Historias para no dormir, ¿te...

By IshisuNikoga

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Eres capaz de no asustarte en la noche al leer etas historia, o solo las lees de día para distraerte, o acaso... More

Las hermanas
El elevador
Impacto
El cuadro de la anciana
Smiledog.jpg
El rey Baja
Tails Doll y Teddy Demon
SR. BOCÓN
the rake
Jason the toy Maker
El Silbon
Por favor, abre la puerta
Psicosis
El doctor Knoche
La Sayona
El usuario g00gle_240394
En mi habitación
La mascota del diablo
El demonio sonriente.
¿DULCE O TRAVESURA?
The Doll Maker
Escóndete
Ciudad Sin Luz
Splendorman
Oscuridad
Ahora la sabe
pendiente de olvidar
Ticci Toby: el origen
La pequeña gran pianista
Esto es una simulación
Offenderman
Contratos de Muerte
Sadie Serenade
Candy Pop
Sally
El Hombre que Canta y Baila
Ben Drowned El Origen
Sin cabos sueltos
Ceguera
La cadena de las muñecas
Aviso de avistamiento
Muerto el perro...
Jane the Killer
Nina The Killer
Scolinex The Killer
The Puppeteer
Bloody Painter
En boca cerrada,,,,
La trampa..
El peligro amarillo
especial 5 historias cortas
Historias cortas
DOS
Lo que queda de Jesús
Expreso
Alimentar al Cerdo
Baños públicos
papa
Cascabel.
Papi, hay alguien en mi cama
Avisoo
Monstruo de Flatwoods
El misterio de los asesinatos de Hinterkaifeck
La increíble historia de Tarrare
Aterradores encuentros con niños de ojos negros
Cómo funciona la montaña rusa diseñada para matar a sus pasajeros
Candle Cove
El rey baja
El Espantapájaros Humano
No excaves en la tierra
Leyenda Urbana Japonesa: "Kuchisake Onna"

6 historias cortas

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By IshisuNikoga


Julia es una chica lista

Julia sabía que era inteligente. Era uno de esos niños brillantes, el tipo de niño que se da cuenta pronto de que los padres no lo saben ni lo pueden todo.

La primera vez que se dio cuenta de esto, fue cuando se asustó. Había escuchado un ruido en su habitación que vino desde debajo de su cama, o desde su armario.

Julia corrió por el pasillo, llorando:

—¡Mami! ¡Papi!

—¿Qué pasa, cariño?

—Esco... cuché un mo... monstruo —tartamudeó Julia.

Esperaba que ellos la reconfortaran, o que rodaran sus ojos, o que se molestaran. En su lugar, saltaron de la cama de inmediato y corrieron hacia su habitación, en donde revisaron debajo de la cama, dentro del armario e inspeccionaron el seguro de la ventana. Exploraron cada centímetro.

Julia lo comprendió rápidamente. Sabía lo que estaban haciendo. Al tomar sus miedos como algo serio, le demostraban a su niña pequeña que estaba a salvo y que era amada. Quizá lo leyeron en algún libro.

Pero la lección que Julia aprendió fue que tenía poder. De ahí en adelante, despertar a sus padres se volvió un evento diario. Julia lloraba y gritaba; ellos se lanzaban hacia su habitación y Julia escondía su sonrisa detrás de las lágrimas. Pero ellos no se quejaron ni una sola vez.

Una noche, ya no lo pudo contener y se echó a reír cuando su papá se cayó tratando de examinar la lámpara de techo, como si un monstruo pudiese caber ahí.

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó, sobándose la espalda.

—Tú —Julia sonrió—. Siempre me creen.

Su papá no estaba molesto. Solo volteó hacia mamá.

—Una vez —dijo, por lo bajo—. Solo una vez no le creímos a tu hermano.

Y Julia, hija única, no durmió bien esa noche.


Todos esperan un giro al final

Caminaban por el bosque fatigosamente. Henry Shears, un contador gordinflón semicalvo, ataviado en un traje gris arrugado; y Dylan, quien imponía un rifle en la espalda de su acompañante.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Shears.

—Dinero —respondió Dylan.

—¿Este es tu trabajo?

—En ocasiones.

—No tienes que hacerlo —argumentó Shears; su voz se quebró.

—Lo sé. Quiero el dinero.

—Solo déjame ir. Te pagaré lo que quieras.

