—9:25. Me tengo que ir —se dijo a sí mismo. Le daba igual si sus papás le permitieran salir o no, esto era más que raro.
Tomó sus cosas, salió de su casa sin decir una palabra y se encaminó a aquella cafetería que queda a tres cuadras de su casa.
Al llegar, se percató de que casi estaba desierta, se sentó en una mesa sola.
«¿Y cómo demonios voy a saber quién es y cómo es?»
—9:47. ¿Qué hago...? —se preguntó. Casi veinte minutos de retraso, absurdo.
Una chica tomó asiento en frente suyo.
«Agh, no. Otra chica que quiere ligar conmigo no, por favor»
—Hola —dijo aquella chica. Cabello rubio, tez blanca, ojos grices, alta.
—Espero a alguien —le dijo el chico, tan indiferente pudo.
—Eso lo sé —le sonrió con malicia—. Juliet, Juliet Simms —le extendió la mano.
Andy la miró, «¿Acaso era ella?, ¿Podría ser todo su culpa? ¿Era la misma chica obsesionada con él en la secundaria?»
—¿A caso tú eres...? —dijo ignorando por completo su gesto con la mano, a lo que la chica la retiró.
—Así es, Andy. Yo soy —sonrió victoriosa.
—¿Qué le hiciste? —preguntó con rabia.
—Oh, querido. Tenemos unos tres años sin vernos, no es la mejor forma para un reencuentro —se burló la chica.
—Me dan igual tus malditos reencuentros. ¿Qué le hiciste? Y más te vale decir la verdad, además, pobre de ti si le hiciste algo —dijo casi gritando.
—Tranquilo. Ella esta bien por ahora —le regaló la sonrisa más cínica que a llegado a ver toda su vida.