~Boruto POV~
Esa noche tardé demasiado en irme a la cama.
Por alguna razón me era imposible conciliar el sueño, y después de unos tragos me había ido directo a mi estudio para sumergirme en el trabajo.
La cena que Aruna me había preparado se había quedado en la mesa del comedor casi entera, y a las doce de la madrugada seguía leyendo el montón de reportes mensuales de la compañía y respondía correos de mis contactos en todo el mundo.
Llevaba casi media botella de brandy cuando decidí descansar mi vista y me levanté para mirar la ciudad que se observaba por el ventanal de mi estudio.
Entonces me di cuenta porque casi no lo hacía, porque casi nunca dejaba de trabajar. Inmediatamente la imagen de Sarada me vino a la cabeza.
La única mujer en la que pensaba y no podía dejar de pensar. Y que seguramente para entonces ya había firmado los papeles del divorcio y me los haría llegar en cualquier momento.
Frustrado, me tomé el trago que quedaba en el vaso y lo aventé al escritorio. El escritorio donde alguna vez le había hecho el amor.
Así como la alfombra frente a la chimenea, el pasillo de afuera, las escaleras que iban a los dormitorios, el elevador del penthouse, la mesa del vestíbulo, el sofá de la sala, su recámara, la ducha, la tina y el vestidor de mi recámara, mi cama.
Hasta el asiento de mi auto. No había un maldito rincón de ese lugar en donde no la recordara, razón por la que evitaba por todos los medios estar en casa.
Para evitar extrañarla como un imbécil.
Como lo hacía desde el día que había puesto un pie fuera de mi casa.
Entonces recordé que pronto dejaría de ser mía, e incapaz de seguir pensando en eso decidí irme a la cama. Pasaron dos horas más hasta que pude conciliar el sueño, convencido de que además del hecho de que Sarada y yo pronto estaríamos divorciados, había algo más que no me dejaba tranquilo.
Pero no tenía idea qué.
Tuve pesadillas toda la noche.
~Sarada POV~
Nada tenía sentido.
En una espiral que parecía no terminar nunca, caminaba sin rumbo alguno mientras mis piernas parecían dos bloques de cemento que no me dejaban correr.
Nada me resultaba familiar o conocido. En verdad, nada de lo que veía me parecía real, corriendo entre lugares oscuros mientras me daba cuenta que los arboles que veía a mí alrededor no eran más que manchas sin sentido alguno.
¿Estaba soñando?
Y como si mi subconsciente me hubiera entendido, las cosas sin sentido que veía desaparecieron por completo hasta que todo se volvió negro. Y entonces comencé a volver a la realidad.
Y supe que lo hacía al sentir todos mis huesos y músculos de nuevo. Mi cabeza que parecía dar vueltas, al igual que mi cuerpo, me dolían como si me hubiera arrollado un tren, y abrí los ojos para intentar entender lo que pasaba.
Pero todo seguía negro.
Tardé dos segundos en despertarme por completo y contuve las ganas de gritar al darme cuenta que no podía ver nada. Fue cuestión de segundos darme cuenta que aunque hubiera querido, el pedazo de tela que tenía amarrado en la boca detrás de la nuca me lo habría impedido.
Me puse nerviosa.
Tomando una larga inspiración me tranquilicé como pude para apreciar a mí alrededor. Estaba acostada en una superficie húmeda, olorosa y algo mullida que se movía tambaleante, el sonido de llantas volteando sobre un montón de lodo me hicieron darme cuenta que estaba adentro de un auto, o una camioneta, o un asqueroso tráiler a juzgar por el olor. Pegadas a mi espalda con fuerza y cerradas en dos puños, mis manos se encontraban aplastadas por mi cuerpo y mis muñecas ardían como nunca, al igual que mis tobillos que se encontraban dormidos y pegados con fuerza.
Los moví un poco solo para sentir los pedazos de cuerda áspera rozar mis extremidades y lastimarlas más. Al igual que mis ojos y mis manos, tenía los brazos y las piernas impedidas.
Estaba completamente amordazada, incapaz de ver, decir o tocar algo que me permitiera darme cuenta que pasaba.
Entonces recordé los segundos antes de que todo se volviera oscuro. Las manos fuertes, el olor a cloroformo y unos brazos cargándome a rastras mientras mis cosas caían al suelo y perdía el conocimiento. Me paralicé al darme cuenta de mi situación.
Estaba secuestrada.
Con un demonio, ¡Me habían secuestrado!
