El Retorno del Rey.

By SonOfHestia9922

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La confianza es una cosa frágil, Perseo la supo siempre. Se necesitan años para construir una confianza firme... More

Aviso.
Una Nueva Era.
El Comienzo.
La Titanomaquia.
Mitos I.
Mitos II.
La Caída del Rey.
Atenea.
La Gran Profecía.
Thalia.
La Reunión.
Especial de Corazones I.
Especial de Corazones II.
Especial de Corazones III.
La Profecía de Oeste.
Los Hermanos DiAngelo.
Calma Antes de la Tormenta.
Sin Amor por los Olímpicos.
Mi Opinión (No es un capitulo).
Bienvenidos al Laberinto.
En el Laberinto.
La Batalla del Laberinto.
Hacia el Olimpo.
La Guerra Comienza
La Batalla de Manhattan
Batalla en la Sala de Tronos.
El Comienzo de una Nueva Era.
Aviso. Aviso.

Batalla en el Monte Otrys

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By SonOfHestia9922

Buenoooo... Puede que en este capitulo me hubiese excedido.

Como veran aqui las cosas se han puesto muy dificiles y, para que negarlo, emocioantes.

El titulo les dara una buena idea de lo que se viene en este.

Disfruten.

...

Elgrupo llego a la Presa Hoover y todos se maravillaron al verla. Era una inmensa obra de ingeniería. El dique era tan grande como un estadio de futbol. El inmenso muro de hormigón curvado saliendo desde las paredes del cañón. Las personas en lo alto parecían diminutas hormigas.

-Doscientos metros de altura. Construida entre 1931 y 1936, durante la época de la Gran Depresión. Tiene treinta y cinco mil kilómetros cúbicos de agua. Es el mayor proyecto constructivo de todo Estados Unidos-suspiro Annabeth, viendo la Presa Hoover con adoración.

-Bien, no lo olviden-musito Zoe-. Solo buscaremos durante dos horas y si no aparece nos vamos. No podemos perder más tiempo del que ya hemos perdido.

Todos asintieron concordando.

...

Tuvieron que caminar durante una media hora para encontrar el camino hacia la entrada. Salieron por el rio y fueron de regreso hacia el dique. A un lado se desencajonaba el inmenso lago entre las montañas desérticas. Al otro lado, el dique descendía doscientos metros por el rio, dándole el aspecto de ser la rampa de monopatín más peligrosa del mundo.

Se separaron, mientras Thalía, que ya había estado en la Presa Hoover, decidió empezar por el centro de visitantes. Tropezó con varios mortales, quienes frotaban los dedos de los Guardianes. Thalía se burló de ellos. Cuando la Presa Hoover fue terminada, Artemisa los había puesto ahí, consagrando ambas estatuas, así como a la Presa Hoover misma, en honor a Zeus. Si era honesta, le parecía tonto que los mortales creyesen que, si frotaban los dedos de los Guardianes, estos le darían suerte.

Iba seguir su camino al bar, pero algo le llamo su atención.

-¡Muuuuu!.

Thalía se tensó, y se dio vuelta, yendo hacia donde estaba el sonido. Estaba en el lago, nueve o diez metros más abajo, pero Thalía lo vio. Ahí, vio al ser más extraño de todos. Era un ternero bebe, con pelaje negro y un par de gran y tristes ojos saltones. Su hocico era blanco nacarado, y por detrás le salía una cola negra y marrón, con aletas en el vientre y el lomo, como una anguila marina.

-¿Qué...?-pregunto Thalía incrédula, viendo a la extraña criatura ante ella. No era como nada que hubiese leído o visto antes ni por asomo. Era una vaca-serpiente.

Los mortales no reparaban en el ser. Ni siquiera el grupo de niños que había pasado a su lado hacia menos de cinco segundos.

-El Taurofidio o Ofiotauro-dijo una voz tras ella, haciéndola saltar.

Al darse vuelta, vio a su padre haciéndola respirar de alivio. Se veía igual que siempre. Intimidante y severo, pero benevolente y justo. Llevaba una camisa azul manga larga y unos pantalones de vestir de color negro. Sus ojos dorados relucían incluso en la oscuridad que consumía al planeta Tierra.

-Padre... Tú... Yo... Esto... ¿Qué haces aquí? ¿Dónde has estado? ¿Qué es ese ser? ¿Qué sucede?-disparo pregunta tras pregunta, sin dar tiempo a nada.

Su padre alzo una mano, pidiendo silencio y ella se calló, aguardando, pues sabía que su padre le daría las respuestas que necesitaba. Si bien estaba molesta con él por haberla ignorado casi dos semanas, sabía que le tendría una buena razón.

-Una pregunta a la vez. Estoy aquí para hablar contigo y llevar conmigo al Taurofidio. He estado preparando a mis tropas Thalía, pues una guerra de esta magnitud no es algo que se pueda planear de la noche a la mañana. Mis ejércitos se movilizaran pronto, y tengo que estar ahí.

Thalía asintió, comprendiendo. Era una buena razón.

-Ese ser es el Ofiotauro o Taurofidio-siguió su padre y viendo su mirada explico-: Hace eones, durante la primera Titanomaquia, las Destinos decretaron que quien sacrificase las entrañas de ese ser tendría el poder para destruirnos a nosotros, los dioses eternos. Los Titanes lo consiguieron y poco falto para que sacrificasen al Taurofidio. Cuando estaban por arrojar sus entrañas al fuego, envié a un águila para que las recuperase. Pero eso fue hace eones, y ahora, tres mil años después y con esta nueva guerra, el Taurofidio vuelve a nacer.

La mente de Thalía proceso eso y se estremeció. El Taurofidio parecía tan inocente y tan tierno... Algo así no debería ser capaz de crear semejante caos.

-Existe un gran poder en destruir la inocencia-señalo Perseo, como si hubiese leído la mente de su hija. No lo había hecho, pero todo quien veía al Ofiotauro y oía su historia tenía el mismo pensamiento.