—No funcionaría —intervino él—. Fastidiaría a quien me pagó. Quizá me mate. Aun si no lo hace, la próxima vez que ocupe dinero, ten por seguro que no me va a contratar.

—¿Quién es?

—Alguien que conozco.

—¿Por qué me quiere muerto?

—Porque otro sujeto le pagó para que fuera así. O alguna chica. No sé. No importa.

La frondosidad del bosque se hacía más espesa, la luz se atenuaba. Conforme proseguían, el ritmo de Shears se ralentizaba. El de Dylan también.

—¡Tengo esposa! —soltó Shears—. ¡Dos niños! Mi mamá tiene Alzheimer... Me necesitan...

—Ya sé de la esposa e hijos —aclaró Dylan—. No de tu mamá. Una lástima, su enfermedad, pero no cambia nada.

—¿Qué te hará cambiar de parecer? —suplicó Shears—. ¡Jesucristo, por favor! ¡Lo que quieras!

—La decisión está tomada. No has muerto porque no te quiero arrastrar hasta la tumba que cavé.

—¡Por favor!

Dylan suspiró.

—Mira, todos creen que voy a cambiar de parecer o equivocarme. Que alguien los salvará, como en alguna película. No será así. Ya hice esto antes. A la perfección, siempre. Estas películas no tienen giros, solo finales.

—¡Eres un pedazo de mierda!

—Lo sé.

—¡Espero que Dios te condene! —exclamó Shears, y luego se detuvo. Habían llegado al agujero. La tierra excavada se apilaba a un lado.

—Nos condenó a todos —reiteró Dylan—. De rodillas —le indicó. Shears se volteó para encararlo.

—Vete. A. La. Mierda.

Dylan sonrió cálidamente y asintió. Luego apuntó su rifle. Shears se encogió, presionó sus ojos llorosos y evacuó un alarido cuando la melodía de Misión Imposible empezó a resonar desde el bolsillo de Dylan. Este sacó su teléfono.

—¿Sí? —contestó—. No... Claro que estoy seguro... Pues, está bien —Dylan colgó la llamada—. Vaya, no te lo vas a creer....

—¡¿Qué?!

—Es tu día de suerte. El sujeto o chica ya no te sigue queriendo muerto.

—¿Me... dejarás ir?

—No del todo. Primero te pondrás de cara contra el suelo y contarás hasta mil mientras me voy. Luego te puedes ir. ¿Está claro?

—¡Sí! —gritó Shears, animado—. ¡Gracias!

—No dejes que te descubra espiando.

Shears se acostó sobre la tierra con las lágrimas cayendo por sus mejillas.

—Uno... dos... tres... cuatro... cinco...

Comenzó a escuchar que las pisadas de Dylan se desvanecían.

—Nueve... diez... once... doce...

Un disparo atronó. Dylan apreció la escena desde varios metros de distancia, para luego acercarse a la tumba. El cuerpo de Shears se había impulsado convenientemente hacia adentro; la mayor parte de su cabeza también.

—Disculpa el engaño —comentó Dylan, agarrando la pala—. No quería que lo vieras venir.


El remordimiento de un viajero en el tiempo


Soy un viajero del tiempo.

Más bien, lo era.

Verás, era capaz de viajar en el tiempo de cualquier forma en la que quisiese, pasado o futuro. Creo que un científico con una gran mente, al ser la única persona de mi época —sin ánimos de alardear— que descubrió el viaje en el tiempo. Digo que es lo que creo, porque realmente no recuerdo mi pasado. Cuando adquirí esta habilidad, lo único que recuerdo fue la euforia. Mi visión destelló con colores que nunca había visto antes, mi cuerpo se disipó en millones de partículas diminutas: y, de pronto, estaba en otra dimensión temporal.

Sorprendente, ¿no? La situación es que, cada vez que viajo en el tiempo —a través del túnel que propulsa todas las partículas y átomos que me conforman—, pierdo una porción de mi memoria en algún punto de ese hiperespacio. En mi primer viaje en el tiempo, olvidé prácticamente todo.

Desde entonces, he sido precavido sobre cómo y qué tanto lo hago. Elegí limitar mis habilidades para inhibir la posibilidad de que olvide algo importante. He olvidado una multitud de cosas, algunas más pequeñas que otras. Cerca de un año atrás, olvidé el color de mi cabello, solo para recordarlo inmediatamente después de haber visto mi reflejo en un espejo. Pero se puso mucho peor, dado que una vez olvidé cómo respirar, forzando a mi propio cuerpo a reiniciar mi motor biológico cuando me había desmayado.

