Cocoon
~Paraíso Unipersonal~
-Capítulo 33-
Disclaimer: Los personajes son propiedad de sus respectivos autores. No busco una ganancia comercial al usarlos, si no satisfacer un fin meramente ocioso.
NOTA: ¡Hola a todos! ¿Qué tal los ha tratado esta semana? Para mí ha sido muy difícil, no sólo por el trajín de la mudanza y el hecho de que los proveedores de servicios directamente no han tenido ganas de trabajar (la visita del cable y el internet me fue reprogramada CUATRO veces), si no también por el fallecimiento de mi querido Jonghyun. No quiero alargar mucho estas notas de autor, pero a pesar de no ser Shawol, él era una persona a la que admiraba muchísimo. No voy a hablar sobre sus habilidades como idol porque eso no era lo que más adoraba de él. Tenía una calidez humana inmensa y una fuerza increíble... Su muerte me ha tocado muy de cerca porque me es inevitable retrotraerme a los peores momentos de mi vida, en los que pasé por el mismo sufrimiento que él, a la espera de poder perder el mismo miedo que él sentía a la muerte.
Hoy en día soy una persona más fuerte, pero el camino ha sido lento y difícil. Por eso este mensaje va dedicado a ustedes, mis lectores: si alguno está sufriendo, si necesitan a alguien que los contenga, que los escuche, POR FAVOR no duden en contactarme. Podré ser una simple mujer de veinticinco años en un país que probablemente se encuentre a varios kilómetros del suyo, pero sepan siempre que aquí estoy para ustedes... No están solos, de verdad lo digo. Entiendo muy bien la oscuridad en la que se encuentran.
Ahora sí, les dejo un enorme abrazo. A todos quiero decirles: "lo están haciendo muy bien"... Cuentan siempre con mi apoyo.
Kanon continuó estrechándola entre sus brazos, angustiado. Aquella horrible sensación que se le formaba alrededor del estómago seguía dándole vueltas, y lo que peor le hacía era saber que el tiempo lo apremiaba: cualquier minuto que se atrasase podría llegar a traer consecuencias negativas, y el consenso general había sido minimizar cualquier tipo de riesgo, por lo que no podía permitirse llegar tarde bajo ninguna circunstancia. No había chances de quedarse, de reconfortarla ni de calmarse a sí mismo, lo que aumentaba su estrés.
—Por favor Kaname... — musitó él, apagado, soltándola con lentitud pero aun sosteniéndola de los antebrazos. —Te lo ruego, no hagas nada que pueda causar más problemas...
Ella tragó con fuerza, sin poder evitar sentirse algo conmovida por sus palabras.
—No quiero ni imaginar lo que puedan llegar a hacerte.
La joven lo miró compungida, sus labios algo apretados debido a la inesperada carga sentimental que ese momento estaba teniendo. Géminis no parecía siquiera poder soltarse y su rostro lucía incluso hasta desfigurado por el pánico que bien había expresado en sus anteriores palabras.
—Sabes que tienes que ir... ¿no? — ella habló despacio. — Todo saldrá bien.
No era suficiente. No era suficiente oírla, puesto que él sabía que estaba mintiéndole.
¿En qué momento aquel deber se había vuelto tan pesado...? Antes no le carcomía las entrañas, todo estaba dentro de los parámetros normales de aquel mundillo y podía manejarlo... Pero ahora estaba perdiéndolo todo. Quizás siempre había sido así, y recién ahora estaba descubriéndolo, la venda cayéndosele de los ojos sin retorno.
Ya no había manera de saber cuánto habría sacrificado en todos esos años.
—Cuídate, Kanon.
Kaname levantó su mano y lo saludó despacio, observándolo desaparecer tras el portazo de aquella aniñada habitación. La misma extremidad temblorosa se balanceó en el aire y fue a parar sobre la pequeña curva superior de sus pechos, controlando el compás de su exaltada respiración, ejerciendo algo de calor sobre su propia alma.
¿Realmente quería hacerlo? ¿De verdad quería pasar por alto los pedidos desesperados de Kanon y la perfecta lógica de Shaka? ¿No estarían exagerando un poco, incluso...? Encontraba el sentido a todas las advertencias y elucubraciones, pero de todas maneras no sabía hasta qué punto podrían haber modificado o incluso inventado cosas con tal de que ella no se involucrase con Saori; es decir, tenían razón en todo pero Kaname misma sabía que había más que podía hacer y no quería darlo todo por sentado, no podía entregarse a la buena voluntad de un tercero que supuestamente estaba más allá de todo tipo de razonamiento, de una mujer que parecía ser una loca sin remedio.
No podía ser tan difícil todo. Sólo serían unas pocas palabras, un pedido, obviamente unas buenas disculpas por haberse ido de la nada...Y todo saldría de acuerdo a sus pensamientos. Tampoco era opción dejar que Saga sufra por su cobardía: este era el momento en el que tenía que brillar y velar por él de la única manera en la que podría hacerlo.
Algunos metros más lejos la cerradura de la puerta de entrada cerró en conformidad, como si fuese una señal que la empujase. No estaba sola. Kaname ya no tenía que soportar todo en silencio sobre sus estrechos hombros, era todo demasiado pesado y sofocante pero ahora comprendía enormemente la importancia que sus amigos y cercanos tenían en su vida, quienes la acompañarían a morir si algo salía mal. Kanon, Nanako, Mu y Aldebarán eran sus nuevos pilares, sin embargo en ese momento crítico continuaban siendo inaccesibles:todos se encontraban en las casas cercanas a donde el menor de los gemelos tenía que trabajar, por lo que lamentablemente no eran una opción... Sólo podía confiar en su propio criterio, y en la certeza de que oficiarían de colchón, fuese cual fuese el resultado final.
Más convencida que antes, la muchacha de cabellos celestes procedió a deslizar un abrigado vestido de lana por sobre la camiseta de mangas largas que se puso con antelación. El otoño continuaba más frío de lo habitual por lo que además se colocó unas medias enteras gruesas, y arriba de todo aquella misma chaqueta que vistió la noche de "Azucar". Dejó pasar algunos minutos más, sólo para estar segura de que Géminis no volvería –por cualquiera que fuese el motivo–, y tomó su copia de las llaves de adentro de la cartera,acercándose hacia la puerta.
—Por todos los Dioses... — dijo en voz baja, sacudiendo la cabeza. —¿Por qué estoy siendo tan sigilosa...? Si estoy sola aquí adentro...
Aun guardando el mayor silencio posible metió la llave dentro del cerrojo, girándolo. Una temible oscuridad la enfrentó de golpe, sin miramientos, y una sensación de pánico le recorrió el cuerpo puesto que el negro se esparcía por todo el rellano de Géminis,dejándola a la merced de sus pensamientos. Tragó saliva con fuerza:se adentraría allí sin miedos, como una verdadera guerrera.
Pelearía por Saga, eso era definitivo, nadie la pararía... ni siquiera el enfrentarse a la noche, en el medio de la nada a metros del Templo de Cáncer.
Y mientras aquella lucha contra sus demonios apenas comenzaba, el frío golpeaba con fuerza sus mejillas, el rostro pálido tontamente desprovisto de abrigo. El tono rojizo que adquiría se camuflaba con sus inquietudes, con el saber de que esa subida sería la más larga a la que alguna vez se hubiese enfrentado.
Sin embargo, el primer escalón sólo logró sacarle una sonrisa. En una noche como esa, semanas atrás, también se había embarcado en la búsqueda de aquel muchacho de bondadosa expresión. Todavía no comprendía mucho sus propios sentimientos, pero definitivamente, ese espíritu conciliador no se había perdido.
Probablemente lo había amado desde el principio... Qué diferente hubiera sido todo de sólo admitirlo.
Aun así, media escalinata después Kaname comprendió que las fuerzas que el amor le daba no eran suficientes: las prendas abrigadas que eligió no habían sido las más adecuadas y su poco estado físico sólo colaboraba para que se sienta más acalorada, nuevamente empapada en transpiración. Peor se estaba comportando su corazón,otra vez agitándosele por la ansiedad de estar cerca de la cuarta casa y en las mismas condiciones que la ocasión anterior.
