Habían parecido horas, pero fueron días para los familiares y amigos que se alteraron al enterarse de la noticia. Luego de haber sido trasladados a Edmonton, la ciudad más cercana al hecho, notificaron a los familiares de las víctimas los sucesos.
Víctor, acompañado por Billy y Linda, viajó con urgencia a la ciudad tras recibir las noticias desastrosas del accidente. El aliento pareció esfumarse de sus pulmones cuando se enteró que el coche de su hijo había sido arrasado, mucho más cuando unos detectives, responsables de investigar el caso, le comentaron los relatos de los testigos y le enseñaron las fotografías de cómo habían quedado los vehículos involucrados. Un mareo y una taquicardia fueron los resultados del impacto, por lo que tuvo que sentarse para recuperar el aliento. La culpa parecía incrementarse al reconocer que por su culpa su hijo y los demás estaban en esa situación.
No obstante, el escaso deje de calma pareció esfumarse del todo cuando horas más tarde uno de los médicos que atendió a los heridos le aseguró al Brown que era cuestión de esperar, ellos no podían hacer mucho más. Las lesiones no eran tan graves como parecían, pero varios de ellos estaban muy heridos y aún no recobraban el conocimiento. Debían monitorearlos un par de horas más para observar la evolución de cada uno, y en caso de no obtener respuesta, la situación empeoraría.
Tal fue el caso de Jason y de Francis, quienes no despertaron hasta cuatro días después del accidente.
No obstante, poco después de averiguar sobre lo sucedido, Víctor decidió ver a Jodie. Ella, a diferencia de los otros heridos, se mantenía consciente. Poco después de llegar al hospital y de ser atendida, logró despertar unas horas después a raíz de algunos sedantes administrados en su organismo para calmar los posibles dolores. Sus lesiones, leves comparados con el resto, pudieron ser atendidas a tiempo y, una vez fuera de peligro, sirvió como testigo ocular de los hechos.
Luego de ser interrogada por los detectives encargados del caso, fue interpelada por Víctor en cuanto éste arribó al hospital. Se esperaba las preguntas y, en parte, era por eso que sus manos temblaban tanto. No podía quitar de su cabeza el olor a la sangre, al combustible, la imagen de los coches dañados, abollados y con quiebres en partes de sus carrocerías. Con anterioridad no recordaba haber presenciado un accidente de esa magnitud, mucho menos ser parte de uno.
En cuanto vio pasar a Víctor acompañado por Linda y Billy, sus mandíbulas se tensaron y se removió sobre la cama, sentándose contra las almohadas de la misma poco después. Con su espalda recta, pudo observarlos mejor y no verse tan derrotada aunque no fuera ese el caso.
—Hola —sonrió Víctor. Aunque fingiera simpatía, en sus ojos se notaba a las leguas el desconsuelo que lo colmaba—. ¿Cómo te encuentras?
—Bien dentro de lo que cabe... —fue la respuesta de Jodie. Bajó la mirada y vaciló si preguntar o no, pero la curiosidad, a su parecer, fue más fuerte e indagó—: ¿cómo se encuentran los demás? ¿Han tenido noticias? No han querido decirme nada salvo que seguían internados, en terapia intensiva.
Víctor colocó ambas manos sobre el lateral de la camilla y asintió con la cabeza antes de volver a verla.
—Sí. Se encuentran mal, pero se recuperarán —replicó el Brown camuflando el deseo con el tono de una afirmación—. Me alegra ver que estás bien y consciente, por lo menos.
—No lo entiendo... —dijo bajando la mirada—. No soy muy fuerte. He tenido episodios de debilidad estas últimas semanas. Se supone que debía de ser la primera en caer inconsciente.
—A veces lo débil y frágil es lo que genera fortaleza —le sonrió Víctor—. Tú... ¿sabes cómo sucedió todo?
Jodie soltó un suspiro mientras bajaba la mirada hacia la camilla otra vez. Negó con la cabeza un poco antes de apretar sus labios y entornar sus ojos en un esfuerzo por recordar lo sucedido.
