Entre el cielo y el infierno...

By nyxaquabooks

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Aíma es como una ninfa, evoca la dulzura y con sus delicados pasos incita ligeramente al deseo. Ante los ojos... More

Información importante
Prefacio
La Misión
Enemigos infernales
Apariencias engañosas
El entrenamiento
Amargos secretos
La visita de la muerte
Vidas fragmentadas
Almas condenadas
Traidores
Dolorosos engaños
Verdades insondables
Desengaños
Tormento eterno
Acciones inesperadas
El final de una vida (parte I)
El final de una vida (parte II)
Epílogo
Significados de los nombres de algunos personajes
Ángeles caídos - trilogía cielo o infierno #2
Dedicatoria
Agradecimientos

Sucesos inesperados

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By nyxaquabooks

Sucesos inesperados

«No hay secreto que el tiempo no revele»

—Jean-Baptiste Racine—


Desde que empezó a entrenar no se le permitió poner un pie fuera del inframundo, por eso había abandonado por completo su morada, aunque le fuese difícil de admitir extrañaba su cama suave y llena de cojines, era un demonio claro, pero eso significaba no le gustaba la buena vida. Abrió la puerta, respiró el aroma conocido de su hogar y encendió la luz.


—Te amo—suspiró, la declaración era dirigida a su residencia. La sala increíblemente hermosa le daba la bienvenida, estaba pintada de purpura, acompañada de un juego de recibo, del mismo color y una mesita de cristal fino, que combina perfectamente, con las diversas ventanas vidrio que le rodeaban. Le gustaba lo frágil, porque se podía destruir fácilmente. Subió las escaleras que daban a las habitaciones, eran ocho en total, aunque solamente una estaba en uso, la suya.

—Dame solo una noche, por favor—el tentador susurro fue acompañado de un beso robado, primero suave y luego feroz, una mezcla de amor y deseo.

—¿Desde cuándo usas el por favor, Kólasi̱? —murmuró, adivinando el nombre del intruso.

—Te extraño—soltó acariciándole el rostro suavemente, para luego depositar un pequeño beso en su cuello, mirándome como si no existiera nadie más en el mundo, aunque eso era una mentira.

—¿Qué dirían en el inframundo si se enteran que ruegas por sexo? —musitó la pelirroja con una sonrisa maliciosa.

—No me importa lo que digan, te quiero a ti, para siempre nena.

— ¿Eh? —titubeó y mirando por la ventana, la noche apenas comenzaba, sabía que no le convenía, pero deseaba sentir su piel.

—Será como tú quieras—prometió y una sonrisa se dibujó en los labios de Aíma. Lo tomó por el cuello de la camisa, se la rasgó con malicia.


Sus cuerpos chocaron contra la enorme puerta de vidrio que daba al balcón, las manos del joven se introdujeron bajo su camiseta, jugueteando con sus pezones, trató de quitársela, pero ella se lo impidió, le empujó contra la cama. Él se deshizo sus pantalones, su bóxer le dieron una antesala de lo que vendría, Aíma desvistió lentamente para provocarlo y excitarlo más; hasta quedar en ropa interior, se cernió sobre él, sobándose contra su miembro. Las manos de Kólasi̱ se apresuraron en recorrer el cuerpo de la pelirroja mientras le besaba con deseo, usó su fuerza para quedar sobre ella, aprisionándola entre sus brazos ansiosos.


—Sabes que me gusta estar arriba—comentó con una sonrisa torcida, para posicionarse encima de él nuevamente. Se deshicieron de la poca ropa que los cubría, sucumbiendo ante la lujuria, hasta que el éxtasis de la pasión se hizo presente.

—Eres extraordinaria—susurró viniéndose dentro de ella.

—Lo sé—respondí sin modestia.

—¿Recuerdas la primera vez que estuvimos juntos? —soltó Kólasi̱ revolviéndole el cabello.

— ¡Fue horrible! —chilló horrorizada.

—A mí me gustó—admitió sonriente—, tú y yo en mi automóvil, el día de tu cumpleaños número quince, justó en el frente de aquel colegio de señoritas—recordó y su sonrisa se ensanchó.

—Las monjas nunca se enteraron—Aíma soltó una risita.

—Es mi día favorito—suspiró y ella levantó la cabeza para mirar su rostro.

—Eres un mentiroso, fue un caos. Nunca había estado con nadie y temblaba sin parar—admitió disgustada.

