Isaac
No soy sinónimo de actuar impulsivamente, pero aun así no pude controlar la rabia y la frustración invadiéndome el cuerpo cuando me han pedido que me marchara de la habitación. ¿Cómo es que se les ocurre obligarme a irme? Sí, mi hermano ya es mayor de edad y puede ocuparse de su vida, pero eso no significa que yo no pueda saber cosas básicas, como su maldito estado de salud. ¿Por qué no quería que estuviera ahí? ¿Qué es lo que tanto oculta? Estoy convencido que Oliver solo me muestra una parte de lo que en verdad es, y sinceramente no sé qué pensar al respecto. Estuve a punto de perder los papeles de no haber sido por Olivia y sus extraños pero efectivos métodos para tranquilizarme.
Todo este asunto con Oliver me saca de mis casillas y no sé cuánto más podré soportar. Detesto no saber cosas, es un mal hábito, pero sinceramente eso no es lo que en verdad me preocupa. Para mi propia salud mental, necesito saber qué cojones le ocurre a mi hermano. ¿Acaso no ve lo mucho que me desvelo por él? Necesito saber, necesito asegurarme de que se encuentra bien para poder respirar con tranquilidad.
Odio que Oliver me haga sentir de esta manera. Es increíble que me preocupe más por él que por mí mismo, pero no es algo que pueda controlar. Es mi hermano mellizo, mi mejor amigo y mi compañero de por vida. Hayley es mi hermana pequeña, pero el vínculo que comparto con Oliver simplemente no es el mismo al que comparto con ella.
No sé qué clase de obsesión tengo con saber todo de él; tal vez sea la constante inquietud y nerviosidad de perderlo por alguna locura que cometa. Oliver no es ningún chico tranquilo; es demasiado problemático y me pone de los nervios cualquier cosa que tenga que ver con él, y si lo pierdo, sé que también me perderé a mí mismo.
Abro el grifo del lavabo y me echo agua en la cara, con la esperanza de relajarme un poco. El agua está fría, pero no me molesta. Me refresca, me despeja. Necesito calmarme primero antes de volver allí.
Observo mi reflejo en el espejo; mis párpados están hinchados, mis globos oculares y mis mejillas rojas, mi cabello desordenado... Parezco un completo loco.
Tengo que tranquilizarme, no puede ser muy grave. Al menos eso dijo la doctora Smith. Solo espero que no me haya mentido solo para que pudiera salir de la habitación.
Tomo aire y suspiro, relajándome. Me siento mejor, para ser sinceros. Mi mente, aun así, sigue siendo un caos. Tengo tantas preguntas, pero por ahora lo dejaré estar; gracias a Dios las heridas son solo superficiales y solo debe tomar medicamentos. Eso sí, no le quitaré el ojo de encima una vez estemos en casa.
Salgo del baño y me adentro en el pasillo que conecta con la habitación donde está Oliver. Antes de poder llegar, veo a Olivia deambulando, buscándome. Ella nota mi presencia, soltando un suspiro de alivio al verme ahí. Se acerca a mí dando grandes pasos, y envuelve sus pequeños brazos alrededor de mi cintura, apoyando su cabeza en mi pecho.
- ¿Estás bien? – pregunta con voz suave.
Sonrío y le devuelvo el abrazo, estrechándola entre mis brazos.
-Sí.
Noto que asiente, y beso la parte superior de su cabeza. Le debo tanto solo por tomarse la molestia de venir desde su casa hasta aquí nada más para no dejarme solo. Sentir su compañía me ha aliviado de una manera inexplicable, y sin ella tomando mi mano no sé cómo habría poder aguantar todo esto. Su forma de tratarme, de ayudarme, de estar ahí para mí hace que me guste cada vez más.
No puedo negar que me estoy perdiendo por esta chica, ya no puedo ocultar cómo mi corazón brinca cuando la veo o cómo me siento cuando me abraza. Esto es mucho más fuerte que lo que he sentido alguna vez, incluso cuando estuve con otras chicas, incluso cuando éramos niños y la veía por la ventana de mi habitación mientras jugaba con mi hermana en el patio. Esto es diferente, se siente diferente.
Pasar tanto tiempo con ella me ha hecho sentir cosas que ni sabía que existían, al menos no de esta manera tan intensa, y no sé qué hacer al respecto; sé que yo no le gusto, pero la forma en cómo me trata me hace pensar que es más que solo por ser su amigo. Quisiera pensar que le atraigo, pero tampoco quiero ilusionarme y terminar peor de lo que estoy ahora. Solo seremos lo que ella quiera, y estoy bien con eso. Al menos por ahora.