Sarada, tranquilízate.
También recordé que aún podía escuchar, y agudizando el oído intenté distinguir las voces masculinas que hablaban a escasos centímetros de mí. Debajo de mí las llantas seguían avanzando, y podía deducir que me encontraba en los asientos traseros del vehículo que nos llevaba por el escabroso camino.
Dos hombres hablaban cerca de mí.
-¿Estás seguro que es por aquí?-
-Con un carajo, que sí lo estoy-
Las voces ásperas y agresivas me resultaron irreconocibles, y pude jurar que se trataba de dos hombres corpulentos a juzgar por el tono. Y unos reverendos animales.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y mordí la mordaza con fuerza para no emitir sonido. Sabía que los tenía demasiado cerca como para que no me escucharan, y mientras las ruedas debajo de mí se movían por el escabroso camino tomé aire y traté de recordar lo que había pasado los últimos minutos antes de perder el conocimiento.
Con mi cabeza a punto de explotar y mi corazón latiendo con fuerza, recordé todo mi día sin nada fuera de lo normal. Desayunar, alistarme, salir de casa rumbo a la clínica, recibir los resultados de mis exámenes médicos, regresar al auto.
Recordé lo último que había visto antes de caer en la inconsciencia y contuve un gemido de sorpresa. Los exámenes médicos.
Me faltó el aire y lo que antes era miedo se convirtió en terror.
Tranquila Sarada, tranquila. Susurró mi conciencia, intentando encontrar algo de razón y cordura entre tanto caos. Poco a poco las cosas tomaban un poco más de sentido, y el hecho de que estaba secuestrada se volvía más obvio y confuso a la vez.
Sobre todo al pensar en las razones por las que podrían haberme secuestrado.
Antes de seguir sobre esa línea de pensamientos, el intenso frenado de la carcacha en la que íbamos me hizo golpearme en la cabeza y contuve el aliento. El vehículo se detuvo de golpe y a unos centímetros de mí, los hombres volvieron a hablar.
-¿Es esa?-
Pude notar el tono de sorpresa del que iba al volante, y no supe si interpretarlo como una sorpresa buena o mala mientras intentaba normalizar mi respiración.
-Te dije que era por aquí idiota-
La voz del copiloto retumbó en mis oídos, mucho más áspera que la de su compañero, y un escalofrío recorrió mi espina mientras tomaba una larga bocanada de aire al escucharlo. Su voz me causó un pánico casi incontrolable.
-Estaciona-
Dijo en una orden y el vehículo se puso en suave marcha una vez más. Unos metros más adelante se detuvo de nuevo y escuché como lo apagaban mientras me removía nerviosa en mi lugar, sin poder ver, abrir mi boca y mover mis brazos o mis piernas, aquello era una verdadera tortura que al parecer apenas empezaba.
-Bien- escuché el sonido de llaves- Iré a revisar el perímetro y abrir…el lugar-
Escuché titubear al piloto mientras abría la puerta, y el intenso y gélido aire de la... Noche, me pegó hasta los huesos mientras las hojas de árboles se mecían violentamente. Entonces supe que no estábamos ni remotamente cerca de la ciudad, y tuve ganas de soltar un grito de auxilio que estaba segura nadie escucharía.
-Hazlo. Yo me encargaré de la mujer-
Gruñó el de la voz áspera y violenta, y un temblor intenso me atacó al darme cuenta que ese tipo pondría sus manos encima de mí. El solo pensarlo me dio pánico, y con el miedo atravesando cada poro de mi piel escuché el violento golpe de su puerta cerrándose mientras los pasos del primer hombre se alejaban cada vez más seguramente rumbo al destino al que habíamos llegado.
Entonces la puerta a mis pies se abrió y las manos grandes y callosas tocaron mis tobillos. Por instinto y sin poder evitarlo, solté un quejido y moví mis pies lejos de sus manos mientras movía mi cabeza en señal negativa.
Maldición ¿Qué había hecho? Y supe que ese error me costaría caro.
-Así que despierta- su voz me caló hasta la médula- Y complicada-
Sus ásperas manos rodearon mis tobillos con tanta fuerza que podían quebrármelos, y sentí su sonrisa aunque no podía ver nada.
-Así me gustan-
Y fui arrastrada fuera del auto sin remedio.
