Media hora después, estaban Anya y Luigi en su departamento, el pequeño había llorado otro rato por el susto que se llevó, sin embargo las bromas de su amiga estaban mejorando su humor, estaban cenando una pizza frente al televisor.
—¿Ya avisaste a Gail lo que Bart te hizo?- preguntó Anya sin dejar de ver la televisión.
Luigi casi se atraganta con el pedazo de pizza en su boca
—¡No, ni te atrevas a decirle nada!- tosió y se golpeó en el pecho para lograr pasar el bocado.
Ella dejó de mirar la televisión y le regaló una mirada fulminante a su amigo —¿Y se puede saber por qué no le has dicho nada?
El chico tragó en seco y algo apenado respondió —No quiero que Gail sepa de Bart, me avergonzaría que se entere del tipo de hombre con el que salí.
—¡Eso es estúpido Luigi!!!- ella le dio un golpe en la cabeza con la palma de su mano —Gail te ama, no seas un tarado.
—¡Oye!, no me maltrates más; de por sí tengo morado un ojo y mi labio está hinchado- Luigi hizo un puchero —¡Es muy vergonzoso Anya, no quiero que Gail lo sepa. No le vayas a decir nada!
—¡Claro que se lo voy a decir! Es tu novio, mínimo que sirva para algo. Me cae gordo porque es un pesado antipático, pero en estos casos, me encantaría que buscara a Bart y le diera una paliza- ella se puso de pie y caminó a la cocina.
—¡Noooooo!- Los ojos del pequeño se pusieron húmedos.
—No llores, odio que la gente llore- Anya pasaba su peso de una pierna a otra, ya se sentía incómoda y culpable —Dime la verdad, ¿Qué es lo que no quieres que Gail sepa realmente?
Luigi agachó su cabeza,
—Bueno... Es que Gail a veces se enoja mucho y asusta.
—Hay algo más, dímelo Luigi.
El tono de voz del chico era afligido, Anya se acercó a él, con delicadeza lo tomó de la mano y lo llevó al mullido sillón de su departamento —¿Qué pasa pingüino?, sabes que puedes confiar en mí.
Él hizo un puchero tierno y la miró con sus ojitos tristes
—Tendría que contarte todo lo que pasó desde un principio.
Su amiga asintió en silencio. No quería interrumpirle en nada.
Moviendo sus manos nerviosamente sobre su regazo, el pequeño castaño comenzó a hablar de nuevo —Hace un año, después de pasar por un largo proceso de confusión y negación, acepté que era gay y me animé a entregarle mi corazón a Dante, él fue mi primer novio- suspiró recordando
—Llegamos de la universidad un día que salimos temprano a mi casa, una cosa llevó a la otra y terminamos sin camisa besándonos en mi habitación- se formó una sonrisa triste en aquel angelical rostro, pues Luigi era delicado y muy tierno. Para Anya su amigo era un pequeño ángel roto, al que Gail le podría reconstruir sus alas si tan solo dejara de ser tan idiota. Ella tenía sentimientos encontrados hacia Gail, a veces le agradaba pero también, muchas veces odiaba que fuera novio de Luigi.
Él siguió hablando —Ese día mamá llegó a buscar unos papeles y nos encontró en aquella bochornosa situación; ella se puso como loca, gritaba insultos, me abofeteó y me tiró al suelo, Dante solo me dijo
"No vales todo este espectáculo" y salió corriendo lejos de mi madre- una tibia lágrima se escurría de esos bellos ojos
—Me dijo que ella estaba avergonzada de mí y que no me crió para ser así, me corrió de mi casa. Literalmente me empujó hasta llegar fuera de la casa y cerró la puerta con llave. Golpeé la puerta llorando, pidiéndole que me dejara entrar, pero solo me gritó que yo ya no era su hijo y no me abrió la puerta. Comenzó a llover muy fuerte y me alejé de casa, buscando un refugio. Lloré todo el tiempo. Me detuve en mi parque favorito, aquel al cual solía visitar con mi hermana todo el tiempo. Debajo de un quiosco, que era nuestro lugar especial. Allí me encogí de frío y seguí llorando, estaba empapado, seguí así hasta que me quedé dormido. No sé cuánto tiempo pasó...
—Odio a tu madre y ni siquiera la conozco- interrumpió Anya, dolida y ofendida de que una mujer que es madre, se atreva a hacer semejante cosa a su hijo.
—Ya no la culpo a ella Any, sé que algún día se dará cuenta de su error.
—Pues cuando se dé cuenta de su error, espero que la mandes a la...- Luigi tapó la boca de su amiga con su mano.
—¡Anya es mi madre, controla tu boca!- le suplicó el chico. Ella rodó sus ojos y refunfuñando le dijo
—Mejor continúa con la historia.
—Está bien- Luigi pasó la mano por su cabello, de pronto se sentía tembloroso -A final de cuentas, mi hermana me encontró en aquel lugar y pagó un hotel para que pasáramos la noche de tormenta. Traía con ella una mochila con poquitas cosas tanto de ella como mías revueltas. Unas prendas de vestir, mi celular, cepillos de dientes y todos nuestros ahorros. Los míos y los suyos. Había huido de la casa para poder estar conmigo y no abandonarme.
