Fernández y José Antonio miraban atónitos hacia el carro completamente calcinado. Patricia tuvo una muerte terrible, ellos no desearían algo así, ni a su peor enemigo. La pericia llegó poco tiempo después y hizo los trámites necesarios, Fernández llamó a Cabrera para avisarlo de la muerte de Patricia, el agente le dijo que Andrea rompió fuentes y la iban a llevar hacia el hospital junto con Samuel.
Cuando escucharon los disparos que venían de los jardines del rancho, Sofía y Irina estaban seguras que se trataba de otro ataque de Patricia, no pensaron dos veces y se fueron a buscar su hermana. Don Felipe y Soledad se quedaron para cuidar a Arturito y la pequeña Beatriz.
Lo que vieron en los jardines del rancho era digno de una película de acción, sangre por el suelo, alboroto, gritos, llantos... Entonces miraron a Samuel y Andrea, que tenían las ropas llenas de sangre.
Sofía y Irina: ¡Hermana! – Gritaron a la vez, mientras se acercaban hacia ellos.
Arturo: ¡Chaparrita! – Dijo, llamando la atención de Sofía.
Flavio: ¡Muñeca! – Dijo, mientras se acercaba hacia Sofía y Irina.
Sofía: Escuchamos los disparos... Matías está muerto... Dios mío, ¿Qué fue lo que pasó? – Preguntó.
Irina: ¿Samuel y Andrea están heridos? – Preguntó nerviosa.
Flavio: Patricia se presentó aquí... Quiso secuestrar Andrea, pero su plan falló. Samuel logró proteger Andrea, por eso Patricia le disparó a Samuel, y cuando ella intentó matarlos mi papá y Fernández le dispararon. – Dijo.
Sofía: ¿Y dónde está esa loca? No la veo por ningún lado. – Dijo.
Arturo: Mismo herida ella logró escaparse. – Dijo.
Irina: ¡No lo puedo creer, este infierno nunca va a terminar! – Dijo enojada.
Flavio: No creo que ella vaya muy lejos. – Dijo.
Cabrera: Efectivamente, el capitán Fernández acaba de llamarme para avisar que el carro en que iba Patricia se explotó y ella no sobrevivió. – Dijo.
Sofía: No deseo la muerte a nadie, pero me tranquiliza saber que ahora mi hermana y Samuel, van a tener un poco de paz en sus vidas. – Dijo. Arturo la abrazó.
Arturo: Lo mismo pienso yo. – Dijo, besando su frente.
Cabrera: Los paramedicos ya están aquí. – Dijo.
Sofía: ¿Samuel y Andrea están heridos? – Preguntó.
Cabrera: Samuel tiene un herimiento en el hombro y Andrea, creo que debido a todo lo que pasó, rompió fuentes. – Dijo.
Las Del Junco y Los Gallardo: ¿Qué? – Dijeron a la vez.
Irina: ¿Estás diciendo que voy a ser tía? ¡Pero aún faltan tres semanas! – Dijo preocupada. – ¡Ya estoy llegando hermana! – Dijo acercándose hacia Andrea.
Sofía: Hermana, ¿Cómo te sientes? – Preguntó preocupada, mientras se acercaba hacia ella.
Andrea: Me duele... Me duele mucho. – Dijo quejándose de los dolores. – Mis hijos van a nacer. – Dijo con lágrimas en sus ojos.
Cayetana: Cálmate hija, no te agites mucho. – Dijo, mientras acariciaba su frente, Andrea estaba empapada de sudor.
Sofía: Eres fuerte, estoy segura que todo va a salir bien. – Dijo apretando su mano.
Samuel: Brujita, ahora tienes que calmarte, recuerda lo que dijo la doctora. – Dijo.
Andrea: Sí, lo sé... Pero para ella es muy fácil... Quería ver si ella iba a decir lo mismo si estuviera sintiendo lo que estoy sintiendo. – Dijo enojada.
Irina: ¡Mira, ahí vienen los paramédicos! – Gritó, mientras veía la ambulancia llegar cerca de ellos.
Samuel: ¡Gracias a Dios! – Dijo.
