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Por su mente, deambulaban los hechos e imágenes de la noche anterior. No había ninguna otra cosa en la cual pudiera pensar. Su capacidad de hacer la actividad más simple, era nula. Ya que su mente estaba nublada y aturdida por sus pensamientos.
Los regaños de su madre se estaban haciendo cada vez más frecuentes, pero Emma no se inmutaba en lo más mínimo. Estuvo a punto de dar el siguiente paso que indicaba la corografía pero Sara, que estaba a su lado, jaló de su brazo, arrastrándola a la esquina más alejada del salón.
-¿Qué demonios te pasa, Emma? –enarcó una ceja, confundida.
-Estoy bien –embozó una pequeña sonrisa- No es nada –bajó la mirada.
-¿Segura? –apretó un poco más su muñeca.
Emma apretó los labios.
-Si –asintió- no te preocupes –retiró su pulgar de donde estaba.
Caminó hasta su lugar y se colocó en posición, de nuevo. Sara soltó un suspiro e imitó su acción. Había gato encerrado.
Ángela soltó un chillido, llamando la atención de todas las presentes. Se colocó en medio del circulo que habían formado y dio un anuncio. El festival de danzas había llegado.
Liverstoon Festival Dance, era el evento de baile más grande e importante para todo aquel que amara bailar o simplemente quisiera darse una oportunidad para introducirse en la disciplina. A pesar de que Lafayette era pequeño como un maní, el festival se organizaba todos los años y salían a la luz esos talentos nunca descubiertos.
Emma mordió una de sus uñas, quebrándola. Odiaba con todo su ser ese evento. Las semanas posteriores al mismo las clases se intensificaban, volviéndolas un infierno y su madre, se convertía en el mismísimo Demonio. Tenía muchas cosas que hacer y muchas por pensar también. Si nada había sido fácil ¿por qué habría de serlo ahora?
La práctica terminó y Ángela se quedó organizando distintos proyectos con las demás chicas. Emma sintió como el corazón se le encogía, ellas estaban por sobre ella, pero no se permitiría llorar, no ahora. Tenía una promesa y haría todo lo posible para que siguiera vigente.
Tomó su abrigo y mientras soltaba su cabello, atravesó las puertas de vidrio, pensando en lo feliz que podría ser si tan sólo volviera a verlo una vez más. Llevó una mano a sus labios y pronunció su nombre, sonriendo.
Pero un pensamiento pasajero cruzó por su mente, Axl. ¿Qué haría con él?
[***]
-¿Qué planeas? –jugó con el paquete entre sus manos –Sabes que podrías estar lastimando a alguien con todo esto.
-¿A quién lastimaría? Por favor, Duff. Está acostumbrada a sufrir –bebió un poco del whiskey- A demás, no sería culpa mía. Ella lo planeó.
-Pues, fue una estupidez muy grande haber aceptado –revolvió su cabello- Sufrirás las consecuencias Rose. Y de la mano de quién menos te lo esperas –se levantó, dejándolo con la palabra en la boca y algunas cosas para reflexionar.
-¿Y a él que le pasa? –Izzy bajó las escaleras mientras terminaba de abrocharse los jeans- Axl ¿qué le has dicho? –sonrió a medias, sentándose junto al pelirrojo que miraba al techo, distraído.
-Nada, ya sabes –se encogió en hombros- Le recordé lo idiota que era.
El moreno soltó una risa negando, se puso de pie y sacó una cerveza del refrigerador.
-A veces, no te entiendo, Rose- dio un trago.
-Créeme, Izzy -suspiró- yo tampoco.
[***]
Emma leía mientras terminaba de merendar los pocos alimentos que su madre le había dejado. Le gustaba leer, imaginar que su vida era mejor. Pero ahora había adquirido una nueva costumbre. Pensar que Izzy era ese ángel al cual todos tenemos.
El timbre sonó algunas veces y Emma dejó el libro tirado en algún lugar del gran sofá. Acomodó su camisa y su cabello. Abrió la puerta y vaya grata sorpresa se llevó.
Un gran ramo de rosas se encontraba frente a ella. Alguien lo sostenía, pero este era tan grande que no podía ver su rostro. Alcanzó a divisar que traía el estuche de una guitarra colgando de su espalda. Sonrió ampliamente. ¿Podría ser?