Cada vez faltaba menos y su pulso se lo hacía saber, estaba decidida a hacer una diferencia para Saga pero para eso no le quedaba más opción que derrotar el recuerdo de esa noche. Era imposible no nvocar todas esas memorias, especialmente cuando en esa ocasión estaba volviendo a prestarse para continuarlas. Cómo olvidar el tacto repugnante de Death Mask sobre sus nalgas y el dolor que dejó en ellas, el sorpresivo frío del dichoso piercing de lengua acariciándola, rechinando contra sus dientes a medida que intentaba rechazar su trastornada libido. Todo aquello era más que suficiente para causar que sus piernas tiemblen, que se aterrorice al extremo una vez que sus pies alcanzaron el terreno firme de aquella entrada.
Casi como si hubiese estado orquestado adrede, todo allí se veía exactamente igual que aquella vez: en el medio de la total y completa oscuridad la silueta de la entrada al Templo de Cáncer se veía tenuemente iluminada, el mismo silencio traicionero en el medio de lanada.
Los ojos corrieron de un lado hacia otro, perturbados, mientras que la temerosa joven daba un par de vueltas sobre sí misma, cubriendo pobremente todos los flancos posibles por los que podría ser atacada. Sí... estaba sola y al sentirse con suerte la adrenalina consiguió darle lo mejor de ella: sus músculos se llenaron de energía y salió disparada a través del rellano, corriendo como si detrás de ella se le fuese la vida, como si estuviese escapando del mismísimo Inframundo extendiéndose en el suelo.
Kaname continuó la intensa marcha sin mirar atrás, sintiendo sobre la nuca el temor de caer otra vez presa de esas ásperas manos. Los escalones se hacían inmensos bajo sus pies y terminaban por multiplicarse al mismo tiempo en el que su corazón llegaba a un límite tan extremo en el que un agudo dolor dominó su pecho, el oxígeno ingresando a su cuerpo con las bocanadas de aire más grandes que la desesperación le permitía. Continuó y continuó, extasiada, perdida en su locura,sintiendo como una extraña presencia le pisaba los talones y la empujaba hacia arriba. Y al parpadear, súbitamente su viaje terminó:con un enorme grito ahogado cayó al suelo, aterrizando de bruces sobre una superficie extrañamente lisa. Cerró los ojos con toda la fuerza que pudo y se dio vuelta sobre sí misma, estirando las manos por sobre su pecho para defenderse, para alejar a quien sea que fuese que la había empujado sobre aquel duro piso. Aquella muchacha contuvo sus alaridos con toda la voluntad que logró juntar,aferrándose solamente al recuerdo de su amor, rogando por dentro que acudiese a su ayuda.
Mantuvo la posición temblando, las piernas recogidas sobre su abdomen y el rostro apartado hacia un costado, pero para su sorpresa nadie se hincó sobre ella. Lentamente retrajo los párpados, extrañada-estaba segurísima de que alguien se había montado sobre su espalda y la había forzado hacia el piso, pero en aquel lugar no había ni un alma... ¿Habría sido su imaginación?
¿Tan paranoica estaba?
—Esto es de no creer... — musitó en su cabeza, mientras se acomodaba boca arriba.
A medida que los segundos pasaban, su respiración de a poco recuperaba el trajín habitual. Kaname intentó relajarse un poco pero la oscuridad no le permitía estar completamente tranquila, aunque extrañamente sus brazos y piernas se sentían ligeros, seguro gracias a la descarga de adrenalina que le permitió atravesar su peor pesadilla sin más daños que un poco de dolor de espalda.
El cielo brillaba por sobre ella, algunas estrellas titilando incesantemente. Los cristalinos ojos de la muchacha se encontraron allí, absortos en la belleza de aquel paraíso que hasta ahora –vaya a saber por qué- no se había detenido a ver. Sin dudas no se había equivocado: aquel lugar rebosaba de magia, de algo especial que muy probablemente no llegaba a captar, puesto que era solo una simple mortal.
Kaname se reincorporó despacio, justo a tiempo para llegar a captar un leve murmullo que parecía provenir de la casa que cuidaba aquel entrepiso, o al menos eso suponía, puesto que no había nadie a su alrededor. Dicha voz se volvió más cercana y su paranoia comenzó a dominarla otra vez, en especial cuando unas pisadas furiosas parecían dirigirse hacia ella, sintiendo la inmensa necesidad de volver a escapar. Para su suerte, ahora que su vista se encontraba más acostumbrada a la oscuridad logró divisar unas enormes bolsas de residuos apelotonadas a un costado de las escaleras, y se zambulló en ellas, intentando esconderse lo mejor que podía.
Sus sospechas no tenían nada de equivocado: en ese mismo instante la puerta del Templo de Leo se abrió de un golpe y dos personas salieron de adentro, en lo que parecía ser una discusión muy acalorada.
—¡Pero Marin...! — gritó Aioria, en un tono hastiado pero igualmente suplicante. — ¡No seas así!
—¿¡Tienes idea de lo que me estás pidiendo!?
Por supuesto que aquella doncella escondida no llegaba a ver demasiado, pero los dos estaban hablando en un tono tan fuerte que no se le dificultó en absoluto oír los detalles de aquel diálogo. Todo parecía, sin dudas, una discusión de pareja y ella sonaba herida,su voz algo temblorosa al responderle al otro joven.
—¡Saca la cabeza de tu trasero, Aioria! — continuó ella, dirigiéndose a todo paso hacia las escaleras. — ¡Estás demente!
Instintivamente aquella tercera en discordia se escondió aún más, el joven Caballero acercándose con rapidez hacia quien supuestamente era su novia, provocando que los nervios comiencen a carcomerla: ¿y si la veían...? ¿Qué diablos haría si era descubierta? Por todos los Dioses, no tenía excusa y además jamás había tratado con ese muchacho... Crearse un problema extra con él era lo último que le faltaba.
Sin embargo, él simplemente estaba concentrado en la tal Marin que sólo parecía quería abandonar ese lugar.
—¡Marin, no te vayas así! ¡No es ninguna locura, si estamos juntos todo es posible!
—¿¡Desde cuándo te has vuelto tan optimista!?
Aquella mujer de fuerte actitud generó una increíble incógnita en Kaname, quien intentó –dentro de sus limitaciones– observar su rostro,pero no tuvo suerte: con un rápido movimiento la muchacha se colocó una máscara plateada, impidiéndole captar detalle alguno. Pero no pasó desapercibida para ella la sensual cabellera color zanahoria que ostentaba, indomable, bella hasta la raíz.
El leonino frunció la nariz ante las palabras de Marin y enseguida procedió a intentar retenerla en contra de su voluntad tironeándola del brazo, pero ni lenta ni perezosa, la guerrera del Águila le plantó un sonoro bofetón.
—¡Déjame!
—¿¡Ah,entonces así quieres que sean las cosas!? — espetó él, indignado por la actitud de ella. Procedió a soltarla, dándole un empujón hacia atrás. — ¡Pues muy bien Marin! ¡Tú te lo buscaste!
Llegados a ese punto, claramente las cosas sólo podían empeorar. La joven de la máscara dejó salir un sollozo, muy dolida por la actitud de Leo,y sin volver a abrir la boca se dirigió hacia las escaleras, abandonando el lugar con prisa. En cambio Aioria volvió a su casa hecho una furia, mascullando unos cuantos improperios para sí mismo, pegando un portazo que más que aliviar a Kaname terminó por asustarla, puesto que era evidente que estaba completamente fuera de sí... y ella detestaba verse envuelta en ese tipo de chismeríos.
Una vez que la rabia del león dejó de escucharse desde afuera, la joven de cabellos celestes abandonó su escondite, esbozando un leve olor a basura el cual esperaba que se disipase al continuar a la intemperie.Casi en puntitas de pie atravesó la extensión del rellano de la quinta casa, otra vez emprendiendo la subida por el Santuario... Pero en esa noche, las emociones estaban lejos de terminar: el Templo de Virgo nuevamente la recibió con el recuerdo del desastre, el caudal de escombros evocando una memoria que había fabricado pero que tenía una significancia mucho más profunda, la cual ahora terminaba por animarla en lugar de deprimirla.
La travesía cuesta arriba continuaba para Kaname, empero no era la única que se encontraba rondando por el Santuario. Debido a la guardia nocturna de Afrodita, esa noche Corinne se vio desprovista de un techo bajo el cual pasar las horas. El día anterior, aquella joven de contextura grande se había ido a dormir muy contenta,emocionada por el descubrimiento del túnel y en especial de esa puerta secreta en la parte trasera del doceavo Templo: algo dentro suyo le decía que del otro lado descubriría algo increíble, algo que le permitiría –finalmente- lograr acercarse más al Santo de dicha casa.