Los paramédicos revisaron a la pareja y los pusieron en la misma ambulancia. Samuel no soltó la mano de Andrea en ningún momento, mismo con los reclamos de los paramédicos que insistían en cuidar de su herida en el hombro. Cayetana, Sofía, Arturo, Irina y Flavio se fueron hacia el hospital en su carro.
Las contracciones de Andrea se hacían cada vez más frecuentes. La brujita se quejaba mucho por los dolores, mientras los paramédicos intercambiaban miradas preocupadas, por suerte ya estaban cerca del hospital. El equipo médico de la doctora Claudia estaban listos en la entrada del hospital, todo fue muy rápido.
Doctora Claudia: ¡Deprisa, hay que llevarla a la sala de partos! – Dijo, a los paramedicos en la ambulancia. - !Los bebés están a punto de nacer! - Dijo.
Andrea: Samuel, no me dejes aquí sola, por favor. – Dijo, mientras la ponían en la camilla.
Samuel: Yo nunca te voy a dejar sola, mírame... Nuestros hijos se van a nacer, y yo estaré contigo. No voy a soltar tu mano, mi amor. ¡Te lo prometo! – Dijo mirándola a los ojos. Samuel estaba de pie, a su lado. Estaban cogidos de las manos cuando empezaron a llevarla hacia la sala de partos.
Médico: Lo siento señor, pero usted no puede pasar. – Dijo, cuando estaban a punto de entrar a la sala de partos.
Samuel: Por supuesto que me voy a pasar... ¡Es mi esposa y mis hijos! ¿Qué te pasa? – Preguntó enojado.
Médico: Usted recibió un balazo en el hombro, tiene que cuidar de ese herimiento. – Dijo serio.
Samuel: La salud de mi mujer es la única cosa que me importa en este momento, así que por favor, ¡Déjeme pasar! – Dijo serio.
Andrea: Mi amor, escúchalo... Voy a estar bien, te voy a esperar... Pero tienes que cuidar esa herida, hazlo por nosotros. – Dijo, mirándolo a los ojos. Samuel no quería dejarla ahí sola, pero no iban dejarlo pasar, no tuvo otra opción a no ser acepar que cuidasen a su herimiento.
Samuel: Yo no te voy a dejar sola...- Dijo mirándola a los ojos.
Andrea: Lo sé... - Dijo
Samuel: Yo te amo. – Dijo acercándose para besarla en los labios.
Andrea: Yo te amo más. Te veo pronto, mi amor. – Dijo después del beso.
Doctora Claudia: Lo siento, pero tenemos que ir... - Dijo, interrumpiendo el momento. Samuel soltó la mano de Andrea contra su voluntad. Veía como la llevaban hacia la sala de partos y cerró el puño.
Samuel: ¡Vámonos! No voy a perder el nacimiento de mis hijos. – Dijo mirando hacia el médico. Samuel lo acompañó, hizo los estudios necesarios, por suerte no iba a necesitar irse al quirófano, el balazo no hizo mayores estragos, pero por la pérdida de sangre se sentía algo cansado y hasta un poco mareado. Llevó algunos puntos en el hombro, pero solo podía pensar en Andrea. Sentía que ella lo necesitaba... El médico estaba finalizando el vendaje de Samuel cuando su familia entró en la sala.
Cayetana: ¿Dónde está mi hija? – Preguntó.
Irina: ¿Ya nacieron mis sobrinos? – Preguntó agitada.
Sofía: ¿Cómo está mi hermana? – Preguntó.
Flavio: Hermano... ¿Estás bien? – Preguntó preocupado.
Arturo: ¿Se pueden calmar? – Dijo, mirando a su familia.
Médico: ¿Pero qué es esto? No pueden quedarse aquí. – Dijo. – Salgan, por favor... - Dijo agitado.
Samuel: Ya quiero irme de aquí. – Dijo.
Cayetana: Lo siento, pero no voy para ningún lado antes que me diga cómo está mi hija. – Dijo.
Irina: Oye, él es el padre de mis sobrinos, usted no puede mantenerlo aquí. – Dijo mirando a Samuel.
Samuel: Así es. ¡Yo no tengo nada, así que déjeme ir! – Dijo poniéndose de pie.