Olivia me suelta, y esboza una linda sonrisa de lado. Le devuelvo la sonrisa. Por un segundo, me pierdo en sus preciosos ojos grises y toda preocupación que sentía hace unos momentos libera mi cuerpo.
- ¿Qué te parece si vamos por un poco de comida chatarra? – su entusiasmo me hace sonreír.
Saco mi celular de mi bolsillo y chequeo la hora. Son las doce y nueve de la noche. Me echo a reír.
-Ya hemos comido, ¿recuerdas? Además, son las doce de la noche.
Ella se encoge de hombros, y sonríe como niña pequeña.
- ¿Y? Tengo hambre – hace pucheros, y no puedo evitar soltar una carcajada-. ¡Vamos! Compláceme.
Pongo los ojos en blanco, y tomo sus manos entre las mías.
-Qué más quisiera que complacerte, pero por si no te suena, mi hermano está ingresado en un hospital – me hace mala cara, pero lo ignoro-. No puedo simplemente dejarlo aquí.
-Ya escuchaste a la doctora Smith, tu hermano está bien – aprieta mis manos y sonríe con dulzura-. Estás demasiado tenso, debes despejarte la mente un poco. ¿Qué mejor que la comida chatarra para eso?
Sus ojos me ruegan que le haga caso, pero no es fácil. No quiero dejar a mi hermano solo, pero tampoco quiero rechazar su ofrecimiento. Aun así, el bienestar de Oliver está por encima de cualquier otra cosa, así que niego con la cabeza despacio. Su rostro se contrae en decepción y no puedo evitar sentir un pinchazo de culpa.
-No puedo, Ollie. Tengo que quedarme a cuidarlo.
Recuerdo cómo Oliver me fastidió por haberla llamado así hace tan solo unas horas. Me sonrojo ante el recuerdo, y no logro ocultar una diminuta sonrisa.
Olivia se morsdisquea el labio y mira hacia otro lado, pensativa. Nuestras manos, aun entrelazadas, empiezan a balancearse por los movimientos de ella. Nuestros brazos se mueven como un columpio de un lado a otro despacio, y sonrío. Olivia posa sus ojos grises en los míos y sé que no va a aceptar un no por respuesta.
- ¿Enserio piensas quedarte toda la noche aquí?
No dudo antes de responder.
-Por supuesto, no lo pienso dejar solo.
- ¿Ni siquiera por una McBacon y un McFlurry M&M's gratis? – su mirada traviesa me hace suspirar en derrota.
No puedo creer que me chantajee con eso. Esta chica de verdad que es malvada.
-Olivia, eso que haces es trampa – ella se echa a reír, obligándome a apartar la mirada para no explotar en carcajadas también y perder mi dignidad.
-La oferta expira en un minuto...
Mueve sus cejas de arriba abajo de manera divertida y sonríe con malicia. Ella vuelve a mecer nuestros brazos, y balanceado su cuerpo lentamente de un lado a otro. Está actuando como una niña pequeña, y para ser sinceros, no puedo evitar sentir algo en el corazón.
Pero no voy a caer tan fácil.
-No vas a convencerme, lo siento – digo con confianza, pero Olivia sigue sin rendirse.
- ¿Ah, sí? Entonces tendré que buscar otro compañero para ver la maratón de Breaking Bad...
Olivia suelta mis manos, se encoge de hombros y se da media vuelta para devolverse por el pasillo.
Está esperando que vaya detrás de ella. Mierda.
Se ha soltado el cabello negro que le cae en cascada hasta un poco más abajo de la cintura, con hondas preciosas que se balancean suavemente mientras camina por el pasillo. No sé qué es más precioso; si ella o la forma en cómo me está chantajeando.
No debí haberle dicho cuál es mi comida chatarra favorita, sabe que no puedo resistirme a McDonald's ni mucho menos a los McFlurry's. Maldita sea, y el solo hecho de amenazarme con no verse nuestra serie juntos me pone de los nervios. Sé que está bromeando y que solo lo hace para fastidiarme un rato, pero de solo pensar que pueda llegar a verla con alguien más produce algo en mí que no pensé que sentiría nunca. Es una especie de necesidad que tengo con que no comparta con nadie más lo que comparte conmigo. No es como si fuese un egoísta y que ahora la quiero solo para mí, pero no lo sé... es complicado. Simplemente pensar en ello me pone mal y no sé muy bien si solo me gusta demasiado, o si lo que siento por ella es mucho más fuerte que un simple crush.
