Él no podía sentirse peor. El dolor en el cuerpo, el mareo, el dolor de cabeza; cosas simples que podía soportar. La herida sangrante invisible, el malestar en el pecho, la terrible desilusión; eso era insoportable. No podía escapar de los ojos de _________, que brillaban ante el dolor, la pena, el abandono. Que lloraban ante él, que sufrían. ¿Por qué iba a sufrir y llorar si había intentado matar a su familia?
Se pasó la mano por el pelo mientras soltaba un gruñido. Valía mierda ahora mismo. Ser atropellado por un tren, que le dispararan mil veces, que le rompieran los huesos. Nada podía ser más doloroso que todo aquello que tenia metido en el pecho.
Se dejó caer sobre la cama para encontrar descanso, pero de esto no podía escapar. Sus ojos, aquel dolor en ellos, la pena que los embargaba. Algo no le encajaba, algo estaba mal, pero no podía distinguir que mierda estaba pasando. Esa mujer, esa nueva _________, había intentado acabar con su hijo y una mujer que no recordaba.
Escuchó a lo lejos un teléfono que sonaba y sonaba. El timbre insistente y asfixiante comenzaba a molestarle. A los pocos minutos el sonido cesa. Un par de segundos más tarde vuelve a comenzar. Molesto, se tambalea lentamente hasta la puerta. Apenas la abre un poco, incapaz de salir. Reconoce la voz de _________ al contestar el teléfono.
—No hagas preguntas estúpidas —dice ________—. Quiero hablar con Mark….No, Nirvana…No pienso quedarme en este asqueroso agujero… ¿Eso qué importa?...Él es solo un hijo de puta insensible como mi padre…Todos los malditos hombres son iguales…Ojalá se mueran los dos…
La boca de Justin se seca.
—Pásame a Mark… —esperó unos segundos—. Quiero que consigas otro lugar…No, no importa el porqué…No quiero estar aquí, punto… ¿Ese imbécil? Que se le pudran las pelotas…Tienes dos horas…Si, dos horas…Si en dos horas no me sacas de aquí, yo misma me voy —silencio—. Por mí que haga conmigo lo que quiera…Que se vaya al carajo...Ya estás advertido.
Justin escucha un silencio más prolongado, así que dedujo que ya había colgado. Abre un poco más la puerta. Nada, nadie. El teléfono vuelve a sonar y esta vez decide ser él quien conteste.
— ¿Hola?
No escucha ninguna respuesta.
— ¿Hola? —repite.
—Espera, carajo ¿Justin?
Justin frunce el ceño.
—Sí, ¿Quién habla?
—Qué estúpido eres, ¿cómo que quien habla? Soy Mark, ¿Quién coños más?
—No tengo la menor idea de quién eres.
—Voy a ser tu estúpido dolor de cabeza. No sé qué está pasando por allá, pero esa mujer está que echa pelos. Da igual, escucha. No puedes dejar que salga de esa propiedad.
—Es justo lo que quiero, que se marche.
—No puede, con un demonio —escucha un reguero de papeles—. Esa mujer corre peligro. Si la encuentra…
—Ella no es mi responsabilidad. Si tanto quieres protegerla, hazlo tú.
—La van a matar…
Pero ya era tarde. Justin había colgado