—Y justo por eso fue hermoso, porque pude ver un lado tuyo, que nadie más conoce. Nunca olvides, haría cualquier cosa en el mundo por ti—musitó y besó su frente, apreciando esos hermosos ojos verdes. La noche se le hizo corta y al levantarse, Aíma estaba sola, Kólasi̱ se había ido. Una pequeña nota reposaba sobre la mesita de noche, la tomó entre sus manos y la leyó:


Lo sé, me matarás por lo que diré, pero al diablo con la vida. Sé que odias ser mitad humana, pero tengo que admitir que eso es lo que me encanta de ti, tienes la capacidad de sentir; no eres solo una máquina de matar; de seguro debes estar pensando en cortar mi cuello, de la manera más dolorosa, te conozco muy bien, nena, también sé lo mucho que te molesta, que digan que hay algo bueno en ti, pero lo hay.

Haría cualquier cosa por ti, nena, ¿lo sabes?

σ 'αγαπώd


La pelirroja lanzó una serie de maldiciones, en contra de Kólasi̱, debido a desagradable y cursi notita. Tomó una ducha de agua helada para disminuir su ira; se concentró en un enemigo, al que había descuidado un poco. Esa mañana el maldito ángel moriría. Se vistió para la ocasión, su atuendo era un short negro con cadenas doradas que caían por el lado derecho y top rojo estilo corsé, junto con unas botas de tacón fino.

La mejor forma de llamar a un ángel que escuchó alguna vez, era matar; por eso crearía un infierno en la tierra, Se dirigió al centro de la ciudad; manipuló los semáforos; haciéndolos enloquecen, ocasionando así múltiples choques. Avanzo entre los autos, con una gran sonrisa en sus labios, observó unos hidrantes y aumentó la presión del agua, para que estallasen, creando un caos. Caminó un par de calles más, hasta un par de delincuentes, se atravesaron en su camino.

—Ven acá, mamita—escupió un hombre, con aspecto grotesco, su ropa estaba cubiertas de sangre, que por cierto no provenía de él. Le acompañaba otro hombre de condiciones similares a las suyas. La pelirroja los miró provocativamente y les hizo señas, para que entraran a un callejón cercano.

—Eres una chica mala, ¿cierto? —añadió él horrible hombre, de su cuerpo emanaba un fuerte aroma a licor.

—Más de lo que piensas—respondió maliciosamente. El hombre de mirada libidinosa trató de acercársele, pero antes de que puediera tocarle, la pelirroja le partió el cuello, su acompañante, la miró asustado; trató de huir, pero fue alcanzado por una bola de fuego, que lo incineró rápidamente, hasta convertirlo en una pila de cenizas.

— ¡Para ya! —gritó Daniel a su espalda.

—Al fin llegas, tengo rato esperándote—soltó con tono casual.

— ¡Los mataste! —gritó aterrado.

— ¿Por qué te preocupas? Eran una escoria. Le hice un bien a la humanidad, deberías agradecérmelo.

—Eran seres humanos—insistió una mirada triste.

—Tenían el infierno asegurado, te lo digo yo, que sé muy bien de esos temas.

— ¿Qué quieres? —preguntó Daniel fastidiado.

—Tenemos asuntos pendientes, ángel—susurró a su oído

—No puedes acabar conmigo, Aíma—suspiró sin humor.

—Me subestimas. El último que lo hizo termino sin ojos, ¿quieres ser el próximo?

—No tienes que matar—dijo serenamente.

—Basta de tanta charla. Te quiero ver sangrar—escupió lanzándole una bola de fuego, él la esquiva y esta va a dar justo en el muro.

—No quiero hacer esto, pero tú me obligas, cariño—agregó con un movimiento de la mano. Una ola de dolor invadió el cuerpo de la joven pelirroja. No debía ceder ante el dolor, si lo hacía estaría acabada—. Entiende, tienes mi marca y una vez que la portas, no puedes escapar—le aseguró. Ella luchaba contra el dolor, se obligó a caminar, estaba cerca de él, podía respirar el grato aroma de su piel. dejó que sus uñas crecieran, las iba a clavar en el cuello del rubio, pero unos pasos la detuvieron. Tenían compañía.

— ¿Pediste refuerzos? —comentó Daniel sin alterarse.

—No necesito ayuda para asesinarte, ángel—respondió indignada. — ¡Lárguense trio de sanguijuelas, tengo trabajo! —gritó a los inoportunos demonios.