Médico: ¡Pero que imprudencia! No puede levantarse así... Usted, tiene puntos en el hombro, se puede abrir la herida. – Dijo.
Samuel: ¡Me importa un pepino! Me voy mismo sin su autorización. – Dijo enojado.
Irina: Vete con mi hermana, Samuel. Yo me encargo de este doctocito. – Dijo, cruzando los brazos mientras miraba hacia el médico.
Médico: ¿Mire, usted me está amenazando, señora? ¡Voy a llamar a la policía! – Dijo alzando la voz.
Irina: ¿Quieres mi celular? El novio de mi mamá es el Capitán de la comisaria de Houston, pronto él va a ser mi papidastro. ¿Cómo lo ve? – Preguntó.
Cayetana: Irina, te volviste loca por el amor de Dios... - Dijo avergonzada.
Médico: ¡Son unos locos esto sí! ¡Váyanse todos, váyanse de aquí, antes que me arrepienta! – Dijo enojado botándolos de la enfermaría.
Samuel: ¡Gracias cuñada! Te lo debo esa. – Dijo, besando su mejilla y saliendo deprisa de la sala.
Flavio: Oye, tiene que pedirme permiso para besar mi muñeca. – Dijo falsamente ofendido.
Irina: No seas celoso, mi rulitos. Sabes que sin tú y yo, está familia está perdida. – Dijo.
Sofía: Sí cómo no. – Dijo con ironía.
Arturo: Estos dos tiene el ego en las nubes. – Dijo poniendo los ojos en blaco.
Cayetana: Yo creo que ya importunamos mucho al doctor. – Dijo. El médico los miraba furioso.
Irina: Yo creo que lo que le falta a él es... - Iba a decir, cuando Cayetana le tapó la boca con su mano.
Cayetana: Ya hablaste demasiado Irina... ¡Vámonos! – Dijo, arrastrándola para fuera de la enfermaría. Mientras Arturo y Sofía se reían.
Médico: Dios mío, solo hay gente loca en esa familia. – Dijo mirando hacia el techo. – Definitivamente, yo necesito unas vacaciones. – Dijo.
Mientras tanto, por los pasillos del hospital.
Samuel: ¡Brujita, me espera! – Dijo, mientras corría por los pasillos del hospital.
Enfermera: Oye, usted no puede pasar... - Dijo, haciéndolo detenerse.
Samuel: Mi esposa está ahí, nuestros hijos se van a nascer. – Dijo nervioso.
Enfermera: Lo sé, pero no puede pasar vestido así. Hay que cambiarse la ropa. – Dijo. Samuel puso los ojos en blanco.
Samuel: Deprisa... No quiero perder el nacimiento de mis hijos. – Dijo, mientras la enfermera sonrió. Ella ya estaba muy acostumbrada con esas escenas.
En la sala de partos
Las contracciones de Andrea eran de dos minutos, la doctora Claudia sabía que no podía esperar más, su paciente ya estaba lista... A pesar de todo lo que había pasado, y con la fecha adelantada en tres semanas, los bebés estaban bien. Andrea no iba a necesitar pasar por una cesárea, ella iba a tener un parto natural, pero por su condición los bebés tendrían que quedarse en el hospital por unos cuantos días más por precaución.
Doctora Claudia: Lo siento Andrea, pero no puedo esperar más. – Dijo mirándola apenada.
Andrea: Está bien, pero Samuel va a venir, lo sé. – Dijo mirando hacia la puerta.
Doctora Claudia: Los bebés ya están en posición, ahora solo depende de ti... En la próxima contracción, empiezas a empujar, ok? – Dijo.
Andrea: Sí... Ahí viene. – Dijo, sintiendo las contracciones.
Doctora Claudia: ¡Empuja, Andrea! – Dijo. Andrea empezó a pujar con todas sus fuerzas, tenía lágrimas en sus ojos, el dolor era insoportable y ella se sentía exhausta. – ¡Otra vez! Fuerza, Andrea. - La incentivaba.
Andrea: Dios mío... No puedo. Duele mucho... – Dijo con los ojos cerrados, tenía la frente empapada de sudor. Samuel llegó en ese momento, y trató de apoyarla.