—Fue todo muy rápido... —explicó—. Jason estaba hablando por teléfono con Sam, utilizando la opción de "manos libres", y de la nada Francis le gritó que tuviera cuidado. Fue ahí cuando vimos un coche embestir el nuestro. En la primer vuelta perdí el conocimiento y desperté un rato después, no sé cuánto tiempo habrá pasado, sólo sé que en cuanto abrí los ojos nuevamente noté que estábamos de cabeza. No se me ocurrió otra cosa salvo sacarlos.
—¿A quiénes?
—A Francis y a Jason. Jason estaba suelto, pero Francis seguía amarrado a su asiento por el cinturón. Como pude logré sacarlos, por suerte también llegaron otras personas y consiguieron sacar a Sam y a Danny del otro coche. También me ayudaron para poder sacar a Jason, ya estaba muy cansada como para poder sacarlo por mi propia cuenta...
—Eso lo sabemos, tienes que decirnos quiénes fueron y dónde tienen a Lena —exigió saber Billy con su característica prepotencia.
—¿Cómo que se la llevaron? —inquirió Jodie, algo aturdida—. Ella no estaba cuando desperté, creí que había ido a buscar ayuda.
—Pues no, no se fue a buscar ayuda. Queremos saber quiénes la tienen, Jodie. Haz un esfuerzo, recuerda algo más, una voz, ¡lo que sea! —pidió casi como orden Linda al acercarse a la camilla—. Es necesario que te esfuerces. Sólo así podremos ayudarlos, pero, de lo contrario, no podremos hacer mucho.
—Les aseguró que no recuerdo nada —habló Jodie fulminándola con la mirada—. No recuerdo nada. Ni siquiera sé qué fue lo que pasó. Y si lo supiera no se los diría, después de todo, ni siquiera los conozco.
—Basta —ordenó Víctor callando súbitamente a los demás. Con una mirada fulminante, sentenció a los otros dos—. No necesitamos de esto. Salgan de aquí ahora mismo o me encargaré de que los saquen a patadas.
Sorprendidos, Billy y Linda se devolvieron una mirada de incertidumbre antes de salir, acatando la orden del mayor que permaneció con sus ojos sobre la puerta hasta el momento en el que los bajó hacia el suelo. Sus párpados temblaron un momento y logró cerrarlos antes de regresar su azulada mirada sobre Jodie, notando que lo miraba fijamente.
Silencio mutuo hasta que Jodie habló momentos más tarde con ese flemático tono de voz, carente de inseguridad aparente. Después de pasar por tal suceso, no permitiría dejarse pisotear por personas que, creyéndola una idiota, pretendían humillarla.
—No sé quiénes eran, pero regresarán. De eso estoy segura. Cuando estábamos en el supermercado, sentí que alguien nos seguía. Se lo dije a Lena, pero ella no le dio importancia y nos fuimos. Si hubiera insistido, a lo mejor pudimos haberlo prevenido de alguna manera... pero le pasó por confiarse.
Al oír eso, Víctor entornó sus ojos hacia ella.
—¿De qué hablas?
—No es algo que le incumba —fue la reacia réplica de la borgoña—. Sólo quería darle esa muestra y largarme. Creí que sería más divertido, pero sólo lo he empeorado todo. Tanto para ustedes, como para mí —se desahogó finalmente. Apretó los labios y detonó un puñetazo a un lado de su cuerpo, sobre la cama, antes de pensar en voz alta—: ¿por qué a donde voy sólo me hago de problemas...?
—Jodie, no sé si te hayas dado cuenta, pero le salvaste la vida a mis hijos —le dijo. Ella lo miró—. Quizás Francis no tenga mi misma sangre, pero he aprendido a quererlo como si la tuviera. Y Jason... me moriría si algo llega a pasarle. Es mi único hijo, al que tuve que dejar por muchos años y al que apenas hace poco tiempo he vuelto a tener a mi lado. ¿Crees que has venido a traer desgracia? Si no hubieras estado en ese auto...
—Ustedes seguirían en sus vidas normales y yo me hubiera ahorrado muchos problemas... —quiso oponerse Jodie.