—Por lo menos hay alguien con corazón en tu familia. ¿Cómo es que nunca la he visto por aquí?
—Porque mamá no la deja. Nos vemos a escondidas de ella.
—¿No qué se escapó contigo?- preguntó Anya.
—Si. Pero por salir huyendo de casa, estaba empapada cuando me encontró. Estuvo largo rato buscándome bajo la lluvia. Se enfermó de neumonía, tenía mucha fiebre, fui a una farmacia por medicinas, pero la fiebre no bajaba y tenía tos, mucho dolor de pecho; yo estaba desesperado, no sabía qué hacer. La llevé con un médico amigo de la familia y me dijo que Dafne estaba muy mal. Que necesitaba ser internada con urgencia- Luigi miró con tristeza a su amiga
—No me quedó más remedio que pedirle al doctor que le avisara a mamá y tuve que dejar a mi hermanita con ellos.
Anya tenía toda su atención en su amigo.
—Yo visitaba a Dafne en el hospital, mientras mamá no estaba, ahí conocí a Bart, trabaja en ese hospital como enfermero, él me avisaba cuando mi mamá no estaba para que yo pudiera ir de visita. Platicaba conmigo y escuchó mis lamentos, pensé que era una buena persona pero me equivoqué- Luigi mordió su labio inferior, luego siguió hablando
—Una noche me besó y me dijo que yo le gustaba mucho, me propuso andar con él, ser su amante porque él es un hombre casado, dijo que me pagaría un departamento en el cual visitarme. Yo fui muy estúpido y acepté. El dinero de los ahorros que tenía casi se había acabado y todavía no tenía trabajo, nunca había trabajado en nada, no tenía experiencia ni sabía hacer nada y sin mi hermana, sin mi familia, me sentía muy solito. Busqué a mi padre, a él, le sobra el dinero, pero me ignoró igual que siempre. En su oficina su secretario me decía que estaba ocupado y nunca pude hablar con él. Así fue como empecé a salir con Bart.
—¡No puedo creerlo!, es tan injusto- Anya tomó a su amigo por el rostro —Nunca volverás a estar solo pingüino, nunca volverás a pasar algo así.
—¿No crees que soy una terrible persona por haber sido amante de Bart por interés?
—¡Claro que NOOOO tonto!- lo abrazó -Eres mi mejor amigo y lo que hiciste fue por mejorar tu situación, fue prácticamente por sobrevivir- lo soltó —¿Y cómo fue que terminaste con él?
—Eso fue porque Bart llevaba conmigo dos meses, pero se había vuelto muy violento. Llegaba a verme borracho y me había prohibido salir del departamento, no quería que hablara con nadie, quería tenerme encerrado solo para él. No aguanté más, así que a escondidas seguí buscando trabajo y cuando me aceptaron en el supermercado en el que estoy ahora, salí con mis poquitas cosas de aquel departamento. Esa noche dormí en un hotel y por teléfono le dije a Bart que no quería volver a saber nada de él, que había sido muy malo conmigo pero que ya no lo iba a seguir soportando- luego Luigi sonrió —Al día siguiente tuve suerte porque vi tu anuncio de que buscabas compañero para compartir la renta del departamento- los ojos de Luigi brillaron de alegría
—Y después de conocerte a tí, conocí a Gail en mi nuevo trabajo, quien sabe, a lo mejor y Gail es el verdadero amor de mi vida, no lo sé. La mayoría del tiempo me hace sentir bien, solo que es algo pesado cuando quiero ser cariñoso en público, odia que las personas sepan que es gay. Supongo que creo que lo amo y por eso le tengo paciencia y él me ama a mí- Luigi dudó unos segundos —Le tengo mucho cariño porque me ha hecho mucho bien su compañía, siempre pensé que el amor te llegaba como mariposas en la panza- sonrió
—Pero tal vez esas solo son cosas cursis que yo pienso- rió —Nos amamos supongo que el amor es estar feliz con la pareja que tienes ¿no?
Anya sonrió —Son un par de empalagosos ustedes dos.
—¡Lo sé!, ya lo extraño. Pero mañana llega de su viaje y dice que me tiene una sorpresa y que solo viene por mí porque vamos a salir juntos en un viaje muy especial.
—Pones cara de tonto cuando hablas de Gail y sus cursilerías.
El joven se sonrojó —Eso es porque eres muy gruñona.
—Oye pingüino- Anya estaba muy interesada en la historia
—¿Qué pasó con tu hermana cuando se recuperó?, ¿Porqué no volvió contigo?
Luigi pasó la mano por su cabello, despeinándose —Eso fue mi culpa. Ella vino a verme pero yo le pedí que no se saliera de casa. Yo lo estaba pasando un poquito mejor y a pesar que dolió que me botaran de casa, ser libre es algo que no puedo describir. Mi hermana es un año más pequeña que yo y es más frágil. Jamás me perdonaría que por seguirme, le pasara algo malo.