Perseo chasqueo los dedos y con un sonoro estallido el agua comenzó a alzarse del dique, encerrando al Taurofidio en una esfera de agua. Con un ademan de mano, la esfera con el Taurofidio adentro desaparecieron.

Thalía alzo la vista y la fijo en su padre. Sus ojos dorados relucían como dos faros entre las luces artificiales que alumbraban a la Presa Hoover.

-¿Lo usaras contra el Olimpo?.

Perseo negó.

-No. El Taurofidio tiene el poder de destruir a todos los dioses eternos. Eso incluye a los Olímpicos y a mí mismo. Yo lo tomare y me lo llevare fuera de las garras de los Titanes.

-Bien. ¿Así que ese era el monstruo que Artemisa cazaba cuando fue capturada?.

-Sí y no. Antes de lo sucedido en Maine, ella lo estaba cazando, pero luego de eso lo olvido. Cuando fue capturada, me intentaba cazar a mí.

Thalía no pudo contener una sonrisa burlona ante el hecho de Artemisa enserio creyese poder capturar a su padre. Perseo vio la mirada de su hija y rio entre dientes. Francamente era ridículo pensar que Artemisa por si sola podría contra él.

Un pensamiento vino a la mente de Thalía.

-¿Papa?.

-¿Si, Princesa?.

-Si vamos a Otrys, tendremos que pasar por el Jardín de las Hespérides, ¿no?.

Perseo asintió, apoyándose contra un muro.

-¿No son ellas las Ninfas del Ocaso? Si es así, ¿Cómo pasaremos ante ellas?. Sin Sol o Luna ya no hay ocasos.

-No te preocupes por ello. Cuando lleguen ante las Hespérides, lograran pasar. Ladón tampoco será un problema. Tienes mi palabra.

Thalía se relajó luego de eso. Confiaba a en su padre, y si él decía que no tendría problemas, no los tendría.

Perseo paseo su vista por la Presa Hoover, arrugando la frente con disgusto.

-Presa Hoover, consagrada a Zeus-murmuro.

-¿Padre?-pregunto Thalía, no habiendo oído lo que dijo.

Perseo fijo su vista en su hija y le sonrió.

-Te recomiendo que salgas de aquí cuando antes, Princesa-pidió-. La Presa Hoover, consagrada a Zeus es de ahora en más, un templo profano. Y junto al resto de templos profanos, deben ser eliminados.

Le tomo a Thalía un segundo entender lo que quería decir su padre, y cuando lo hizo este ya había actuado. Su padre alzo una mano, con la palma extendida, como si saludase a alguien, y Thalía pudo ver entre la negrura como las dos estatuas de los Guardianes se elevaban, flotando a más de treinta metros de su posición. Su padre cerró la mano, haciéndola un puño y ambas estatuas se aplastaron, volviéndose dos inmensas pelotas de bronce. Con un silbido, ambas fueron prendidas en un fuego morado. Con un chasquido de dedos, ambas tomaron posición ante el gigantesco muro curvado de hormigón, en distintas posiciones. Con un ademan, ambas fueron lanzadas como inmensos torpedos o bolas de cañón, atravesando el muro de hormigón con un sonoro y grotesco sonido.

Thalía contuvo el aliento, viendo como dos inmensos huecos quedaban en la Presa. Poco a poco, esta comenzó a expulsar dos inmensos chorros de agua, consiguiendo que toda la Presa Hoover comenzase a agrietarse rápidamente. Thalía ya podía oír los chillidos de terror de los mortales.

-Ahora es cuando corres, Princesa-advirtió su padre, desvaneciéndose en al aire.

Maldiciendo a su padre por no esperar que ella estuviera fuera para destruir la Presa Hoover, Thalía hecho correr como si su vida dependiese de ello –y dependía de ello- no parándose ante nada ni nadie. Sentía su corazón latir, sobretodo viendo que sus pies al parecer se movían solos. Se hizo paso por entre los mortales, y antes de darse cuenta, estaba en el estacionamiento, que, para su fortuna, estaba en una zona segura.

Se metió en la cabina del coche, y prendió el motor, para que cuando los demás llegasen, saliesen de ahí rápidamente.

-¡Enciende el auto!-Thalía se sobresaltó al ver a los otros seis miembros de la misión corriendo hacia ella a toda prisa. Todos se subieron en la parte trasera, y Thalía piso el freno, maniobrando por entre los demás autos en el estacionamiento.

Justo cuando salían del estacionamiento, Thalía pudo ver como toda la represa colapsaba ante ella, rompiéndose totalmente y liberando toda el agua, que salió con una inmensa presión. Una explosión llamo su atención, y vio como la central eléctrica estallaba, derrumbando las partes de la represa que no habían caído por la destrucción del muro de contención.

¡No me vuelvas a hacer eso!, chillo a su padre mentalmente. Su corazón aun latía con fuerza, mientras iban ya por la carretera.

Pudo oír a su padre reírse mentalmente y supo, que si su padre estuviese ante ella, le hubiese dado una inmensa bofetada.

Vamos, fue divertido, Princesa, aseguro su padre con voz cantarina. Dime que no te divertiste.

¡Fue todo menos divertido!, espeto mentalmente Thalía. Podría haber muerto.

¡Thalía!, exclamo su padre, ahora sonando más que ofendido. Jamás te dejaría morir, mucho menos en algo que yo mismo he creado.

Thalía suspiro, sabiendo que era así. Su papa era muy protector con ella, y ciertamente no hubiese hecho semejante desastre con ella ahí si no pensase que ella pudiese escapar.

Bien, bien, pero no lo vuelvas a hacer, rogo Thalía, sintiendo que su corazón se saldría de su pecho.

Trato hecho, Princesa, acepto su padre. Que tengas suerte.

Gracias, musito Thalía en su mente, sintiendo como su papa dejaba sus pensamientos.

...

Thalía condujo por otras tres horas, antes de pasar el volante a Zoe, quien tres horas después se lo pasó a Phoebe, quien condujo durante casi tres horas más. Finalmente, lograron divisar San Francisco.