—...Y Ed seguiría haciendo daño. Seguiría seguro cometiendo esas bestialidades y nos atraparía cuando menos lo pensáramos, sin tiempo a poder defendernos o a reaccionar, como podemos hacerlo ahora que nos has dado la posibilidad de estar alertas, confirmando esas sospechas sin argumentos que teníamos hasta conocerte.
La joven bajó la mirada y resopló.
—Jodie, si no hubieras estado en ese auto... —volvió a decir, la contraria lo miró como si pretendiera pedirle que no hablara más, pero él sólo sonrió—. Si no hubieras estado ahí, ninguno se hubiera salvado.
Le devolvió un reacio silencio a cambio de sus palabras. Creyó que tenía sentido lo que decía y, siendo sincera consigo mismo, hasta le alegraba percatarse de que si pudo ayudar a alguien más no era un imán de desgracias como ella muy en el fondo creía; sin embargo, la realidad era otra. Pese a que la idea de saber que había sido de ayuda la animaba, eso no quitaba ni aligeraba la carga que tenía encima. Bajó la mirada, asintió con la cabeza y suspiró.
—¿Cuándo despertarán? quiso saber pasados unos momentos en un intento por evadir otro tema.
—Pronto. Ahora averiguaremos quién es el que está tras esto y lo haremos pagar ante la justicia.
Tras una sonrisa, Víctor se dispuso a salir. Jodie, por su parte, vacilóen si decirle o no al Brown lo que sabía sobre los experimentos que Edpracticaba. Humedeció sus labios, compuso su pecho y lo miró, pero se resignóal pensarlo mejor: optó por, llegado el momento, decirlo de una manera más"espontánea" y aprovechar algún tipo de momento de tensión para salir bienparada. Por el momento se evitaría problemas. Después de todo, no los conocíalo suficiente como para preocuparse por ellos.
Pasados unos cuantos días, los dos comatosos abrieron los ojos. El estado de coma no era más que un sueño prolongado producto de los múltiples golpes, pero no tuvieron que pasar mucho tiempo más allí. Luego, haciendo uso de su renombre, Víctor logró conseguir un pase para que los muchachos pudieran ser trasladados al reformatorio. De esa manera conseguirían protegerlos y cuidarlos más de cerca sin descuidar el centro.
El traslado se llevó a cabo una semana después de la internación, cuando la evolución denotó una mejoría en todos. Sam y Danny habían despertado pronto: mientras que el azabache despertó horas más tarde luego de su internación, Danny se tomó una siesta más larga y abrió los ojos dos días después, contando con un tobillo lesionado que estaría vendado el siguiente mes, pero recuperaría su movimiento total al cabo de algunas pocas semanas. Sam, por su parte, sufrió varios golpes pero sus lesiones no fueron tan graves. Lograron estabilizarlo y los cortes que tuvo fueron suturados en un intento por detener las posibles hemorragias, controladas a su debido tiempo.
Cuando arribaron nuevamente al reformatorio, la clínica del centro se encontraba esperándolos. Con los preparativos necesarios, internaron a Jason y a Francis, los dos más afectados por el incidente; así mismo, no fue tan necesario una internación domiciliaria dada la mejoría notable que presentaron los dos. Jason se rehusó a utilizar cualquiera de las dos camillas preparadas para aguardarlos siendo impulsado en su mayoría por ese deseo ferviente de volver a encontrar a Lena con vida. Por su parte, Francis permaneció con un vendaje en su brazo y otro en su cabeza, cubriendo uno de sus ojos a causa de un corte recibido en su ceja. Llevaba varios vendajes y algunas que otras banditas triangulares para cubrir ciertos cortes de menor magnitud, como el que había recibido sobre su labio y en su nariz.
Sin embargo, lo primordial no era el regresar al reformatorio. Para Jason era claro: no le importaba encontrarse en ese estado, debía encontrar a Lena y debía hacerlo pronto. Ese sentimiento de amargura que parecía encoger su corazón, como una puñalada hacia la boca del estómago, no cesaría hasta que corroborara que su compañera se encontraba bien. Se negaba a dejarla, mucho menos a quedarse con los brazos cruzados mientras otros arriesgaban su pellejo para salvarla. Era su pareja, era su deber y era su derecho: el pelear por la mujer que amaba.
