Yo, Erróneo

By nessie_veliz

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[Primer acto de la serie: Ubulili]. Desesperado por su situación económica, por la responsabilidad de cuidar... More

PORTADA.
Presentación.
Epígrafe.
PARTE I: Amor.
Capítulo 1: Jugo De Naranja
Capítulo 2: Cof Cof Cof.
Capítulo 3: Ubulili.
Capítulo 5: Antagonista.
Capítulo 6: Tienda De Videojuegos.
Capítulo 7: Tres, Tal Vez Cuatro.
Capítulo 8: Tickets De Colores.
Capítulo 9: Debut.
Capítulo 10: Cajas De Mandarinas.
Capítulo 11: "Rodrigo/Arkells".
Capítulo 12: Ebrio Por Un Polvo.
Capítulo 13: Eugenia No Está.
Capítulo 14: "Tadeo".
Capítulo 15: Rollitos Sin Sudor.
Capítulo 16: Costal De Papas.
PARTE II: Rencor.
Capítulo 17: Todo De Mí Quiere Todo De Ti.
Capítulo 18: "Batto".
Capítulo 19: Pagar Por Consuelo.
Capítulo 20: "Ismael".
Capítulo 21: Ebrus A Una Alcohólica.
Capítulo 22: El Batman De Robin.
Capítulo 23: El Gusto Es Suyo.
Capítulo 24: "Güido".
Capítulo 25: Homoerótico De Fe Y Razón.
EXTRA: Un Niño Está Escuchando.
Capítulo 26: Sexo En La Luna.
Capítulo 27: Manzana Para El Susto.
Capítulo 28: Corbata Gris.
Capítulo 29: Visitando Taitao.
Capítulo 30: Follar Por Decepción.
Capítulo 31: Éramos Tres.
PARTE III: Dolor.
Capítulo 32: La Nieve No Cae Gratis.
Capítulo 33: Flores En La Mesa.
Capítulo 34: Cada Camino Lleva A Su Fin.
Capítulo 35: Cuatro De Julio.
Capítulo 36: Culpable.
Capítulo 37: Penitencia.
Capítulo 38: Penal Izquierdo.
Capítulo 39: Vis A Vis.
Capítulo 40: El Ungido.
Capítulo 41: Homicidio Voluntario.
Capítulo 42: Sentencia De Conformidad.
Capítulo 43: Hasta Vernos Otra Vez.
Capítulo 44: Espectáculo Final.
Capítulo 45: Konke Kimi Sonke.
Capítulo 46: Que Se Muere, Que Se Muere (Capítulo Final).
Epílogo: "Shibumi".
Personajes.
Soundtrack.
Agradecimientos.

Capítulo 4: Wamukelekile.

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By nessie_veliz

Llegué por la oportunidad laboral aquel siguiente día, después de toparme con el tal Ariel que lideraba el circo en las afueras del barrio. Finalmente me convencí de que tenía que hacerlo porque otro trabajo así de fácil no se me iba a presentar. Además, la oferta que se me planteó por el trabajo principal y el secundario era sumamente tentadora.

Llegué al lugar donde Ariel parecía estarme esperando, pues lo encontré exactamente en la entrada principal de la carpa. Le saludé a distancia y me encaminé a él, lo que fue una clara señal de que estaba ahí por la conversación del día anterior. No hizo falta ni siquiera confirmarle que aceptaría el trabajo, lo asumió al instante que me vio, por lo que, apenas crucé la carpa, el hombre me tomó del hombro para hacerme pasar a bastidores. Dijo que quería enseñarme el lugar para que supiese ubicarme. Me dijo también que tenía que conocer a mis compañeros de trabajo, pero lo cierto es que no me importaba demasiado conocerlos porque no estaba allí para hacer amigos. Mi motivo era poder llevarle dinero a mamá, lo demás me sobraba. Nunca había sido de tener amigos o socializar mucho; no por timidez o pena, sino por el simple hecho de que no me interesaba mucho la gente.