Samuel: ¡Por supuesto que puedes, mi amor! Eres la mujer más fuerte que conozco, eres mi brujita bella. – Dijo, mientras la tomaba de la mano.
Andrea: Samuel... - Susurró emocionada.
Samuel: Te dije que no iba a soltar tu mano. – Dijo besando sus labios tiernamente.
Doctora Claudia: Ahora vamos a traer estos angelitos al mundo. – Dijo.
Andrea y Samuel: Sí... - Dijeron a la vez.
Doctora Claudia: Llegó el momento... ¡Hay que empujar Andrea! – Dijo.
Samuel: Fuerza, mi amor. – Dijo. Andrea empezó a empujar.
Doctora Claudia: ¡Eso, muy bien Andrea! – Dijo. – ¡Ya puedo ver! – Dijo. – ¡Empuja! – La incentivó.
Samuel: Solo un poco más, brujita. Yo sé que tú lo puedes, mi amor. – Dijo, Andrea empezó a pujar con más fuerza. El llanto del bebé ecuo por toda la habitación, Samuel y Andrea sonreían con lágrimas en sus ojos. – Te amo... - Susurró, emocionado.
Doctora Claudia: Esta niña tiene excelentes pulmones. – Dijo divertida, mientras mostraba la pequeña a sus papás.
Andrea: Mírala, es nuestra Almita, mi amor – Dijo sonriendo, tenía lágrimas en sus ojos, así como Samuel.
Samuel: Mi hija... - Dijo no conteniendo sus lágrimas. - Nuestra hija, mi hermosa princesita. Gracias, mi amor. Gracias... - Susurró, besó sus labios tiernamente y apoyó su frente a la de ella.
Doctora Claudia: ¡Felicidades papás! Pero aún falta el hermanito de esta princesita. – Dijo sonriendo. – Así que, prepárate Andrea, ya está casi terminado. – Dijo.
Andrea: Sí. – Dijo, mientras Samuel limpiaba sus lágrimas con la yema de sus dedos.
Doctora Claudia: Ya sabes lo que tienes que hacer... - Dijo, mirándola a los ojos con una sonrisa. Samuel apretó la mano de Andrea. – Tu hijo ya está en posición. Vamos a traer otra vida al mundo, mamá. – Dijo.
Samuel: ¡Fuerza, mi brujita! Falta poco. – Dijo besando su frente.
Doctora Claudia: Escucha a tu marido, ¡Empuja Andrea! – Dijo incentivándola. Andrea miró a Samuel y sacó fuerzas para volver a empujar. No tardó mucho hasta que el llanto de su hijo se escuchase por toda la habitación. Al igual que su hermanita el bebé lloraba a plenos pulmones. Andrea tumbó exhausta, tenía la frente empapada de sudor y una sonrisa indescriptible en los labios. Sus lágrimas se mezclaban con el sudor, estaba innegablemente agotada, pero su esfuerzo valió la pena, trajo al mundo sus hijos, sintió los labios de Samuel por toda su cara. – El hermanito no le debe en nada a la hermanita. – Dijo, con una sonrisa al escuchar el llanto del bebé.
Samuel: Gracias por darme una familia... Una vida no es suficiente para darte las gracias, mi amor. ¡Te amo! – Dijo, besando su frente y después sus labios.
Andrea: Yo también te amo... - Susurró después del beso. – ¿Y nuestros hijos? ¿Están bien? – Preguntó preocupada mientras Samuel acariciaba su mejilla con la yema de sus dedos.
Enfermera: Se ven muy bien. – Dijo.
Doctora Claudia: Sí, pero necesito hacer algunos estudios. Mientras tanto, ellos van a seguir en el hospital. – Dijo.
Andrea: Déjenme verlos por favor, solo un minuto. – Dijo.
Doctora Claudia: Esta bien. – Dijo. Las enfermeras se acercaron con los bebés. Así que los vio, Samuel y Andrea empezaron a llorar de la emoción.
Andrea: Míralos... Son nuestros cielitos, Samuel. – Dijo emocionada, cargándolos en sus brazos.
Samuel: Dios mío, son tan preciosos. – Dijo con lágrimas en sus ojos. - Ya los amo tanto. - Dijo, mientras se acercaba para besarla tiernamente en sus labios.
