MINNIE
El día comenzó de excelente manera raramente, no hacía frío ni calor, era un clima templado, donde pudo dormir tranquilamente con sus pantalones de seda y sus anchas camisetas.
El día de ayer en la tarde encontró un buen libro para leer, lo tuvo entretenido hasta altas horas de la noche y es que la relación de dos personas con sus vidas igual de desastrosas como la de él, que terminaban juntas como en The Duff es mejor que pensar en su desastrosa vida.
No sabe si es por la emoción del libro, que desde ayer ha podido disfrutar de la paz de la soledad en presencia de sus canciones favoritas o quizá el hecho de tener el dinero suficiente para cenar una pizza grande de pepperoni solo para él, pero se sentía bien, no excelente ni podría decir que ya era finalmente feliz, pero estaba tranquilo, sus heridas lentamente estaban sanando.
Era una tranquilidad inexplicable, pero pobre Jimin, no se acordaba que luego de la calma viene la tormenta.
Gastó el tiempo necesario bañándose mientras cantaba alguna de las canciones que sonaba en la radio. Just Dance de Lady Gaga retumbaba en las paredes mientras inconscientemente bailaba al ritmo del compás y cantaba a todo pulmón cada uno de los altos de la cantante.
Se vistió con un simple pantalón negro y un buzo rosado claro, se terminó de arreglar para bajar a hacer su desayuno.
Sus padres no llegarían hasta dentro de una semana por lo que claramente ha recibido las múltiples llamadas de preocupación de sus padres.
Preparó su desayuno, su ánimo estaba bien y eso quería decir panqueques con salsa de frambuesas acompañado con un jugo de naranja natural.
Comió mientras seguía leyendo entretenido el libro, eran 280 páginas y solo le faltaban treinta para terminarlo.
Caminó hacia el instituto con los auriculares puestos mientras se entretenía pateando pequeñas rocas, llego veinte minutos antes de que empezaran las clases por lo que tuvo tiempo de escuchar música en la sección de atrás de los salones donde nunca había nadie y mientras sonaba un rap de un cantante coreano comenzó a terminar de leer su libro.
Al sonar la campana entró a clase donde se encontraba Jeon, los dos siempre se sentaban en dos sillas juntas, pero no quería que su día se arruinara, así que se sentó al lado de la niña rara de ayer, ¿Cómo era que se llamaba?
- ¡Jimin! – le saludo la joven.
- Hola... - no pudo recordar su nombre.
- Tae – dijo haciendo una mueca, se lo dijo ayer ¿Cómo se le pudo olvidar tan rápido?
- Lo siento, no suelo tener buena memoria.
- ¿si te acuerdas que hoy tendremos que ensayar para nuestro dúo? – dijo preocupada Tae.
- Claro que me acuerdo, ¿Qué te parece si en el receso escogemos la canción para que en la tarde solo tengamos que ensayar? – dijo animado Jimin, si algo le subía el ánimo era cantar, también bailar, pero más cantar.
- Me parece genial, pero ¿No lo pasas siempre con Jeon? – dijo haciendo una mueca de disgusto, que no pasó desapercibida por Jimin.
- ¿No te cae bien Jeon? – preguntó un poco sorprendido, sabía que todos amaban a Jeon y más una niña como Tae, pensaba que estaría detrás de él.
- ¿La verdad? Es bastante fastidioso y él con su grupo no dejan de molestarme, así que mejor guardo la distancia.
- ¿Y porque te acercaste a mi si sabes que me siento con ellos? – preguntó confundido Jimin.
- Tú no eres como ellos. – dijo sonriéndole.
- Supongo que gracias – dijo más confundido Jimin.
- Supongo que, de nada.
- Está bien.
Fueron las últimas palabras que hablaron antes de que el profesor llegara a dar clases, era cálculo y tuvo que estar mucho más concentrado para poder entender un poco de lo que hablaba el profesor, esto no era lo suyo para nada.
Pasaron las demás horas de clases, bajo una intimidante mirada de Jeon quien no le quitaba la vista de encima, pero sabía que era por no sentarse al lado de él, lo que menos quería Jeon era que los demás se den cuenta que algo malo está pasando entre ellos, porque no habría manera de explicarlo, al menos no para Jeon, porque el sí quería podría hablar la verdad sin ningún temor.
La sagrada hora del receso comenzó por la campanada que anunció el fin de esa hora, lo que llevó a un sin fin de personas corriendo por los pasillos para conseguir un buen almuerzo. Otros correrían por ver a sus compañeros de otros cursos y otros solo por salir del desesperante encierro de las cuatro paredes del salón de clase.
Esta vez él tomó su tiempo de guardar cada uno de sus materiales en su mochila, siempre llevaba almuerzo así que no tenía que comportarse como un animal peleando por un trozo de carne.
Camino hacia el salón de música ubicado en el tercer piso mientras observaba a todos.
Usualmente no era de los que miraran el comportamiento de otros, pero en esa ocasión le pareció un poco cómico, ver las reacciones de personas comiendo cosas que no les gustaba o simplemente ver muecas de disgusto o enojo, eran cosas dignas de mirar.