Considerando su situación actual, lo más viable para Corinne era mantenerse dando vueltas en los alrededores de Piscis, subiendo y bajando las escaleras para guardar un poco el calor corporal y su atlético estado físico. Sólo restaban siete horas y ya podría volver a la comodidad del piso alfombrado que Afrodita le había cedido, lo cual era mejor que nada. Pero en uno de sus recorridos, estando cerca dela casa de Capricornio, la muchacha observó una silueta que se aproximaba lentamente hacia arriba, por lo que apuró el paso para ver quién era.
—¡Hola!— exclamó contenta, acercándose sin disimulo.
Una aparición tan repentina como la de Corinne no hizo más que tomar por sorpresa a una fatigadísima Kaname, quien siquiera atinó a reaccionar ya que había perdido algo de la noción de sus alrededores. Recién pudo verla cuando la tenía al lado, causando que se sobresalte y pierda la poca concentración que le quedaba: trastabilló algunos escalones hacia abajo, raspándose las rodillas y rompiéndose las medias. La otra muchacha acudió a su rescate sin dudarlo, rodeándola por la cintura para levantarla y acomodarla.
—¡Wow! ¡Estás empapada en sudor!
La joven de ojos azules sólo le dirigió una mirada cansina, puesto que esa apreciación no era la más adecuada para alguien con quien no tuviese confianza... sin embargo la estaba ayudando, así que no podía quejarse.
—Nunca te había visto por aquí. — insistió la rubia, sirviéndole de apoyo para que continuase subiendo. — Me llamo Corinne, ahora estoy parando en el Templo de Piscis... ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Kaname... — contestó con mucha dificultad, llevándose un brazo hacia el estómago. — S-sí, siento estar tan sudada, mi estado físico es desastroso...
—¿Quieres que te ayude a subir?
—T-te lo agradecería mucho...
—¡Descuida!— Corinne exclamó con una enorme sonrisa, dándole un apretón amistoso en la cintura. — ¿Dónde vives? Asumo que estamos en la misma situación.
—En G-géminis...
—¿En Géminis...? ¡Pero eso es mucho más abajo! ¿Qué te trae por aquí?
Kaname levantó un poco la cabeza y miró a Corinne a los ojos. La belleza de aquella mujer era extraña, esbozaba una clara masculinidad pero su tacto escondía el claro roce de una amable muchacha de su edad.Ni hablar de su cuerpo, de su acento y de las facciones de su rostro,las cuales evidenciaban a todas leguas que era una extranjera.
—D-digamos que huí como una cobarde y-y ahora estoy intentando hacerme cargo de mis errores...
—Oh...Bueno, pero estás aquí, no puede ser tan terrible ¿o sí? — le contestó con tranquilidad, encogiéndose un poco de hombros. —Tranquila, ahora cuentas con mi apoyo, ¡no te abandonaré!
La verdad era que Corinne tenía unas ganas enormes de preguntarle más al respecto, considerando que era realmente curiosa... Pero todo aquello parecía ser inmensamente importante para ella, caso contrario no se encontraría luchando con toda su voluntad para continuar haciendo algo que su cuerpo claramente no le permitía.Dadas estas circunstancias, decidió que lo mejor era guardar silencio: era vital para Kaname seguir subiendo, y no quería demorarla con una conversación inútil. Suponía que ambas estaban en la misma situación dentro del Santuario, así que luego tendría tiempo suficiente para hablar.
Una vez las dos llegaron al terreno firme de Piscis Corinne aminoró la marcha, sin soltarla.
—¿Qué vienes a hacer a Piscis? — no pudo evitar indagar. — Afrodita no está en este momento, y aunque se encontrase aquí dudo que quisiese ayudarte...
—E-en realidad necesito ir hasta arriba de todo...
La muchacha más alta frunció el ceño, sin entender mucho.
—Necesito hablar con Saori Kido.
—Oh... Creeeeo que es un poco tarde para eso. — dijo dudosa, rascándose la cabeza con la otra mano. — ¿Por qué no te quedas conmigo esta noche? Podemos ir juntas por la mañana, ¿qué te parece?
Kaname le regaló una sonrisa cálida, sintiéndose muy agradecida por su nvitación desinteresada.
—Necesito solucionar esto ya... — le explicó con tranquilidad.
Enseguida Corinne ladeó la cabeza, apretando los labios. ¿Más arriba...?¿Qué habría allí además de la enorme estatua de Atena? Ciertamente, nunca se había aventurado por esos lares. Sólo sabía que allí le tocaba trabajar a Afrodita esa noche, pero había algo extraño en esa locación, algo raro que le provocaba el mantenerse alejada: sentía que era terreno prohibido. Sin embargo el rostro de esa muchacha que recién conocía se veía destrozado, como si pidiese a gritos que alguien la ayudase, que no la dejasen sola... y no tenía el corazón suficiente como para ignorar eso.
—¡Esta bien, vamos juntas! ¡Es una aventura!
La travesía continuó cuesta arriba y para sorpresa de ambas el camino fue plagándose poco a poco de rosas, el aroma tornándose tan dulce e intenso que al final resultaba completamente nauseabundo. Dado que la prioridad era llegar lo más pronto posible ninguna de las dos se detuvo a observar los alrededores, restringiéndose al camino demarcado, escalón a escalón llegando al objetivo final.
Allí arriba, tras una ardua marcha mucho más extensa que las distancias entre los Templos Zodiacales, se abría paso el inmenso descanso quedaba pie al recinto del Patriarca.
Afrodita y Death Mask, uno a cada lado de la intimidante entrada, sintieron dos pequeños cosmos acercándose, el guardián de la doceava casa frunciendo el ceño al instante: la había reconocido.
—No me digas... — refunfuñó con mala cara, golpeándose la palma dela mano contra la frente.
—¿Qué te pasa?
—No te muevas, ya vuelvo.
Cáncer se rió por lo bajo mientras observaba cómo el pisciano caminaba hacia las muchachas a paso pesado, quien confirmó sus sospechas al ver la –a sus ojos– desagradable figura de aquella rubia que dejó afuera de su casa.
—¿¡Qué diablos haces aquí arriba!? — le gritó sin disimular su molestia.— ¡Este no es un lugar para que juegues, ya vete!
¿Quién era ese Caballero de melena celeste? Kaname tampoco lo había visto antes, pero sólo con unos segundos frente a él le bastó para notar que era la perfecta contra parte de su nueva conocida en el Santuario: una apariencia en esencia femenina, pero una personalidad evidentemente masculina. Sin embargo lo que tenía de bello parecía opacarlo con ese carácter complicado e histérico.
—¡Ya, Corinne! ¿No me has escuchado? ¡Lárgate!
—Ugh eres tan ruidoso... — le respondió ella, sacándole la lengua. —Estoy acompañándola a ella, ¿qué tiene de malo?
Ante la respuesta de la muchacha, Piscis miró hacia abajo y clavó sus ojos en Kaname, también frunciendo la nariz.
—¡Otra más que apesta a muerte! Por todo el Olimpo, Zeus las cría y ustedes se juntan... — Afrodita no pudo evitar acotar, moviendo la mano enérgicamente por encima de su rostro, pero Kaname le devolvió una mirada de muy pocos amigos. — ¿Y tú qué me miras así? Vete también.
Tal como le había pedido el pisciano, Death Mask continuaba algunos metros más atrás, hurgando con un dedo dentro de una de sus fosas nasales. Su amigo se estaba tardando demasiado y él no era precisamente un hombre que tuviese mucha paciencia así que, tras quitarse una protuberancia especialmente dura de adentro se decidió a bendecir a los tres con su poco positiva presencia.
—Ohhhh...— pronunció con énfasis, apoyando a través del codo la entereza del peso de su cuerpo sobre el hombro de su compañero de armas. Allí mismo se encontraba nada más ni nada menos que Kaname. La miró de arriba a abajo y se mordió el labio inferior, disfrutando del estado lamentable en el que ella se veía. — Qué sorpresa, veo que te han crecido pelotas...
Afrodita giró un poco la cabeza para verlo, a todas luces molesto.
—No me digas que la conoces.
—Por supuesto que sí. — le contestó Cáncer, sin quitarle los ojos de encima a la muchacha.
