—Estoy bien, Connie, no pasa nada. Te lo juro. Basta, te ves fea llorando —. Le afirmó con tono dulce el joven de Jamie, tocaba sus mejillas con delicadeza en un vano intento de limpiar las abundantes lágrimas descendientes de los orbes de la morena.
—Perou... T-Tu... Y ... Debeldad... —Connie tenía el corazón latiendole sonoramente.
—A ver... —le dijo el chico quien se yacía acostado en la cama, con un brazo fracturado, su rostro lleno de vendajes y su tobillo torcido. —primero necesito que te calmes, no entiendo nada de lo que tratas de decirme. La chica sonó su nariz con un trapito rosado que le había entregado una de las Rutilos, quienes también se hallaban en la habitación.
—¿Te duele mucho? —preguntó.
El temblor, había causado que el pequeño lugar se arruinase, telas y trapos tirados por ahí y por allá. Escombros de madera, artefactos coloridos hechos trizas.
—No, estoy bien. Soy alguien duro de lastimar.
El suelo donde Connie y Jamie hacían su acto era de madera, el cual, cuando el suelo empezó a moverse, este hizo agrietarlo por la mitad, causando que el acaramelado caíese junto la madera, torciendo así un brazo, nada grave, causando que el alma de Connie saliese de su cuerpo. Sea para bien o para mal, no hubo herido alguno, todos los niños se encontraban sanos, uno que otro pequeño e insignificante rasguño, los padres llegaron minutos después de lo ocurrido. Dejando así, solo a los cirquenses.
—Deja de llorar, ¿qué diría Steven si te viese así? —Jamie se sentó en la orilla de la cama, haciendo un gesto de dolor al sentir su pie punzante.
—No deberías moverte, joven Jamie, —la voz de Padparadscha sacó a Connie, Flourite, las Rutilos y a Jamie de su trance. —si continuas de esa manera, podrías ocasionarte algo mucho peor.
—Lo siento, es solo, que no quería dejar sola a Connie, y... Tampoco deseo quedarme en cama y que ella trabaje por ambos.
—No lo estaría si no hubiesen huido de casa. —le dijo una de las Rutilos.
—Basta, esto no estaba planeado, —Padparadscha las miró. —¿entienden?
La pequeña dama de colores pastel fijó su mirar en Connie, quién se empezaba a tensar en su insistente visión, con torpeza se limpió los mocos y medio arregló su falda.
—Flourite, he llamado a un amigo. Espero que sea bien atendido por ti. —ordenó con dulzura.
—Está bien.
—Y tú. —Padparadscha apuntó a Jamie. —te quedarás en cama hasta que tus heridas sanen.
—Per...
—Nada de peros, y tú querida Connie, —la chica traga saliva, la costumbre mal dada en el circo "Smile" la hacia creer que algo malo ocurriría, sin embargo, ella no era capaz de entender que ya no estaba atada por ellos, tampoco parecía saber que tenía suficiente autonomía de pensar.
Haciéndola un ser sumiso, cuando dios le brindó un cerebro en el cual pensar, decidir. Padparadscha tenía dudas, muchas dudas sobre en origen de ese par de jóvenes, y aunque se escuchase egoísta, tomaría provecho de la extraña complejidad sumisa de Connie para conseguir información.
Aunque Padparadscha reflejaba ser alguien joven, en realidad los años caían sobre su espalda, y las arrugas se ocultaban tras aquel flequillo abundante. Además, Padparadscha sentía conocer de algún lado a Connie, cabía la posibilidad de que aquella fuese la razón por la cual había perdonado tan rápido al par de jóvenes por su ignorante imprudencia.
Cuando los ojos cansados de la morena chica se cruzaron con los de ella, el sentimiento de conocerla desde años atrás la invadió, como si tuviesen una relación laboral, no familiar, sin embargo, el recuerdo no llegaba por completo.
—¿Me acompañas por un una taza de té? —preguntó, con cierta incertidumbre, la chica aceptó, pensó que sería algo mucho peor.
