Maratón 1/3
Se supone que después de haber dado un show como ese, debía, podía sentirse el hombre más feliz y satisfecho del mundo, pero, algo no iba bien dentro de sí. Nada de complicaciones menores no intervenían en lo que era un vacío muy habitual que añoraba dejar; pero lo estaba logrando hace un par de semanas, experimentaba plenitud y se presentaba conforme consigo mismo. Le tenía a ella y ella parecía tenerle aunque, no sabía si estaba disponible o si Alejandra le estaba jugando un partido sólo para no ser despedida.
Aún, cuando no era una cosa sino un hombre como para ser usado, entablaba continuamente un ambiente conquistador con ella y le fascinaba tenerle cerca, hablarle al oído, decirle un y mil piropos que terminaban con el poco aliento de esa muchacha que se hacía ver muy dulce y risueña. Cómo le gustaban sus labios, su forma de verle con tanta ímpetu, y aquella manera de morderse el labio le abandonaba en un sin fin de pensamientos mal imaginados.
Pero como nada podía ir tan bien en su vida, aquella muchacha se plantó de imprevisto en su casa y fue justo ahí cuando toda su existencia tuvo sentido verdadero. Fue una completa gratitud verle de nuevo con sus dos pequeños luego de tan sólo llamadas, jugaban, reían, inclusive llegó a faltar un par de veces a ensayos.
—Michael, felicidades. Como siempre estuviste asombroso —Travis palmeó su hombro mientras él iba cargado en el sillón del auto.
—Gracias —respondió él sin ganas mirando al frente.
Al llegar al hotel, cuando impropiamente pensaba en lo bien que la hubiese pasado sin que, nada más, una sola mujer se le presentara de esa manera que le atraía con mucha manía, bajó rápidamente y entró a éste. No estuviera vagando en la confusión que a la vez se mostraba clara pero, si se atrevía a buscarle lados inadmisibles, le era improcedente a su persona y a esas dos chicas involucradas.
Al obviar tantos alardeos por parte de su equipo, subió a la habitación de hotel y se dejó caer en la cama enredado en una pijama luego de un baño. Se fijaba en cada minucia, era una hermosa cámara llena de piezas lujosas e innecesarias pero sólo estaban allí como detalles para resaltar con una buena impresión; un fragmento material muy parecido a lo que era su vida. Su imagen era en lo que la gente se valía mientras que su felicidad y amoríos eran "detalles" que a nadie le interesaba.
Un sonido proveniente de la puerta le hizo dar un sobresalto de sus pensamientos a la realidad, por tal motivo suspiró con pesadez y se cerró sus ojos.
—¿Michael, estás allí?
—Travis —susurró para levantarse a regañadientes para abrir la puerta—. ¿Sí?
—¿Ya estás para dormir?
—Quisiera saber de algo que me ayude a dejar de pensar y el sueño es bueno para eso ¿No?
—Los chicos han citado una fiesta no muy lejos de aquí. Podemos ir, tomarnos algunas copas y si quieres contarme, está bien.
—Travis...
—Lo sé, Michael. Sé que ahora no estás para un alboroto en algún lugar pero, estará sólo el equipo.
—¿Lo prometes?
—El club estaba rentado hace casi tres semanas, los bailarines estaban planeando esto desde que mencionaste Brunei. Y se aseguraron que sólo nosotros estaríamos.
—De acuerdo.
Cerró la puerta y se dejó afuera, entonces Travis le miró con horror.
—Andando.
—Espera, espera —le detuvo con sus manos en el pecho de Michael—. ¿Piensas ir en pijama?
Michael bajó su mirada con una sonrisa muy pronunciada dirigida a su cuerpo.
—Joder, no me había dado cuenta —dijo entre risas—. Voy por algo decente, no tardo —entró riéndose con ganas y cerró la puerta.
Cuando abrió la puerta, lucía su característico pantalón negro, una camisa azul mangas largas, zapatos y un fedora en mano junto con una goma para atar su cabello después de cerrar la puerta.
—Ya —dice caminando al ascensor poniéndose su sombrero.
—Hay mucho sol ¿Cierto? —Preguntó con media sonrisa llena de ironía refiriéndose su fedora.
—Sí —respondió entre una sonrisa—. Payaso —susurró para después entrar a la cabina.
—¿Dijiste algo?
—Que será un buen agasajo —le miró con gracia.
—Te escuché —ríe.
—¿Y vas a llorar por eso?