Habían llegado.

Se habían detenido en un pequeño restaurante donde habían comprado algunos sándwiches, junto a varias botellas de agua. Mientras los comían, habían logrado ver las noticias y la habían quedado un poquito patidifusos. Según testigos supervivientes al desastre en la Presa Hoover, habían sido dos misiles morados lo que había derribado la represa. Eso había llevado a que la Casa Blanca y todo Washington culpasen a sus enemigos en Asia. El Gobierno se preparaba para devolver el ataque, pues la Presa Hoover proveía agua a Nevada, Utah, California y Arizona; o al menos lo hacía, antes de ser destruida. Sin embargo, cuatro estados sin agua era un problema. Sin contar que habían muerto más de ocho mil personas; Thalía se sintió un poco mal por ellos, sabiendo que había sido su padre, pero estaban en guerra; incluso si los mortales no sabían de eso, lo estaban.

Luego de eso volvieron a la camioneta, donde Zoe tomo el mando y siguieron el curso, directo al Monte Otrys.

...

Zoe estaciono la camioneta a las faldas de la montaña, donde la neblina era espesa y el camino pedregoso. Las cazadoras sacaron un par de linternas de quien sabe dónde, y dirigieron el camino, con Thalía, Luke, Annabeth y Aquiles siguiéndoles. Los siete semidioses caminaron durante casi dos horas, y mientras más lo hacían, la niebla mágica y la no mágica más espesas se volvían, hasta el punto en que las linternas se volvieron inútiles.

Thalía se dio cuenta de que Zoe se ponía tensa, y vio como Phoebe y Diana ponían sus manos en sus hombros, intentando darle tranquilidad.

Llego cierto punto, en donde Zoe se detuvo y entrecerró los ojos. El Jardín de las Hespérides se alzaba ante ellas. Una exuberante pradera de sombras y muchísimas flores de brillantes y vivos colores. En medio se alzaba un árbol de unos cinco metros de altura, y en cada rama colgaban decenas de relucientes y brillantes manzanas doradas. El olor dulzón de las manzanas golpeo a todos y supieron que un solo mordisco de ellas sería lo más delicioso del mundo, incluso más que la ambrosia.

-Las manzanas de la inmortalidad-se asombró Annabeth-. Regalo de bodas de Zeus a Hera.

-Error-murmuro Zoe haciendo muecas.

-¿Qué?-chasqueo la lengua Annabeth, no gustándole que le dijesen que se equivocaba.

-Las manzanas fueron un regalo de Gaia, la Madre Tierra, a su nieto favorito, Perseo, luego de que este asumiese la corona del Monte Olimpo-explico Phoebe, pues Zoe no parecía muy interesada en hacerlo-. Aunque, a pesar de felicitarle, luego enviaría a Tifón a atacar al Olimpo.

-Gaia es tan rara-bufo Diana.

Annabeth abrió los ojos, pero se distrajo ante un jadeo. Enroscado en el árbol había un inmenso dragón. Su cuerpo se enroscaba en la parte inferior y sus cien cabezas iban subiendo hacia la inferior. Sus escamas plateadas relucían y sus ojos estaban cerrados. Ladón estaba dormido.

Entre las sombras se escuchaban melodiosas voces, entonando hermosas canciones. Pero antes de nada, cuatro figuras hicieron temblar el aire, apareciendo de la nada: cuatro adolescentes parecidas a Zoe, con vestidos griegos blancos. Su piel era acaramelada. Su pelo, negro y sedoso, caía como una cascada por su espalda.

Eran iguales a Zoe: preciosas y, seguramente, muy peligrosas.

-Hermanas-saludo Zoe con una voz neutral.

-No vemos ninguna hermana-replico la menor con tono glacial-. Solo vemos tres cazadoras y cuatro mestizos. Todos los cuales morirán pronto.

-Están equivocadas-objeto Zoe-. Nadie morirá.

Las cuatro vieron a Thalía.

-Thalía Grace-dijo una de ellas.

-Si-dijo otra-. Esa es.

-¿Debemos, hermanas?-susurro la que estaba casi envuelta en sombras.

-Tenemos órdenes, Aretusa. ¿Quieres desafiar las ordenes de nuestro Señor?-cuestiono la cuarta, que no había hablado.

-¡Sabes que no, Egle!-replico Aretusa.

Entre las cuatro ninfas paso un entendimiento.

Una de ellas vio a Zoe.

-No podemos impedirles el paso-reconoció-, pero considéralo, Zoe. No eres rival para él.

Al mismo tiempo las cuatro ninfas y Zoe vieron la montaña.

-Debemos continuar-dijo Zoe-. Déjennos pasar.

Las ninfas asintieron y antes de disolverse dijeron:

-Han sido advertidos.

Mientras subían, todos pudieron oír la música de las Hespérides, quienes habían seguido sus cantos. Ya no sonaba bonita. Sonaba como la banda sonora de un funeral: triste y melancólica.

...

La cima del Monte Otrys era escalofriante. Había columnas a medio construir, muros sin acabar y docenas de estatuas de hombres y mujeres que parecían estar inacabadas.

-Las ruinas del Monte Otrys-murmuro Luke con temor reverencial.

-Esto está mal-se estremeció Diana.

-No debería estar así-concordó Zoe.

-¿A qué se refieren?-cuestiono Aquiles.

-En la primera guerra entre dioses y titanes, Otrys y Olimpo eran las dos capitales rivales-conto Phoebe-. Cuando los dioses ganaron y desterraron a los titanes al Tártaro, Perseo destruyo la montaña, partiéndola a la mitad.

-¡Oh, Estigio!-se quedó sin aliento Diana.

Habían entrado en una gran sala, a medio construir. Había doce tronos gigantes parcialmente acabados y muchos pilares a la mitad. Pero lo que les llamo la atención fue lo del medio.