El hombre de treinta y tantos años hizo que todos sus artistas de espectáculo formaran una media luna. Me cogió del antebrazo para hacerme pasar frente a cada uno y decirme sus nombres. La verdad es que en el momento ni siquiera puse atención a todos, no me los iba a memorizar de todos modos. Noté que unos se veían más jóvenes que yo y otros mayores, pero ninguno se distinguía mayor que el jefe, y eso fue lo único que pude resaltar.

Pasamos por delante de un chico acuerpado y que parecía tener la misma estatura que yo, quien lucía una barba impecable, pero una mirada arrogante, o al menos esa fue la que me obsequió al tenerme cara a cara.
     —Mira, Robin. Él es Rodrigo, es el mejor de todos aquí, aunque les duela escucharlo —pronunció Ariel, a lo que los demás bajaron la mirada, apenados.

El tal Rodrigo era guapo, no podía negárselo. Le ayudaba la barba que mencioné, y las cejas de minoxidil bien arregladas que resaltaban de su rostro. Sin mencionar el cuerpo formado que ningún otro artista poseía, y eso le daba porte, aunque él lo hacía ver como un porte de engreído.

Dio un paso al frente y levantó la mirada, orgulloso de ser llamado "el mejor". Se le notaba a leguas que era un presumido de mierda. Aun así, le extendí mi mano para presentarme, él la tomó para apretarla al mismo tiempo que miró fijamente a mis ojos tratando de intimidarme, pero no lo consiguió. Simplemente lo ignoré, pasando con el siguiente compañero.
     —Este es Geovanni. Él es mejor con los trucos de magia —continuó.

Geovanni era ligeramente gordito, pero en la cara no se le notaba demasiado. No tenía barba ni bigote como el otro chico, apenas se distinguían sus cejas porque era un tanto rubio, y lo que más resaltaba de él, eran sus orejas grandes, después descubrí que le llamaban "Dumbo", pero al menos parecía más amable. Fue el único que me sonrió al saludarme; se veía más agradable que Rodrigo. Era más chaparro que yo, pero el tipo tenía su carisma. De todos los que me presentó, él fue el que mejor me recibió, y la verdad es que resolví que no me importaba si no les había caído bien al resto que me había presentado. Comprendía que era amenazante recibir gente nueva, pero mi trabajo no dependía de ser agradable. Iba únicamente para trabajar y poder seguir sacando ebrus para ayudar a mi familia.

Cuando terminó de presentarme a todos, tuve la ocurrencia de hacer una pregunta que me había estado guardando en la cabeza desde que los vi a todos de primera impresión. Y como no podía quedarme callado, la dije en voz alta:
     — ¿Y por qué todos son hombres? ¿Dónde están las mujeres? —Levanté mi cabeza buscando alguna, no porque las necesitara, sino porque estar con puro varón podía ser incómodo. Nunca había convivido con muchos hombres, de hecho la mayoría de las pocas amistades que tuve en el colegio de Gahona, eran chicas.

Ariel miró a todos fijamente, lo que bastó para que todos se retiraran del lugar, dejándonos a solas. Era como si conocieran cada una de las miradas que el hombre hacía. Los traía muy bien domados, y eso por un momento me generó desconfianza, pero luego pensé que a lo mejor era solo respeto a cambio de incentivos económicos. No estaba muy equivocado al final de todo.