Cuando dijo aquello, volvió a entrar en recuerdos, pero esta vez no con Lisa, sino con Alejandra. Sonrió por recordar cuando él le coquetaba con vehemencia y ella sin más, se apenaba una y otra vez; pero le sonreía a menudo y aquel gesto le hacía pensar que él estaba muy lejos de que Alejandra le fuera indiferente, cuánta alegría le ocasionaba estas circunstancias cuando Lisa se había ido y, parecía, que con Daniie las cosas marchaban bien.
Al llegar al club, su estructura era bastante llamativa, en las paredes blancas se reflejaba una luz de focos que, con gracia, se escondían bajo el césped del sugerente patio. Había un carril, que con sofisticación poseía un camino no tan estrecho para ir al club. A sus costados, habían bancas y al otro una amplia piscina.
—Es un lugar hermoso.
—Se lucieron ¿Verdad?
—Mucho —dijo con los ojos muy abiertos.
—Me alegra que te guste. Ojalá lo disfrutes.
Cuando ya estaban dentro, era cierto; no habían desconocidos sino todo su staff. Le alivió confirmar tal cosa pues temía que fuera de otro modo y su amigo le mintiera para sacarlo de su cuarto. Saludos, besos en la mejilla, miradas intimidadas y mucho más le propinó casi media hora para llegar a la barra y tomar asiento en uno de sus bancos.
—¿Tomarás?
Lo pensó por un segundo, lo necesitaba.
—Sí.
—¿Qué quieres?
—Una mujer que me haga feliz e hijos.
—No, Michael. Me refiero a...
—Ah sí —dijo mirando a los chicos bailar—. Una cerveza o un Martini. Como quieras, lo que sea está bien.
—¿Martini? Vaya, creo que la cosa es grave —Una cerveza y un Martini, por favor —se refirió al barman.
—Algo.
Cuatro, cinco, seis e iba por la número siete. Estaba despechado y aquello le dolía bastante.
—¿Ya me dirás? Estás tomando como un maniático.
—Es Lisa —aprisionó sus ojos, comenzaba a ver borroso por el alcohol—. Hace dos semanas llegó a Neverland con sus dos pequeños, me dijo que Daniie no se estaba portando bien y que ya no viviría con él y que, inclusive, tomaba en cuenta lo del divorcio —negó varias veces con la cabeza mirando su copa entre las manos—. Le creí, me ilusioné, me hice la fantasía más bella dentro de mi mente.
—¿Qué más pasó?
—Ayer, cuando miraba el diario, le vi con él. Se besaban con tanta reconciliación que... Me dio tanta impotencia porque se fue de Neverland enojada conmigo porque vio una foto de Alejandra en mi escritorio, me sentí culpable de arrojarle a los brazos de otro. Fui un estúpido, Travis. Ella estaba a punto de dejar a Daniie ¡Cuánto lo había querido! Y por... Por una estupidez ella se fue.
—¿Le trataste de explicar?
—Lo hice, claro está porque, yo la amo. Esa mujer se volvió tan importante que... Es todo para mí. Pero Lisa no me creyó nada, y sólo se fue... Como si no hubiésemos vivido cosas especiales en esas dos semanas.
—¿A qué te refieres con cosas especiales?
—A que fue mía, Travis —le miró sonriente pero sus ojos estaban tristes—. Fui el hombre más feliz del mundo en sus brazos, era como si el mundo entero se me viniera encima con una tempestad pero al estar a su lado, en un momento tan íntimo y tan mío, estaba en paz, estaba en calma.
—Cielos...
—Pero se fue, la alejé como si no me importara, como si no fuera la mujer de mi vida ¿Me entiendes?
—¿No te has puesto a pensar en algo?
—He pensado en tantas cosas.
—¿No te has puesto a pensar que ella nada más estaba pasando el rato contigo? Mirad lo que ha hecho con el paso del tiempo, ha sido tu amante a escondidillas para que su marido nunca se entere. Trae a sus hijos contigo cuando deberían estar en otro continente con su abuela.
—Pero es por sus hijos, Travis. Ella no podría quitarle la felicidad de verles juntos a ella y a su padre, y yo tampoco. Por eso aceptaba todo. Y no era mi amante, no pasaba nada hasta... Hasta hace unos días.
—Eso nada más eran pretextos.
—Me decía que me amaba.
—¿Le preguntaste en algún instante si amaba a Daniie aún?
—Sí —bajo la mirada.