Un gigantesco vórtice de remolinos grises salía del centro del techo, y descendían hacia la figura de una pequeña niña pelirroja. La niña tenía cadenas sujetándola y se notaba se esforzaba.

-¡Mi señora!-las tres cazadoras corrieron hacia Artemisa, quien alzo la cabeza con dificultad.

-Huyan... Es una trampa-les dijo ella, jadeando ante el peso del cielo sobre sus hombros.

-Ah, conmovedor-dijo una voz tras ellos.

Se dieron vuelta y palidecieron ante la vista que los aguardaba. Había no menos que seis Titanes, y Zoe los reconoció a todos y cada uno de ellos. Después de todo, ella había existido durante la Edad Dorada.

El primer, su padre, el líder, fue la que más la asusto. Tenía el pelo oscuro y ojos del color de la roca volcánica. Sus ojos brillaban con malicia. Tenían un traje de seda negro, y aun así se podían notar todos sus músculos.

El siguiente era bajo y ágil. Tenía ojos celestes y pelo blanco, a pesar de no tener más de veinte años. Su cara era petra, parecía esculpida en piedra. Tenía una armadura color celeste brillante, con una lanza flotando a su lado. Lelantos, Titán de los Vientos.

Justo a su lado estaba otro alto, de piel morena y ojos oscuros. Su cabellera era larga y sus hombros anchos. Sus rasgos toscos y grotescos lo hacían parecer un ogro. Solo tenía de armadura un peto brillante, con muchos rayos grabados. Astreo, Titán de los Rayos y los Relámpagos.

Al otro lado estaba uno bastante intimidante. Alto, de hombros anchos, musculoso, brazos fuertes y mandíbula cuadrada. Llevaba una armadura completa y un gran mazo de guerra. Perses, Titán de la Destrucción.

Más atrás estaba el quinto de los Titanes presentes. Su armadura negra lo cubría completamente, y su casco no dejaba ver más que la parte frontal de su cara. Ojos cafés, nariz puntiaguda y boca pequeña. Ceo, Titán del Intelecto y Señor del Sur,

El ultimo, un paso más adelante que Ceo, era raro. Estaba totalmente cubierto por una armadura azul oscuro con diminutos puntos brillantes como estrellas. Su casco tenía dos cuernos de carnero retorcidos. Krios, Titán de las Constelaciones y Señor del Norte.

Zoe palideció junto al resto que, si bien no supieron quiénes eran, pudieron decir que era Titanes, y no precisamente de los buenos.

-Ah, si-sonrió Atlas-. Zoe, ¿Cómo está mi pequeña traidora?. Voy a disfrutar matándote.

-No respondan...-gimió Artemisa-No lo desafíen.

-Un momento-dijo Aquiles, quien como tonto no se había dado cuenta de nada-. ¿Tú eres Atlas?.

-¡Ah! Así que hasta el más estúpido de los héroes el capaz de hacer una deducción. Es correcto. Soy Atlas, Titán de la Fuerza, General de los Titanes y Terror de los Dioses.

No hizo falta ser un genio para ver que ni Krios, ni Ceo o Perses estaban feliz de que Atlas fuese el General. Era obvio que cada uno de ellos creía que el titulo debería ser de ellos.

-Ahora, acabare contigo muchacha-decidió Atlas mirando a Zoe.

-¡Nada de eso!-estallo Thalía. Miro con repugnancia a todos los Titanes ante ella-. Así es como sucederán las cosas, imbéciles. Liberaran a Artemisa, entregaran sus armas y se irán nuevamente al Tártaro o en tu caso, Altas, tomaras nuevamente el cielo. Hagan eso y tal vez no les les mate lenta y dolorosamente.

Hablaba con tanta confianza que sus compañeros no pudieron evitar creerlo. No pudieron evitar pensar que, efectivamente, tenían oportunidad contra seis Titanes. Incluso los Titanes vacilaron al oír tal convicción y confianza, sobre todo al ver los ojos dorados que la chica tenía, iguales a los de la Ruina de Titanes.

Atlas sin embargo se repuso rápidamente y regreso a su típica personalidad arrogante.

-¿Acaso quieres tomar el peso del cielo por Artemisa, chica?... Adelante, entonces.

Thalía abrió la boca para decir otras cuantas palabritas al inútil Titán ante ella, pero Artemisa la interrumpió.

-¡No lo hagas! ¡Te lo prohíbo, joven doncella!.

Thalía quiso burlarse. ¿Qué tan tonta era Artemisa para creer que ella tomaría el cielo en su lugar? Tal vez otra lo haría, pero ella ciertamente no era esa.

Antes de que Thalía pudiese decir algo más, un destello lleno la habitación, y un puño golpeo la cara de Atlas, mandándolo hacia el otro lado del salón, chocando contra uno de los tronos a medio construir. Otras dos luces le siguieron a la primera y cuando mostraron a quien habían traído, los Titanes se carcajearon con mucha burla. Ahí estaban Hermes, Hefestos y Ares. Todos amados hasta los dientes, con un caduceo, una maza envuelta en llamas y una jabalina, respectivamente.

-¡¿Esto es todo?!-se burló Perses, mientras Atlas se ponía de pie. El Titán de la Fuerza no parecía muy afectado por el golpe, pues sonreía con alegría-. ¿Es esto lo que el Todopoderoso Zeus envía contra nosotros?.

Thalía y los demás semidioses se pusieron al lado de los Olímpicos. La hija de Perseo no estaba muy entusiasmada por trabajar con ellos, pero sacar a los Titanes –que constituían una mayoría- era lo primordial. Una vez estuviesen los Titanes estuviesen fuera de combate, se podría hacer algo contra los Olímpicos a su lado.

-¡Somos más que suficientes!-se burló Ares, blandiendo su jabalina. Thalía negó, Ares siempre peleaba con una sed de sangre terrible que siempre era su perdición.

Hermes vio a sus hermanos divinos, luego a los semidioses y entre los diez paso un entendimiento.

-Ahora.

Y se lanzaron a la carga.