La pequeña habitación de la dueña del circo era tan ambiguo como humilde, así como el de sus trabajadores. Con una orden, hizo sentar a Connie en un pequeño sillón mientras Padparadscha disolvía algo en un par de tazas.
-Parece que te preocupas mucho por tu amigo, Jamie. —afirmó la dama entregándole la bebida a la morena.
—ah... Sí, es un amigo muy importante para mi. —sorbió del líquido.
—Y si no te molesta que indague un poco, ¿de dónde conoces al chico? Es obvio que no son familia.
—Bueno... Trabajamos en el mismo lugar.
Padparadscha entrelazó sus dedos.
—me recuerdas a alguien. —afirmó directa. —¿te he visto en algún lado?
—N-No lo creo. —«es la primera vez que salgo»
—¿De dónde vienes, Connie?
La chica la miró confusa, en busca de qué mentira usar.
—Orfanato... —soltó, en tono dudoso.
—¿por qué mientes? —la jefa del lugar empezó a desprender cierta sensación de obediencia. —no quiero obligarte hablar, pero, como verás, no conozco absolutamente nada de ustedes dos, ustedes habrán visto lo pobre que es esta pequeña villa, sin embargo, no hay nadie tan hambriento como la vez en que los hallé a ustedes dos. —Connie se encogió de hombros. —ten la certeza de que puedes confiar en mí, no me mires como un jefe malvado que en cualquier momento te puede encerrar en un calabozo con tal solo el chizcar de sus dedos. —Padparadscha dejó salir una risa por su chiste, el cual no entendió Connie. —piensa, que soy como tú tía, en la que puedes contarle todo lo que no le dirías a tu mamá.
Por parte de la pequeña morena, se debatía si en hablar o mantenerse callada, cabía una gran posibilidad en la que si librase la información contenida en su garganta, los entregaran a la autoridades y el Conde de Kevin los torturase. Por el otro lado, estaba el seguir mintiendo y parecer toda una estúpida, lo que menos sabía hacer Connie era el mentir.
—Connie —le llamó Padparadscha. —te juro que no les haré nada, los mantendré seguros, no sé de que huían, pero ten por seguro, que no les harán nada aquí.
Nunca nadie, a excepción de Steven y Jamie, le habían brindado tal confianza y seguridad en palabras, desembocando un segundo llanto en su día, pero este de felicidad, ¿realmente existían personas amables en el mundo? ¿Éste mundo no estaba tan marchito?
—Yo...
He así como Padparadscha se enteró del circo "Smile", lugar lúgubre con cadenas y vallas tan altas como un edificio, de la codicia e infantibilidad del conde Kevin, donde aunque tuviese un titulo nobiliario, este era un ser tan pobre de corazón y humanidad, del dulce amor de un chico llamado Steven, de la lealtad de Jamie, del terror que puede existir del solo ser tú, y de lo que es capaz un ser humano.
Connie le había contado todo a la reina sin que ella lo supiese.
***
Peede tenía sus dudas ante el joven Esteban, pues aunque no reflejaba ser un ser violento o vándalo, aquel joven se miraba tan cansado como herido, no parecían heridas recién hechas, parecían de hace días. Innegablemente, no dejaría a una persona sola en la calle a medio morir, ¿qué tipo de persona sería? Ahora se encontraban en su auto en camino al circo "Off Colors", con un chico aterrado.
—Tranquilo Esteban, el auto no se volverá polvo con nosotros dentro. —le dijo mientras medio arreglaba su costoso traje.
—Eso espero, detesto este tipo de cosas.
—¿por qué? Los avances tecnológicos son increíbles.
—Si, pero yo prefiero mi carruaje y caballos.
—Te oyes igual que un anciano. —le dijo bromista mientras daba vuelta a la entrada de una ciudad. Pegadas en esos postes de madera se encontraban dos folletos con fotografías imborrables para Steven.
—Peede, ¿podemos detenernos un momento?
—Seguro.
Con el alma pendiente de un hilo, Steven bajó del coche a dirección del poste, donde reconoció la dulce imagen de su amada.
Fin del capítulo 27.