Suspiro y voy detrás de ella, que ha volteado hacia la derecha en otro pasillo para llegar a la habitación de Oliver. Cuando llego, está sentada al lado de la puerta con las piernas cruzadas sobre el suelo de mármol, jueguetando con sus dedos. Al notar mi presencia, se vuelve con una sonrisa.
- ¿Y bien? – pregunta arrancándose los cueritos de sus labios.
La he visto hacer eso miles de veces y siempre le quito las manos de la boca para que deje de lastimarse. En ocasiones llegan a sangrarle al quitárselos y por un par de días le queda marca. Otras veces se le secan los labios y se ven partidos, cosa que hace que quiera quitárselos aun más. Ella sabe que está mal, pero dice que la ayuda a desestresarse.
-Para ya de arrancarte eso, se te pondrán feos, sin contar que vas a sangrar y no es que tenga muchas ganas de volver a ver sangre por el resto de mi vida – le digo mientras me acomodo a su lado, quitándole la mano de la boca y entrelazándola con la mía para que se esté quieta.
No sé por qué nos tomamos de las manos; últimamente siempre lo hacemos, y a ella no parece molestarle. Yo, por el contrario, me molesta que me agrade tanto sentir sus dedos entrelazados con los míos. Su mano es suave y cálida, y por más que quiera negarlo, no puedo evitar sentirme tranquilo cuando estamos así. Me preocupa sentirme tan bien al lado de ella en tan poco tiempo. Cuando me mudé, no tenía ni idea que llegaría a sentirme de esta manera.
-Me detengo si vamos a McDonald's – tamborilea sus dedos en mi mano, y me vuelvo hacia a ella.
Sus ojos miran los míos, y frunzo el ceño. ¿Por qué quiere irse? No creo que sea solo porque tiene hambre, no creo que ella piense en eso en estos momentos, no después de verme llorar por mi hermano. Entonces, ¿por qué pareciese que quisiese sacarme de aquí?
- ¿Por qué insistes tanto en que nos vayamos?
-Porque no me gusta verte tan abatido – sus ojos no dejan los míos.
A veces cuando hablamos, siento que me está hablando en otro idioma.
- ¿Qué quieres decir?
Olivia se encoge de hombros antes de hablar.
-Mira, entiendo tu preocupación. Sé que no quieres dejar solo a Oliver y eso es totalmente aceptable, pero hace un rato te enloqueciste, y creo que te hace falta despejar la mente para que estés más tranquilo cuando Oliver decida decirte qué ocurre.
Su mirada es cálida, para nada juzgadora; solo quiere ayudar. Algo dentro de mi pecho explota al darme cuenta que le importo más de lo que pensé.
-No lo sé, Ollie – vuelvo mi mirada hacia la pared que está en frente-. No me atrevo a dejarlo solo y arriesgarme a que algo le pase.
-Pero, ¿qué le va a pasar? – ella se mueve hacia adelante, obligándome a mirarla-. Ya te dijeron que está estable, las heridas son solo de cuidado, y si algo le llegara a pasar – cosa que no lo hará – este hospital está lleno de médicos y enfermeras, digo, es un hospital, ¿no?
Levanta las cejas y ladea la cabeza un poco, como si fuese lo más obvio del mundo.
Sé que tiene razón, en todo. Sé que estoy demasiado estresado ahora mismo, que estoy a punto de volverme loco; no solo por las heridas de él sino más bien por aquello que me oculta y me muero por saber. Olivia solo quiere ayudarme a olvidarme de eso, así sea un par de horas, pero es tan difícil separarme de mi hermano estando así.
Mi mente y mi corazón me dicen que me vaya con ella, pero no me pienso ir si Oliver no me lo pide, por más que quiera estar con ella.
-No me iré si él no me lo pide – digo, y puedo jurar que he visto aparecer una sonrisa en su rostro por un segundo.
-Vale, entonces ves pensando en lo que te comerás ahora, ¡totalmente gratis! – se echa a reír, y yo pongo los ojos en blanco.
-Ya veremos.
Olivia alza una ceja con malicia, y suelta una risita antes de hablar.
-Ya veremos.
***
Una hora más tarde, estoy sentado en un booth de McDonald's, con Olivia mirándome victoriosa y con una sonrisa en la cara, y mi plato favorito enfrente, ambos burlándose de mí.
-No quiero decir te lo dije, pero... ¡te lo dije! – se carcajea mientras se mete una patata frita a la boca.