Y su humor de perros no mejoraría hasta verla una vez más con vida y, por supuesto, a su lado.
Cuando organizaron una reunión de urgencia en el anfiteatro, el primero en llegar fue él. Las cosas habían tomado otro rumbo en cuanto tomaron lo que el más quería. No le importó ingresar primero, pese a su brazo vendado y ese paso medio rengo que había adquirido al doblar su tobillo en el accidente; se adentró a pasos seguros y caminó hacia Víctor que aguardaba de pie a unos pasos de una mesa ubicada en medio para presentar los próximos movimientos estratégicos.
—La tienen, papá —le dijo—. Tenemos que hacer algo. ¡Tuvo que haber sido Ed!
—Debes calmarte, alterándote no conseguirás nada —le respondió impasible el mayor—. Aún no sabemos si Ed tiene algo que ver o si Katiuska estuvo tras esto.
—¡Por favor, Víctor! ¿¡Quién más se llevaría a Lena!? ¡Eso NO fue un accidente!
—Jason, estás muy alterado —le dijo Francis colocándole una mano en el hombro—. Si Lena estuviera aquí te diría que te calmases...
—¡Pero no lo está! —se zafó del agarre—. No está... y todo por culpa del miserable de Ed —masculló apretando el puño de su único brazo sano.
La tensión se incrementaba. Tras sus palabras, nadie tuvo el valor de hablar. Estaban preocupados por la desaparición de Lena, y no era para menos: el hecho de que se la hubieran llevado no podía significar nada bueno.
No obstante, el ambiente se tensó aún más cuando Linda confirmó frente a todos que la sustancia se trataba de la droga Athos. Si bien los resultados habían sido obtenidos unos días antes, habían optado, entre ella y Víctor, comunicarlo a los demás cuando estuvieran todos reunidos. Quizás no era el mejor momento, pero era el que tenían y no podían desperdiciarlo.
Los minutos fueron pasando entre breves discusiones que formulaban tratando de comunicar las posibles resoluciones sin llegar a nada concreto. El temor se podía palpar y los nervios hacían su buena labor acelerando a todos, siendo Jason el más afectado. Estaba convencido que moriría de perder a Lena.
—¿Qué haremos? —preguntó Sam al cabo de un rato de indeterminaciones. De brazos cruzados a un costado de la mesa, arrugó el ceño y añadió—: No podemos quedarnos sentados esperando a que Ed se comunique. Que él tuvo que ver, es más que obvio. Ahora la verdadera cuestión es: ¿por qué? ¿Qué busca? No tiene ningún sentido que ahora se dedique a secuestrar gente.
Jodie, a unos pasos y recargada en la pared, entornó sus ojos al oír eso. Su mirada se depositó en el suelo de la gran sala al traer a su memoria los recuerdos de aquella fábrica dentro de la cual se encontraban desdichados siendo utilizados como conejillos de indias. Carraspeó al imaginar a Lena en una situación similar y alzó los ojos ante la voz de Víctor.
—Lo primero es dar con su ubicación y organizar una misión de rescate.
—Disculpa que me oponga, Vick querido, pero ahora no es muy conveniente salir —se opuso Linda.
—¿Por qué lo dices? —quiso saber Danny.
—¿Qué no es obvio? Han tenido un accidente hace muy pocos días, sus cuerpos no se han recuperado lo suficiente como para ir en una misión casi suicida. Salir en ese estado es una sentencia de muerte, en especial conscientes de que no irán a tomar el té con ese sujeto —explicó la doctora—. Como profesional mi consejo es que se recuperen antes de cometer una locura. Después de todo, a Ed no le conviene hacerle daño a Lena si lo que busca es obtener de nosotros la muestra de Athos original. Puede ser que hasta consigamos llegar a un acuerdo.
—Cómo se nota que no lo conoces... —se rió Jason, irritado y visiblemente molesto ante las palabras de la mujer—. A Ed lo único que le importa es hacer daño, nada más.