...

Hermes corrió hacia Atlas, su velocidad superior le permitió esquivar el golpe de Lelantos y de inmediato el Dios de los Mensajeros se enfrasco en una batalla contra el Titán de la Fuerza. Aquiles cometió una estupidez, y se unió a Hermes para contra Atlas.

Las cazadoras sacaron cuchillos de caza, y junto a con los dioses Hefestos y Ares cargaron en contra de Perses, Astreo y Krios, quienes solo sonrieron y aceptaron el desafío sin vacilación alguna.

Luke y Annabeth contra Lelantos, quien tomo su lanza y comenzó a mandar tajos mortales. Thalía, con su lanza y Egida se enfrasco en batalla contra Ceo. Ahora, pelear contra uno de Los Doce Originales puede no ser una de las cosas más listas que la chica hubiese hecho, pero siendo su rival un titán y siendo ella una mujer, es obvio que sería subestimada y ella usaría eso, mas su habilidad y poder, para vencer.

Con una impresionante agilidad y velocidad lanzo un golpe con su lanza, pero fue detenido por el escudo del Titán, quien parecía divertirse. Thalía se defendió de sus golpes con su escudo, y cuando Ceo estuvo por rebanarla a la mitad ella se agachó, y sostuvo con su escudo el fuerte empujón de su oponente. Se movió contra el y alzo su lanza para detener un tajo de su espada, pero para su desgracia, esa acción rompió su lanza a la mitad. Thalía ni parpadeo ante ello, tomando la mitad con la punta y sosteniéndola como si fuese un cuchillo.

Ceo se sorprendió de que la semidiosa ante él hubiese durado casi un minuto y aun resistiese, pero no hizo ascuas a aquello. Con un grito fiero alzo su espada, solo para que chocase contra ese horripilante y exasperante escudo, haciéndola rebotar con un mandoble. Odiaba ese escudo, era indescriptible y eso no le gustaba. La empujo, haciéndola rodar por el suelo, aunque rápidamente se puso de pie y ataco, y aunque estaba por apuñalarle en el hombro, él fue más rápido y se movió, esquivándola por un centímetro. Ceo abrió los ojos al ver como la chica hacia una voltereta, enviándole una patata a la cara, pero el alzo su escudo y el pie de la chica choco contra él. Si bien obviamente le dolía el pie, no hizo ni una mueca y ataco.

-¡Estúpido!-vino el grito de Atlas y Thalía vio como Aquiles era mandado a volar contra un muro-. ¿Creíste que por vencer a ese insignificante Dios de la Guerra podrías contra mí?.

A Ares no le gusto dicho comentario, pues abandono su pelea y se unió a Hermes en la lucha contra Atlas. Sin saberlo, Ares acababa de dejar a Hefestos, a Zoe, a Diana y a Phoebe contra Perses, Astreo y Krios. ¡Alegría!.

Thalía ataco a Ceo con la mitad de su lanza, pero el Titán la golpeo en el estómago con su rodilla haciéndola doblarse de dolor. Se movió con agilidad, ignorando el dolor y golpeo al Titán en la pierna, haciéndolo tambalearse, pero rápidamente se recuperó y asestó un golpe a Thalía en su cintura, abriendo una fina y delgada herida. Titán y semidiosa chocaron armas, y Thalía tuvo que moverse cuando la fuerza superior del Titán la venció, protegiéndose con su escudo del puño que estaba por recibir. Con un gruñido, suspiro y nuevamente cargo, olvidándose de su dolor detuvo el ataque con su escudo y dirigió su lanza a la pierna de Ceo, haciéndole una pequeña herida.

Ceo abrió los ojos impresionado de ser herido por una mortal y tanto fue así, que ni se dio cuenta cuando la lanza se incrusto en su estómago. ¿Una mortal, ¡una mujer!, acababa de herirle?.

Hermes y Ares iban y venían contra Atlas, que no se veía en lo más mínimo asustado de combatir contra dos Olímpicos juntos. Hefestos y las cazadoras perdían terreno contra los tres titanes, sin importar cuanta magia divina invocase el dios. Aquiles yacía al lado de Artemisa, medio inconsciente por el golpe. Mientras que Annabeth y Luke perdían terreno contra el Titán de los Vientos.

Thalía no se detuvo a festejar haber herido a Ceo, y aprovechando el momento de aturdimiento del Titán, arranco su lanza partida de su estómago y retrocedió, dado un salto grito. Un rayo descendió de los cielos a toda prisa y golpeo a Ceo a volar contra un trono azul cubierto de corales. Guardando su escudo y poniendo su lanza rota en su cintura, Thalía extendió su palma y de esta salió un torbellino de fuego que viajo a toda prisa contra Ceo, quien chillo ante eso. No lo pensó, y mientras el fuego se disipaba, tomo la lanza en su cintura y se la clavo al Titán de la Inteligencia en su corazoncito. Icor, la sangre dorada de inmortales broto como un manantial de pecho del Titán de la Inteligencia. Su expresión, iba más allá del odio. Era dolor, desconcierto, imposibilidad de creer que lo habían derrotado. El cuerpo de Ceo comenzó a desmoronarse en una pila de arena dorada, que el viento se llevó.

Cuando el cuerpo de Ceo desapareció, quedo una reluciente espada plateada azulada de noventa centímetros. El filo de la hoja brillaba relucientemente. El mango era como una gran serpiente enroscada.

Las peleas se detuvieron.

Todos y cada uno vieron como Thalía Grace, una semidiosa indeterminada, acababa de enviar al Tártaro a Ceo, Titán de la Inteligencia, uno de los Doce Originales.

Entonces, una nueva voz se unió. Una voz que hizo que todos los Dioses y Titanes, incluida Artemisa bajo el cielo, se estremeciesen.

-Bueno, bueno... Eso... fue todo un espectáculo-la voz no parecía provenir de ninguna parte-. Espero que no sea muy tarde parta unirme a la fiesta.

