—Ahora dime, ¿a dónde se lo llevó aquél demonio? —preguntó Evie tras sentarse en el suelo. Todo le daba vueltas.
—¿Qué? ¿Has dicho demonio? —preguntó asustado Erik.
—Te he hecho una pregunta —dijo Evie, desesperándose.
—Eh... Yo, esto... No lo sé. Iban en dirección a las afueras de la ciudad. No sé más.
—Bien —Evie cogió aire y se levantó del suelo—. Ahora escúchame bien: vas a llamar a la policía y tú y tu amigo os vais a entregar a la policía por todo lo que habéis hecho e intentado hacer contra tantas mujeres. ¿He sido clara?
—¿Qué? Estás loca. No puedo...
Evie le apoyó una mano en la cabeza e hizo que todos sus miedos y mayores pesadillas pasaran ante sus ojos, torturándolo; Erik empezó a chillar.
En realidad, esa técnica se la había enseñado Emma en una de sus clases; en origen servía para limpiar la mente de miedos y temores. Pero de igual manera que sabía quitarlos, sabía hacer que surgieran a la superficie de golpe. Contra demonios no era útil, pero en ese momento le venía de perlas.
—¡Para, por favor! ¡Para! —gritó Erik—. Lo haré, lo haré... Pero por favor, ¡para! —dijo medio lloriqueando de nuevo.
Parecía mentira que aquella máquina de llorar hubiera tenido las agallas de intentar algo tan horrible contra ella y Dios sabe cuántas más.
Evie esperó paciente mientras observaba cómo marcaba el número de la policía, indicaba el lugar donde estaban y explicaba que quería entregarse por una violación y otros dos intentos. Tragó saliva; ojalá pudiera haber ayudado de alguna manera aquella chica igual que había podido ayudar a Susan en aquella ocasión.
Al menos, esos dos no supondrían un problema nunca más.
Vio cómo Erik colgaba y bajaba la cabeza, derrotado. Por primera vez en mucho tiempo se sintió victoriosa y llena de orgullo. Empezó a alejarse de ellos, pero se quedó cerca de la calle; quería asegurarse de que se los llevaban.
Una vez detenidos, sacó el transmisor de la mochila y se lo puso.
—«Lía, necesito hablar contigo en persona. Y también necesito que avises a varias personas» —dijo sin si quiera saludar.
—«Hola. Está bien, ¿a quiénes aviso y para qué?» —contestó Lía. A juzgar por su tono, acababa de despertarse de la siesta.
—«Avisa a Neil, Mikael, Emma, David, Alexander y a Lairon. Os quiero a todos dentro de una hora en mi casa» —cogió aire—. «En la casa de los Antária.»
—«Eh... Vale» —dijo Lía extrañada.
Evie llegó a la casa –a su casa– y vio que ya estaban en el jardín reunidos. Todos –excepto Lairon, que estaba algo apartado y contemplando las flores silvestres del jardín– hablaban animadamente, pero notó perfectamente la incertidumbre que los envolvía.
—Hola a todos —saludó en voz alta.
Los chicos se giraron y la miraron sin entender muy bien a qué venía todo aquello –y qué había pasado con la Evie que apenas hablaba–. Pidió que la siguieran al interior de la casa, y, tras haberse sentado cada uno donde pudo, Evie se puso de pie frente a ellos.
—Veréis, seré breve; os he reunido aquí porque hace un par de horas me he enterado de que la desaparición de Gael no fue coincidencia —se oyeron diferentes reacciones, pero Evie continuó—; el demonio que lo raptó sabía quién era. Y necesitaba que estuviera ileso. Sé que parece una locura, pero creo que está pasando algo que no sabemos. Y siento que Gael está vivo —dijo Evie muy segura.