Corinne se mantuvo de pie frente a ambos sin incomodidad ni miedo, pero no dejó pasar el hecho de que apenas Máscara se acercó hacia ambas, Kaname se había aflojado considerablemente. Las piernas le temblaban, pero la rubia no lograba captar si era por el cansancio dela subida, o bien por miedo.
—Qué mala junta tienes... — Afrodita demarcó, levantando una ceja por el rostro sudado de la más bajita de los cuatro. — ¿Qué ha traído tu sucia presencia hasta aquí? Si buscabas las duchas te has confundido, están en el onsen, mucho más abajo.
Ese era su momento. Ya lo había decidido al salir: no podía flaquear. No debía sentir pánico, así esos dos hombres la intimidasen con sus actitudes... en especial el Santo de la cuarta casa.
Tenía que hablar, no había otra opción.
—Vengo a ver a Saori Kido.
—¿Ahhh? Estas no son horas para que la Diosa te reciba, y además nadie me notificó sobre tu visita. — el pisciano se negó. —Ni siquiera sé quién eres.
Tras la respuesta del joven Death Mask profirió una risotada enorme y le dio unas palmaditas a la espalda de Afrodita, quien se sonrojo sin querer.
—Tienes que salir más pececito, si no seguirás perdiéndote de todas las noticias jugosas...— Máscara habló, divirtiéndose a raudales. —Esta muchachita que está con la grandota se llama Kaname, ¿y adivina qué? Es la culpable de que el pollerudo de Saga esté preso, porque no tuvo mejor idea que asumir el increíble trabajo de ser la bolsa de leche de Kanon, para luego huir como una cobarde...
—¡No seas grosero! — exclamó Piscis, horrorizado ante la manera en la que Death Mask se había referido al semen de Kanon. — ¡Siempre eres tan desagradable!
—Está diciendo la verdad... — Kaname balbuceó, abochornada. — P-por eso necesito pasar, tengo que hacer lo correcto ahora...
Pero la insistencia de aquella joven no le gustó nada al pisciano, cuyo sexto sentido estaba comenzando a captar una muy mala energía alrededor de ellos.
—De eso nada, eres muy insolente muchacha... ¡ya lárgate de aquí! —volvió a increparla, mordiéndose un poco el labio. — No sé qué pretendes hacer por estos lares Kaname, pero estás cometiendo un grosero error... ¡Corinne! Has algo útil por una única vez en tu vida y llévatela lejos, no quiero que vuelvan a poner pie en este lugar.
—¡P-pero...! Esto es importante para ella...
—Es cierto Afro, la grandota tiene razón, ¿por qué siempre tan aguafiestas?
—¿¡Qué dices!? ¡Yo no soy aguafiestas! Solamente estoy ejerciendo mi labor aquí, sabes muy bien que las personas ajenas al Santuario que no cuenten con una visita programada tienen prohibida la entrada.
—Ay vamos, sabes muy bien que Saori está despierta a estas horas...¿acaso no escuchabas los gritos durante el cambio de guardia? Probablemente se la esté poniendo dura a alguno de los inútiles de bronce. — Cáncer se encogió de hombros. — Déjame a mí, yo me encargo de todo.
—¡ÁNGELO! ¡Esto es muy imprudente de tu parte!
Automáticamente Kaname se prendió a la camisa de Afrodita, todavía sintiendo lo mucho que la afectaba la gran presencia del Santo de la última casa.No obstante no se rindió, mirándolo a los ojos con esperanzas de poder transmitirle sus sentimientos desesperados:
—¡Por favor, necesito verla! ¡Por favor Afrodita, déjame ir a hablar con Saori...!
—¡Aléjate de mí!
Inmediatamente el pisciano se sacudió, empujándola sobre Máscara quien obviamente la recibió con ganas. Aquella joven palideció en segundos al reconocer la nula distancia que la separaba de quien alguna vez intentó abusar de ella, y no pudo evitar llevarse una mano a la boca, sintiéndose a punto de vomitar.
—¡Pues si tanto quieres sufrir, entonces te concedo tu deseo! Llévatela Ángelo, hazte cargo tú de todo... ya no me concierne.
—Por supuesto, déjalo todo en mis manos. — el canceriano comentó con orgullo, tomando a Kaname del hombro. — ¿Ahora te sientes mal...? Elegiste el peor momento, porque estoy a punto de cumplir tu fantasía.
La joven inspiró lo más profundo que pudo procurando calmarse: uno. Dos. Tres, cuatro... Sí, era Death Mask quien la estaba llevando,algo completamente detestable e inesperado, pero tenía que verlo conotros ojos, no tenía más opción que rescatar el único hecho positivo: le gustase o no, aquel hombre era su pase a la liberación de Saga, no podía hacer más que soportarlo.
—Vamos.
Cáncer la colocó por delante de él y le dio un empujón para que comience a caminar, siguiéndola derecho hacia la entrada al recinto del Patriarca. Mientras los dos se alejaban de su lado, Afrodita no podía evitar sentir una enorme impotencia... No podía esconderla, la frustración se le escapaba en forma de pequeños resoplidos, una desus manos ascendiendo hacia la base de su fino cuello. Cuánto le había dolido... Todavía sentía el ardor invisible en sus papilas gustativas.
¿Cómo podía ser tan estúpida esa joven...? Era obvio que no sabía con quién estaba tratando, caso contrario jamás se estaría metiendo voluntariamente a la boca del lobo.
—No puedo creerlo... ¿Acaso estás preocupado?
La irritante voz de Corinne lo sacó de trance y le devolvió una mirada digna de miedo, pero con un tibio dejo de tristeza.
—Lo de hoy temprano no te bastó para aprender, ¿verdad...? — le dijo ahogando un suspiro, para luego forzar la misma expresión hostil de siempre. — Hazme el inmensísimo favor de largarte de aquí, no volveré a repetírtelo.
Corinne entendió muy bien lo que le estaba pasando, pero jamás se lo restregaría en la cara. Ese lado de Afrodita era completamente nuevo para ella y le daba esperanzas sobre el tipo de ser humano que se escondía bajo toda esa fachada de dureza e indiferencia que siempre ostentaba, hacérselo notar solo lograría que vuelva a reprimirse a su lado.
—Está bien está bien... Supongo que te esperaré en Piscis.
—Sólo vete.
—Bueno, tranquilo... — susurró ella, las manos hacia adelante mientras daba algunos pasos hacia atrás.
—¡Déjame solo! ¡Lárgate!
Encontrándose la puerta del recinto recién cerrada por detrás de sus espaldas, Cáncer puso mala cara y revoleó los ojos.
—Qué hombre más histérico... — musitó él, observando la mirada llena de pánico de Kaname. —¿Qué te pasa? No voy a hacerte nada, ya no me interesa cazarte... Ahora sígueme, que no tenemos toda la noche para esto.
¿Acaso era cierto lo que él le decía? La mente de Kaname estaba muy confundida en ese momento, no sólo por el pánico de encontrarse sola con un posible abusador, sino porque además el cansancio le estaba jugando una mala pasada... Todo el trajín cuesta arriba había sido muy desgastante a nivel emocional y nada de eso estaba pareciendo terminar. Pero estaba bien: ella misma se lo había buscado, así que ahora tenía que aceptar cualquier tipo de consecuencia que le tocase afrontar.
Ahora, en otra extraña vuelta del destino, se encontraba siguiendo a Death Mask a través de un enorme salón muy poco iluminado, con algunos candelabros esparcidos aquí y allá. El silencio era el Rey y los dominaba, solamente los pasos de ambos oyéndose, repiqueteando con eco debido a la excelente acústica del lugar; y sorprendentemente para ella, Cáncer guardaba una distancia más que prudente de su cuerpo, reforzando la afirmación que había musitado con antelación.
—G-gracias... Gracias por dejarme pasar.
—¿Qué crees? Si piensas que lo hago por ti estás muy equivocada. —Máscara de la Muerte le respondió enseguida, de mal modo. — Saga ha sido un verdadero idiota al involucrarse contigo, pero no dejo de reconocer el enorme valor que ha mostrado... Y créeme, eso no es algo que me interese muy a menudo.
La joven no encontró palabras para responderle. El Santo de Cáncer podía ser desagradable, pero en esa afirmación tenía toda la razón... ella no valía la pena, no era lo suficientemente digna de amar a alguien como Saga. Pero no podía evitar hacerlo, aún si eso significase sacrificar todo por el bienestar de su amor...