Me abrazó por el costado, llevándome hacia la extensión del escenario. Ahí se puso delante de mí para explicarme todo lo que tenía que saber. Ya había firmado el contrato y ya no podía echarme para atrás.
     —Te voy a decir la verdad, Robin —se sentó en una de las butacas mientras yo le miraba de pie—. No puedo tener mujeres aquí porque el segundo trabajo requiere de que todos sean hombres.
     — ¿Y eso por qué? —Cuestioné interesado.
     — ¿Recuerdas la pregunta que me hiciste ayer al despedirnos? —Sacó un cigarro de su bolsillo para después llevárselo a la boca.
     — ¿Lo del raro nombre del circo? —Asintió—. ¿Qué significa? —Retomé.
     —Ubulili significa sexo...
     —Como Ohana significa familia —añadí en sorna, recordando la caricatura favorita de mi hermana, a lo que respondió con una risa pequeña.
     —Es un idioma africano, zulú —prendió su cigarro para luego inhalar su contenido—. Este puesto me exige manejarlo, no puedo contarte el por qué, pero tienes que saber que suelo decir palabras y frases en el idioma por costumbre.
     —Claro. No creo que sea por el público, la gente que viene a este circo no se vino de África hasta acá —asintió con una sonrisa ladina.
     —No exactamente, el zulú también es un idioma de algunas regiones de Mahorm, es la herencia africana de los esclavos que trajeron los europeos..
     —Vaya dato —dije sin mucho interés. Él parecía tener una fijación extraña en ese idioma y en lo que venía detras.
     —Pero el significado del nombre es cierto —retomó—, aunque tira más para sexo como género y no como acto, pero cuando el jefe lo nombró, recién comenzaba a aprender el idioma, así que se quedó así, y es peculiar.
     —Muy peculiar —dije—, pero, ¿por qué sexo para el nombre de un circo?
     —El segundo trabajo es sobre eso. El circo solo es una fachada, pero también nos trae dinero.

Me llevé una gran impresión al oírlo decir aquello. No era por cerca un Tabú, pero tampoco tenía nada que ver con lo que era un circo. Levanté mis cejas asombrado, no supe decir nada al respecto. Él se tuvo que dedicar a responder todas las dudas que iban llegando a mi cabeza y que tenía que expresar.
     — ¿Sexo? ¿Las mujeres también pagan por sexo? —Pregunté queriendo sonar lo más común posible. Aproveché para sentarme a su lado para prestar mejor atención.

El tipo soltó una carcajada burlándose de mis últimas preguntas. De eso y de la cara de estúpido que tenía por no entender bien lo que me estaba contando. En realidad sí lo entendía, pero no quería ser muy obvio, no hasta no estar seguro.
     —Las mujeres no, pero los hombres sí —confesó, buscando dónde tirar la colilla de su cigarro al que casi no le jaló.

Alcé las cejas en cuanto comprendí toda la situación. Había escuchado hablar de sitios que ofrecían mujeres en prostitución para aquellos hombres enfermos que no se sentían satisfechos en casa; pero un sitio como el circo Ubulili para saciar los más profundos placeres de los hombres homosexuales, tanto los reprimidos con esposas e hijos, como los que relucían su sexualidad a diez cuadras de distancia, era toda una novedad.

Esbocé una sonrisa nerviosa cuando sentí cómo encajaba en aquella parte de la historia donde un hombre se besaba con otro hombre sin culpa en el fondo del circo. Ariel vio esa sonrisa como picardía, entendiendo con eso que no me sentía incómodo como esperaba, y que eso solo podía significar una cosa; que estaba de acuerdo. Y quizá lo del sexo por dinero no me convencía del todo, pero dejé en evidencia que mi orientación sexual era una ventaja para el puesto. Por alguna razón también eso me hizo sentir que, el que Ariel me hubiese llamado el día anterior al verme pasar, era casi como decirme que tenía un radar de maricones.
     —Veo que vas a encajar perfecto en ese trabajo, Robin. Eres guapísimo, delgado, tu piel es muy atractiva —halagó—, yo creo que eres el twink perfecto. ¿Qué dices? ¿Le entras?
     — ¿Se me nota mucho lo gay? —Pregunté entre risas nerviosas, a lo que negó con la cabeza—. La verdad es que me aterra la idea, no estoy en el armario ni nada, y he estado con hombres sexualmente, pero de ahí a prostituirme, no sé si es algo con lo que pueda...
     —Pero piénsalo, recibes placer, das placer. Si ya tienes sexo casualmente, ¿cuál es la diferencia con tenerlo a cambio de dinero? Ganas el dinero que necesitas, ese que subiste a conseguir al autobús sin resultados...