Y por la puerta principal el entro. Perseo vestía su armadura griega tradicional, con los brazos cubiertos y sandalias de correa. Llevaba una capa color blanca colgando de su espalda. En su cabeza había una corona reluciente de oro, con muchos diamantes, zafiros, rubíes y todo tipo de gemas. En su mano derecha estaba su lanza, de dos metros de altura, con una especie de diamante en bruto como punta. En la izquierda tenia un escudo de oro reluciente y pulido. La cabeza del monstruo Kampe descansaba en él, haciendo que todos, incluso los inmortales apartasen la vista.

Perseo entro como si él fuese el dueño del palacio y sonrió al ver a todos palidecer. Amaba crear miedo entre sus enemigos, pues eso indicaba que lo veían como alguien a quien temer, alguien de quien debían tener cuidado.

-P-perseo-tartamudeo Krios palideciendo. Miro a su sobrino con miedo son disimular.

Perseo se detuvo y mío a Krios con atención, haciendo que el Titán se arrepintiese de hablar.

-Krios-asintió y siguió su camino. Miro a los dioses-. ¡Ares, que bueno verte! ¡Hefestos, tanto tiempo! ¡Hermes, espero que te hayas recuperado de la paliza que te di! ¡Y Artemisa, mi linda sobrina!. Casi todos están aquí. Los traidores-miro a sus sobrinos-, los traicionados-se miró a sí mismo-, y la gentuza también-ahora miro a los Titanes.

Atlas se recuperó y con esa arrogancia tan característica suya se adelantó.

-Eres tonto Perseo, si crees poder vencer a cinco Titanes-se burló, sosteniendo su jabalina.

Los otros Titanes sin embargo, parecían cautos y temerosos de atacar al ser ante ellos.

Perseo miro a Atlas con compasión.

-Primo, me das lastima. Una semidiosa venció a uno de los Doce, es obvio que puedo contra el resto-admitió-. Aunque bueno, es mi hija, así que no puedo esperar nada menos.

Cinco segundos.

Eso fue lo que el tomo a todos entender sus palabras.

Luego...

-¡¿HIJA?!.

Ni Titanes o Dioses lo esperaban. Perseo era virgen y casto, que tuviese una hija era algo inconcebible. No podían comprenderlo. Annabeth vio a Thalía con traición. ¿Cómo podía ponerse del lado de ese ser? ¿Cómo pudo ocultarle eso? En esos momentos se estremeció al comprender que su amiga ya no era su amiga, ahora era la enemiga.

Perseo chasqueo los dedos y sobre la cabeza de Thalía apareció el símbolo representativo de Grecia. El Partenón.

Dos voces –una femenina y otra masculina- salieron de la nada y al mismo tiempo dijeron:

-Perseo, Señor de la Tierra, Protector de los Cielos, Guardián del Inframundo, Amo de los Mares. ¡Salve Thalía Grace, hija del Dios del Tiempo!.

Las voces se hicieron más y más fuertes y pronto comprendieron que aquellas personas estaban ahí con ellos. Desde de atrás de un trono salió un caballero envuelto en armadura negra. Tenía una espada de hierro estigio reluciente. Sobre su cabeza descansaba un yelmo negro, irradiado poder y miedo. Hades, Dios del Inframundo.

Otra salió de entre las columnas y se posó al lado de Perseo, haciendo que los Olímpicos y Annabeth jadeasen. La mujer tenía una armadura de oro completa, con un chitón blanco bajo ella. Sus ojos grises relucían y su cabello estaba atado. Una lanza y una Egida eran sostenidas por sus manos. Atenea, Diosa de la Sabiduría.

Perseo dio un paso al frente y sonrió, disfrutando de la conmoción creada por él. Con un chasquido, Luke y las cazadoras se posicionaron a sus lados. Thalía camino hacia el lado de su padre, disfrutando por fin el no tener que ocultar que tenía el mejor padre del mundo. Las ropas de Thalía y Luke fueron remplazadas por armaduras, mientras que los atuendos de las cazadoras se volvían trajes de caza. En manos de Thalía apareció otra lanza, para remplazar la que se le había roto en la batalla contra Ceo.

Casi sin darse cuenta, Nico y Bianca DiAngelo aparecieron a su lado, cubiertos con armaduras negras. Cada uno tenía un arco negro con un carcaj en su espalda, pero tenían desenfundadas unas espadas negras rodeadas de sombras.

Perseo sonrió burlonamente ante las caras estupefactas de los demás.

-Annabeth-le llamo. La hija de Atenea se sobresaltó-, únete a mí. Eres lista, puedes ver que ese es el mejor curso de acción a seguir. Tu propia madre lo ha admitido. Luke y Thalía también están conmigo. ¿Qué te ofrece el bando Olímpico que no pueda ofrecerte yo? Nombra la oferta de ellos y yo la multiplicare por cien.

Annabeth tenía una cara de espanto, haciendo sonreír a Percy.

-Ah, ya veo, mis hermanos no consideran digno recompensar el trabajo de sus subordinados. ¿Quieres ser arquitecta? Serás nombrada arquitecta de todo el mundo. ¿Deseas sabiduría? Poseerás los conocimientos del Universo. ¿Quieres una familia? A mi lado, estarás por siempre con Thalía, Luke y Atenea.

-Solo debes inclinarte, Annabeth-dijo Atenea, adelantándose. Su cara era estoica, e ignoro la mirada de traición y dolor de Artemisa.

Annabeth se veía conflictiva. La oportunidad que se le ofrecía era única. Su madre lo juzgaba correcto y a ella siempre se le había enseñado que su madre nunca se equivocaba. Que siempre tenía razón. Pero entonces vio a Aquiles, quien veía desde donde Artemisa el giro de los acontecimientos, y tomo su decisión.

-No-susurro, con el labio temblándole. Se sentía con ganas de llorar.

Atenea abrió los ojos horrorizada. Sabía que su tio no dudaría en matarla, pues ya estaba afirmando su lealtad al Olimpo. Intento persuadirla.