Lo único que puedo hacer, es sacarle el dedo de en medio.
En efecto, Olivia tenía razón; mi hermano no quería que me quedara a hacerle de niñera toda la noche, y me sugirió – no, me obligó – a irme. La doctora Smith me aseguró que todo estaba perfectamente bien, pero iba a dejarlo pasar una noche en el hospital antes de darle de alta, solo para chequear que sus niveles de glucosa volvieran a la normalidad luego de administrarle un montón de medicamentos. Volvería a casa el día siguiente, y él prometió que me llamaría para ir a buscarlo con tal de que me fuera del hospital y lo dejara en paz. Dijo que necesitaba estar solo y pensar en todo lo que había pasado, y bueno, en eso estuvimos de acuerdo, por primera vez.
No sé cuántas veces le habré dicho que me llamara si surgía algún problema, y tampoco sé cuántos mensajes le he dejado diciendo eso mismo desde que me fui y lo dejé solo, pero sé que han sido bastantes porque apagó su celular. A veces me siento como una madre sobreprotectora.
Miro mi McBacon y mi McFlurry M&M's y noto el estómago rugir. Demonios, qué hambre.
Doy el primer bocado a mi hamburguesa, y juro por Dios que siento que he llegado al mismísimo cielo. ¿Cómo es posible que una hamburguesa tan sencilla sepa tan bien? Es la mejor comida chatarra que existe y existirá, estoy seguro.
Debo de tener una mueca de placer no muy agradable a la vista en el rostro porque Olivia me mira con cara de asco.
-Si no te ha gustado podemos devolverla – dice sarcásticamente mientras unta una patata frita de su McFlurry Oreo y se la mete a la boca.
Ahora soy yo quien la mira con asco.
-Qué desagradable eres; primero comes cereales sin leche, y ahora patatas fritas embarrotadas de helado.
Ella alza una ceja, toma otra patata, la mete en el vaso lleno de helado, y luego me la pone enfrente de la boca, con su codo sobre la mesa.
La miro como si estuviese loca, y en efecto, lo está.
-Ni lo pienses, chiflada – digo, echándome para atrás.
- ¿Le temes al éxito? – no puedo evitar echarme a reír ante su comentario tan raro.
Esta chica sin duda es de otro planeta.
-Estás loca, ¿te lo han dicho ya?
Olivia se encoge de hombros y agita la patata cubierta de helado con la intención de que me la coma, pero no pienso hacerlo.
-Nenaza, ¿quieres que te cambie el pañal? Cualquiera quisiera – sus ojos dejan los míos por un segundo, y se queda callada a mitad de frase mirando hacia algún punto por detrás de mí.
Se ha puesto lívida; sus ojos están abiertos de par en par, su boca está medio abierta y parece que no estuviera respirando.
Frunzo el ceño, y me vuelvo hacia atrás.
No veo nada, solo un grupo de chicos y chicas entrando al establecimiento, riendo y haciendo escándalo.
Dirijo mi mirada hacia ella de nuevo, y noto que la patata ha dejado sus manos y ahora está en la mesa, dejando pequeñas motitas de helado desparramadas por la mesa.
-Ollie, ¿estás bien? – pregunto tocándole el brazo que aun descansa en su codo, pero ella ni se inmuta-. ¿Qué pasa?
Sus ojos no dejan de mirar hacia la misma dirección, y no puedo evitar volverme de nuevo. Esta vez, veo que un chico castaño nos mira a ambos con una expresión parecida a la que ella tiene en estos momentos.
El chico va del brazo con una chica morena, pero ella no nos está viendo, su cuerpo está volteando mirando hacia los demás que se encuentran detrás de ellos. El chico castaño es alto, y lleva una sudadera con el logo de la Deering High School, y unos jeans negros. Noto que frunce el ceño con desagrado, y luego aparta la mirada, dedicándole toda su atención a la chica que tiene entre brazos. Se sienta en un booth con sus amigos, con la vista hacia nosotros. No nos está viendo, pero algo me dice que lo hará en algún momento.
Mis ojos se clavan de nuevo en Olivia, que ahora mira hacia abajo mientras se quita los cueritos de los labios con rapidez.
-Olivia – la llamo de nuevo, pero ella sigue perdida en su mundo-. ¡Olivia!
No le grito, pero alzo un poco más la voz para traerla de vuelta a la Tierra, y es entonces cuando ella levanta la mirada, y sus ojos se encuentran con los míos. Se ven tristes; no está llorando ni los tiene húmedos, pero puedo notar que su mirada no es como la que tenía antes de ver al chico castaño.