-¡No!-
Fue el grito que solté y que quedó ahogado en la mordaza que llevaba en la boca, mientras sin delicadeza alguna el tipo me cargaba en sus hombros para comenzar a caminar rumbo a donde el otro tipo se había ido. Sentí su torso sudoroso y cubierto contra mis piernas, el mundo se puso de cabeza, y estaba segura que me tenía colgada de cabeza en su hombro mientras caminaba.
Sentía sus manos en sus caderas, y el asco combinado con el miedo subió a tal nivel que no pude quedarme quieta. Escuchando los sonidos de animales de bosque y sus pies pesados contra la grava, me removía como loca mientras gritaba por debajo de la mordaza que llevaba en la boca, intentando sin esperanza alguna que alguien me escuchara.
-Deja de hacer eso- gruñó y me sacudió con fuerza- Nadie va a escucharte dulzura-
Resignada cerré mis ojos con fuerza mientras intentaba recomponerme aún siendo arrastrada por aquél asqueroso hombre a cualquier lugar. Un minuto después sentí un ligero rayo de luz traspasar la tela de mis ojos y el ambiente se volvió un poco más cálido y supe que habíamos entrado a un lugar techado y cerrado. Con el ambiente húmedo, apestoso y sofocante combinado con el hedor del tipo que me llevaba, intenté zafarme de nuevo de su amarre pero era inútil. Era mucho más fuerte y grande que yo.
-¡Que te quedes quieta con un demonio!-
Pateó una puerta de madera que se abrió abruptamente, y cinco pasos más tarde me tiró sin delicadeza al piso de tierra donde me quedé quieta unos segundos mientras liberaba mis ataduras de las manos. Confundida, me arrastré como pude lejos de él pero sin éxito, pues antes de poder hacer algo me llevó contra un frío poste de metal y llevando mis brazos a mi espalda volvió a amarrar mis muñecas con la rasposa cuerda.
Me quitó la maldita mordaza que me impedía hablar y como reflejo le escupí con rabia a la cara y me removí con fuerza contra el poste. Por supuesto lo hice enojar, y pude sentir su respiración pesada en mi cara mientras seguramente se limpiaba.
-Maldita zorra- me susurró antes de gritar detrás de él- ¡Hey, pásame el pasamontañas!-
-Pero nos dieron órdenes estrictas de no…-
-Al demonio las órdenes, ¡Pásame el maldito pasamontañas!-
Escuché pisadas y movimientos de manos mientras movía mi cabeza a todos lados, completamente ciega en la oscuridad debajo de la tela que me cubría los ojos.
-Pues te quedas solo en esto, idiota- escuché al otro sujeto- Estaré afuera, no necesito que me vea-
La puerta se cerró unos segundos después y entonces me quedé sola con el animal que me causaba asco y miedo. Contuve el aire al sentirlo arrodillarse frente a mí.
-Bien…- susurró segundos después- Vamos a quitarte esto amorcito-
Sus rudas manos deshicieron el nudo de la tela detrás de mi nuca, y muy lentamente retiró la venda que tenía en los ojos hasta que estuvieron descubiertos. Por unos instantes me quedé con los ojos cerrados, temerosa de lo que iba a ver al abrirlos.
Pero no pude hacerlo por mucho tiempo. Algo atontada fui abriendo mis ojos poco a poco para acostumbrarlos. Con la pequeñísima ventana de escasos centímetros colocada en lo alto de una lejana pared, el lugar en el que me encontraba estaba casi a oscuras salvo por la poca luz de la luna que entraba por la rendija.
Era una enorme, fría, apestosa y oscura galería con un techo altísimo, sin más muebles que una mesa roída de madera y una silla. Lo único que tenían encima era mi bolso que el animal que me llevaba había tirado sin delicadeza alguna al punto de haberse abierto. El lugar me daba la sensación de ser una vieja casona, de esas de décadas atrás que no había sido habitada desde hacía años. Fue lo único que pude ver antes de toparme con el rostro del animal que me había llevado a rastras cubierto por un pasamontañas negro.
Y en cuanto vi sus oscuros y gélidos ojos negros reprimí un gemido de miedo y me pegué al poste contra mí. Sonriendo de medio lado el asqueroso hombre tomó mi barbilla con su callosa mano y me zafé con fuerza, sintiendo tanto asco que estaba segura que podría vomitar.
-Sí que eres ruda, zorrita- sonrió más- No creo que estés en posición para serlo-
Me miró de arriba abajo, pasando por mis piernas descubiertas por la falda hasta detenerse en mis pechos que sobresalían por mi blusa ahora entreabierta y sin un botón, y pude sentir el asco mientras me desnudaba con la mirada.