—Estoes sólo por él.
Una vez en el fondo del salón Death Mask prosiguió a correr las pesadas cortinas color bordó que decoraban lo que parecía ser una inmensa pared, descubriendo un pasadizo estrecho y oscuro, que una vez más los dirigía a un conjunto de escaleras en espiral. El humor de aquel Caballero parecía haberse comenzado a arruinar con el agradecimiento de Kaname, puesto que a cada paso continuaba refunfuñando, dejando salir algún que otro improperio desagradable.
—Si será estúpida esa copia barata... Todo en su vida estaba perfecto,salía, tenía sexo y la pasaba bien... Ya debería saber que todo tiene que ser casual...
Kaname continuaba siguiéndole el paso, y aunque exhausta, no dejaba pasar ni una sola palabra que el canceriano pronunciaba.
—Mira que terminar enamorándose, el muy imbécil. — afirmó con rabia, subiendo los escalones de a dos. — El amor sólo complica todo.
—¿Por qué dices eso? ¿Acaso te han roto el corazón?
Al oír sus palabras Máscara se frenó en seco, provocando que ella se dé cuenta de lo que realmente había hecho: no había sido su intención hablar ni incomodarlo, pero aquellas preguntas se le escaparon sin darse cuenta, el agotamiento dejándola sin demasiados filtros verbales. La joven se llevó una mano a la boca y asustada por su estupidez comenzó a temblar de pánico.
—¿¡Qué mierda te importa!?
La reacción de él no se hizo esperar. Máscara se dio vuelta y la observó con desprecio, provocando que las piernas de ella se aflojen, terminando por quedar en cuclillas sobre el escalón, ambas manos sobre la cabeza intentando protegerse de lo que fuese que Death Mask quisiese hacer en venganza.
—¿¡Qué te pasa ahora!?— exclamó él sin control, Kaname ahogando un grito. — ¿¡Tienes miedo...!? ¿¡MIEDO DE QUÉ!?
El cuerpo flojo como la gelatina no le permitía moverse adecuadamente pero aun así la joven intentó achicarse más, casi al punto en el que estallaría en un sollozo bajo los ojos asesinos de Cáncer.
—Estás muy equivocada, Kaname...
Habiendo descargado mucha de su rabia en aquel último grito, él se llevó las manos hacia los bolsillos de su jean negro. Respiró hondo,intentando bajar las revoluciones.
—Yo no soy a quien deberías temer. — sentenció, provocando que a Kaname se le hiele la sangre.
¿A qué diablos se estaba refiriendo?
¿Acaso realmente era cierto lo de Saori...?
—Vamos, levanta tu enorme trasero y sube, seguro ya se ha percatado de que estamos acercándonos.
Esa terrible afirmación continuó dándole vueltas en la cabeza, pero mientras tanto era mejor que haga caso a lo que Máscara decía: la muchacha colocó la palma de la mano sobre la pared, y utilizándola de apoyo se puso de pie otra vez, enfrentándose a los cansadores escalones.
Al llegar al último piso de todos, sus ojos –acostumbrados a la penumbra de la escalera– se vieron enceguecidos con brutalidad gracias a la pulcritud del pasillo de mármol blanco que allí reposaba.
—Carajo, nunca me voy a acostumbrar a esta mierda... — maldijo Máscara con odio, refregándose los parpados cerrados por algunos segundos.
Aquel corredor lucía realmente lujoso no sólo por el material que cubría el piso, sino también por el estilo en el que había sido decorado:enormes arañas de cristal colgaban del techo, unidas entre sí por finas tiras de diamantes; y algunos floreros de la porcelana más vistosa engalanaban las paredes, portando enormes lirios blancos.
—No sé para qué tanto blanco si está podrida por dentro y por fuera. —pensó para sí el joven, sin decirlo en voz alta: podría ser temerario pero no era estúpido.
Reprimiéndose de hablar otra vez, Kaname continuó caminando por detrás de él.Lentamente recuperaba el control de su visión, pudiendo divisar al fondo del pasillo otra enorme puerta blanca, esta vez de madera pintada. Alrededor de la entrada tres Caballeros de Plata se encontraban haciendo guardia, y con sólo una mirada de Death Mask procedieron a correrse, dejándoles vía libre para pasar.
—Supongo que sabrás que ya no hay vuelta atrás.
Ella asintió angustiada, volviendo a sentirse horriblemente intimidada por las dimensiones que había tomado esa nueva misión. ¿Pero qué más podía hacer, que no fuese continuar...? Había pasado por tanto en ese día que el huir ahora sería una acción digna de recibir una golpiza.
—Mi Diosa ruego me disculpe por interrumpir sus labores a estas horas de la noche, pero alguien ha venido a verla en carácter de urgencia.
Del otro lado de la puerta se oyó un alarido, el cual fue sofocado al instante por un sonido seco. Segundos después la petición del Santo de Cáncer fue concedida, la voz de Saori indicándoles que se adentren en la habitación.
—Estás cometiendo un grave error con todo esto. — fue lo último que él le dijo a Kaname, dado que luego la tomó del brazo y la arrastró ala fuerza hacia adentro del despacho de Saori.
Un olor pungente, en extremo nauseabundo, fue lo primero que aquella joven de cabellos color cielo pudo percibir en esa habitación: era un aroma algo familiar, rebosante y espeso, pero más desagradable que de costumbre. La profunda reverencia de Death Mask la tomó por sorpresa y no llegó a agacharse junto a él, pero atinó a bajar la mirada,sus ojos encontrándose con el rostro del más puro horror...
Atado boca arriba sobre el escritorio de mármol que se encontraba cerca del enorme ventanal de la sala, un muchacho rubio la miraba con los ojos desencajados, el alma escapándosele de a poco a través de aquellas rellenas cuencas con un último desliz de tristeza. Se encontraba completamente desnudo y su dura erección resaltaba ampliamente como si fuese un manchón negro en el medio del día,Saori sentada a horcajadas sobre su pecho, sus finos dedos enredados en esa gruesa estructura que le quitaba la vida.
Pero como si hubiese sido una bendición de los Dioses para aquel joven,la entrada de Cáncer y Kaname provocaron que ella lo suelte, permitiéndole recobrar el aire mediante una exagerada inhalación.
—Qué sorpresa. — dijo ella desganada, mirando hacia la puerta.
Sin molestarse en cubrir su incipiente desnudez Saori se puso de pie y rodeó la estructura de su escritorio. Con una mueca imposible de descifrar apoyó su turgente trasero sobre el borde del mármol,clavando sus ojos en los de Kaname, quien aún no podía dejar de observar aterrada lo que había sucedido con el otro muchacho.
"Yo no soy a quien deberías temer."
Otra vez volvió a resonar dentro de su cabeza y finalmente entendió porqué todos habían insistido tanto para detenerla...
—¿Por qué miras así? Debería ser familiar para ti... Trató de huir del Santuario, el muy infeliz.
Saori disfrutó la manera en la que la expresión de Kaname se desfiguraba,en clara alusión a la decisión que ella había tomado. Se llevó una mano a los labios, acariciándoselos, para luego relamerse.
—Tienes agallas para volver a mostrar tu horrenda cara aquí, especialmente luego de tu patética carrerita para alejarte del estúpido del Caballero de Géminis.
Ahora sí que lo comprendía muy bien. La voz de aquella Diosa la desarmaba sólo con oírla y provocaba que pierda hasta el último milímetro de sus fuerzas, en especial cuando elevaba el tono, puesto que una oleada de pesada energía brotaba de su cuerpo.
Definitivamente esa mujer provenía de otro mundo, de algún lugar que jamás podría siquiera haber concebido en su imaginación.
—Así que, querida y huidiza Kaname... cuéntame, ¿para qué querías verme?
Con los labios temblorosos, no tuvo más opción que hablar. Era eso o morir allí, habiendo conseguido la nada misma.
—P-por f-favor... — comenzó a balbucear, sin poder hallarse debido al pánico que la invadía. No quería que sus palabras trastabillen pero en esa situación tan asfixiante le era imposible. — P-por f-favor...
—¡Habla bien!
Los ojos de Kaname se vieron desbordados por las lágrimas y tragó con fuerza, intentando juntar algo de saliva para paliar el desierto que se había vuelto su garganta.
