Mi mirada a permanecido inerte durante casi una hora observándola ventana frente al escritorio. Debo aclarar que muchas cosas cambiaron luego de salir de aquel lugar y escuchar esas horribles palabras que escupían toda la verdad en mi cara a cada letra que salía de sus delicados y rozados labios, cada palabra cambio mi vida.
Ahora esta fría y enorme habitación que era considerado mi hogar no son más que cuatro paredes, que conforman mi cárcel donde pago mi condena, que es morir lenta y silenciosamente en esta profundidad soledad y el único crimen, y el más grave fue amar de manera errónea. Mi única justificación fue que jamás me enseñaron la manera correcta de amar a la persona indicada.
Creando, día tras día noches artificiales que sin cesar evitan que distinga el paso del tiempo.
Decidí alejarme de todas las cámaras y medios de comunicación tanto que realmente me convertí en una leyenda.
Esta pequeña lámpara ilumina mi miserable vida, tras noches de desasosiego, recordando la sombra de lo que fui y que se esfuma con un resoplido del viento.
Me he asustado y he dejado inconclusa esta horrible redacción, pero mis pensamientos van en un vaivén de errores que me llevan a preguntar; ¿Cómo moriré más rápido?, pero...a pesar de todo ello no he sido capaz de ello, algo en mi enferma mente no permite tirar la toalla sobre el ring, en donde millones de luchadores están presentes.
Cuatro ángulos que no me indican nada, voces que en ecos de silencio son consumidos por una profunda oscuridad que consume todo a su paso de manera insaciable.
Lo que sucedió todo este tiempo, es que desde el momento en que Salí de esa habitación, mi vida, mi corazón y mi cuerpo se han ido quebrando poco a poco de manera inevitable, faltándole al puzle diversas piezas que yo mismo tire a la basura.
Durante una competencia, al tener la mente ocupada en "basura" como dice Yakov, una caída de manera destroza me ayudo a colocarme en último lugar de la competencia, con una diferencia abismal de los demás patinadores y no estando satisfecho el maldito destino me obligo a retirarme.
Exactamente, el dios de la pista, la leyenda viviente, el gran Viktor Nikiforov se retiró tras una lesión en los ligamentos de la rótula y una fractura en el tarso, el medico especifico los riesgos que corría al seguir patinando, de la manera más humillante que se le ocurrió a "dios" me orillo a dejar una de las razones por la que viví durante años, aquella razón que le entregue desde niño sudor y lágrimas como nadie, los sueños de un crio se hacían pedazos delante del adulto convirtiéndose en lamentos.
Vivo completamente solo, mi compañero de vida, mi mejor amigo, aquel peludo can de pelo café y rizado decidió irse antes de tiempo dejándome afrontar esta agonía que llevo en mi pecho a cada momento, Makkachin como le nombre enfermo y por todo el dinero del mundo que despilfarre por él, no fue suficiente para que se quedara, al igual que todos me había dejado. Pero, quiero suponer que en donde sea que este, está mucho mejor que conmigo y que junto a Vicchan el can de Yuri, le cuidan y velan por él.
El timbre de la puerta se escuchó llamando por completo mi atención, suspire al ponerme de pie apoyándome sobre el escritorio alcanzando mi bastón, el cual me ayudaba a dar cada paso, caminaba de manera lenta y pausada, sin prisa, sin energía, sin mirar al frente, llegando a estar parado a la frente pose mi mano sobre la perilla pensando tantas veces en si debía o no abrirla, con el ceño fruncido y un ligero resoplido abrí está mirando el suelo.
-Ya pague el alquiler la semana pasada- estaba enfadado y no pensaba en contestar con tacto, había sido interrumpido tan solo por el hecho de que alguien viniera a verme.
Una pequeña y delicada mano se posó sobre mi mejilla sorprendiéndome, abrí los ojos de par en par cuando levante la mirada y observe a un pequeño niño, no parecía tener más de un año probablemente, ojos grandes y azules, su pelo negro y lacio, alguien le traía cargado y mi mundo se ilumino al ver como este pequeño sin señal ni nada me dedico una sonrisa cálida, la persona que le sostenía tenía en su mano derecha un anillo, las ansias me consumían y poco a poco levante la mirada viendo a Yuri parado frente a mí.
-...- estaba atónito, tenía tantas ganas de llorar y echarme en sus brazos, sosteniéndole con fuerza pidiéndole perdón miles de veces hasta quedarme sin voz, pero un miedo recorría todo mi cuerpo, temía que se tratara de otro sueño y que cuando despertara tuviera entre mis manos una botella de vodka vacía.
- Viktor- menciono con su dulce voz, era el, tenía un anillo y un niño.
- ¿Qué haces aquí?... – hable bajo al mismo tiempo que desviaba la mirada y entrecerraba la puerta para que no viera el caos que tenía.
- ¿puedo pasar?