Cuando me enteré del temblor en México lo primero que hice fue llamar a Shawn.
— ¿Hola? —habló del otro lado de la línea.
Solté un suspiró de alivio.
— Shawn, ¿estás bien? ¿Está todo bien? ¿Dónde estás? —comencé a bombardearlo con preguntas.
— Estoy bien, tranquila. Estoy en el hotel.
— ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a cancelar el concierto? ¿Vas a volver a Los Ángeles?
— Voy a cancelar el concierto —se escuchaba bastante triste—. Pero no voy a volver aún. Quiero tratar de ayudar, en lo que sea. Las cosas están bastante mal.
Sonreí. Este chico era una de las personas más humildes y magníficas del mundo. ¿Qué hice para merecerlo?
— ¿Te había dicho antes que eres genial y que eres de las mejores personas del mundo?
Lo escuché reír.
— Creo que si. ¿Tú dónde estás?
— Estoy en San Francisco, estamos en el hotel, los padres de Dylan se están registrando.
Shawn soltó un bostezo.
— Nena, realmente estoy cansado, ¿te parece si hablamos mañana?
— Sí, está bien. Descansa, cuídate mucho, por favor.
— Lo haré. Diviértete, te quiero.
— Yo también, adiós
Después de eso escuché la línea caer y Dylan se acercó con la llave de nuestra habitación.
— ¿Todo bien? —asentí.
— Sí. Vamos.
Tomamos nuestros bolsos y comenzamos a caminar al elevador.
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A tod@s los de México espero que estén bien, se por lo que están pasando y de todo corazón espero que ustedes y sus familias se encuentren bien.
All the love, Soph.