—Nosotros también, maldita sangre sucia—escupió Vladimir arrojando una bola de fuego en su dirección, pero Daniel la evaporó en el aire

— ¡Es una traidora! —chilló Toby aterrado.

—Cállate, nenita llorona—agregó la pelirroja. Toby sacó una ballesta, su mirada lucía macabra, sus ojos azules y cabello rubio, enmarcaban una sonrisa sádica; lanzó una flecha hacia Daniel, pero la atrapé con mis manos antes de que le tocara, no le daría el gusto de asesinarlo.

—Gracias—susurró Daniel.

—No agradezcas—soltó Aíma—. Si alguien va a matarle seré yo, bastardos. Lárguense o aténganse a las consecuencias.

—El infierno ya no te protege y nosotros terminaremos contigo—señaló Vladimir lleno de odio—. Hoy morirás.

— ¿Y quién me va a matar? ¿Tú y tus nenitas? —respondió con sorna

— ¡Cállate sucia perra! —chilló James.

— ¡Oh James! Hasta que hablas, creía que las ratas te habían cortado la lengua—agregó entre risas

— ¡Eres una maldita! —chilló con un acento francés.

— Sí, lo soy y me encanta—señaló la pelirroja con una amplia sonrisa

—No deben continuar—interviene Daniel, con ínfulas pacifistas.

— ¡Cierra la boca! No es tu problema, ángel—dije cansada de tanta charla patética.

—Podríamos hacer rostizado de ángel—propuso Toby.

—Nadie va a tocarle un cabello. Él me las debe y si alguien lo va a matar soy yo—amenacé firmemente. Mis ojos se estaban tornando rojos, necesitaba que esto terminara de una vez.

—Primero con ella y luego con el otro—ordenó Vladimir a sus acompañantes. El rubio y el castaño, arrojaron llamaradas de fuego, en pocos segundos estaban rodeados. Las llamas eran intensas, Aíma sentía como si su piel se estuviera derritiendo; Daniel estaba pálido, perdía fuerza a cada segundo, todo esto a causa del fuego demoniaco. La pelirroja recordó lo que su padre solía decir cuando empezó a entrenarle.

—Solo es fuego, Aíma—comentaba mi padre, mientras yo miraba las llamas, que se acercaban a mí, sentía el calor quemando mi rostro; en aquel entonces tenía seis años.

—Tócalo—decía él entusiasmado, pero yo tenía miedo.

—No puede dañarte. Nosotros somos fuego; somos parte del infierno y el fuego no puede dañarnos. Somos los demonios más poderosos del universo—agrego mientras extendía su mano a través del fuego, hasta acariciar mi rostro.

—Lo ves—dijo dulcemente.

—Somos fuego—susurró sofocada, por el calor de las llamas que le rodeaban, encerrándolos en un pentagrama, Daniel le miró con desgano.

— ¡Somos fuego! —logró gritar, con un poco más de fuerza y atravesó las llamas sin quemarme. —Hola nenitas—dijo al trio de demonios. Sus miradas estaban llenas de sorpresa—. Te enviaré a hacerle compañía a tus ojos, Vlad—añadió sonriendo con malicia; Toby se colocó frente a Vladimir; ya que el otro no podía ver; aunque sus otros sentidos funcionaban a la perfección. —Mala elección, querido—señaló, mientras miraba a Toby, que empezaba a quemarse; sus gritos eran terroríficos. Sonrió sádicamente, regocijándose ante la incineración provocada, no tenía nada en su contra, pero eligió el lado equivocado.

—Aíma—susurró Daniel débilmente; la mención de su nombre le distrajo. Miró a Daniel, seguía atrapado en el pentagrama de fuego; sentado en el piso. Lucía realmente mal, la pelirroja sabía que se arrepentiría más tarde, pero lo hizo de todas formas; manipuló el fuego con un poco de su fuego hasta abrir un camino entre las llamas, le sujetó, por la cintura para ayudarle a salir de su encierro con premura. —Gracias—murmuró dejando caer su cabeza en el hombro de la joven.

—No agradezcas ángel, pronto te mataré—cantó dulcemente; Vladimir y James aprovecharon ese momento de debilidad para escapar; pero pronto morirán, nadie trataba de matarle y vivía para contarlo.

σ 'αγαπώd: Te amo (griego=


Ambientación

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