Red Sharks: En El Claroscuro...

By Roma-sama340

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¿Ellos eran los malos? Aquella pregunta no dejaba en paz a Ramiro Ponce quien miraba a sus compañeros de equi... More

1.Ramiro Ponce
2. Ámbar Smith.
3. Emilia Mansfield.
4. Benicio Banderbield.
Capitulo I
Capitulo II
Capitulo IV
Capitulo V
Capitulo VI
Capitulo VII
Capitulo VIII
Capitulo IX
Capitulo X
Capitulo XI
Capitulo XII
1. Extra
Capitulo XIII
Capitulo XIV
Capitulo XV
Book 2

Capitulo III

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By Roma-sama340

Capitulo 3: Recordar

Benicio.

El dos me da suerte, no lo voy a negar. Me sentía el rey del ajedrez que había en el lugar, todos son simples peones protegiendo cada rincón de mi existencia.

Jugar con todos, ser servido por todos, no puedo negar que el correr de mis venas es adrenalina pura. Cuando Emilia quedo envuelta en un armario con Ramiro me había sentido tan lleno que comenzaba a creer lo malo que dicen que soy.

Flash Back.

Ramiro ordenaba el cuarto de mantenimiento como castigo de Gary, debía tirar todo lo que Roller dejara en el lugar, mientras el chileno con audífonos puestos hacia el trabajo pedido Benicio vio una oportunidad, Emilia venia con celular en mano distraída del mundo.

― Hermosa, que bueno encontrarte. ― La chica sonrío a la vez que bloqueaba su celular, Benicio le quito el aparato de las manos y la tomo por la espalda. ― Gary te ha estado buscando.

― ¿Ah? No recuerdo que me haya dicho algo al final del ensayo. ― Su mirada dudosa hizo al italiano rodar los ojos.

― Salio de imprevisto, te necesita en la sala de mantenimiento. ― Cuando estuvieron frente a la puerta Emilia seguía sin comprender nada.

― No estoy para juegos Benicio.

― Nadie dijo que es un juego, Gary quiere que controles al loser de Ramiro. ― La chica miro al italiano interesada y devolvió la vista a la puerta, cuando Emilia ingreso el tomo su oportunidad de colocarle llave e irse en completa calma por algo que degustar en la cafetería.

Flash back end.

Esa mañana la lluvia golpeaba la ventana del apartamento del joven italiano, se sentía completamente fuera de lugar no sentía fuerzas para levantarse y su cabeza daba vueltas, al mirar su teléfono pudo notar que ya pasaban de las once, hay más de cincuenta mensajes, era en el grupo de whatsapp de los Red Sharks, no le preocupo mucho ya que sabia que solo eran los chicos preguntando donde estaba, la rutina de siempre.

Pronto el sonido del tono de llamada lo hizo remover las sabanas que lo cubrían y se tomo el valor de contestar.

― Buen día. ― Bromeó antes de escuchar la molesta voz de Ámbar empezar con un sin fin de sermones de la impuntualidad. ― ¿Podría hacer una excepción hermosa? Creo que hoy puedo darme un ... ― Su voz se apago, la fiebre lo había consumido y ahí estaba el perdiendo el conocimiento entre la soledad.

― ¿Benicio? ¡Benicio! ¡No es gracioso! ―Aún así Ámbar no sintió más que la lluvia golpeando del otro lado.

En el roller, Ámbar caminaba de un lado a otro, sus compañeros la observaban.

― ¿No es otra de sus bromas de mal gusto? ― Emilia arrugo la nariz recordando los sucesos de hace poco, Ramiro afirmo moviendo la cabeza y aprobando las palabras de la mexicana. 

― No lo creo, él sabe que no puede bromear conmigo. ― Ramiro suspiro y se recargo en Emilia para sacar tu teléfono y buscar entre sus notas.

― Aún tengo su dirección, ¿Quieren hacer una visita? ― Los ojos de ambas  brillaron, el chico era un salvador de pronto y no le molestaba.

[.]

Llegaron a un departamento ubicado por la zona céntrica, con encantos y persuasión lograron tener acceso sobre Benicio en mesa de entrada y después de un rato de charla subieron por el ascensor con un par de víveres y Ramiro insistió en medicinas.

Al llegar a la puerta 43D del piso ocho se miraron entre si, no habían meditado el como iban a entrar a la vivienda.

― Excelente plan. ― Se burló Emilia, los restantes suspiraron. Ámbar entrego las bolsas al chico que observo confundido cuando la argetina llevo su mano a la maceta al lado de la puerta, poco después vio sus manos cubiertas de tierra con una llave.

― Solo él es tan predecible. ― Anuncio la chica antes de abrir la puerta, cuando ingresaron vieron el lugar impecable, todo bastante iluminado tenue por la poca luz que dejaba pasar las grises nubes cargadas de agua.

― ¿Y ahora? ― Emilia abrió algunas puertas antes de dar con la habitación principal, ahí lo vieron, yacía desmayado, sudado y respirando agitado, los tres corrieron y lo rodearon.

Emilia fue la primera en correr por una toalla y humedecerla, Ámbar corrió tras un termómetro y Ramiro quito las mantas que lo cubrian, evitaba que siga acalorado.

― ¿Qué haces si alguien tiene casi cuarenta grados? ¡Esta volando en fiebre! ―Emilia colocaba por poco tiempo los paños, trataba de humedecer constantemente la frente de Benicio.

― ¿Alguna sabe algo de como curar un enfermo? ― Ramiro estaba frente a sus compañeras aún más nervioso que ellas, ¿Cómo iban a atenderlo?

― Se de alguien que nos puede ayudar. ― Ámbar salio de la habitación, nadie la sigo, pues tanto como la mexicana como el chileno se quedaron a cambiar el paño del italiano que seguía sin reaccionar.

¡Benicio! ¡Ven pequeño! Tu fratello ya llego.

Un niño bastante alegre corría por una enorme mansión, en la entrada una hermosa mujer de largos y rizados cabellos castaños lo esperaba con una sonrisa llena de calma.

― ¡Mama, mi fratello! ― Cuando vio del auto bajarse a un hombre con su traje de militar y una bandera acompañada de un uniforme de camuflaje.

Sra. Banderbield, lo sentimos. Una neumonía azotó el campo de entrenamiento. ― El teniente de la subdivisión del ejercito italiano llevaba meses capacitando jóvenes para un justo desempeño en medio de una situación limite, su hermano Gorgio tenía un perfil perfecto y fue de inmediato seleccionado. Pero, la noticia fue vibrante, hizo estremecer cada fibra del niño quien entre el temor sintió más latente que antes la soledad cuando su madre lo soltó de golpe abrazo con recelo lo que el militar le entrego, el mismo hombre bajo la mirada e hizo una reverencia junto un "lo siento mucho" la sangre de Benicio hirvio frente al poco tacto del hombre.

¡Mama!

Pronto su escenario cambio, solo frente a una tumba.

Lodovica Banderbield.

Los girasoles bailaban frente a la lápida, sintió a su madre en cada parte de él cuando la brisa lo golpeo, supo que su una amiga sería la soledad de ahora en más.

¡Benicio! ¡Benicio!

[.]

El timbre sonó, Emilia y Ramiro se acercaron curiosos cuando vieron a la argentina abrir con una sonrisa plasmada en su delicado rostro.

― Gracias por venir, de verdad. ― Casi caen de espaldas los red sharks cuando quien se posaba en la entrada con una cara de pocos amigos en la puerta.

¿Era alguien capaz de ayudar a un Red Shark?

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