—En parte Linda tiene razón —habló Víctor, calmoso y seguro de sus palabras—. Ed debe suponer que la muestra la tenemos nosotros.
—Es imposible que lo sepa. La que tenía la muestra era Jodie, y ni siquiera es suya, le pertenecía a otra persona, ¿cómo descubrió que está en manos del reformatorio ahora? —preguntó Francis recargando sus manos sobre la mesa.
—Quizás ha investigado lo suficiente —dijo Billy acomodándose las gafas—. Dudo que lo haya descubierto de otra forma.
—¿Y si tiene un infiltrado? —fue la pregunta que Danny articuló para acallar al resto—. ¿Cómo nos encontró y nos interceptó por el camino?
Silencio momentáneo. Miradas se cruzaron y otras no se movieron del sitio ante la descabellada sugerencia de la mujer.
—No lo creo. Los jóvenes que participan en el reformatorio no tienen relación directa con el mundo del crimen. Son sólo muchachos con problemas, como cualquier ser humano —opinó Víctor tras mirarla.
—Pero tenemos tiempo, ¿no? Si Ed tiene secuestrada a Leny, sólo falta ir por ella. Apoyo la idea de Linda: no le hará daño si lo que quiere es llamar nuestra atención —replicó Francis.
—No estés tan seguro... —intervino Jodie finalmente.
Pudo sentir como las miradas de los demás cayeron sobre ella como una tonelada de piedras filosas. Aclaró su garganta, desvió un poco la mirada como quien le resta importancia a un asunto sin relevancia y se encogió de hombros antes de hablar, como si eso la ayudara a recaudar el valor que, en su posición, no creía tener.
—Hace un par de meses, un miembro de la familia con la que vivía antes y yo fuimos secuestrados por una pandilla. Resultó que él tenía problemas con la mafia y pretendieron cobrárselo a la "buena".
—¿Eso que tiene que ver? —preguntó Linda de manera indiferente.
Jodie la miró y soltó un resoplo. Se llevó una mano a la nuca y la frotó ante la encrucijada en la que se iba metiendo ella sola.
—Pues... el líder de esa mafia era un tal "Ed". Hablaba de una "Ledi Katiuska" y usaba un bastón. Muy tétrico todo. En fin, le estaba exigiendo a ese miembro de la familia que le dijera dónde se encontraba la muestra, pero él aseguraba que no lo sabía y lo amenazó. Resulta que logramos escaparnos y...
—Al grano, niña —habló Billy—. ¿Qué sabes?
—¡Bueno, ya! Durante nuestro "escape", nos cruzamos por un sitio donde vimos a unos, supuestamente, "científicos" experimentar con personas. Los tenían amarrados a unas camillas y... y, pues, les inyectaban unas sustancias medio raras que los hacían hacer cosas extrañas, como gritar, moverse a lo loco, y se les marcaban las venas... —opinó bajando poco a poco la voz a medida que la sorpresa se hacía visible en los semblantes de los demás.
Ante el afónico ambiente que generó su declaración, parecía que la gravedad había bajado y el silencio se extendía hasta el punto de solidificarse como una persona allí entre ellos. Poco a poco el estupor se vio reflejado en el rostro de varios de los presentes, mientras que a Jason no le importó bañar de cólera su expresión.
—Tú... —masculló acercándose hacia la Sullivan repentinamente. De un momento a otro, la tomó del cuello de su blusa con su mano libre y la zarandeó un poco al acercarla a él—. ¿¡Por qué no lo dijiste antes, idiota!?
Jodie ahogó un juramento y se llevó la mano al bolsillo para sacar su navaja ante la brusquedad del contrario.
—Tch... —musitó al intentar apartarlo con su mano, sin lograr conseguirlo cuando sus pies trastabillaron de su posición anterior. Aún tenía golpes en su cuerpo que le dolieron ante la rudeza del agarre.
—¡Jason! —exclamó su padre en un intento por detenerlo.