—¿Qué te dijo?
—Ella... Ella titubeó y... Me dijo que con Daniie nada más quedaba la habitualidad.
—¿Titubeó?
—Sí, se puso un poco nerviosa.
—¿Lo ves? Si no hubiese un sentimiento que lo ate a ambos como ella lo explica ¿Crees que hubiesen vuelto? Michael, no. No te sigues, amigo. Ella tal vez sí quería algo contigo pero... Ya ha elegido y, siempre, en cada instante, te dejó saber a quién.
—Siempre volvía a su lado... —susurró.
—Pero no te desanimes. Dios, algún día quisiera tener a miles de chicas sexys tras de mí como las tienes tú.
—No ando buscando chicas sexys. Quiero a alguien que me quiera y de buen corazón.
—¿Qué hay de Alejandra? Para nadie es un secreto que han tenido lo suyo a escondidas —sonríe con picardía.
—Ella... Ella es una gran persona.
—¿Qué, nada más dirás eso? "Ella es una gran persona" —remedó—. ¿Me estás jodiendo?
—No... Lo que pasa es que... Quisiera reservarme mis sentimientos sobre ella porque —sonríe—... Bueno, son míos.
—¿Te la has llevado a la cama?
—No. Y no lo digas así, suena frío y yo no soy de ese tipo.
—Vale, vale. ¿Pero de verdad no ha pasado nada entre ustedes?
—No en la realidad.
—Eso quiere decir que —ríe—... Lo has tomado en cuenta y, que lo has imagino.
—No tanto así. La deseo pero... No quiero hacerlo. No con ella.
—¿Por qué no, Michael? Te gusta, tú le gustas.
—Ella es distinta a muchas otras mujeres, es dulce, cariñosa, atenta, risueña, amigable y... Es una persona bella. No quisiera dañar todo eso si no sale bien.
—¿Pero por qué ha de dañarse todo? Pueden tener una relación —hace un gesto con su cabeza—... Íntima, sin compromisos, con los papeles claros.
—Ella no aceptaría algo así y siendo sincero yo tampoco —toma de su copa.
—Entonces busca a otra chica, Michael. Aunque no sé qué es lo que quieres exactamente porque estás llevando una relación así con Alejandra. Se besan, se ven a escondidas.
—Ya no quiero tener eso —mira al suelo aprisionando sus labios—. Me gustaría tener algo serio con alguien que me quiera
—Pídele que sea tu novia, entonces —le dio un sorbo a su bebida.
En ese momento, la idea sonaba inverosímil porque él estaba sufriendo, le dolía la desaparición de mujer que destruía una por una de sus ilusiones. Pero, aún así con el vacío que llenaba una laguna de extrañas sensaciones al pensar en su bailarina, sí encontraba algo de sentido en lo que Travis le sugería; la pasaba bien con ella y se sentía cómodo, común, experimentaba ser como él realmente hubiera queridos ser ante el mundo.
Sólo una persona más...
—¿P-Pedirle q-que sea mi novia? —Preguntó con cierta oleada de vergüenza que venía por adelantado— ¿No suena loco?
—¿Por qué? Se gustan, tienes la certeza de que te mira por lo que eres y no por lo que tienes. Arriésgate. Tal vez resulte bien.
—¿Y si no? —Mordisqueaba su labios inferior.
—Podrás decir "lo intenté". Y te dejo por un momento, Marva desde hace un buen rato que no para de mirarme y quisiera invitarla a bailar —le guiña un ojo a Michael y él sonríe—. Quiero que también me dediqué I Just Can't Stop loving You.
—Pues —ríe y hace un gesto con su mano—... Suerte.
—Gracias, MJ —palmea el hombro de Michael—. Piensa lo que te digo.
Y lo estaba haciendo, realmente estaba entrando en sus planes pensar aquello con seriedad, le vendría bien una chica como ella y... Una parte suya estaba deseando que fuera así pero, la otra, lamentaba el hecho de que Lisa se fuera. Dirigió su mirada a un costado suyo, esa mirada azul con una marrón se cruzaron y millones de sensaciones se desataban dentro de dos cuerpos que naufragaban en la indecisión.
La rubia le sonrió con ímpetu, y pensar que la había estado evitando durante estas dos semanas en las que, un gran espacio le echaba de menos. Por eso le devolvió la curva, con la misma gracia y emoción, alzó su copa para convidarle un brindis y de igual forma ella le imitó.