Llegó al salón de música, el cual se encontraba solo, por lo que dedujo que Tae debe estar en camino, así que aprovechó el tiempo para calentar su voz, tendría dos presentaciones y necesitaba que su voz no fallara, además el llorar continuamente le afectaba vocalmente bastante, así que tendría que calentar el doble para contrarrestar el daño.
- Jimin, ya estas acá – dijo Tae al entrar mientras respiraba entrecortado seguramente por siempre estar corriendo.
- Si, ya calenté y ¿qué canción has pensado Tae?
- No estoy segura, sería mejor buscar de una canción de dúo, digo para que no se nos complique el repartir líneas.
- También pensé lo mismo.
El resto de la hora se pusieron a escuchar canciones hasta que alguna les convenciera de cantarla, pasaron por muchos cantantes, canciones tristes, canciones alegres hasta esas canciones que solo hablan de traseros, por un momento efímero ambos se olvidaron de los problemas que tenían, la música los podría salvar ¿no? Esperaba que fuera así, porque si la música no lo salva no sabe qué podría hacerlo.
Terminaron escogiendo una canción de Megan Trainor en compañía de John Legend, ambas voces se ajustaban a las de ellos.
Al terminar la hora cada uno se fue a los salones donde pronto empezaría su clase, no sin antes despedirse y acordar a qué hora se verían en la tarde en ese salón. Se dirigía a la clase de economía cuando su paso se vio interferido por alguien exactamente diez centímetros más alto que él, conocía la estatura del otro a la perfección, esos diez centímetros siempre se los sacaba en cara cuando se molestaban.
- ¿Dónde estabas? – dijo con el tono más frío jamás escuchado.
- Tengo un proyecto de canto, estaba escogiendo la canción – dijo con algo de tranquilidad, de nada le servía contestarle mal, no quería más golpes justo cuando ya sus heridas estaban sanando.
- ¿Sabes lo humillante que fue que preguntaran por ti y no saber dónde estabas? ¿Eres estúpido acaso? ¿Te di permiso de irte a otra parte que no sea mi lado? – dijo con furia.
- No te tengo que pedir permiso para todo Jeon. – dijo con repentino arranque de valentía.
- Si tienes ¿Sabes por qué? – Tomo las muñecas del más bajo, empujándolo con fuerza golpeándolo con la pared – Porque eres mío. – otro golpe contra la pared, a esta altura la valentía de Jimin se perdió, porque él no era fuerte, la única vez que lo intento termino peor y solo rogó con que alguien llegara, que algunas personas pasaran por ese pasillo. Sus suplicas se escucharon y cuando los murmullos de personas se hicieron escuchar, escapo con agilidad que desconocía y se dirigió al salón de clase.
Su ánimo no se dañó por completo pero el resto de la clase no pudo evitar pensar si de verdad merecía todo ese daño ¿por qué no hablaba? ¿por su madre? Sí, no podría darle a su madre otro sufrimiento, esto la mataría, darse cuenta que su "hijo" le pega a su verdadero hijo, sería peor que alguna de sus quimioterapias.
Por eso tenía que resistir, hasta que se acabara el colegio, solo un año y luego se iría de Daegu, podría estudiar canto en la escuela de artes de Seúl, Jeon se quedaría en Daegu porque eso es lo que él quiere y no tendrían que volver a verse.
Todo sería perfecto, sólo un año más.
Después de clases se quedó en el salón de música por casi unas tres horas junto a Tae, lograron montar toda la canción y la armonía se escuchaba casi perfecta, fue un gran trabajo para ser el primer día.
Camino a su casa cantaba My inmortal de Evanescence, al llegar y lo primero que vio fue la puerta sin seguro. Ya no estaba solo.
Entro sin hacer ningún ruido, quizá si no lo escuchaba no le haría nada porque sabía quién estaba en su casa, la única persona aparte de sus padres que tiene una réplica de la llave. Iría a su habitación y se encerraría, trataría de encontrar otro libro para leer hasta tarde, sí ese era el plan.
Pero sonidos provenientes de su propia habitación le dañaron cada uno de sus planes.
Esos... eran...¿Gemidos? ¿De una mujer?
Y todo se fue a la mierda cuando entró, no sabe porque lo hizo, seguramente por inercia, por querer terminar de romper el poco corazón que tenía. Pero no solo su corazón se rompió, su alma igual cuando los vio en su propia habitación.
Porque Jeon lo miro, directo a los ojos, esos cafés ojos que entraban más que todos los golpes, porque ahora Jimin se dio cuenta que todo fue una ilusión, sus golpes no estaban sanando, sus golpes estaban al rojo vivo, sus heridas estaban abiertas y su corazón lo han roto de maneras en las que nunca pensó que se podría romper un corazón.
- Largo. – fue lo único que dijeron esos labios que alguna vez beso y sus palabras fueron dagas.
Y corrió.
