« epílogo »
—¿Puedes repetirlo?, por última vez— Rudy Vincent habló, anotando meticulosamente en su libreta todo aquello que ______ le decía.
—Yo.., estábamos en el autobús, eran como las cuatro de la mañana, estaba con Evan, y... no recuerdo exactamente qué pasó después. Había un hombre, era joven, yo realmente no debo haber visto su rostro...
Se detuvo por unos segundos, aunque lo había repetido ya varias veces era imposible que sus pensamientos no se mezclaran en cada oportunidad.
—¿Y luego...?
—Luego...
Ambos se encontraba en el autobús de la línea 412, como si nada hubiera sucedido.
Evan se encontraba perdido en su mundo, sin entender que ocurría a su alrededor. ______, por otro lado, lo observaba inquisitiva. ¿Era mala besadora? Quizá eso explicaría la mueca de disgusto en el rostro de Evan.
Su rostro rápidamente se deformó ante el repentino dolor, socorriendose con su mano, tratando de detener la sangre. Evan, casi como por arte de magia, tenía un corte en su cuello. Y, como si los hechos no puedieran tornarse aún más inesperados, en ese momento llegaron personas para socorrerlos.
Cuando ella preguntó cómo habían llegado hasta allí, un oficial le dijo que ella los había llamado, más no recordaba haberlo hecho.
Luego la interrogaron incontables veces —teniendo en cuenta que estaban completamente solos en el medio de la nada y Evan casi había muerto por pérdida de sangre, ella parecía ser la única culpable— porque Evan no se dañaría a si mismo, ¿verdad?.
Y allí se encontraba, tratando de superar tanto sus vacíos en la memoria como las fobias y jaquecas que adornaban constantemente su mente desde el primero de enero.
—No lo recuerdo— contestó a su psiquiatra, luego de unos momentos.
Quizá, en lo más profundo de su memoria si lo recordaba, pero la verdad era tan aterradora que prefería cerrarse sobre ella.
—Bueno, está bien. Podemos verlo de nuevo en nuestra próxima cita, pero no lo pienses mucho, ¿sí?.
—Si.., solo siento que— enrolló su cabello con dureza entre sus manos, tratando de comprender— siento que me volveré loca si no se qué me está pasando en este instante. Ya no lo soporto más.
—No necesitas saber cada cosa loca que está sucediendo en el mundo, especialmente si no hay nada que puedas hacer al respecto. Descansa mucho, y mantente lo más distraída posible, te veo el martes.
Así, sin más, ______ se retiró del consultorio. ¿Qué más podía hacer?, ¿largarsele a llorar en el hombro, esperando que por sí solo entendiera sus problemas?, no sucedería.
Distraerse, distraerse, distraete ______.
Tomó su móvil, avisando que ya había terminado su consulta, y sin notar los obstáculos chocó contra alguien. Un peculiar chico —demasiado parecido a Evan, a su parecer— de grasiento cabello azul se encontraba recogiendo volantes.
Se disculpó, avergonzada, y le ayudó a recoger cada afiche, sin poder abstenerse a su curiosidad mirando lo que ellos decían.
Vota a ... —el chico peliazul rápidamente terminó de reunir sus cosas, mientras que ella solo pudo terminar de leer una palabra— concejal.
—¿______, te ha pasado algo? Sentí ruidos...—Vincent Anderson de detuvo con estupefacción, cambiando rápidamente a una feliz mueca al ver al peliazul —¡Oh, Kai! No sabía que vendrías...
Cuando él peliazul, cuyo nombre debía ser Kai, hablo por primera vez, ella se congeló ante la sola pronunciación de cada palabra. Era tan, pero tan familiar.
—Sí, de hecho, venía a pedirte ayuda para mi candidatura... pero veo que estás ocupado— sonrió con parsimonia, observando cada detalle de ______ —¿nos conocemos de algún lado? te me haces, no lo sé...familiar— cuando se dirigió a ella, sintió su sonrisa decaer al verla negar rápidamente, susurrando un "ya debo irme" y desapareciendo en cuestión de segundos.