Todos se quedaron callados, mirando al suelo o a cualquier punto excepto a Evie, y vio reflejada en sus caras la duda. Entendía que era difícil de creer, y por eso los había reunido a todos allí a la vez. Mikael sería capaz de mostrarles su recuerdo, haciendo que no hubiera «pero» que valiese.
—Sé que no me termináis de creer, pero por eso os he mandado reunir aquí. Mikael, por favor, enséñales mis recuerdos de esta tarde. Sé lo que estoy haciendo.
Mikael vaciló unos segundos, pero finalmente se levantó y puso las manos sobre las sienes de Evie; ésta cerró los ojos y vivió de nuevo lo que había sucedido a la tarde.
Una vez Mikael hubo terminado, miró a Evie con cara de «tú y yo vamos a hablar seriamente» y ella asintió; aunque al final no había pasado nada, entendía la preocupación y el enfado de Mikael ya que Evie había ido con la clara idea de acabar con la vida de un terrenal. Había intentado romper su promesa.
Mikael hizo que los invitados se dieran las manos y se concentró. Todos cerraron los ojos.
Tras unos segundos supo que habían terminado porque, aunque algunos aún no los habían abierto, el ambiente en la sala se había vuelto algo extraño. Miedo, incertidumbre, sorpresa.
Y no había que ser un solar para notarlo. Era más que evidente.
—Bueno, como habéis podido comprobar, es información fiable. Y sé que en su día se hizo todo lo posible por encontrarlo, pero también siento que nos estamos dejando algo. Su secuestro no fue fortuito y dudo que lo hayan matado. Tiene que seguir vivo en algún lado. Y por eso necesito vuestra ayuda; yo sola no puedo hacerlo. Necesitamos a un Vigilante como Lairon de guía, y, puesto que los Guardianes escasean —dijo Evie con pena— he pensado que vosotros, Sanadores, también podríais ayudarnos. Nuestras técnicas de combate son limitadas, pero cuantos más vayamos más probabilidades tendremos —explicó Evie muy convencida.
—Yo te ayudaré —dijo Neil sonriendo.
Evie le devolvió la sonrisa. Realmente era un cielo de persona.
—Yo también —dijo Lairon—. Pondré a mi padre al corriente y veré qué podemos hacer.
La aprendiz de Sanadora asintió, conforme.
—Nosotros también —dijo Emma refiriéndose a Alexander, David y ella.
—Lía y yo también, no lo dudes —dijo finalmente Mikael.
Evie sonrió, complacida; lo había conseguido, todos la habían creído y ayudarían a encontrar a Gael.
Gael... Pensar que aún habría esperanza, que podría seguir vivo y que podrían rescatarlo había encendido una llama en su corazón que creía extinta. Ahora tenía una buena razón para seguir adelante. Debía agarrarse a esa posibilidad y no dejarla ir.
En ningún momento había querido morir, era solo que, una vida sin él, se le hacía demasiado dura. Y esa parte suya que exigía venganza a cualquier precio era algo que no sabía que tenía... Ni cómo controlar.
Solo ahora que veía luz al final del túnel y el odio ya no la cegaba por completo empezaba a ser consciente de la estupidez que casi había cometido aquella misma tarde; ¿en qué diablos estaba pensando? ¿De verdad tenía intención de matar a Erik? No se reconocía a sí misma.
Pero ahora había cosas más importantes en las que centrarse. Después, cuando Gael estuviera junto a ellos, ya habría tiempo de recapacitar.
—Hoy es ya muy tarde —dijo Lairon— así que deberíamos volver a nuestras casas y prepararnos para mañana. Evie, es tu primer viaje así que te pondré al corriente; el Bosque Sombrío es demasiado extenso para recorrerlo en un día, por lo que tendremos que pasar la noche allí —Evie sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda; tenía decidido ir, pero no sabía ese pequeño detalle—. Así que coge una buena mochila y prepara todo lo que puedas. Coge ropa cómoda, algo de abrigo y provisiones para una semana... Por lo que pueda pasar —añadió en voz baja.