Después de una merecida ducha y de vestirme de negro, fui al mausoleo familiar y mire los nombres. Toda mi familia estaba en esas criptas. Mi madre. Mi padre. Mi hermano. Era la ultima Vulturi y ni siquiera podría pasar el nombre a mis hijos. Vagamente era consciente de que Renesmee y mi tío estaban en alguna parte del palacio pero no me importaba. Lo unico en lo que podía pensar era en el vacío en mi interior y en la debilidad que sentía.
¿Porqué te fuiste Alec? ¿Porqué me abandonaste?
En un momento llego Renesmee y la mire. Realmente era bonita con sus ojos marrones y su largo y ondulado cabello cobrizo. Parecía la hermanita menor que siempre quise tener y jamás tendré. Ambas lloramos y hablamos de Alec.
Sabía que estaba haciendome daño. Era consciente de eso y en algún momento lo pagaría. Durante los próximos días desde mi llegada, apenas probaba bocado y no me importaba. Sentía deseos de morir para ir junto a mi hermano.
Renesmee me acompaño en la mañana del cuarto día para mi visita al mausoleo. Estaba tan perdida en mis pensamientos que me asuste al una voz familiar.
-Hola -lentamente, ambas nos dimos vuelta para verlo. Se veía bastante bien y no pude evitar compararlo con Athos. Ambos eran fuertes pero Athos tenía olor a hombre y una mirada salvaje. Thomas, por otra parte, era un niño arrogante y malo. Lo mire mejor y vi que tenía una cinta negra en el brazo.
-Creo que los dejare solos -vi a Renesmee levantarse y la imite.
-El es Thomas -le dije y ella asintio, luego lo mire- ella es Renesmee Cullen.
-Mucho gusto en conocerla señorita Cullen.
-El gusto es mio Alteza -hizo una reverencia y me miro con timidez, asenti y ella se fue.
-Estas peor de lo que imagine. Demasiado delgada para mi gusto. ¿Acaso no te estas alimentando?
-Pense que me consolarias un poco o me darías el pesame pero me equivoque -mire a otro lado y me abrace a mi misma.
-Me preocupo por ti aunque no lo demuestre muy seguido -se acerco y me abrazo.
-Prefiero más la versión que pelea pero en este momento no tengo fuerzas para pelear -lo mire a los ojos- dejare que seas el hombre y te encargues de todo, haz lo que quieras, no voy a quejarme. Por una vez sere la esposa sumisa y obediente -lo abrace mientras me escondía en su pecho.
-Realmente estas mal para decir eso. El dolor debe ser más profundo de lo que imagine. Esperaba encontrar a una mujer fuerte que se mostraría arrogante al estar en su terreno. No esperaba a una mujer deprimida, jamás imagine verte así.
-Era mi hermano, mi gemelo, es una parte de mi que ya no esta más -no pude evitarlo y volví a llorar.
-No lo conocí mucho pero estoy seguro de que a el no le gustaría verte así. Seguramente a el le gustaría que fueras fuerte. Se que duele. Jamás perdí a alguien que me importe así que no se que se siente, imagino que no es agradable ahora que te veo, pero debes luchar. Yo estaré aquí para que tu puedas apoyarte en mi, sere tu roca cuando te sientas perdida, sere lo que necesites.
-¿De verdad? -lo mire y el acaricio mi mejilla.
-Sí -sonreí y me quede a su lado sintiéndome un poco mejor.
El me llevo hasta una mesa con sillas que estaba afuera del palacio. Recorde los desayunos al aire libre que compartí con Alec y tuve que ser fuerte para no llorar de nuevo. Aparto una silla para mi y me sente. Mire las flores y luego el paisaje. Metros y metros y metros de verde hasta unirse con el azul del cielo en una línea perfecta. Era muy diferente de Londres donde todo era gris y muerto. Aquí la naturaleza era pura y estaba viva. Recorde las horas que pasaba en el verano corriendo como una pequeña salvaje. La suave caricia me hizo distraerme y mire a mi esposo.
-Pedí que nos preparen algo. Necesitamos alimentarnos.
Asenti y el empezo a hablarme del viaje que hizo. Al parecer Makenna y Magnus vinieron con el. La escusa para traer a Magnus fue que alguien debería cuidar a mi caballo y seguramente aquí nadie sabría como hacerlo. Tuvieron algunos problemas al entrar en Francia pero pudieron solucionarlo. En París demoraron bastante ya que casi los arrestan por el simple hecho de ser ingleses. Mientras comiamos, empezo a hablar de la indignación que sintió y que definitivamente habría guerra entre ambas naciones. Otra guerra más para profundizar la rivalidad eterna entre ingleses y franceses. También me hablo sobre como un grupo de mosqueteros del rey se ofrecio a ayudarlo a llegar a la frontera completamente a salvo. Empezo a divagar y a formular teorías y preferí ocultar que yo fui la causante de esa "ayuda". En cuanto termino, le conte sobre como robe la ropa de un chico para poder atravesar todo el país sin ser molestada.
-¿Nunca cambiaras?
-No -sonreí y tuve que admitir que me sentía mejor luego de comer un plato entero.
-Quiero verlo -dijo luego de que se llevaran la comida.
-¿Qué cosa?
-El palacio, quiero conocerlo y saber que tan diferente es del mio. Quiero entender si tus quejas son validas.
-Mi palacio es mucho más hermoso -me puse de pie y lo mire.
