No hubo palabra alguna que pudiera pronunciar, así que, tomar ventaja de eso era tentativo.
Cautelosamente tome sus manos, y ni se inmutó de ello.
–Esto es lo que pensabas hacer aquella noche en el sofá... – las puse en mis senos para que los masajeara unos segundos. –¿Verdad?
Bajo la mirada a ellos y estaba atónito, sin embargo también se le notaba la excitación desbordada en los ojos.
Los apretó ligeramente, pero yo sabía cual era su propósito y no lo alcanzaría tan fácilmente. Al menos por ahora.
Se abalanzó y me adelante a soltar sus manos para privarlo de la vista que hasta hace un momento era testigo.
Me volvió a ver confuso, y le sonreí con superioridad. Di vuelta, pues estaba dispuesta a vestirme nuevamente. Pero me lo negó, agarrando de mis caderas para sentarme sobre su regazo haciéndome sentir su dura erección.
No pensé que se rendiría tan pronto, había ganado yo y este triunfo lo haría durar.
Comenzó a enrollar sus brazos en mi cuerpo mientras acariciaba mi espalda y cuello con su nariz lentamente.
No pensaba quedarme atrás en esto. De un movimiento suave de caderas, hice que mi trasero rozara con su pene causándole un leve suspiro.
Sonreí y detuve sus manos, recargue mi espalda sobre su pecho e incliné mi cabeza para atrás dejándola caer en su hombro derecho, acerqué mi boca a su oído y le susurré.
–¿Creí que no tenías deseos de ponerme las manos encima?
Rió arrogantemente, presionando mi cuerpo contra el suyo.
–Tonterías, yo solo tengo deseos de dominarte. – afirmo seguro de sí.
–¿Podrás? – me burle, alejándome rápidamente para subir a la cama gateando.
En lo que yo andaba por la mitad de la cama, él sin darle más vueltas me siguió.
Al ver que me iba, extendió su brazo para atraer bruscamente, mi cintura hacia él. Choqué con su pecho al igual que sus caderas y para mantenerme hincada coloqué mis manos en la cabecera.
Bajo mis bragas con sutileza besando mi cuello apasionadamente. No lo podía negar, eso me estremecía cada vez más.
Una vez que mis bragas llegaron hasta mis rodillas, cerré los ojos dejándome llevar por sus besos y caricias. En un segundo y sin percatarme, ya estaba con sus dedos dentro de mí. Entrando y saliendo placenteramente, sin dejar de morder salvajemente mi cuello. Gemí sin reservas llevando una de mis manos a su nuca.
–Oh, Gerard. – gruñí complacida.
Con su mano libre, apretó mis pechos y aumento la velocidad de sus dedos. Mi cuerpo temblaba y no podía controlar mis gritos. Gerard respiraba de forma agitada al sentir como mecía mi cadera a su miembro. Sin poder resistirse hizo lo que yo y comenzó a moverse.
Un líquido caliente salió de mí e hice fuerzas manteniendo el orgasmo con la mano de Gerard atrapada entre mis piernas.
–Tranquila, no será el último de esta noche. – murmuró. Relaje mis músculo, un pequeño descuido que aprovecho para liberar su mano y desvestirse. –¿Y? ¿Aún crees que no te puedo dominar?
Le iba a responder pero en cambio chillé del dolor, provocado por la nalgada que me dio para ponerme boca abajo.
Giré a verlo y me penetro sin piedad. Empuñe las almohadas y solté un gemido. Aparto con su mano mi cabello y con la otra volvió a masturbarme mientras me seguía penetrando. Primero fuerte y después suave, como si quisiera verme implorar por un solo ritmo.
Lo estaba disfrutando, pero no lo dejaría "dominarme" como él tanto presumía.
Arqué mi espalda hacia abajo cuando su ritmo disminuyó y después hacia arriba cuando se fortaleció, logrando que se fuera.
–No, no tan rápido. – le dije recuperando el aliento.
–¿Qué pretendes?
Quería acercarse y lo tire cayendo sobre su espalda conmigo arriba viéndome a los ojos. Baje la vista a su miembro y se dio cuenta, aunque no impidió nada.
Lo tome con ambas manos, y lo acaricie dulcemente varias veces. Era tortura y placer a la misma vez, cosa que era obvia en sus expresiones.
–¿Qué te sucede? ¿No te gusta ser el sumiso?
–¿Sumiso? – pregunto entre dientes con incredulidad, viendo al techo. –Estas...
Aumente la velocidad de golpe y callo.
–Entonces, ¿quieres que paré? – cuestione inocente, haciéndolo lento.
No dijo nada y pase mi lengua por la punta. Succione prontamente antes de introducirlo en mi boca por completo en repetidas ocasiones. Dio unos cuantos gemidos suprimidos y no se restringió de acercarse más luego de un tiempo prolongado de estarse resistiendo. Se iba venir en mi boca y lo detuve, cuando su mano se aproximaba a mi cabeza.
Agitado, levanto la suya para verme insatisfecho y molesto a la vez. Frunció el ceño mientras se sentaba y recuperaba el aliento.
–Basta de juegos. – reclamo con voz ronca.
–Tú comenzaste. – le recordé, a lo que sonrió malicioso y tiro de mi brazo para sentarme en él.
Gemimos simultáneamente, pues se había profundizado en mí. Me abrazo por la cintura y nos miramos a los ojos con las respiraciones entrecortadas. Con mis manos hice a un lado su cabello rojizo, el cual cubría su rostro empapado de sudor y sujetándolo de la nuca lo atraje a mis labios para besarlo, a la misma vez que lo hacía entrar y salir de mí con calma. Minutos más tarde, nos habíamos exasperado y tomando de mis caderas comenzó a hacerlo tan fuerte como rápido. Encorvé mi espalda siguiéndole el ritmo y bajo su cabeza para morder al igual que lamer uno de mis bustos.
Era curioso saber que mientras fuera llovía y el viento soplaba casi como crear un torbellino, nosotros estábamos adentro sin nada puesto y con las gotas de sudor deslizándose por nuestras frentes.
Gruño, clavando sus dedos en mi espalda cuando el orgasmo habíamos alcanzado. Me relamí los labios y abrí mis ojos, mi pecho subía y bajaba con irregularidad. Reincorporándome, lo vi contemplando mi cuerpo. Tome su mentón para que volviera a mí y me mirase como solía hacerlo antes.
Dirigió sus ojos a mis labios y cuando estaba por besarme, tocaron la puerta. Ambos la miramos consternados de inmediato.
–¡Largo! – grito con desprecio.
–¿Y si es la policía? – susurre, bajándome de él.
–Ellos no tocarían la puerta.
–Gerard, _____, somos nosotros ¡Abran!
Era la voz de Ray, pero ¿cómo nos localizaron?