Andrea: Yo también, mi amor. - Susurró, mientras apoyaba su frente a la de él. - No puedo creer que al fin los tengo aquí en mis brazos.. - Dijo llorando.
Doctora Claudia: Lo siento, pero ya tengo que llevarlos a la maternidad. – Dijo.
Las enfermeras llevan los bebés para la maternidad, mientras la doctora Claudia termina de revisar Andrea.
En la recepción del hospital
La familia Gallardo Del Junco está impaciente sin tener noticias de Andrea.
Cayetana: ¿Pero qué le pasa a ese hospital? ¡Nadie sale a decir nada! – Dijo nerviosa.
Irina: ¡Es una falta de respeto con nosotros! Ni siquiera nos miran en la cara. – Dijo cruzando los brazos.
Sofía: Estoy muy de acuerdo, voy a hacer una queja en la junta directiva del hospital. – Dijo.
Arturo: Chaparrita, estas cosas son así mismo. – Dijo. – Hay que tener paciencia. – Dijo abrazándola.
Flavio: ¿No crees que estás exagerando, muñeca? – Dijo con una sonrisa.
Irina: ¡No, no creo! Y si no vas a ayudar, mejor que te vayas por un café. – Dijo, mientras Arturo se reía.
Flavio: Ok... Ya no hablo más. – Dijo cruzando los brazos.
Irina: No te hagas el ofendido, ¿No ves que estoy nerviosa? – Dijo.
Arturo: Pues, yo creo que ahora sí vamos a tener noticias. – Dijo con una sonrisa, mientras veía como Samuel se acercaba hacia ellos.
Samuel: Así es, hermano. ¡Muy buenas noticias! Cambien estas caras... Mi brujita está bien, nuestros hijos están en la maternidad. – Dijo, mientras recibía los abrazos y las felicitaciones de su familia.
Cayetana: ¿Y cuándo puedo ver a mi hija? – Preguntó, después del abrazo.
Samuel: La van a trasladar a la habitación en unos cuantos minutos. – Dijo. Estaban charlando cuando Fernández y José Antonio llegaron al hospital.
Fernández: Mi amor, ¿Cómo está Andrea? – Preguntó, acercándose para besarla.
Cayetana: Gracias a Dios todo salió bien, Néstor. – Dijo después del beso.
José Antonio: ¿Entonces ya soy abuelo? - Preguntó.
Samuel: Sí, papá. Tus nietos ya nacieron. – Dijo con una sonrisa.
José Antonio: ¡Enhorabuena hijo! – Dijo abrazándolo.
Fernández: Felicitaciones Samuel. – Dijo saludándolo con un abrazo.
Samuel: Gracias Fernández. – Dijo después del abrazo. – Pero cuéntame, ¿Qué pasó con Patricia? ¿La atraparon? – Preguntó. Fernández y José Antonio intercambiaron miradas antes de contestar.
José Antonio: Patricia está muerta, hijo. Su carro salió de la carretera y se explotó. – Dijo.
Fernández: Ella aún estaba con vida cuando el carro se explotó. Fue posible escuchar sus gritos mientras el carro estaba en llamas. – Dijo.
Cayetana: Dios mío que muerte más terrible. – Dijo.
Irina: Me imagino el tormento que ella sintió. – Dijo.
Samuel: A pesar de todo lo que hizo, nadie se merece una muerte como esa. Pero me tranquiliza saber que mi familia ya no está en riesgo. – Dijo.
Flavio: Bueno, ahora vamos a vivir nuestras vidas en paz. – Dijo.
Arturo: Y yo quiero conocer a mis sobrinos. – Dijo.
Sofía: Sí Samuel, por favor. – Dijo.
Samuel: ¡Ahorita mismo! – Dijo con una sonrisa, mientras los llevaba para conocer a los bebés.
La familia Gallardo Del Junco miraba a los bebés con una sonrisa, se veían muy emocionados. Cayetana no contuvo las lágrimas, mientras se abrazaba con Néstor. Samuel se sentía el hombre más afortunado del mundo, sus hijos eran preciosos fruto del amor más puro que ha tenido en su vida. Al fin, él podría decir que era un hombre completamente feliz.