—P-por favor, s-señorita Saori... Y-yo ya he vuelto, le pido que por favor l-libere a Saga...
—¿Y qué te hace pensar que voy a hacerte caso? — le contestó la Diosa, alzando una ceja. — Rompiste el contrato y las palabras eran claras, así que ahora no me interesa escucharte...
—P-pero...
—¡CALLA!— exclamó de la nada, interrumpiéndola. — ¿Sabes algo Kaname...?Eres como un ratoncito: pequeña, escurridiza y gorda de la cintura para abajo... Todavía no entiendo qué vio Kanon en ti, eres drásticamente inferior a toda la sarta de putas que ha traído adormir a mis Templos. — continuó. — Ahora vete, abandona mi Santuario y ten la decencia de regresar al miserable pueblo del que saliste.
Y si bien se encontraba paralizada por ese amenazador encuentro, la muchacha que residía en Géminis no cedió.
—S-sé que cometí un error señorita Saori, pero a-aquí estoy para enmendarlo... Yo ya volví, y-ya no es necesario que Saga siga pagando p-por mi error.
En ese instante Death Mask levantó la cabeza con cuidado, procurando no dirigirle la mirada a la Diosa, y se dirigió hacia Kaname:
—Ya es suficiente, Mi Diosa te ha dicho que te retires.
—Llévate a esta sucia y olorosa malagradecida, no quiero verla nunca más por aquí. — Saori le ordenó a Cáncer, quien enseguida se puso de pie para cumplir con el pedido. — Agradece que estoy de buen humor en esta noche, no suelo dar segundas oportunidades.
Ni lento ni perezoso Máscara de la Muerte la tomó por detrás, sosteniéndola de los brazos para emprender el regreso hacia la puerta. Dando perdido por perdido, Kaname comenzó a retorcerse,forcejeando contra aquella salida forzosa.
¿Así terminaría todo...?
¿Así se iría, siendo humillada sin haber conseguido nada a cambio...?
—¡Por favor! ¡POR FAVOR! ¡NO QUIERO IRME ASÍ!— aquella joven comenzó a gritar como loca, las lágrimas manchándole las mejillas. — ¡Por favor Saori! Sé que usted es una persona bondadosa, ¡siempre la he visto ayudando a los que menos tienen, compadeciéndose de los débiles...! ¡Quiero hacerme cargo de mi error! ¡No quiero que Saga pague por mí!
En respuesta a ese planteo, la mujer de largos cabellos lilas comenzó a reírse a viva voz, sin poder parar, teniendo que llevarse las manosa l abdomen por las contracciones que tanta diversión le generaban.
—¡E-eres patética...! —esbozó entre carcajadas. — ¿Qué diablos te hizo pensar que todo eso era real...? ¡Por supuesto que tengo que mantener el buen nombre de la fundación del pedófilo de mi abuelo! En esta vida todo se reduce a los negocios, pero no pretendo que una pueblerina miserable como tú lo sepa. — Saori volvió a tomar aire, ahora quitándose las lágrimas de los ojos. — Además todo esto lo haces por culpa, lo único que te importa es sentirte mejor por el error que cometiste.
—¡Entonces déjeme tomar su lugar! — exclamó Kaname, logrando soltarse de una de las manos de Death Mask.
—¡CALLA DE UNA VEZ!
Cáncer gritó furioso, exaltado por el hecho de que había sido lo suficiente gentil con ella como para que logre zafarse de su agarre...Sabía que eso quizás le traería problemas con Saori. ¿Acaso esta chica estaba siendo idiota? Estaba desperdiciando la única posibilidad de continuar entera, sólo por el capricho de ayudar a Géminis.
Sin dejarse inmutar por la decisión de la muchacha Máscara continuó llevándola hacia la puerta, pero la voz de la Diosa se alzó por sobre él:
—Un momento. — dijo ella. — Tráela a mis pies.
—Cómo usted ordene, Mi Diosa.
Un resignado Santo de Cáncer hizo lo que ella indicó, alzando a Kaname entre sus brazos y bajándola justo frente a Saori. Apenas los pies de aquella joven tocaron el suelo él procedió a forzarla de rodillas sobre el piso, parándose detrás de ella para controlarla.
—Ya que tanto has insistido y que tan poco valor tienes por tu propia integridad, déjame explicarte cómo funcionan las cosas aquí...Pero antes de eso Cáncer, dame un cigarrillo.
Rápidamente el Caballero hurgó en sus pantalones y compartió con Saori uno de sus cigarros, encendiéndoselo apenas ella apoyó la base sobre sus labios. Dio una fuerte pitada y enseguida escupió, largando el humo directo sobre la cara de la joven, quien no pudo evitar toser un poco.
—¿Mentolados...? ¿En serio? — espetó mirando a Death Mask de mala manera. — En fin, a lo que iba... Lamento decirte, horrible y deforme ratoncito, que en este lugar no existen cosas como la bondad o la justicia. Todo esto es MIO, es MI REINO y yo no soy precisamente una mujer amable...— Saori acercó sus manos hacia el rostro húmedo de esa muchacha que la miraba de rodillas. — Tú rompiste el acuerdo que firmaste,pero tu queridísimo Saga también faltó a sus responsabilidades y su palabra...
Acto seguido Saori enredó sus dedos en el flequillo de Kaname y con fuerza la tironeó hacia arriba de los pelos, provocándole un agudo grito.
—Entonces, si uno comete una falta la pagan los dos, porque así yo lo quiero...
La dueña del Santuario continuó sosteniéndola en la misma posición, pero lentamente bajó los ojos, escudriñando con atención el cuerpo tembloroso de la joven.
—¿De verdad crees que eres suficiente para tomar su lugar...? Claramente en tu casa no tienes espejos, estás fofísima y falta de forma.
—Definitivamente puedo hacerlo. — respondió ella, en sus ojos mostrando toda su voluntad.
—¿Harías cualquier cosa...?
—Así es señorita Saori, quiero hacerme responsable.
Death Mask tragó saliva automáticamente, sospechando para qué lado iría todo este incipiente asunto: conocía demasiado bien lo morbosa que ella era.
—Con todo respeto Mi Diosa, no pierda más su tiempo con esta inútil que no podrá satisfacerla... — intentó intervenir, sus ojos deslizándose lentamente hacia el muchacho que aún respiraba con locura. — Sé que estaba en el medio de algo importante y no vale la pena que lo interrumpa por más tiempo, enseguida me la llevo y me encargaré personalmente de que jamás vuelva a verla por estos lares.
—Guarda silencio Death Mask, no pedí tu opinión.
Al Santo de Cáncer toda esa situación le parecía increíble y hasta irrisoria, no podía creer que esa fuese la misma muchacha que se largó a llorar con las nalgadas que le procuró esa noche: de verdad le habían crecido unos cojones enormes, pero no podría haber sido en peor momento.
—Le ruego me disculpe. — susurró él, recuperando el rol pasivo que tanto detestaba.
Para Máscara de la Muerte todo estaba tomando un tinte muy extraño.Siendo una persona en extremo dominante con las mujeres, por supuesto que le divertía y hasta excitaba ver a Kaname en tremenda posición de vulnerabilidad... Pero a diferencia de Saori, y aunque él hubiese sido un asesino durante bastante tiempo, Cáncer no encontraba placer sexual en matar a alguien. Para él todo aquello había sido un trabajo, algo de lo que, debía admitir, en muchas ocasiones se había sentido orgulloso por sus grandes habilidades al punto en el que supo guardar una Máscara en conmemoración de cada fallecido; pero para él las mujeres eran un objeto de pasión, de lujuria, eran animales que tenía que domar así fuese a la fuerza.
Y el gran problema allí era que esa misma joven que tiempo atrás lo había vuelto loco ahora se perfilaba como la mujer a la que su amigo amaba, lo que representaba terreno prohibido. Death Mask no podía olvidar lo mucho que, para su desgracia, había terminado por empatizar con él; y estaba detestando la idea de que la dignidad de Kaname fuese profanada por Saori, porque eso también significaba que estaban humillando a Saga y que echarían por tierra todo su esfuerzo... Había querido protegerlos, a su tosca manera, pero nada había salido bien.
—Entonces, antes de que este energúmeno nos interrumpiese habías dicho que harías cualquier cosa. — retomó la conversación Saori, mirándola a los ojos para meterle más presión. — ¿Estás segura?
—Así es.