La chica entrecerró los ojos
—Me parece algo extraño que ella no te haya insistido.
—Ohhh, si lo hizo. De hecho vino a verme diariamente por un mes, y eso que tenía que viajar dos horas de venida hasta aquí y dos horas para regresar a casa de mamá, hasta que pude convencerla de que se quedara con nuestra madre. No fue nada fácil.
Anya rodó los ojos —No me parece bien que la hayas dejado con la mujer que dice ser tu madre y que aparte de todo te corrió de su casa.
—Eso mismo me dijo ella, pero no quise arriesgarla. Por mi culpa terminó en un hospital, no pienso arriesgarla de nuevo. Amo mucho a mi hermanita y, a pesar que nuestra madre es muy difícil, es mejor que esté con ella, a que algo peor le pase.
—Yo creo que subestimas a tu hermana.
Luigi se puso de pie —No lo sé Any, pero si va a salir de casa que sea porque va a emprender su propio camino, no voy a permitir que se salga solo por seguirme a mi- bostezó cansado —Ya me voy a dormir, mañana hablaré con mi jefe para que me de unos días de mis vacaciones para salir con Gail a ese misterioso viaje que quiere que hagamos.
—Yo veré televisión otro rato, buenas noches- Anya se acomodó en el mullido sillón.
El pequeño se atravesó en su campo de visión —¿Te vas a desvelar?- se cruzó de brazos
—Mañana entras temprano al trabajo.
Ella negó con su cabeza
—No. Hoy me corrieron y luego renuncié.
—Si te corrieron, entonces no renunciaste- Luigi rodó los ojos
—Es ilógico.
Anya se encogió de hombros
—El imbécil repugnante de Kyle, mi ex jefe, me dijo que estaban haciendo recorte de personal y que tenían que dejarme ir. Luego comenzó a caminar hacia mí y me arrinconó contra su escritorio, puso su mano en mi entrepierna. Así que tomé su engrapadora y engrapé su mano. Le dije que se fuera a la mierda, renuncié y me fui- le guiñó un ojo a su amigo que estaba con la boca abierta —A mí nadie me pone una mano encima sin mi permiso.
—¡Estás loca, pudo haberte golpeado!- su amigo no podía creer lo impulsiva que era su amiga.
—Sin un golpe mío no se iba a ir el cabrón- Anya se puso de pie de un brinco y comenzó a empujar juguetonamente a su amigo
—Ya ve a dormir, deja de estar de chismoso.
—Ya pues ya me voy. Últimamente estás muy amargada, te conseguiré una novia o un novio, no sé qué encontraré para ti, pero procuraré que traiga chaleco antibalas.
Anya empezó a reír
—No pingüino, ni te andes haciendo ilusiones, yo soy un espíritu libre, ya duérmete y deja de molestarme- la chica empujó a su amigo dentro de su habitación y entre risas le deseó las buenas noches, para retornar al sillón a ver películas hasta la madrugada.
La respiración de Dafne era agitada, ya eran las diez de la noche, las calles estaban desiertas. Su cabello rubio estaba pegado a su frente, se ahogaba y no era por correr cinco cuadras sin rumbo fijo; ella estaba ahogada con sus problemas, con su tristeza, con su soledad, había llegado al límite ya no podía más.
Era urgente encontrar una salida, solo había una. Lloró por ser tan débil. Si tan solo supiera decir "No", si tan solo tuviera el valor de defender sus ideales, sus creencias, sus anhelos, todo sería más fácil.
Las lágrimas eran tibias, espesas, una tras otra escurrían de sus ojos café claro, miró a todos lados, ya no quería estar reprimida, ¿Por qué era tan difícil hacer feliz a su madre? ¿Por qué no podía aceptar la orden que se le dio y ser feliz con ello?
Un camión venía a lo lejos, Dafne logró ver la luz acercándose velozmente. Tragó saliva y apretó las manos en un puño. Ya no quería sufrir, ya no quería sentirse así, quería que todo terminara de una vez.
Caminó y se detuvo justo en el centro de la calle, en el carril en el que venía el camión —¡Quiero terminar con esto!- gritó desgarrando su garganta junto con su llanto y cerró los ojos.
El chófer tocó el claxon pues no podía detenerse, venía demasiado rápido y ella estaba muy cerca.
Pero una imagen vino a su mente, era la imagen de su hermano, el único ser en el mundo que la quería, que se preocupaba por ella. Lo imaginó buscándola y a su madre culpándolo por su muerte...
Ella no podía dejarse morir, incluso morir era un lujo que ella no tenía. Dio un brinco hacia un lado justo en el momento en el que el camión pasaba por la calle.
Dafne rodó por el asfalto y raspó sus rodillas. Lloró otro poco más y con su puño dio un golpe al suelo. Tomó valor y con pesadez se puso de pie, ya era muy tarde. Era hora de volver a su jaula de oro: La casa de su madre.