Aquel comentario me generó cierta confusión. ¿Cómo podía saber lo que había pretendido hacer en el bus si no se lo conté a nadie? Así que decidí preguntarlo, fue espontáneo:
     — ¿Cómo lo sabes?
     —Te vi desde el momento en que llegaste a la parada del bus. Te veías nervioso y te escuché tararear.
     — ¿Eso fue suficiente para saber mis intenciones?
     —Más que suficiente. Además te reconozco por ser el mensajero del barrio, me entregaste correspondencia algunas veces en el edificio de apartamentos que está acá atrás del circo. Siempre ibas tarareando canciones.
     —Y yo que creí que pasaba desapercibido —dije, para luego reír con pena.
     —Y sí, pero ahora que estás aquí y que ya eres un empleado, todo vino a mi cabeza instantáneamente.

Un silencio incómodo invadió la escena por unos segundos, por lo que Ariel decidió intervenir insistiendo en mi respuesta sobre el segundo empleo.
     — ¿Entonces? Puedes estar tranquilo, que siempre vas a estar protegido. Exigimos a los clientes sus exámenes de ETS para la seguridad de todos.

Comprendí la información que me dio y evaluando mi situación y la situación en la que estaba a punto de meterme, no tuve de otra más que aceptar. No tenía nada que perder, además, tenía dieciocho, era capaz de tomar decisiones por mi cuerpo, y no es como si nunca hubiese tenido encuentros sexuales con otros chicos. Al establecerme en Fang comencé a usar las apps de citas como Grindr, y algunas muy pocas veces llegué a reunirme con otros chicos solo para saciar mi necesidad. El dinero me venía bien, el sexo no era indispensable, pero, la aventura que eso traía consigo, ¿me venía bien?
     —Bueno, entonces firmaré antes de que me eche para atrás —respondí con gracia.

Nos reímos cómplices de nuestros pensamientos. Él porque sabía que mi cuerpo le ayudaría a ganar plata, y yo porque sabía que sería doble ganancia para mí, aunque nunca antes había hecho algo como eso. Siempre fui reservado en el sexo, era exclusivo con mis ex novios hasta que llegué al barrio Vilos, pero de ahí a que me pagasen por eso, nunca lo imaginé, pero la necesidad y la negatividad sobre encontrar algo pronto con la urgencia que tenía, no me dejaba más opción que estar abierto para una experiencia nueva. Una primera vez.

Ariel se levantó de la butaca para, nuevamente, llevarme a bastidores. Me tenía de arriba para abajo. Me siguió mostrando el lugar, las autocaravanas que eran básicamente las habitaciones donde todo sucedía. Detrás del circo había un terreno abierto que hasta el fondo daba paso a la cuadra donde se encontraban los edificios de apartamentos y el mercado del señor Canobra. En ese terreno las autocaravanas formaban dos filas paralelas, cada una tenía un número, además del nombre del circo.

En un espacio que estaba construido detrás del escenario, se hallaba el vestuario con todas las prendas para los espectáculos, desde personajes de la tele, hasta el uniforme que todos usaban. Tomé uno para mirarlo a detalle; era un mono color negro con algunas rayas naranjas. Él intervino, añadiendo que esos uniformes tenían dueño, pero que pronto me daría el mío cuando hiciese mi primer espectáculo. Solo asentí con la cabeza.

Después de llevarme a cada rincón del circo, llegamos a su oficina donde me hizo firmar para contratarme oficialmente en el segundo puesto. Una vez que ya era parte de eso, me entregó unas llaves que serían exclusivamente para mi camerino, el lugar donde mi cuerpo se entregaría a tipos completamente desconocidos para mí; acto seguido, pronunció:
     —Wamukelekile —de nuevo en ese idioma del que no entendía una mierda.
     —No entiendo nada, Ariel —contesté, un poco con pena para ser honesto.
     —Lo siento, es la costumbre. Quise decir bienvenido —corrigió con una sonrisa ladina. A veces pensaba que él lo hacía a propósito, quizá para presumir que sabía un idioma y que nadie lo entendía.
     —Pues, ¡gracias! —Dije yo, también con una sonrisa.
     —Dime, Robin, ¿tienes mucha experiencia en el sexo? —Lanzó la pregunta sin reparos, lo cual fue gracioso.