Frente a la última confirmación de la muchacha la Diosa procedió a soltarla con ímpetu, dirigiéndose hacia la entrada.
—¡GUARDIAS!— aulló con emoción, mordiéndose el labio.
Acudiendo inmediatamente a la llamada de Saori, en ese mismo segundo la puerta se abrió de par en par, los tres Caballeros de Plata haciéndose presentes frente a los participantes de aquella perversa reunión. Al instante se agacharon frente a todos: no sólo era su Diosa a quien debían rendirle respeto, sino también a la presencia de un Caballero de mayor rango.
—¿En qué podemos servirle? — inquirió el más valiente de ellos,conteniendo el aliento... incluso para alguien como él, esa situación continuaba siendo aterradora.
—Levanten sus cabezas, mis soldados... Hoy les tengo un premio por su fiel labor.
Los tres plateados se miraron sin entender demasiado, intentando con toda su voluntad ignorar la imagen horrenda de su compañero atado, sufriendo de un ataque de pánico sobre el escritorio.
Kaname misma aún no entendía mucho sobre lo que estaba a punto de suceder,pero toda la valentía que sentía se fue al tacho al ver a aquellos hombres desconocidos frente a ella. Los hombros y brazos le temblaban sin que pudiese controlarlos, y en su estómago otra vez comenzaban a aparecer las náuseas, esa sensación horrenda de apriete y vacío.
Como si el cuerpo de la joven hubiese comenzado a emitir un olor distintivo, Saori arrimó sus ojos hacia ella, sonriendo con perversión. El miedo de la muchacha estaba excitándola en sobremanera y por cómo estaban saliendo las cosas, nada parecía tener un techo... Con excepción de su muerte, claro estaba. A pesar de todo, las ansias la carcomían: tenerla enfrente suyo con tanto descaro le provocaba desear con todo su corazón el arrancarle las tripas, tironeando de ellas con sus manos desnudas, pero ese no era su estilo...
Había otra cosa que podía hacer mucho mejor.
—Desnúdate.
Debería haberlo supuesto. Kaname enseguida se puso blanca como un papel, la boca abriéndosele sola.
—Rápido.— insistió Saori, mordiéndose el labio al verla temblar. —Dijiste que harías lo que fuese, así que esta noche te convertirás en mi juguete... Si soportas hasta la mañana, dejaré libre a tu amado.
Dado que ella no lograba ponerse de pie Máscara la levantó a la fuerza,y ella no logró hacer más que mirar a su alrededor, los ojos perdidos en todos aquellos espectadores inesperados. ¿A todo esto se había sometido Saga, con tal de protegerla...? Moría de miedo, realmente se sentía desfallecer de sólo pensar en que probablemente harían cosas horribles con su cuerpo; pero el experimentar en carne propia el sufrimiento de su amado sólo terminaba de reafirmar sus convicciones: sin dudarlo, se entregaría a todos ellos si así se lo ordenasen.
Quizás era estúpida por confiar en la palabra de esa trastornada mujer, pero en esa situación era la única esperanza real que tenía.
No pasó desapercibido para Kaname el hecho de que, detrás de ella y por sobre la curva de su generoso trasero el miembro de Death Mask se alzaba por sí solo, entusiasmado ante las lágrimas que otra vez rebalsaban de los ojos de la joven. Corriendo un poco su rostro hacia atrás ella le regaló una mirada apagada, compungida, pero Cáncer sólo atinó a tomarla firmemente de los cabellos, forzándola a girar su cuerpo para que todos puedan verla con comodidad.
—Ya escuchaste a Saori. — dijo él, severo. — Obedece de una vez o me encargaré de que sufras más.
—Ohhhhh...— exclamó Saori, levantando un poco el mentón. — A veces me olvido de que compartimos estos gustos.
La manera en la que Máscara sostenía sus cabellos era tan natural que a Kaname le sorprendía que pudiese hacerlo de semejante manera tan varonil, y a la vez tensa: ejercía el punto justo de poder por sobre ella, haciéndola sentir inferior pero también comprendida... a diferencia de esos minutos en los que Saori la tomó del flequillo,en los que no mostró piedad alguna.
A pesar del miedo que sentía, la joven sometida se quitó la chaqueta torpemente, dejándola caer al suelo. Luego continuó con el vestido de lana, el cual Cáncer le ayudó a pasar por sobre su cabeza, al igual que la camiseta de mangas largas; pero para cuando se encontró a si misma portando solamente su ropa interior y medias abrigadas,las cosas se volvieron más difíciles para ella- todo un público la esperaba expectante y eso causo que se incomode un poco, sus movimientos volviéndose lentos.
Lamentablemente Máscara no se lo dejó pasar: liberó una de sus manos del agarre de sus cabellos y la bajó con rapidez hacia la entrepierna de Kaname, hurgando sus gruesos dedos en las medias para tironear de ellas,haciéndoles un enorme agujero. Kaname reaccionó instintivamente ante aquel accionar y dejó salir un gemido asustado, intentando quitarle la mano a Cáncer para que no siga rompiendo tan horriblemente tan desastrosa prenda.
—Sino lo haces tú, entonces yo con gusto me encargo. — le susurró al oído. — Aunque así te ves más que perfecta.
La Diosa del Santuario no pasó por alto el increíble estado de excitación en el que se encontraba su Caballero Dorado. No lo admitiría nunca frente a él, pero tenía razón en que la muchacha se sentiría mucho más humillada con las medias hechas jirones, en lugar de mantenerla como sus padres la habían traído al mundo.
Originalmente había planeado entregársela a aquellos guerreros de rango Plata, pero si lo pensaba bien, era obvio que Death Mask sabía qué era lo que estaba haciendo, por ende él tranquilamente podría infligirle muchísimo más sufrimiento que esos otros caballeros patéticos.
—Cambié de opinión. — sentenció Saori, señalando a los guardas que se comían la escena con la vista. — Ustedes sólo van a mirar, pueden hacer lo que quieran con sus sucias entrepiernas, después de todo sólo son una manga de salvajes.
Kaname no entendía si eso había sido cuestión de suerte o qué pero todo apuntaba a que ahora estaba a merced de quien más temía, y al mismo tiempo, de quien más la confundía con sus actitudes extrañas. Su respiración se aceleró al punto en el que podría hiperventilar en cualquier momento, sin embargo, para su sorpresa, en ese momento Máscara la rodeó entre sus brazos, apoyando contra la espalda de la joven la entereza de su pecho varonil: allí mismo ella se encontró con que el corazón del Santo latía incluso más rápido que el suyo, e inexplicablemente dicho detalle la sosegó un poco, bajándolo a un nivel mucho más parecido al suyo.
A esta altura, Cáncer sabía que Kaname no se equivocaba. Dadas las circunstancias no podía decírselo con palabras, y a pesar de que la situación de poder lo estaba manteniendo preso de sus deseos sexuales, muy en el fondo le estaba costando horrores continuar con todo eso. Aquellas actitudes le salían de manera natural, casi innata, porque entendía muy bien la situación desfavorable en la que ambos estaban parados.
Sucedía que, simplemente, antes que entregarla a otros hombres prefería ser él quien la lastimase... Era la mujer de su amigo y además una cuestión de honor sobre su condición dominante.
Emocionada porque finalmente todo estaba marchando sobre ruedas, Saori rodeó otra vez el escritorio, subiéndose a la silla para luego proceder asentarse sobre el abdomen del pobre esclavo atado. Apenas acomodó el trasero se abrió de piernas, mirando expectante hacia los protagonistas de esa noche.
—¿Qué esperas Death Mask? La cerda es toda tuya, haz lo que mejor sabes hacer... Quiero que sufra como jamás en su vida lo ha hecho.
Y mientras deslizaba su mano izquierda por sobre la humedad de su sexo, la Diosa acotó:
—Hagan que no me arrepienta de esta noche.
Inmediatamente Cáncer colocó la planta de uno de sus pies sobre la parte trasera de las rodillas de Kaname, forzándola una vez más a arrodillarse.Luego se desabotonó el jean y bajó el cierre del mismo junto con sus bóxers, facilitándole la tarea de tomar su miembro por la base.Se dedicó unos pocos segundos a golpear los labios de la muchacha con la punta húmeda, restregándosela cerca de la nariz: olía terrible, una mezcla de orina y desechos secos en una combinación casi tan asquerosa como la que la recibió al entrar al despacho de Saori.
