte la razón por la cual ya no los tienes—
—¡Catleen!— Gritó su madre desde el piso de arriba —Sube ahora mismo— La chica suspiró y haciendo muecas obedeció —Vamos a tu cuarto— Al escuchar a su madre sacó la llave de su habitación y abrió, se metió con los cachorros y se quitó la sudadera. —¿Qué es lo que te pasa?—
—¿Qué que me pasa mamá? Es que no me cabe en la cabeza cómo puedes seguir aguantando todo esto, no entiendo qué es lo que te retiene a él, no quiero decir nada más porque sabes cómo me pongo— Catleen se metió al baño y se quitó la ropa, su madre se metió tras ella y le acomodó las toallas.
—No hablemos de eso—
—¿Estás segura? Porque siempre hablamos de eso... déjame escuchar que tienes que decirme ahora—
—¿Me estas reclamando?— Al ver a su madre a los ojos a través del vapor de la ducha, volvió a suspirar y negó.
—No, claro que no, es solo que necesito sacar todo lo que traigo y a veces creo que no podré con todo, desde que tengo uso de razón me preocupo por todo lo que pasa entre ustedes dos y ni siquiera me estreso tanto por otras cosas como con ustedes dos. A veces creo que ni la escuela es tan estresante—
—Ya, tienes razón, no vuelvo a decirte nada... pero entiéndeme, no tengo a nadie más a quien contarle todo lo que me pasa. Ni siquiera sé cómo escribirlo, a veces te observo y siento que todo lo que escribes te sirve para olvidarte de tus frustraciones y yo no puedo ni siquiera hacer eso—
—Ya, lo siento mamá, tienes razón, tienes toda la razón...— La chica pasó el agua por su cabello y miró a su madre sentada en la taza del baño —Tengo algo que contarte; Camila nos platicó hoy que sus papás se van a divorciar, pero se están peleando por la casa que tienen ¿Tu quién crees que se debería quedar con su hogar?— Catleen hizo esa preguntas más para retar a su madre que para conocer su opinión, pues era algo que ya sabía.
—Está claro que su mamá, siempre será así, supongo que Camila se quedará con su mamá, entonces les corresponde la casa—
—Ese es el problema, Camila no quiere quedarse con ninguno, por eso su padre aceptó comprarle un departamento para ella sola—
—Oye... eso no se me hace justo, debería quedarse con su mamá—
—Pues yo realmente no sé cómo estén las cosas con sus padres pero... supongo que por algo Cami se quiere quedar sola, ella es muy tranquila y jamás se ha metido en esos asuntos realmente no entiendo porque se quiere quedar sola, pero en fin, tanto su madre como su padre tienen el derecho de que ella se quede con ellos, no se trata de ver lo que es justo, es quien ella quiera—
—Una madre lo da todo—
—¿Y un padre no? Digo, sé que no debo hablar, pero a veces creo que ellos también tienen el mérito—
—¿Quién diantres te entiende Catleen? Primero entras casi queriendo golpear a tu padre y ahora me vienes con esto—
—¡Mamá que no son todos! Pero creo que eso no importa, haré tarea ya perdí bastante tiempo y mañana tengo una exposición— Lo dijo para que su madre saliera de ahí antes de que su ducha terminara y lo logró.
—Está bien, cuando llegues de la escuela tendrás aún más trabajo, tienes que ayudarme en el aseo de la casa— Le asintió a su madre quien salió del baño y de la habitación. La chica se colocó el pijama y estaba a punto de sentarse a hacer tarea de verdad cuando su móvil sonó de nuevo.
—Cállate— Le habló al aparato tecnológico y miró la pantalla. —¡Diablos! lo había olvidado, vamos a comer pequeños— Llamó a sus perros, que estaba acostados en la alfombra. Al escuchar a su dueña abrir la puerta se levantaron y corrieron despavoridos por el cuarto. Catleen salió de su habitación rumbo a la cocina y se encontró a su hermano mayor bajando las escaleras con un vaso con agua en la mano.
—¿Cómo van los diseños?— Le preguntó y Ángel la miró sonriendo, el muchacho estudiaba arquitectura y su hermana siempre lo había admirado mucho pues sin duda alguna tenía talento y sabía que esa era su vocación.
—Excelentes, los maestros dicen que son demasiado buenos mis proyectos; además ya tengo tu casa lista—
—¿Tal y como te la pedí?— Preguntó ella algo sorprendida.
—Tal cual, con el mismo jardín, los dos pisos y la estructura especial que pediste, después te enseño los planos, ahora creo que tres devoradores de croquetas te esperan— Le dijo el chico y bajaron hasta cruzar la sala donde sus abuelos miraban el televisor, los chicos se introdujeron en la cocina donde los perros ya los esperaban con los platos en las fauces. Su dueña se acercó a un cajón y sacó una bolsa enorme de comida para perros.
—Mira nada más lo que me encontré por aquí— Exclamó Ángel esculcando los cajones de la alacena y obteniendo de uno de ellos un frasquito de mermelada de fresa.
—Oh, mi preferida— Aplaudió ella mientras su hermano lo abría.
—¿Quieres?— Preguntó él recibiendo un cabeceo por respuesta. Los dos hermanos se sentaron al lado del refrigerador donde difícilmente los veían y con cucharas en mano comenzaron a comer el dulce; poco a poco el frasquito se fue vaciando y justo cuando iban a tomar la última cucharada apareció por allí su madre con una sonrisa de oreja a oreja.
—Hola— Le dijo su hijo mayor ocultando el frasco debajo de su pierna.