De un momento a otro, el teñido sintió una mano jalarlo y apartarlo abruptamente de la joven. Cuando retrocedió unos pasos a causa del equilibrio perdido, pudo ver a Francis frente a él y de espaldas a la joven.
—¡Cálmate, Jason! —ordenó. El Lee abrió sus ojos con sorpresa ante la reacción de su amigo. Con su ceño fruncido, sentenció—: ¡Ni se te ocurra levantarle la mano!
—¿¡Es que no tengo derecho a enfadarme!? ¡Pudo habernos advertido! —se enderezó Jason y la apuntó con su mano extendida. Jodie se recargó en la pared y trató de regularizar su respiración, siendo ayudada por Danny que rápidamente se acercó y la ayudó a estabilizarse—. Si lo hubiera dicho desde un inicio, hubiéramos tomado otras medidas de precaución. ¿¡Qué no te das cuenta de que es su culpa!? ¡Ed la estaba siguiendo a ella! ¡Ella fue la que lo atrajo hasta nosotros!
—¡Me da igual! —aseguró Francis, alzando el tono y callando al contrario. Podía ser divertido y torpe la mayor parte del tiempo, pero cuando se enfadaba, hacía uso de esa autoridad que parecía empañar su voz y cambiaba su amistoso tono de siempre a uno severo y determinante, como si su faceta de sujeto afable no fuera más que un simple gesto para hacer reír a los amigos—. ¡Eso no te justifica el haber pretendido golpearla, así no se arregla nada! Que no se te olvide que gracias a ella estamos vivos.
Jason lo miró hasta que apartó la mirada frunciendo el entrecejo. Sus dientes crujieron ante la impotencia y se apartó unos pasos para tratar de calmarse mientras los demás presenciaron la discusión en silencio.
—Yo estoy a favor de tu baby, Vick —dijo Linda entre un casi susurro.
—Por favor: no opine, doctora —pidió caballerosamente Sam.
—Lo importante ahora es tratar de encontrar la forma de buscar a Lena cuánto antes. Sólo así evitaremos que Ed pueda hacerle daño —habló Víctor como si nada hubiera sucedido—. Lamentablemente, no contamos con todos los recursos que nos gustaría tener... así que el rescate se dificultará un poco.
Algo dudosa de si era lo conveniente o no, Jodie respiró hondo y habló.
—Sé de alguien que puede ayudarnos... pero está en prisión —manifestó Jodie.
—¿Cómo se llama? —quiso saber Sam volviéndose un poco hacia ella.
Jodie frotó su nuca. Se odiaría por eso.
—William. William Rosenzweig.
Víctor la miró seriamente.
—Menudas amistades tenías, jovencita comentó flemático—. Hank Müller y ahora William Rosenzweig.
—William no es mi amigo, pero puede ser de ayuda. ¿Lo aceptas o lo dejas?
—¿Estás negociando conmigo? —inquirió Víctor.
—Es la costumbre.
Varios nombres surgieron tras el de William. Personas útiles para contribuir de manera positiva en el rescate, con los equipamientos que ellos necesitaban y con los que no contaban dada la exagerada restricción a la que habían sido sometidos. Lo que al principio pudo ser una simple misión de reconocimiento, ahora se trataba de una tarea casi suicida.
La tensión se fue desvaneciendo poco a poco dejando en su lugar un lúgubre ambiente triste y decaído. Por más que se esforzaran en verle el lado positivo, habían perdido a seres queridos en el pasado y uno de los ejemplos más claros era el de Luca. El relacionar ambas situaciones era un acto casi imposible de no cometer, en especial para Jason, quién se centró en pensar sobre eso cuando, en determinado momento, la soledad fue su único consuelo. Se retiró a uno de los pisos superiores y salió a uno de los balcones para recargarse en la barandilla del mismo, con sus ojos perdidos en la nada y su corazón ahogado en amargura y desasosiego.
¿Por qué tenían que pasar por eso ahora? Habían sufrido lo suficiente como para añadir más desgracias a sus vidas. Y todo por querer "ayudar a otros", aunque ese no fuera el verdadero motivo. En el fondo, la culpa del teñido se originaba en ese anhelo suyo de querer interrumpir un poco esa rutina que conformaba su día a día. Un poco de acción y adrenalina se convirtieron en un calvario cuando arriesgó a su motivo de existir por una tontería.