—Abrela boca. — le indicó Máscara, acción que ella obedeció sin chistar. — Más grande zorra, como lo hacías cuando gemías con Kanon.
Kaname moría por responderle pero entendía muy bien que durante aquella noche, cualquier actitud de "rebelión" estaba fuera de consideración. Tal como él quería procedió a separar sus labios de par en par, y sin soltar sus cabellos Death Mask deslizó su sexo hasta tocar el fondo de aquella cavidad. Comenzó a moverse con furia, sin darle mucho tiempo a respirar.
Las arcadas de la joven no se hicieron esperar, y en el preciso instante en el que ella estaba a punto de vomitar Máscara retiró su miembro con gran habilidad. Kaname tosió con fuerza, un gran torrente desaliva invadiendo su boca, sus ojos adoptando una tonalidad rojiza producto de la irritación que le generaba contener el llanto; pero no pudo descansar demasiado puesto que esa misma secuencia se repitió varias veces más, hasta que finalmente sucedió: la joven regurgitó con fuerza, regando un charco de bilis a los pies del Santo de Cáncer.
—Saori tiene razón, eres una cerda. — musitó él entre risas, deslizando una de sus manos hacia arriba para colocarla justo sobre la parte superior del cuero cabelludo de Kaname. — Ahora límpialo bien.
Observando con detenimiento cómo Death Mask forzaba el rostro de la muchacha sobre su propio vómito, Saori no podía parar de darse placer, embelesada ante la excelente decisión que había tomado.
—¿Qué estás esperando...? Te dije que lo limpies, saca la lengua y trágatelo.
Ahora sí, simulando que volvía a forzarla contra el piso, Máscara se agachó junto a ella. Aprovechando que la Diosa estaba muy concentrada en su placer, el joven acercó su boca hacia la oreja de su víctima, susurrándole con la voz más suave que pudo:
—Obedece y me encargaré de que sea leve.
Sin embargo no todos estaban siendo presos de la excitación: lejos de emocionarse con dicha escena, los tres Caballeros de Plata se encontraban tomándose la boca y los estómagos, unas nauseas inmensas agotándolos gracias a lo asqueroso de ese acontecimiento que se daba justo frente a sus ojos. El sólo hecho de ver a tan bonita muchacha comenzando a restregar la lengua por sobre el vómito fue suficiente para que uno de ellos lance el contenido de su estómago en el acto, provocando que Saori se desconcentre y los eche del despacho a los gritos.
—¡Luego me encargaré de ustedes! — exclamó ella al cerrarse la puerta,retomando su cómodo lugar por sobre el otro joven. — Continúen.
Como podría esperarse de una persona en esa situación, el hecho de haber sido forzada a comer su propia descarga estomacal fue más que suficiente para que Kaname comience a sentirse descompuesta, sus ojos comenzando a perder algo de visión. Todo eso estaba siendo más que humillante pero no podía rendirse, era lo que ella misma había decidido y actuaba en conformidad... tenía que hacerse cargo y mostrar toda su buena voluntad.
Habiendo respirado profundamente, aquella joven gateó hacia los pies de Máscara y contra todo pronóstico procedió a plantarle unos suaves besos en su entrepierna.
—¿¡Qué crees que haces!? — Cáncer la retó, intentando alejarla de él con unos buenos tirones en el pelo, pero ella no cedía. — ¿¡ERES IDIOTA!?
¿Ahora qué diablos estaba pasando...? Saori los observó molesta, prestando especial atención a la manera en la que su Caballero se había alejado de quien se suponía debería estar siendo dominada,resguardando celosamente su intimidad con ambas manos. Entrecerró los ojos, forzando la visión... sí, no estaba equivocada, allí había algo que faltaba y enseguida entendió lo que era.
Definitivamente,eso era la cereza del postre: Kaname misma ignoraba por motus propio las órdenes de Máscara, provocando que el clima tenso de humillación se desarme por completo, al igual que la erección del guardián de la cuarta casa.
Saori se levantó furiosa... ¡no podía creerlo! Cuando todo estaba saliendo más que bien, esos esclavos inútiles se habían encargado de arruinarlo. Eso no era digno de ella, no podía tolerarlo ni perdonarlo.
—¿Qué significa esto...? — musitó la Diosa entre dientes, agarrando las manos de su Caballero y corriéndolas de la zona. — ¿¡DÓNDE ESTÁ TU ERECCIÓN!?
Conteniendo la rabia que le generaba tremenda humillación pública Cáncer se agachó otra vez frente a ella, bajando la cabeza por completo.
—Le ruego me disculpe, Mi Diosa.
—¿¡TIENES IDEA DE LO QUE ACABAS DE HACER!?
La expresión de aquella mujer se había desfigurado por completo ycomenzó a emitir una densa aura dorada, el oxígeno súbitamentevolviéndose escaso entre los tres. Todavía de rodillas al lado deél Kaname quiso acompañarlo en el reto, después de todo tambiénera su culpa, pero en ese instante notó algo que jamás hubieseesperado: el rostro del jocoso Death Mask reflejaba el más puroterror, dándole la pauta de que todo eso había escalado a un puntosin arreglo...
—¿¡CÓMOPIENSAS PAGAR POR ESTO, DEATH MASK!? — inquirió Saori,concentrando una gran cantidad de energía resplandeciente en su puñoderecho. — TIENES CINCO SEGUNDOS PARA DARME UNA RESPUESTA...
Elpulso acelerado, el espíritu completamente abandonado. Un segundo desilencio se alzó allí mismo, incómodo, dando paso al siguiente,acompañando un sollozo de desesperación.
Altragar saliva el mundo frente a los ojos de Kaname se desfiguró.
Ahoratodo había perdido el sentido.
๑۩۩๑
Lejos,muy lejos, allí cerca del fondo del cielo, un tinte rojizo seanimaba a salir. Afrodita esperaba ansioso que su amigo volviese sanoy salvo, aunque entendía muy bien lo que su pálpito anteriorsignificaba.
Yafaltaba muy poco para el cambio de guardia. Era probable que susreemplazos hiciesen preguntas al respecto, por eso Piscis rogaba atodos los Dioses que Saori lo dejase libre pronto, que no les seaforzado el horrible estigma del cuestionamiento ajeno.
Sesentó con tristeza, su espalda apoyada sobre los escalones, lamirada perdida hacia arriba tal como habituaba hacer desde el cómodotecho de su propio Templo. ¿Qué habría sido ese alarido horriblede más temprano...?
¿Estaríabien Ángelo...?
Peropara su suerte, pocos minutos después de que se plantease a si mismoesa duda por vigésima vez, la inmensa puerta que conectaba elrecinto del Patriarca con el resto del Santuario se abrió de par enpar. Afrodita giró con recelo, reconociendo a través de ese andarrengo el típico zapateo de Death Mask.
—¡Ángelo...!— exclamó el pisciano con angustia, corriendo a su encuentro.
Alverla allí, toda ensangrentada yaciendo sobre los brazos de suamigo, no pudo evitar amargarse más... Máscara también seencontraba en pésimo estado: algo horrible había pasado allídentro.
—Necesitosentarme... Ayúdame, sólo hasta las escaleras... Luego puedo solo.
Piscisno titubeó ni un solo segundo en oficiar de apoyo para elcanceriano, quien se entregó totalmente a él, arrastrando los piesde la mejor manera en la que podía. Las pocas energías que lequedaban estaban enfocadas a no dejar caer el cuerpo de Kaname,manejándolo con la mayor dignidad que podía lograr en ese estadoroído.
Trasayudarlo a sentarse Afrodita se colocó junto a él, tomándolo porlas mejillas y mirándolo directo a los ojos: era increíble lo muchoque estaba sufriendo.
—¿Porqué la gente es tan tonta...? — musitó Cáncer, aferrándosemejor a las carnes de la muchacha. — ¿Por qué la gente es tantonta como para enamorarse?
Piscisno tenía que pensar demasiado en esa respuesta.
—Esporque todos merecemos sentirnos amados. — le dijo con dulzura,acariciándolo.
—Nodigas idioteces Afrodita... Sabes muy bien que el amor es una mierda.
Noquería insistirle: él entendía por qué razones lo decía. Allí,en el medio del incipiente amanecer, Piscis creyó ver la sombra deuna lágrima atravesando la magullada mejilla de Ángelo.
A vecesera mejor guardar silencio.