Negué moviendo la cabeza con cierta pena porque no quería parecer que me hacía el inocente. Pero es que detrás de mi hablado que mezclaba el barrio con mis tiempos de niñato rico, se escondía un joven con sentimientos, que ya se había enamorado un montón de veces, que era fiel y que antes de llegar allí tenía la ilusión de reservarse sexualmente para el amor. No siempre fui tan atrevido como estaba tratando de reflejarme.
     —Entonces vas a necesitar un poco de ayuda. Voy a pagarle a uno de los chicos para que te refuerce y que aprendas del mejor —dijo—. ¡Acompáñame!

Salimos de su oficina para llegar a una de las autocaravanas de la cual desconocía al ocupante. Ariel golpeó la puerta, esperando sobre los pequeños escalones que había para llegar a ella. Yo aún no pisaba uno. Cuando por fin se abrió, Ariel entró y desde ahí me llamó para pasar. Para mi tremenda sorpresa, la persona que ocupaba ese sitio, era el tal Rodrigo, estaba sin nada más que una toalla enrollada en la cadera. Tenía buen cuerpo, era imposible de ignorar, pero no era como para que se tomara de eso para ser un creído de mierda. Aun así, aunque me incomodara su actitud de superioridad, tenía que soportarlo si quería hacer bien el trabajo más importante.

Por lo que entendía, no solo era el mejor en el escenario, sino también en la cama. Mi pregunta en ese momento fue: ¿cómo era que Ariel sabía eso? ¿Le pagó para probarlo?
     —Rodrigo, voy a pagarte extras para que refuerces a Robin en el segundo trabajo —dijo con un tono serio.

Nos sentamos todos en la única cama que había en el lugar. El espacio era reducido, pero era lo indispensable para abrirse de piernas por unos cuantos ebrus.
     — ¡A huevo, Ariel! Para eso estamos —expresó el otro. Era la primera vez que escuchaba su voz y no era tan desagradable. Tal vez si me esforzaba un poco se me haría fácil adaptarme, y aunque no quisiera, tenía que hacerlo—. ¿Cuándo empezamos? —Preguntó mirándome mientras se empinaba una lata de Coca-Cola.

Levanté mis hombros. No tenía ni idea de qué responder, pero como tenía que sonar interesado, solo pude ofrecerme para ese mismo día, no fue algo que meditara, solamente surgió.
     —Muy bien. Entonces te lo puedes llevar hoy a tu apartamento, después del primer ensayo —el jefe se levantó y se retiró dejándome con mi entonces tutor para coordinarnos mejor.

Terminó su gaseosa, lanzó la lata al piso y la dejó ahí. Yo seguía sentado como un tonto sin moverme para nada. Era espontáneo porque no estaba tan cómodo, pero no quería demostrarlo, al menos no ante él, quería que se diera cuenta que no me afectaba su personalidad arrogante.
     —Entonces, ¿qué rollo, guapetón? ¿Si vas a venir a mi casa o no? —Preguntó después de eructar sin taparse la boca.
     —Sí, sí. Claro. Nomás que yo no sé dónde y a qué hora es eso de los ensayos —se rio, burlándose.
     —Si quieres date un baño aquí en mi camper y cuando termines, yo te llevo —propuso con su acento de fangués. Ya me había bañado, pero ni modo, le asentí sin siquiera darme cuenta.