Un suspiro y dejó escapar parte del sentimiento de culpa que habitaba dentro de su pecho, sintiendo como si una mano le estrujara el corazón ante cada latido.
Su rostro apagado y compungido pronto cambió a uno más severo cuando presintió a alguien más. Lo menos que quería en ese momento era compañía. Movió su cabeza con cierta pesadez hacia el portal y se topó con Jodie de pie, observándolo como quien mira una roca en el camino, con su mirada impávida y serena. No negaría que le sorprendió el toparse con ella, pero no le hacía mucha gracia el verla allí y pronto se lo hizo saber mediante esa mirada adusta que le dedicó a modo de "saludo" y forzosa despedida.
—¿Vienes a molestar? No estoy de humor —le espetó sin el menor de los respetos, regresando su vista hacia la lejanía.
—Si alguien viene a molestarte, es lo peor que puedes decir —comentó Jodie. Con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, se aproximó unos pasos hacia el balcón e inhaló el fresco aroma del anochecer—. Sólo pasaba.
—Hubieras seguido con tu camino.
—Sí... todos cometemos errores —se rió Jodie. Jason la miró de reojo. Sus labios se habían curvado en una sonrisa, entre burlesca y confiada. Era la primera vez que la veía sonreír y, siendo honesto consigo mismo, no le generó mucha confianza.
Resopló ante su irritante y tenue risotada y regresó la vista hacia el frente, confiando en que de callarse ella se iría; sin embargo, su idea se vio frustrada cuando Jodie liberó un suspiro y se recargó en la barandilla de la misma manera en la que se encontraba él.
—Es una buena vista...
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó finalmente Jason tratando de averiguar el motivo de su presencia.
Jodie lo miro con su mismo aplomo de siempre y se encogió de hombros.
—Sólo pasé y vi que estabas pensativo. Esperaba que estuvieras imaginando la manera en la que podías disculparte conmigo por casi molerme a puñetazos, y decidí venir ahora que estamos solos para poder facilitarte la tarea. ¿A poco no soy un amor? Ah que sí.
El teñido soltó un suspiro y rodó sus ojos. En parte se sentía mal por haberse comportado así frente a los demás, pese a que la situación podría —o no— justificar sus acciones. En su adolescencia no era un joven muy cabal cuando a furia se refería, pero ya no era un joven inexperto que se dejara llevar con tanta facilidad por las circunstancias inesperadas de la vida.
Bajó la mirada y tragó un poco de saliva como quien engulle un trozo de carne lleno de clavos, algo similar a su orgullo siendo un poco pisoteado por aquella joven.
—Lo siento —musitó.
—¿Hm? ¿Disculpa? —preguntó Jodie fingiendo demencia. Lo había oído perfectamente, pero el solo hecho de oírle reducirse un poco más le alegraba—. No te oí bien. Quizás sea el viento...
—He dicho: lo siento —rectificó Jason, hablando con más claridad y molesto por la actitud egocéntrica de la contraria.
—Oh, qué bello se oye eso —se rió divertida, soltando esa típica risilla divertida suya que soltaba cuando la situación se ponía a su favor. Echaba de menos esa sensación—. Gracias, no tenías por qué hacerlo. No fue tanto, la verdad.
El Lee soltó un resoplo. Jodie amplió su sonrisa y se tiró un poco hacia atrás, girando y recargando su espalda en la barandilla mientras observaba el horizonte montañoso.
—Tú tienes la culpa —bufó molesto—. Hubieras hablado antes, con tiempo. Seguramente pudimos hacer algo más. Pero no: señorita diógenes debía empeorarlo todo al abrir la boca tarde.
Luego de unos breves minutos de silencio tras su reproche, Jodie suspiró con sus ojos perdidos en el paisaje de la lejanía.