Entonces mi cerebro parece iluminarse.
¿Será él su exnovio? Es obvio que se conocen, dado la manera en cómo han reaccionado al verse, y en que él tiene puesta una sudadera con el logo de la escuela a la que asiste Olivia. ¿Por qué se ha quedado así? ¿Es porque él vino con otra chica? ¿Estará celosa? Si es su exnovio, ¿Aún lo querrá? Miles de preguntas se forman en mi cabeza, y siento esa familiar necesidad de saberlo todo, cada detalle.
Olivia sigue molestándose los labios, así que, con un movimiento delicado, le separo los dedos de la boca, y tomo su mano entre la mía, de nuevo. Está más caliente de lo normal y húmeda, pero no me importa. Me atrevo a pasar mis dedos por su dorso y puedo notar los latidos de su corazón al presionar delicadamente. Sus latidos no son muy rápidos, pero aun así se sienten más rápido de lo normal.
Ella mira nuestras manos juntas, y frunce el ceño antes de alejarse. Siento frío en ese instante.
La miro, pero sus ojos siguen clavados en la mesa, y no puedo soportarlo más.
- ¿Me vas a decir qué te pasa?
Escucho mi propia voz y me estremezco. Le he hablado con un tono no muy amable y por un momento me aterra haberla ofendido o lastimado.
Pero entonces habla con voz ronca:
-Quiero irme.
Carraspea, y yo la miro directamente a los ojos, sin importarme el hecho de que su mirada sigue perdida en algún punto infinito de la mesa.
-Ollie, mírame – digo suavemente, y me atrevo a tomarla de la mano de nuevo, pero esta vez, me aparta de un tirón.
No estoy muy seguro de cómo sentirme al respecto, pero sé que me ha lastimado que, por primera vez en dos semanas, me haya rechazado. Aun así, decido tragarme el orgullo, e intentar que me mire de una vez por todas y me explique qué demonios está pasando.
Con toda la valentía que tengo, tomo delicadamente su rostro entre mis manos, apoyando ambos codos en la mesa, obligándola a que me mire. Olivia se sorprende ante mi manera de tocarla, mirándome con los ojos muy abiertos y un rubor extendiéndose por sus mejillas. Tiene el rostro caliente, hirviendo; parece asustada, y siento que se va a echar a llorar, pero para mi sorpresa, no lo hace. No se aparta, solo se queda viéndome, y al enfocar mis ojos grises en los suyos con motitas azules, me pierdo por unos instantes, y lo único que veo es a ella.
Sus ojos son los más hermosos que he visto en toda mi vida, y no puedo ignorar cómo mi corazón late desenfrenado en mi pecho. Cada célula de mi cuerpo vibra por esta chica pelinegra tan diferente a las demás, tan única.
Recuerdo entonces todo lo que hemos estado haciendo juntos; cocinar juntos y embadurnarnos de salsas y comida por diversión, escuchar música y perdernos en las letras de estas, correr juntos e intentando no morirme asfixiado en el proceso, abrazarnos, tomarnos de las manos, ella apoyándome y estando ahí para mí... todas esas cosas hacen que algo dentro de mí se encienda, y al ver cómo sus pupilas se dilatan y un brillo tierno ilumina el precioso iris de sus ojos, sé por seguridad que haría lo que fuera para que esta chica sonría por el resto de su vida.
Es verdad lo que dicen; los ojos son las ventanas del alma; estoy viendo a través de ellos que está dolida, que ver al chico castaño la ha afectado, y que quiere llorar, pero haré lo que sea para que no derrame una sola lágrima; así como ella ha hecho conmigo más temprano hoy.
-Comeré una patata cubierta de helado solo para verte sonreír, ¿promesa? – aparto una de mis manos de su rostro, y hago un puño con ella, dejando afuera mi dedo meñique.
Ojalá pudiese congelar este momento en un marco y quedarme así, solo para ver miles de veces cómo sus preciosos ojos brillan mientras dibuja en su rostro una amplia sonrisa, colocando su mano sobre la mía que agarra su rostro y enroscando sus pequeños dedos con los míos.
-Comerás más de una, ¿promesa? – dice, y siento el corazón a punto de explotar.
Olivia empuña su mano, sacando el meñique, y yo no dudo ni un segundo en entrelazarlo con el mío.
-Promesa.
Ambos acercamos nuestros labios a nuestros dedos, y besamos la unión de estos, sin tocarnos los labios, y sin dejar de mirarnos a los ojos.