-Entonces muestramelo -tomo mi mano y lo lleve al interior del palacio.
El vestíbulo tenía un empapelado en tonos rojos y ocres, las ventanas eran amplias dejando que toda la luz del sol entrara. El suelo era de madera. Había flores en distintos floreros y los muebles eran escasos. Los pasillos tenían diversos cuadros, algunos originales de Leonardo Da Vinci, otros mas modernos. También teníamos porcelana china y esculturas romanas que eran copia de las griegas que se han perdido con el correr de los siglos. Cada cuadro que veíamos, debiamos verlo con cuidado ya que nos poníamos a discutir sobre si eran o no mejores que los de Inglaterra. Fuimos al salón de baile pero no nos detuvimos mucho tiempo. Pisos de madera, paredes crema, algunas mesas, arañas de cristal en el techo, un piano y contra la pared una elevación con un par de tronos de oro.
Subimos las escaleras de mármol, cubiertas con una alfombra persa, y lo lleve hasta la biblioteca. Una pared era practicamente una ventana, las paredes laterales estaban llenas de libros y la mitad de la pared donde esta la puerta también estaba cubierta de libros. Había unos sillones cerca de la ventana y otros en el centro. Vi que estaba impresionado al ver tantos libros, algunos incluso eran en su lengua original. Luego de un par de comentarios, seguimos el recorrido. El siguiente lugar era una sala de música. Tenía un piano blanco, unos bancos para sentarse, repisas con violines y oboes, un chelo y un arpa. Thomas no le presto mucha atención y seguimos. Llegamos al estudio de mi padre y vi algunos papeles en su escritorio. Había una pequeña biblioteca y unas sillas con respaldo de terciopelo rojo.
-¿Tus antepasados? -señalo los cuadros y asenti.
-Si -señale uno de un joven de cabello negro y ojos azules- el era mi padre.
-Es mas joven de lo que yo recuerdo.
-Hay una tradición que dice que cada vez que un rey asume se hace un retrato. Mi padre asumio a los 25 años. Se suponía que el próximo retrato debía ser el de Alec. Él era Marcus Vulturi -señale a un hombre de cabello castaño y ojos marrones- mi abuelo.
-¿Me pregunto quien sera el próximo rey? Por lo que veo heredaste los ojos de tu padre, los demás tienen ojos oscuros.
-Mi abuela materna fue la que trajo los ojos azules a la familia. Seguramente tío Cauis sea el próximo.
-Debes parecerte a tu madre.
-Eso dicen, si quieres puedes verlo. Hay una habitación con los cuadros de la familia.
-Quiero ver.
Salimos de ahí y lo lleve a una habitación llena de cuadros.
-Ellos eran mis bisabuelos, Francesco y Sofia -señale una pareja vestida de azul- mis abuelos Marcus y Didyme -señale a otra pareja- mis padres Aro y Sulpicia -comencé a contar un poco de la historia de cada uno de los reyes y sus esposas y lo mire.
-Eres una mezcla. Tienes el cabello dorado y los ojos azules de tu abuela y el rostro de tu madre.
-Si.. Ahora ya se de quien herede el cabello dorado.
-¿Notaste un patrón en las reinas? -dijo de forma curiosa y seria
¿Cual?
-La piedra azul. Hay 12 reinas con la misma piedra, ¿es coincidencia o tradición?
-Tradición. Es el lapislázuli de la familia. Si hay algo que todos los Vulturis tenemos en común es el amor por las joyas. Un Vulturi sin joyas no es Vulturi.
-Si... Veo que también los hombres tienen joyas.
-Hay una leyenda sobre ese lapislázuli.
-¿Cual?
-Es algo larga y me da algo de miedo decirla delante de mis ancestros. Es raro porque la joya familiar es un rubí, todos los collares Vulturi tienen un rubí.
-¿Aún esta aquí esa joya?
-Por supuesto. Mi padre la tiene ya que era de mi madre, ven.
Salimos de allí y fuimos a la habitación de mi padre. No me detuve mucho tiempo, simplemente busque entre los cajones hasta encontrar una caja con terciopelo negro y salimos de allí. Pasamos por varias habitaciones, incluida la de mi hermano, y llegamos a la mía.
-Mi habitación -el sonrio y entro.
No se parecia a una habitación de una joven princesa. Decir que era la habitación de una niña era mas apropiado. Las paredes tenía un papel rosa suave, las cortinas eran de encaje rosa, en las repisas habían ositos de peluche, muñecas de tela y porcelana y algunos libros que tomaba prestado de la biblioteca. Un sillón blanco y rosa, una mecedora de madera cerca de la ventana con una muñeca. La cama tenía mantas rosas y blancas.
-Es... linda.
-Gracias -sonreí y me sente en la cama.
-No esperaba algo tan delicado.
-Lo decoro mi madre cuando tenía 4 años. Ella consideraba que ya era hora de que Alec y yo tuviéramos habitaciones separadas así que las decoro. Ella murió meses después y a medida que crecía me daba cuenta de que el unico recuerdo real que tendría es el cuadro donde esta con mi padre. Decidí mantener la decoración como un homenaje a ella.
-Entiendo.
Abri la caja y le mostre el collar con el lapislázuli. -El famoso collar.
-Es hermoso... Dime la historia.
-Esta bien, ponte cómodo -sonreí al verlo sentarse a mi lado y comencé a hablar.