—Te dejaste llevar, eso es todo —explicó calmosa. Jason la miró—. Eres algo explosivo, pero, oye: es entendible. Es decir: secuestraron a tu mujer, te dejaron el brazo de goma, casi matan a tus amigos y casi te matan a ti. Es comprensible que te pongas así. Cualquiera en tu lugar haría lo mismo. En especial si tienes la desdicha de toparte con alguien como yo.
—Supongo que sí... —dijo Jason, más como si quisiera evadir una conversación más extensa.
Sin embargo, bajó la mirada al considerar lo que decía. Era cierto. La situación lo había empujado a comportarse de esa manera, aunque eso no justificaba sus acciones. Comprendía que lo correcto era disculparse, pero saberlo era muy distinto a poder concretarlo. Aclarando su garganta, soltó un resoplo y alzó la mirada.
—Aún así. Después de lo que hiciste, no tuve la oportunidad de agradecerte. Supongo que no es algo de todos los días...
—El agradecer o que te salven el trasero —soltó sin tapujos la borgoña. Jason puso sus ojos en blanco—. Entiendo. Es difícil agradecerle a las personas que no toleras. Pero, dadas las circunstancias, prometo no hacer tu vida tan desdichada mientras esté aquí —acotó.
Se enderezó, se estiró y, con sus manos sobre su cintura, lo observó esbozando una amplia sonrisa de confianza. Jason se removió un poco en su lugar y la miró. La sonrisa de la joven se había disipado al igual que ese aire burlesco del que parecía disponer siempre.
—Lamento lo de Lena —dijo—. Pero la recuperarás.
En silencio, el Lee asintió con la cabeza poco después a modo de agradecimiento por sus palabras. Para cuando regreso a verla instantes más tardes, un fino hilo de sangre iba saliendo por su nariz. Aclaró su garganta y realizó un gesto hacia su propio rostro.
—Tu nariz... vuelve a sangrar.
Se sorprendió ante su declaración. Rápidamente se llevó una mano a la nariz y pasó sus dedos para limpiar la sangre. Un quejido de molestia y un resoplo acompañaron su resignado rostro bañado de preocupación.
—Vaya. De nuevo.
—¿Por qué te sangra todo el tiempo? —preguntó Jason arrugando un poco su entrecejo—. No es normal. ¿Segura que estás bien? Linda puede revisarte para descartar cualquier...
—No —fue la secante pero aplomada respuesta de Jodie. El teñido abrió sus ojos sorprendido—. Estoy bien. Tú preocúpate por tus cosas y deja que de las mías me ocupe yo. Ese rollo de "amigos preocupados" no se me da, y a ti tampoco, por lo visto. Al menos no directamente.
Jason soltó una risa tenue, suspirando al terminar. Cuando regresó la vista hacia el frente, se encogió de hombros y habló:
—Que te mejores.
Se volvió un poco hacia ella cuando no recibió respuesta, pero sólo la vio alejarse al compás de un silencio abrazador. Su rostro sereno la siguió hasta que la vio doblar en un pasillo y salir completamente de su campo de visión. Bajó la mirada y regresó sus ojos hacia lo bajo del edificio; sonrió cuando por un momento el pensamiento de tener una hermana invadió nuevamente su mente. ¿Cuándo había sido la última vez que lo había pensado? Seguro no había cumplido los once todavía, y eso lo hizo sonreír todavía más: rememorar esas ocurrencias de cuando era un niño era divertido. Pensar que todo inició cuando uno de sus compañeros le prestó su almuerzo a su hermana menor tras haberla defendido de unos bravucones que se lo habían quitado a ella.
Si bien nunca lo había dicho en voz alta y la única que conocía ese pensamiento suyo era su madre, el tener un hermano era un sueño de su niñez, aunque lo hizo posible casi sin saberlo cuando Francis llegó a su vida. Fue ese hermano que nunca tuvo y que lo acompañó siempre desde el día en el que se conocieron.
Si bien Jodie seguía sin agradarle, debía admitir algo: ella tenía el carácter de esa hermana que deseó cuando apenas era un crío. Obviamente no lo diría pese a que algo en ella le comenzaba a caer bien; de cualquier modo seguía sin inspirarle mucha confianza.