—A pesar de que crecen, no cambian, estaban en la primaria cuando hicieron eso— Lilian meneó la cabeza un tanto conmovida por la escena que sus hijos acababan de regalarle.
—¿Quieres?— Ofreció su hija.
—No gracias, solo bajé por un poco de agua— Ángel se disculpó pues debía terminar sus proyectos y las dejó solas en la cocina; ambas se miraron y la menor fue la que habló.
—Iré a ver la televisión con Abos— Caty dejó allí a los perros y caminó a la sala donde su abuela tomaba café con galletas pequeñas y observaba muy atenta la televisión mientras su abuelo leía el periódico. Apenas la vieron allí, inmediatamente le dejaron un espacio en medio de los dos para que se sentara.
—Carlota Francisca... no me dejes, por favor, te prometo que será la última vez que deje mi ropa tirada en el baño—
Al ver la televisión y la escena que se reproducía en ella, Catleen frunció el ceño.
—Aba, eso es un fiasco de telenovela— Le reclamó a su abuela quien miraba con atención.
—Shh, ya lo va a matar—
—¿Sólo porque no recogió su ropa? Qué manera de querer— Le dijo a Abo y luego se escuchó un disparo proveniente de la televisión.
—Oh... oh no, Mauricio Miguel ha muerto— Se lamentó la abuela y la chica mostró su inconformidad por las historias baratas que mostraban en televisión, su abuelo la escuchó y asintió.
—Yo insisto en que no sé cómo tu abuela ve eso, es horrible—
—No te quejes, bien que te gusta— Reclamó Aba a su marido.
—No es verdad— Se defendió él provocando que su nieta se levantara y llevando a sus mascotas piso arriba se encerró en su cuarto, al fin podía escribir sin que nadie la interrumpiera.
Tomó su computadora y suspirando una vez más, comenzó a teclear.
"Mientras la briza llenaba su pálido rostro, sus manos heladas tomaban el barandal del barco, suspiró profundamente y sintió unas varoniles manos en su cintura, se giró lentamente esperando ver a su amado, pero nunca se imaginó que ese suspiro sería el último de su existencia, el hombre hizo presión en su cuerpo y luego la aventó por la proa provocando que sintiera el agua enterrársele como cuchillos en toda su espalda."
Catleen suspiró y luego pensó... un asesino serial dentro de un barco no sería una mala idea, pero dudaba que pusiera a temblar a la gente.
Las ideas recorrieron su mente una tras otra, pero una era tan absurda como la otra. Sabía que no estaba hecha para escribir terror, eso lo tenía claro, sus propios demonios le servían para asustarse y estaba segura que a la gente también. Tampoco servía de mucho escribir ciencia ficción, tenía que inventar algo tecnológico y ella resultaba muy mala para la tecnología. Algo histórico le resultaba un tanto tedioso pues si se equivocaba en un dato, o en alguna fecha, su escrito no serviría de nada.
Y una cosa llevó a otra, de tanto pensar comenzó a darle vueltas al asunto familiar que le preocupaba, estaba segura de querer ayudar, pero no estaba segura de querer hacerlo por ganas, sino por obligación, nunca había tenido sus metas bien fijas, sabía lo que quería, pero a veces le resultaba tonto y sin importancia, la suya era una vida que no tenía mucho de interesante, jamás había tenido una verdadera historia de amor y las pocas que había experimentado ¿Se podían llamar historias de amor? No.
Así que, en lugar de escribir, hizo una lista de lo que debía hacer al día siguiente para estar en paz con la escuela, su familia y hasta con ella misma, jamás había sido muy espontanea, le parecía que era un desorden cuando lo intentaba así que obedeció su instinto y realizó su lista, pinto con diferentes colores cada uno de los horarios y una vez que lo vio listo se quedó pensando. Sabía lo que debía hacer, no solo por el bien de su familia, sino por el suyo. Sabía lo que tenía, debía y podía hacer, pero entonces se le ocurrió que estaba viendo su día como un sacrificio y no como un placer, cosa que le desagradaba en absoluto.
—Ya te escuché mamá... "Las cosas se hacen bien o mejor no se hacen"— Se dijo a sí misma y comenzó a teclear:
"Un manual para disfrutar de la vida" Por Catleen Rosal aunque no sepa a donde llegará esto.
Muchas personas dicen que no se nace siendo sabio (o por lo menos mi abuela lo dice) y otras se dedican a darnos concejos, y aquí estoy yo, intentando entender porque debemos recurrir a manuales de cocina, de dibujo, de cómo educar a tu perro o de cómo ser exitoso, pero en realidad todo esto engloba una sola cosa, el cómo disfrutar de la vida, siempre ha sido éste un misterio para la humanidad y yo no soy quien para venir a contarles cómo se debe disfrutar la vida pero quizá pueda ayudarlos con algunos pasos para descubrir que es disfrutar de la vida y de paso, ayudarme a mí misma.
Paso 1
Podemos preguntarnos: ¿Cuál es tu meta? ¿Disfrutar o hacer disfrutar?
-Si respondiste disfrutar: ¡Bienvenido! Ya estas dentro de los que hacemos las cosas bien o nos las hacemos.
-Si respondiste hacer disfrutar: ¡Bienvenido! Ya estas dentro de los que hacemos las cosas bien o... hacemos las cosas bien por miedo al qué dirán las demás personas.
-Ya que si tu respuesta no está dentro de las opciones cierra esto y mejor ve a preguntarte que estás haciendo de tu propia vida o mínimo colócate en una crisis existencial que te ayude a saber porque estás aquí.