El 18 de junio de 9214, hubo científicos que desarrollaron —con la ayuda de supercomputadoras avanzadas— un prototipo. Era una invención capaz de prever posibles incidentes futuros. Las mentes de este milenio por fin son capaces de ver el maldito futuro. Permaneció activo por tres años, haciendo sus predicciones, imágenes acertadas del futuro. Pero, en 9217, dejó de continuar. La imagen de la última fecha no era coherente, incluso para las veneradas supercomputadoras. Los científicos teorizaron que ese sería el fin de la existencia, el opuesto completo al Big Bang. Los fanáticos religiosos marcaron esto como el apocalipsis y el fin de Dios mismo.

Yo quería saber más. Siendo un viajero en el tiempo, gozaba de información que nadie más tenía. La máquina había proveído una fecha y una imagen brumosa de la Tierra —oscura y deteriorada— meses antes de la última fecha. Decidí ir ahí para descubrir qué demonios había pasado y quedar plasmado en los libros.

Lo intenté. Y vaya, cómo me arrepiento.

Estaba temblando, mis entrañas se aflojaron, mi estómago se volteó. El terror me aprisionó.

No fue por el hombre alto con la sonrisa inhumana en su rostro que caminaba hacia mí.

No fue porque los gritos ensordecedores que agredían mis oídos no se parecían a los de un humano.

No fue porque acaba de descubrir el infierno en la tierra.

Fue porque olvidé cómo viajar en el tiempo.

Guerrero de Dios

«Si Dios existe, ¿por qué hay tanta maldad en el mundo?». Esa es una pregunta común, pero inadecuada.

Todas las cosas deben tener balance. Luz y oscuridad. Bien y mal. Sonido y silencio. Sin uno, el otro no puede existir.

«Así que, si eso es verdad, ¿entonces Dios no hace NADA para combatir el mal?». Esa podría ser tu siguiente pregunta.

Por supuesto que Dios repele el mal. Sin descanso. Esto se ilustra hábilmente por medio del sacrificio de Dartalian: uno de Sus ángeles más Sagrados y Honestos.

Dartalian merodea la Tierra deshaciéndose del mal en donde sea que lo vea. Mata monstruos de quienes nunca querrás saber. Los destruye por completo para que puedas dormir por la noche. Las personas no tienen idea de cuántos de nosotros podemos vivir gracias a la labor que hace.

«¿Pero qué hay de Stalin? ¿Hitler? ¿Ted Bundy? ¿Jack the Ripper?».

Pues, esos fueron algunos de los menos importantes, los cuales tuvieron que conservar sus vidas. Para el balance. A quienes Dartalian destruye, son... demasiado horribles y viles como para seguir viviendo.

Lo que es gracioso, es que podría apostar que nunca has visto el nombre «Dartalian» en ningún texto religioso, pero estoy seguro de que has oído sobre él.

En Latinoamérica, por ejemplo, tienen su propio nombre para identificarlo:

Síndrome de muerte súbita infantil.

La pequeña diferencia entre un actor y un mentiroso

Este era uno de los pocos días del año en los que Andy estaba en el trabajo.

Casualmente, roció agua sobre la base de los escalones de un centro comercial. Hizo su calentamiento y empezó con los ejercicios de respiración teatrales.

...

Actuar profesionalmente no había funcionado para Andy. Se había formado como actor en su colegio, y perpetuó su desarrollo artístico en la universidad hasta que el dinero de sus padres se agotó.

Su entrenamiento y talentos no se habían desperdiciado: Andy encontró una nueva forma de vida mucho más lucrativa y con jornadas mucho más cómodas que las de un actor en aprietos.

Andy era un artista de accidentes fraudulentos: una víctima profesional. Había aprendido a canalizar sus habilidades en convencer a jurados de heridas imaginarias.

Le tomó un tiempo levantarse de su pobreza. Al principio, Andy traía huesos de bolsillo a restaurantes solo para recibir comidas gratis. Pero no le tomó mucho tiempo producir una agenda impresionante de contactos de doctores que falsificaban registros y abogados que los defendían.