-Annabeth, consider...-pero fue cortada por su tio, quien lucia imperturbable.

-¡Basta de charlas, Atenea, la chica eligió su bando!.

Su voz resonó en la cámara y nadie, ni dioses o titanes, ni aliados o enemigos, pudo evitar estremecerse.

Atenea asintió y bajo la cabeza en derrota. Ella había elegido su bando y su hija el suyo. Ahora, que cada una viviese con eso. No es que se arrepintiese de elegir a su tio. Jamás. Pero dolería batallar contra su hija.

Por un momento los tres bandos –Titanes, Olímpicos y Dioses- se vieron entre sí, una calma fría rodeándolos. Sin embargo, cuando Perseo dio un grito de guerra, fue como si la campana hubiese sido tocada.

Todos se lanzaron unos contra otros.

Fue una verdadera carnicería.

Atenea se lanzó contra Krios y se enfrasco en una batalla contra el Titán de las Constelaciones. Hades fue contra Perses y Hefestos. Y los DiAngelo contra Astreo y Lelantos. Las cazadoras disparaban proyectiles a Titanes y Olímpicos por igual, no dejándose a ninguno por fuera. Luke tomo su espada y cargo contra Ares, quien se veía pálido por los giros de los acontecimientos.

Perseo y Thalía entretanto, fueron por Atlas y Hermes. Como un dúo de padre e hija, peleaban sincronizados. Perseo defendía y Thalía atacaba, o Thalía atacaba y Perseo defendía. Verlos pelear fue poseía. Parecían haber estado peleando desde siempre. Aunque claro, sus estilos de pelea y movimientos eran tan parecidos que era imposible que no estuviesen tan sincronizados.

Aquiles al otro lado veía todo incrédulo. Sabía que los Dioses perderían, al igual que los Titanes. Solo hacia falta ver como retrocedían para notarlo. Vio a Perseo y a Thalía, que prácticamente barrían el suelo con Atlas y Hermes. El Dios Hermes se defendía de los ataques de padre e hijo como podía, sin tener tiempo de lanzar un ataque de algún tipo. Atlas solo había podido lanzar un golpe, pero rápidamente había sido esquivado y el Titán ahora perdía lo que Aquiles estaba seguro, era la pelea de su vida.

Zoe se movió con destreza por entre la batalla, esquivando los golpes de los enemigos y disparando flechas de haces de luna. Los Titanes y los Olímpicos la veían con furia, pero estaban muy enfrascados en sus combates como para hacer algo para detenerla. Ella, Diana y Phoebe no se sentían culpables de traicionar a Artemisa, después de todo había sido Perseo quien las había salvado de sus destinos (ella de ser expulsada de su familia, Diana de ser violada y asesina, y Phoebe de ser vendida como esclava y concubina de un viejo hombre) y quien las había guiado a la Caza. Sin él, ellas no estarían ahí, le debían su lealtad absoluta. Además, las Hespérides eran de las servidoras más leales al Rey de Reyes, y esa lealtad solo la había reafirmado cuando él le había salvado hacia años. Así que, cuando vio como Atlas estaba por asestar un golpe en la espalda de Perseo (quien se había distraído un momento para ayudar a su hija a darle a Hermes lo que Zoe estaba segura seria el golpe de gracia), no dudo.

-¡¡NO!!.

Con un salto, se metió entre su padre y Perseo. Atlas le dio un manotazo, enviándola hacia el otro lado del salón. Estuvo segura de que su columna se fracturo. Zoe gimió de dolor mientras caía en la inconciencia.

El acto de Zoe distrajo a Perseo, salvando a Hermes. El Dios de Dioses surgió y ataco con fiereza a manos, Atlas y Hermes, codo a codo con su hija.

Aquiles pronto entendió que si no hacía algo, todos los Olímpicos y los Titanes morirían. Entonces, recordó la profecía: «Y la Maldición del Titán uno deberá soportar».

Era obvio, ¿no?.

Miro a Artemisa, quien luchaba contra el peso del cielo. Corrió hacia ella.

-¡Artemisa!-le llamo-¡Deme el cielo! ¡Usted debe ayudar a los demás dioses!.

-No seas tonto, muchacho-gruño la diosa-. Debe ser retenido por un inmortal. Además, no tienes el temple para hacerlo.

Aquiles gruño y empujo a Artemisa. El peso que cayó en sus hombros fue impresionante. Nada como lo que hubiese sentido antes. No tenía una palabra para describirlo.

-¡Vaya!-grito a la diosa, que parecía aturdida-¡Ayúdeles! ¡Yo lo sostendré!.

Por un segundo la diosa no reacciono. Al siguiente sin embargo corría hacia Perseo, con dos cuchillos de caza en mano y dándole un golpe lo distrajo, acción que sirvió para que Atlas lo golpease en la cara. Perseo se recuperó y ataco sin mucha demora, uniéndose a su hija en la batalla contra Atlas, Artemisa y Hermes.

Annabeth no sería nunca capaz de describir con exactitud lo que sucedió a continuación, pero lo intentaría. Los gritos sacudían el palacio, el choque del acero hacia tintinear s su tímpanos, las esferas de energía se lanzaban por aquí y allá, los mortales e inmortales batallando entre si unos contra otros. Solo supo que cuando acabo fue por el rugido de Perseo.

-¡¡BASTA YA!!.

Todas las batallas cesaron y se dieron vuelta, para palidecer ante la imagen. Atlas, Hermes y Artemisa estaban de rodillas, y tras ellos estaba Perseo. El dios tenía su lanza en posición, listo para decapitarlos a los tres.

-¡Hefestos! ¡Ares! ¡Si quieren que Hermes y Artemisa vivan, sostendrán el cielo!-gruño, no dando reclamos en sus palabras.

Hades, Atenea y los DiAngelo se pusieron a su lado. Phoebe y Diana corrieron con Zoe, pero aun así tenían arcos listos.

