Mi collar vibra y vibra. Carter me coge de la mano y salimos de mi habitación.
-Toc toc-alguien toca a la puerta.
Nos asomamos a las escaleras a esperar ver quien es. Y vemos a Karen abriendo la puerta. Cuando la abre, no vemos nada, nos tapa a la persona del otro lado.
-Abie!-Aún que no vea la cara de Karen, se que vuelve al color por cómo se endereza.
-¿Mamá?-grito y seguidamente suelto la mano de Carter y bajo corriendo, al encuentro de mi madre.
En cuanto llego, me doy cuenta que esa es la mujer que he visto antes, cual belleza me correspondía.
-¿Beilight?-me abraza muy fuerte y luego sube la mirada a las escaleras.-¡Carter!
Carter baja y se une al abrazo. Al paso de un minuto nos separamos todos y me puedo dar cuenta de que Karen ya no esta débil y enferma. Su pálida cara esta rosada y vuelve a estar rellenita.
Justo enfrente hay un espejo, y al mirar en él, veo que mi cabello ya no es rubio pálido, si no, un rubio fuerte y brillante. No estoy tan delgada, estoy más tonificada. Y las ojeras desaparecen bajo mis ojos celestes y estos, recuperan su color.
A mi lado, Carter recupera el marrón chocolate y bajo sus ojos ya no hay ojeras.
Mi madre no se parece en nada a nosotros, pero poseemos la misma belleza que la suya. Carter posee los mismo ojos, marrones chocolate que pueden llegar a ser negros, que ella.
Yo poseo el mismo rubio, capaz de tornase pálido u brillante, que ella.
Mi madre se percata de las mejoras que estamos notando en nosotros y todo seguido dice:
-Habilidad a revivir.
-¿Como? ¿Revivir...muertos?-digo sorprendida.
-¡No!-ríe.-Habilidad a revivir lo que parece cansado. Tornar color a las cosas, revivir la naturaleza.
Sólo decir eso, que acerca a una maceta que hay al lado del espejo, donde se encuentra una flor algo marchitada. Acto seguido, la toca y esta vuelve a la vida. Tan roja como la sangre. Tan viva como la vida misma.
-¡Oh!-Decimos al mismo tiempo Carter y yo.
Mamá sonríe y puedo notar algunas arrugas al rededor de la sonrisa, donde yo tengo dos hoyuelos.
Karen se mueve hacia delante en dirección a mi madre, y dice en voz baja pero lo suficiente alta para que lo oigamos Carter y yo:
-Abie. ¿Por qué estas aquí?