El primer éxito de Andy ocurrió cuando descubrió un negocio de helados con una escalera un poco más empinada de lo normal en el estacionamiento. Un estafador promedio habría solicitado una simple demanda por caída.

Pero Andy había sido entrenado clásicamente.

La inclusión de un bastón y una nota falsificada de un doctor se sumaron al efecto cuando Andy se cayó por esos escalones de concreto. La pincelada brillante fue su abogado, quien se había dado cuenta de que Andy podría demandar al dueño de la tienda no solo por la herida a su persona, sino también por no seguir las regulaciones impuestas por la ley. Eso había sido hace años y Andy aún recibía sus cheques de pagos mensuales.

A partir de entonces, las escenas en contextos públicos se convirtieron en la insignia de Andy.

Había chocado su Toyota contra un poste de luz a propósito, atribuyéndoselo a un acelerador defectuoso. Al jurado se le dijo que Andy nunca volvería a caminar.

Pero una vez que el pago fue efectuado, Andy se había curado milagrosamente.

Andy había sufrido heridas casi «fatales» por suplementos dietéticos, equipo de ejercicio y pastillas para la disfunción eréctil. Se había caído de más escalones y había sido golpeado por más carros que cualquier otra persona en todas las ciudades en las que residió.

...

Andy echó un último vistazo por las escaleras del centro comercial, asegurándose de que el camino estuviera despejado y hubiera suficientes testigos debajo.

Empezó a caminar enérgicamente hacia la cerámica mojada. Levantó sus pies y se aseguró de torcer su rostro en una máscara de miedo y sorpresa. Confinándose a una postura que absorbiese el impacto, Andy se tropezó inofensivamente por los escalones y hacia el suelo. Mantuvo su rostro contraído por el dolor y miró de reojo para evaluar la reacción del público.

Un hombre ya estaba corriendo hacia el punto de aterrizaje de Andy.

«¡Que alguien lo ayude!», gritó el hombre en tanto se arrodillaba a un lado de la posición incómoda de Andy.

Andy observó al buen samaritano y experimentó una oleada de familiaridad: un rostro preocupado detrás del mostrador de aquella tienda de helados; un testigo consternado en el estrado; una firma en sus pagos mensuales.

Quiso hablar, pero el hombre forzó su mano en la garganta de Andy. Con fuerza admirable, la otra mano del hombre torció la cabeza de Andy en una dirección antinatural.

El crujido del hueso y los gritos de Andy fueron acallados por el hombre gritando: «¡Por favor, que alguien llame al novecientos once! ¡Creo que su cuello está roto!».


La próxima vez estarás preparado


¿Alguna vez has entrado a una habitación y te has encontrado a un vampiro?

No, no del tipo sensual, sino una criatura repugnante de miembros huesudos y piel pálida. Del tipo que gruñe tan pronto como entras, al igual que una bestia a punto de saltar. Del tipo que te inmoviliza en tu sitio con sus ojos hipnóticos y hundidos, volviéndote incapaz de escapar conforme la ves sobresaliendo de las tinieblas. ¿Tu corazón ha acelerado su ritmo a pesar de que tus piernas se rehúsen a hacer lo mismo? ¿Has sentido cómo se ralentiza el tiempo mientras esa criatura repelente cruza la habitación tras la oscuridad de un parpadeo?

¿Has tiritado por el temor cuando coloca una garra encima de tu cabeza y otra debajo de tu barbilla para poder girarla, exponiendo tu cuello? ¿Has forcejeado mientras su áspera y seca lengua se desliza por tu cuello, desde tu mandíbula y hasta tu cuello, en una búsqueda reptante por tu arteria? ¿Has sentido su aliento caliente liberando un siseo contra tu piel cuando degusta tu pulso, ese flujo que se dirige a tu cerebro? ¿Alguna vez has experimentado una oscuridad estresante y corrosiva luego de descubrir que no todos los vampiros se alimentan de sangre, sino que algunos se alimentan de recuerdos?

¿Y bien?

Puede que no. Pero déjame replantear la pregunta: ¿alguna vez has entrado a una habitación y olvidado súbitamente la razón por la que fuiste ahí?



Cual de estas historias te gusto mas? 

que piensas de este libro que tal te gustan las historias que publico en el?

coment tu respuesta y espero tengas un sueño.. poco dulce... o quien sabe...

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