No tenía donde ir, así que solo corrió hasta que luego de minutos, llegó a un parque lo suficiente alejado de su casa. Estaba débil, en cuerpo y alma se tiró al piso sin importar la posibilidad de una lesión, solo pudo llorar, como lloró hace días, pero esta vez no era sólo tristeza, era rabia.
¿Por qué seguía amando a un ser tan despreciable? ¿Por qué él le podía seguir haciendo daño? Lo amaba. Lo sabía, porque no podía simplemente borrar los nueve años que estuvieron juntos.
Porque alguna parte de él seguía pensando que Jeon volvería a ser aquel hermoso niño que lo enamoró, con sus mejillas sonrosadas mientras lo abrazaba y le daba un beso de buenas noches. Esa fue la parte que murió hoy, porque no importara cuantas veces Jeon le pegara, él seguía pensando que en alguna parte de ese hombre había algo bueno.
¿Por qué seguía diciendo que era de él si esta con otras personas? ¿Por qué no puede dejar de hacerme daño?
Y gritó. Como hace días había querido, porque ya no había nada que hacer, vivía con un monstruo y se enamoró de él. Sólo sufría las consecuencias.
Pero no era su culpa. Maldita sea no lo era.
Por hoy sólo lloraría, sufriría por el fin de su primer amor, recordando cada instante en el que fue feliz tomando la mano del otro, por hoy. Porque ya mañana no lo recordaría.
Y un pequeño nombre vino a su mente: Suga. Quizá esa persona tenía razón.
SUGA
Hace poco llegó al instituto, su sesión se vio reducida a media hora con el señor Kim por la reunión de profesores, media hora que se trató de preguntas acerca de sus padres, de los cuales no tenía mucha información, ni sabía cundo iban a volver, no le interesaba tampoco. Hablaron de las cartas y el señor Kim dijo que no esperara una respuesta, la verdad él sabía eso, era difícil de la nada querer tener a un desconocido en su vida.
Hoy volvió a su usual rutina, antes de llegar al instituto recorrió con lentitud las calles de Daegu, viendo como las bellas hojas de los arboles caían, hizo un recorrido por las carreteras del parque Duryu, entreteniéndose viendo a pequeños niños jugando rondas infantiles mientras comían helado.
Ahora parado al lado de su motocicleta se sentía en paz.
Sonada la campana fue directo al casillero, no sin antes pasar por el casillero abandonado donde solía guardar cosas, era el único con la llave, el conserje de la nada se la había pasado hace casi un año, no le dijo nada solo se la paso y se fue.
No esperaba encontrar una carta, por lo que se sorprendió bastante cuando una pequeña carta en un papel azul, con letra demasiado pulcra y puesta con demasiada delicadeza se encontraba en ese casillero.
"Hola.
Gracias por no seguir mi deseo.
No te diré qué me cambió de parecer.
Supongo que tienes razón, supongo que después de todo sí necesito alguien.
Pero no es tan sencillo Suga, no lo es.
Por más que insistas no es fácil contarle tus más íntimos problemas a un extraño que te escribe cartas.
Así que si es tan importante tu meta social, en este caso yo. Te propongo un trato, a pesar de que ni tu ni yo queremos una amistad, es necesario conocernos, aunque sea un poco.
Lo mucho que se de ti es que vamos al mismo año, pero me imagino que no al mismo curso, porque no me conocías. Te gusta la música, pero a todos les gusta la música y te gusta leer, pero a todos nos gusta leer.
Así que conozcámonos un poco.
Quizá haga esto porque me siento de verdad solo o sólo por aburrimiento, ya que estoy en la clase del señor Kim y solo habla de cómo Estados Unidos es la máxima potencia del mundo o algo por el estilo.
Así que yo comenzaré.
Mi nombre no es Minnie, ese es un apodo y como ya me has visto supongo que lo mejor es decirte mi nombre, me llamo Jimin.
Me gusta cantar, bailar y mi novela favorita es "Orgullo y Prejuicio".
Y tengo que confesarte algo, quizá es por el aburrimiento, pero tengo que decírtelo... Tus cartas si me hacen feliz, nunca nadie se había preocupado por mí de esa manera.
Normalmente las personas ven a otros llorar y se alejan, tú te acercaste y eso me dio cierta curiosidad inexplicable, hacia tu persona.
Así que Suga, conozcámonos un poco, creo que de pronto yo puedo ser la persona que tú necesitas, si quieres claro está, no voy al psicólogo, pero quiero tener una meta social y creo que tú eres la mejor elección.
Cuídate.
- J "
Estaba sorprendido, por dos cosas.
Primero porque no esperaba una respuesta como esta hasta haber mandado como mínimo unas veinte cartas, no esperaba que el pelirrojo quisiera conocerlo, para de verdad confiarle su vida, estaba sorprendido porque podría ayudar al pequeño, de alguna manera, estaba entre feliz y sorprendido.
Segundo porque él quería ayudarlo, ese niño que está totalmente destruido quiere ayudar a alguien mucho más destruido que él.
Lo que le hizo preguntarse ¿es posible que lo ayuden? No pudo contralar que una sonrisa nostálgica saliera de su boca, porque sabía la respuesta.