POV NAJIMA
-¡Najima! ¡Najima! ¡¡NAJIMA!!
-¡¡¿¿QUÉ!!??
-¡¡VEN!!
-¡¿WA QUÉ QUIERES, PESADO!? –mi hermano me tenía hasta el último pelo de la cabeza. ¡Hasta el último! Se creía que por estar enfermo tenía el derecho de chillar hasta que no le complazcamos en lo que busca. Me dan ganas de sacarle de una patada de la puñetera cama y mandarlo a freír espárragos. Pero claro... a la mínima que le decía algo saltaba mi madre en su defensa. ¡Qué estrés de niño!
Y la hora parecía no querer moverse de sitio para poder escaparme el resto del día a trabajar. Si es que qué contradictorio era todo, de verdad. Dejo mis apuntes encima de la cama y me levanto a ver lo que quiere el desgraciado. A ver si al final va a acabar enfermándome a mí.
-¡Qué! –abro la puerta, de manera brusca a posta.
-Tengo sed. –cierro los ojos para no saltarle encima y me calmo.
-Nassim. ¡¡Que tienes tos, no te has quedado paralítico!! –termino la frase y él en respuesta empieza a toser escandalosamente y mi madre, toda inocente, por no llamarla tonta, se asoma preocupada y me manda a traerle algo de beber. Miro al idiota de mi hermano con incredulidad mientras él se coloca la mano en el pecho y hace una mueca de dolor. ¡¡Sera exagerado!!
Obedeciendo las órdenes de mi madre, me voy a la cocina y le echo agua del grifo en un vaso, sin embargo, cuando estaba dispuesta a llevárselo a la habitación una idea, no muy agradable pasa por mi cabeza y, al instante, una sonrisa traviesa cruza mi cara y me apresuro para no ser descubierta.
-¡Najima! ¡¿Qué estás, comprando el agua?! –me la llama la atención mi madre y eso me espabila más.
-¡Ya voy! –rápidamente camino de vuelta a la habitación y le entrego el vaso a mi hermano. Él se lo lleva a la boca y, como auto reflejo escupe todo lo que se había metido. Yo, como ya había considerado esa posibilidad, fui lista y me aparte de su lado nada más dárselo. Pero mi madre no tuvo la misma suerte que la mía y acabó con el líquido encima, suerte que llevaba el delantal puesto.
-¡¡Qué asco!! ¿¡Qué le has puesto al agua!? –yo me muerdo la lengua para no reír e intento reflejar una cara de desconcierto.
-¿Por qué? Te la he echado del grifo. ¿Está caliente?
-¡¡Está salada!!
-¿Cómo? –dice mi madre mirándome con mala cara.
-¿Salada dices? ¿No será que nos han puesto una tubería que conecta directamente con el mar, no? ¿Mamá? ¿Tú sabías algo de esto?
-¿Qué dices, hija? ¿Qué tubería, de qué hablas? –mi madre, que no se entera de nada...
-¿Ves? Yo tampoco estaba enterada. Uy... que se me hace tarde, mamá, me voy. –le doy un beso en la mejilla y al otro le guiño un ojo ahí para fastidiarme más. –Que te mejores guapo. –el me lanza una mirada asesina y murmura algo por lo bajinis.
Meto todo lo que creo necesario en mi bolso, me calzo mis zapatillas y mi abrigo y salgo con toda la tranquilidad del mundo, pues ciertamente no llegaban a ser ni las cuatro así que tenía tiempo de sobra para llegar.
Cuando llego a la parada correspondiente, me bajo del tren con los auriculares puestos y con la música a todo volumen, camino animada, hacia la salida de la estación. Una vez afuera, siento presión en mi brazo izquierdo y, alarmada, me giro de golpe para enfrentar, al ser horrendo que había posado su mano encima.
Sin embargo, una sensación de alivio recorre mi cuerpo cuando descubro al dueño de esa mano que, por uno segundos me había parecido gélida y horrenda. Más tranquila, me quito los audífonos de los oídos y con una sonrisa le encaro, pues mi buen humor no había desaparecido ya que si no, me veía gritando y chillando como la loca que era.
Sin embargo, Mimiha parecía estar molesto o enfadado, pues tenía el ceño fruncido y una mirada desafiante. Giré la cabeza para averiguar si lo que le tenía enfurruñado estaba a mis espaldas pero no, su mirada estaba bien fijada en mí y ya me estaba poniendo nerviosa.
-¿Pasa algo? –le pregunté un tanto cautelosa, esperando su grito en cualquier momento.
-¿Nuevo compañero? –la misma pregunta que la que me había formulado hace un par de horas vuelve a plantearme, aunque esta vez la recibo en vivo y en directo.
-¿Enserio? –no entendía el por qué de su comportamiento, al menos no de momento.
-Enserio te digo yo a ti. –su voz se había elevado un tanto más que hace unos segundos. Yo me dedico a mirarle sin saber realmente qué responder. Él, con lo que parece ser indignación, baja la pierna que tenía apoyada en la pared y echa a andar pasando de mí, como acto reflejo le empiezo a seguir a paso más lento para quedar siempre detrás de él y poder pensar con claridad sin que su presencia, o más bien su mirada me intimidase.
Me doy cuenta de cómo me mira de reojo para comprobar, según mi teoría, si le estaba siguiendo o no. Yo directamente no le quitaba ojo de encima por lo que también podía ser que se sintiera observado y se giraba para ver si era yo quien le estaba, literalmente, atravesando con la mirada. Pero no me corté ni un segundo.
Así y de esa manera continuamos el recorrido que separaba la tienda y la estación. Yo estaba dándole vueltas a muchas posibilidades, en mi cabeza, para intentar entender el repentino cambio de actitud de Mimiha, pues aunque es verdad que ayer tampoco pareció agradarle mucho mi visita sorpresa, hoy estaba cortante y relativamente distante, nunca mejor dicho.
Una vez entramos en el establecimiento, quedaban todavía veinte minutos para las cinco, entro directamente al cuarto restringido y dejo mis cosas para después salir y ver a Mohamed hablado por teléfono mientras caminaba de un lado a otro y se despeinaba el pelo con lo que parecía frustración.
No sabía por qué pero tenía el presentimiento de que esta tarde no iba a acabar bien.