Cuando ella estaba en la pista junto a Anais, él ultrajado de toda esa confusión le miraba, desde su amarillento cabello hasta fijarse en el barniz blanco adjunto a sus uñas de los pies con mucha gracia. Venía con una blusa color cobre de seda, en ella se apreciaban pequeños, casi imperceptibles, lunares blancos; luego estaban sus pantalones negros entubados que se ceñían a la perfección a sus anchas caderas.
« Cómo amaba sus caderas »
Cuando tuvo la voluntad de mirar al frente para seguir pensando entretanto tomaba, ella se acercó a él con una grande sonrisa y unos cuantos tragos encima y le arrastró a la espacio para bailar.
—¡Felicidades! —Gritó ella por la música que no dejaba que él la escuchase.
—Gracias, pero las gratitudes deberían ser para ustedes. Lo han hecho magnífico... Espera, espera —se tambaleó un poco entre risas—. El alcohol... El alcohol está haciendo efecto.
Ella ríe y lo adentra aún más a la pista.
—Bailemos, si lo hacemos el efecto no caerá tan fuerte —ríe—. Al menos eso era lo que decía mi mamá, lo aplicaba y le funcionaba.
—Vaya —arquea una ceja con media sonrisa—... ¿Así que... Me estás invitando a bailar contigo? —Se acercó un poco más a Alejandra.
—S-Sí —le miraba mientras que el efecto de su bebida era dominado con lentitud por el de un hombre con ojos marrones.
—¿Estás nerviosa? ¿Por qué? —se acercaba en tanto su voz se inducía en la gravedad de la seducción, escuchándose así, ronca y atractiva. Ella no respondió—. Habla, habla para mí. Deseo tanto escucharte —le dijo con los ojos cerrados mientras su frente estaba apoyada en la de ella.
—¿Q-Qué quieres escuchar?
—Dime lo que sea. Haz que la confusión se desvanezca y me dé un minuto de paz, un instante de calma donde pase lo que pase, siempre te elija a ti porque tú eres la que me hace bien. Nadie más.
—¿T-Te hago bien?
—No cuestiones ni dudes de mí porque quiero entregarme. Estaré en tus manos, inofensivo, yo no podré herirte pero tú sí a mí y... Espero que no lo hagas —sonríe aún con sus ojos sellados.
Fue ahí, cuando se daba cuenta lo feliz y la calma que le traía ver a sus facciones tan relajadas y despreocupadas que, descubrió que jamás podría hacerle daño a él. Pensaba de manera inverosímil cómo podría hacer ella para que él siempre la eligiese en cualquier situación, no se sentía idónea ni suficiente para alguien como él.
—¿Puedo besarte ya?
—M-Michael, pero hay gente.
Él abrió los ojos para mirarle con una ceja arqueada y media sonrisa.
—¿Te importa más la gente o un beso mío?
—Bueno... Me da vergüenza —miro hacia uno de sus costados dándole el perfil a Michael.
—Entonces bailemos y más tarde... Podemos... Tú ya sabes —le guiña un ojo.
Y así fue, se divertían, él estaba entusiasmado con la fiesta y su compañía le hacía mucho más amena la estancia. También es bueno mencionar que ambos andaban prendidos por el exceso de alcohol que estaban ingiriendo casi, sin control. Le encontraban gracia a todo lo que pasa, eran un par de asnos que se miraban de vez en cuando deseando darse un beso.
Entonces, luego de la media noche, decidieron tomar asiento en uno de los taburetes de la barra. Las copas eran un vaivén sobre aquella repisa blanca y todo era para ellos dos. Cuando Alejandra, inconsciente de pensamientos ajenos, se apoyó en el mostrador con sus codos atrás, Michael le observó; su blusa se habría abierto un poco y había dejado al descubierto parte de sus senos. Él, sin poder evitar su naturaleza de hombre, le observaba con detenimiento aquella parte de su llamativa anatomía.
Sus labios estaban levemente separados y su mente comenzaba con pensamientos retorcidos que no eran propio de su ser, pero era a lo que ella le inducía. Le miró al rostro y se detuvo con la copa en su boca para tomar de ella con precipitación pareciendo un maníaco porque, esa expresión que ella gestionaba, con los ojos cerrados y la cabeza levemente caída hacia atrás, le atrofiaba cualquier barrera de respeto.
« Cuando ni siquiera Lisa se atrevía pervertirme tanto como ella.
Tanto que me hacía pensar en dadas ocasiones que, era un serafín caído »