—Vaya...— Kai silbó, admirando la corta vista, antes de caminar rápidamente a su oficina para hablar sobre su candidatura a su hermano.
Sí, definitivamente él la conocía.
—
—¿Cómo te fue?— Evan sonrió entusiasta al verla entrar a su nuevo auto, besándola cortésmente.
—Bien, bien, bien, eh~, bien.
—Bien, ya lo comprendí— soltó una carcajada, de esas que hacía tiempo eran habituales en él, y comenzó a conducir directo a su casa.
Era Mayo, y ambos se encontraban oficialmente viviendo juntos, como pareja. Luego del primero de Enero les fue imposible el ocultar el deseo de mantenerse juntos, ignorando por completo la situación en la que se encontraban.
A excepción de cuando ______ concurría con Vincent y Evan hacia sus visitas mensuales al doctor para comprobar su salud, su día a día era por más decir perfecto. Trataban de construir una pared entre todos los eventos confusos de año nuevo y conservaban los mejores.
______ había conocido a Lizzie el mismo día del accidente, puesto que aquella niña fue la primera en presentarse ante su padre con un lindo dibujo de ambos. Ella, que era como una princesa, totalmente preciosa, logró que tanto ______ como Evan salieran adelante.
Todos convivían de manera excepcional, ______ era una buena madrastra —más decir qué, cada vez que ella le traía regalos, Lizzie no podía evitar entregarle un pedacito más de su corazon— y a Evan le encantaba la relación entre su hija y ______, y ni que hablar de sus suegros.
La tía de ______, por otro lado, se encontraba feliz por su sobrina y, ahora recuperada, visitaba a la pequeña Lizzie de vez en cuando para jugar con ella.
Todo era un magnífico cuento de hadas.
Evan había reunido suficiente dinero como para permitirse una cada adecuada a los tres, y un auto. El mismo había conseguido trabajo como psiquiatra en un recién construído edificio en Los Ángeles, a dónde se habían mudado junto a la tía de ______, por lo que la línea 412 era oficialmente parte de su pasado, al igual que cada recuerdo de esa noche.
Al llegar a su hogar, _______ entró rápidamente preparando en tiempo récord un almuerzo para Evan, saludando a Lizzie y dándose una ducha.
Él, por otro lado, agradeció a su novia y despidiéndose de sus dos mujercitas partió a su nuevo trabajo. ______ preguntó porque iría tan temprano, si aún faltaba media hora para su horario, más Evan solo le sonrió con nerviosismo.
Corrió, con miedo de ser descubierto, a su auto y emprendió rumbo a la joyería.
Sus padres habían dicho que era algo apresurado, pero que lo apoyarían si el decidía dar ese gran paso, y a él con ello le bastaba. La tía Mey, por otro lado, había dicho que ______ se moriría de la emoción cuando se lo pidiera, y que les deseaba toda la felicidad del mundo.
Así que eligió con cuidado el anillo más bonito y único, ese que sería especial para ambos. Era, quizá, mucha responsabilidad para un objeto, pero él sabía que todo debía ser perfecto. Si vida iba en constante subida, y él no permitiría que nada lo arruinara.
Cuando hizo su elección, pagó y se dirigió a su auto, observando con cuidado las calles y escondiendo la pequeña caja en su saco.
Emprendió a su trabajo, orgulloso por un momento de todo lo que había logrado.
Si analizaba su vida unos siete meses atrás; lo más probable es que quisiera dispararse para revivirse y volverse a disparar hasta hacerse entrar en razón, más en ese momento solo podía sentir la plenidad de la mejoría.
Se detuvo al llegar, notando una mirada sobre él, más creyó confundirse con la placa de oro que restaba en la entrada, con su dirección.
«1120 Westchester Place, Los Angeles, California»
Bajó con cuidado, paseando su vista desde la placa al gran edificio frente a él, y sintiendo el peso del anillo en su bolsillo, sonrió.
Todo sería mejor a partir de ahora.
O eso creía.