Al aceptar su propuesta quise desnudarme para meterme a la ducha, pero él estaba ahí al lado, no se movía y me estaba sintiendo incómodo, me estaba sintiendo vigilado. No quería decirle que se volteara porque sería como darle razones para burlarse, así que decidí perder la vergüenza por un instante, me saqué la playera y me bajé el pantalón mientras Rodrigo veía cada movimiento que yo hacía. Intenté ignorar que él estaba ahí y continué quitándome los calcetines, quedando solo en bóxer, pero pronto él se presentó con una peculiar pregunta que no supe responder a fondo, y tampoco quería.
     — ¿Cuál es tu propósito al trabajar aquí?
     —No lo sé. Tener dinero, como todos...
     —Sí, pero algo más que solo tenerlo —tomó una de sus toallas para cedérmela después de preguntar—: ¿Una meta que quieras cumplir con el dinero o algo?
     —Quizás un viaje a la capital, un picnic en el lago, no sé. Solo eso se me ocurre ahora —dije, tomando la toalla.
     —Pinches metas tan pequeñas y estúpidas tienes... pero suena a algo bonito, supongo —añadió.

Rodé los ojos e ignoré su comentario, dispuesto a bañarme y salir de allí. Estaba a punto de entrar a la pequeña regadera cuando me detuvo con su voz:
     — ¿Te vas a bañar con bóxer? No te voy a prestar de los míos. Tienes que traer un cacho de ropa porque aquí la vas a necesitar, cabrón —no dije nada, solo apreté los labios y me regresé a su lado, donde había dejado la ropa. Me saqué el bóxer quedando completamente desnudo.

A diferencia de él, yo no tenía un cuerpazo, ni tenía seis cuadros marcados en el abdomen y si los tenía era por desnutrición, no por ejercicio, pero quise no pensar en eso para no sentirme intimidado por él, como lo intentaba.
     —Tu verga es pequeña como tus metas... —espetó, interrumpiéndome otra vez, a lo que decidí no responder nada—. Está pequeña, pero está bonita, no te me aflijas.
     — ¿Gracias? —Fue lo único que pronuncié para después meterme a la regadera. Ya no quería seguir escuchándolo.

Prendí el grifo para dejar caer el agua y terminar con ese baño de una buena vez para así largarme de ese camper. El agua estaba tan fría que me hizo jadear recio y eso desencadenó que sintiera que el tipo estaba muy al pendiente de mí porque enseguida se hizo presente con su voz para comentar:
     —El agua aquí siempre es así de fría.
     —Ya veo —contesté.

Escuché como se levantó de la cama porque esta soltó un rechinido, distinguí pasos, pero de repente los dejé de oír. Pensé que se había ido, dejándome solo, pero nunca escuché que abriese la puerta. Intenté ver por el vidrio nevado de la puerta corrediza, pero no distinguí nada. Justo en ese instante la puerta se corrió, dejándome ver su cuerpo totalmente desnudo frente al mío. Pegué un sobresalto a lo que el tipo sonrió. Sorpresivamente no se burló de eso.
     —Vine para que sientas que el agua se entibia...

Se puso frente a mí y fue así como me di cuenta que éramos exactamente del mismo tamaño, solo que yo me veía más flaco al lado suyo. Él no estaba exageradamente acuerpado, pero se notaban las diferencias.
     —No era necesario —musité cerca de su rostro. El espacio de la regadera era tan estrecho, que no nos permitía estar muy separados.

Puso su mano en mi pecho, haciéndome sentir la diferencia de temperaturas. Mi cuerpo frío por el agua y su mano caliente. Me empujó hacia atrás dejándome completamente bajo el grifo, acto seguido; se incorporó también al agua, pegando su cuerpo con el mío, halándome por la cintura.

Una vez estando los dos bajo la regadera y lo suficientemente mojados como para ya no salir, se abalanzó sobre mí para dejarme un beso en los labios. No fue cualquier beso, fue uno bastante subido de tono, sus manos apretándome la piel de mi cintura lo decían todo.
     — ¿Ya la sientes menos fría? —Preguntó, separando sus labios de los míos. Asentí, tirándome hacia él para retomar el beso. No sé por qué hice tal cosa, quizá porque quería que se diera cuenta que yo no iba a rajarme con él, y menos al creer que lo que intentaba era ponerme a prueba para el empleo...

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