Los dioses estaban muy atontados como para hacer algo y Perseo gruño, haciéndole un gesto a Thalía y Luke, quienes se posicionaron detrás de Artemisa y Hermes respectivamente, apoyando sus armas en sus cuellos.

-Luke...-intento hablar Hermes, antes de sentir como la espada de su hijo era presionada con fuerza en su cuello.

-¡Cállate!-espeto.

-¡Hefestos, Ares, bajo el cielo!-grito Perseo, alzando una mano. Ese era un comando, ni bien la bajase, Thalía y Luke decapitarían a Artemisa y Hermes.

Los dioses caminaron lentamente hacia el cielo. Sabían las consecuencias que habría si Zeus se enteraba que no habían hecho nada para impedir la muerte de sus favoritos, Hermes y Artemisa. Ares uso su pie para sacar a Aquiles debajo del cielo, mientras él y su hermano lo tomaban entre los dos.

Aquiles jadeo, respirando pesadamente.

Perseo bajo la mano, y con esa orden Thalía y Luke bajaron sus hojas, atravesando los cuellos de Artemisa y Hermes. Perseo hizo lo propio con Atlas. El icor los salpico a los tres, mientras los cuerpos de Artemisa, Hermes y Atlas se volvían montañas de arena dorada. Tras de sí, dejaron una jabalina, un arco plateado y un caduceo, donde George y Marta se hicieron polvo, tal cual Hermes.

Perseo miro a los Titanes, quienes lucían tan atontados que no hicieron nada cuando Atenea, Hades y los DiAngelo se lanzaron contra ellos para capturarlos. En segundos, Perses, Krios, Astreo y Lelantos estaban de rodillas, encadenados. Annabeth se había movido al lado de Aquiles y lo ayudaba.

-Considérense afortunados-les dijo Perseo, antes de chasquear los dedos y enviar a Annabeth y a Aquiles al Olimpo. Ellos tendrían su final un poco más adelante.

Miro a los Titanes.

-Liberen a Krios-ordeno. Hades lo vio confundido, más cumplió-. Vete Krios, y adviértele a mi padre que esto es solo una muestra de mi poder. Sus ejércitos y los de Zeus caen como polillas. Que busque algo mejor si desea detenerme. Vete.

No hizo falta que lo dijese dos veces. Krios desapareció de ahí rápidamente. Perseo miro a los demás Titanes.

-Atenea, llévalos al calabozo.

Dicha diosa desapareció con los tres Titanes. Los DiAngelo tomaron a Zoe con suavidad y la trajeron ante Perseo, quien se arrodillo ante ella y le beso la frente. El cuerpo de Zoe brillo y se sintió satisfecho al ver que había salvado su vida. Ese golpe de Atlas había sido mortal. Le había destruido parte de la columna, y como aún no había muerto era todo un misterio para él.

-Nico, Bianca, lleven a Zoe a que reciba atención médica. Diana y Phoebe los acompañaran. Luke, ve con ellos.

-Sí, Tio Percy-musitaron ambos, desapareciendo con las tres cazadoras y el hijo de Hermes.

-¡MALDITA SEAS, CUANDO ME LIBERE DE AQUÍ TE ARREPENTIRAS!-grito Ares, forcejando bajo el cielo, justo al lado de Hefestos, quien gruñía.

-Silencio, Ares-escupió Hades, invocando dos sombras que rodearon las bocas de ambos dioses como mordazas.

Perseo sonrió. Él los había puesto juntos por una razón. Hefestos solo vivía por sus inventos y sus fraguas. Ares por la guerra y la batalla. Ahí, bajo el cielo, no podrían hacer nada de eso. Un castigo para ambos mejor que el Tártaro. Además, ambos se odiaban entre sí, y eso era una bonificación. Atrapados juntos, aunque se odiaban.

-Vete a prepárate, Hades. Iremos al Olimpo-pidió Perseo a su hermano menor, quien asintió y desapareció de ahí con una bruma de sombras y tinieblas.

Al final, quedaron padre e hija.

-Lo has hecho bien, Thalía-alabo Perseo, sonriendo con orgullo a su hija.

Thalía sonrió brillantemente.

-Kronos ha perdido a su mejor general. Su base en el Monte Otrys ahora me pertenece a mí. Además, tenemos a otros tres Titanes en las celdas.

-¿Qué les pasara a ellos?-pregunto Thalía, no es que le importase, pero estaba curiosa.

Su padre se encogió de hombros.

-Los retendremos hasta el fin de la guerra, quizás. O los usaremos como tarjetas de cambio. Todo depende.

Thalía asintió.

-Zeus por otro lado-siguió su padre-, ha perdido a Hermes, a Artemisa, a Apolo, a Hefestos y a Ares. Poseidón y Deméter han huido del Olimpo. Sus supuestos ejércitos y Atenea se unen a mí.

-¿Ella es tu General?-nunca lo había pensado, pues había estado más ocupada peleando.

-Así es. Es la mejor que podría pedir.

Thalía no lo dudo. Como Diosa de la Sabiduría, la Guerra y la Estrategia era la mejor para el puesto. Thalía dudaba que hubiese alguien más cualificada para el puesto. A diferencia del General Titán, Atlas, Atenea no sería dominaba por su furia o sus demás emociones. No tendría soberbia y sería una enemiga certera. No fallaría.

Perseo chasqueo los dedos y varios objetos volaron a sus manos: la espada de Ceo, el arco de Artemisa, la jabalina de Atlas y el caduceo de Hermes. Le entrego el primero y el segundo a su hija.

-Trofeos de guerra-explico al ver su mirada confusa ante el hecho de recibir ambos objetos-. Deberías comer algo, darte un baño y ponerte alguna ropa que no esté hecha jirones. En una hora y media iremos al Olimpo. ¿Asumo que quieres ir conmigo?.

Thalía sonrió.

-Por supuesto.

...

Bueno... ¿que dicen? ¿fue mucho? ¿alguna queja? ¿algún reclamo?.

Yo me despido.

Besos <3.

SonOfHestia9922.


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