-Vaya que eres deliciosa- dijo mientras pasaba un dedo por mi pantorrilla y yo me removía en mi lugar- No sé si quiero dejarte enterita para el jefe, pero aún tengo tiempo para hacerte lo que quiera sin que él se dé cuenta-
-Suéltame-
Soltó un bufido burlón, casi feliz ante mi evidente resistencia.
-Es una lástima, estoy seguro que te gustará- afirmó irónico- Te dejo para que te pongas cómoda- volvió a tocar mi pierna ligeramente- Pero volveré-
Dicho eso en el tono más cruel que había escuchado jamás, se levantó y en menos de tres segundos salió del cuarto para dejarme completamente sola.
Y sólo entonces las lágrimas que había reprimido salieron mientras reprimía un grito de horror al darme cuenta de la situación en la que estaba.
Sólo pude pensar en una persona. Una persona que ni siquiera sabía que estaba ahí y era la única a la que quería ver en aquellos momentos.
Sus ojos azules fue lo único en lo que pensé mientras lloraba con fuerza en la fría galería.
¿Cómo rayos iba a salir viva de aquello?
~Boruto POV~
Algo no estaba bien.
A lo largo de mi vida había aprendido a ser un hombre calculador, sereno y frío, algo que un magnate como yo necesitaba para llevar un emporio como el que tenía. Mi mundo siempre estaba en control. Así era en todos los aspectos de mi vida, sobre todo en el trabajo.
Algo que había comenzado a perder hace tres meses por y con la mujer que pronto sería mi ex esposa, sin embargo nunca había perdido en el trabajo.
Pero aquél martes, sentado en la silla de mi sobria oficina con vista a todo Tokio y a las apenas tres de la tarde, no podía mantenerme tranquilo por ningún motivo, e igual que la noche anterior cuando había tardado una eternidad en ir a dormir, estaba seguro que algo no estaba bien y sin embargo no sabía qué.
Por supuesto, recordaba bien que ese fin de semana Shikadai le había hecho llegar a Sarada los papeles del divorcio, por lo que esperaba que me llegaran pronto firmados por ella.
No era eso. Era algo más.
Incapaz de seguir dejándome carcomer por un presentimiento sin sentido, meneé mi cabeza y volví a mi Mac Book para seguir respondiendo correos y revisando reportes mientras esperaba que la maldita sensación se alejara de mí de una vez por todas.
Antes de poder hacer algo más, los suaves toques en mi puerta que conocía muy bien me alertaron y agradecido por poder despejar mi mente levanté la vista antes de hablar.
-Pasa, Chou Chou-
Dos segundos después mi asistente cerró la puerta detrás de ella y con varios sobres en las manos caminó unos pasos hacia mí y yo volví a mis asuntos. Solo traía la correspondencia.
-Señor, tengo su correspondencia-
Me encogí de hombros, indiferente.
-Déjala en la mesa de siempre- apunté la mesa de la salita a su lado sin dejar de mirar mi Mac- Gracias-
Pasaron unos segundos sin que se moviera, y de reojo pude ver que removía los papeles en sus manos bastante nerviosa. Confundido por su actitud y viendo que no se movía de su lugar alcé la vista y sostuve su mirada color miel.
-¿Qué pasa, Chou?-
-Son…- miró el sobre en sus manos- Son los papeles del divorcio. El remitente es de Sarada-
No necesitó decir más. Antes de saber que hacía me levanté ansioso de mi lugar y casi le arrebaté el sobre a mi asistente quien llevó sus manos al pecho mientras las removía nerviosa. No tuve tiempo de decirle que me diera espacio, así que con ella frente a mí y sin soportar la curiosidad arranqué el sello del sobre y saqué los benditos papeles del divorcio por segunda vez.
Solo que esta vez había una diferencia. Esta vez tenían una firma.
Su firma.
Algo menos sofisticada y más desalineada de lo que la recordaba, la firma de Sarada estaba plasmada en los tres espacios que requerían su firma. Lo que significaba que en lo que a ella concernía, era una mujer libre.
Nada más la ataba a mí.
Seguiría siendo mi esposa solo hasta que yo firmara esos papeles, y el darme cuenta que para ella había sido más que sencillo firmarlos me puso de un humor de los mil demonios.
Y aunque estuve tentado a romper los malditos papeles y mandarle decir que estaba loca si creía que le iba a dar el divorcio tan rápido, me limité a arrugarlos en mi mano y tomar aire para tranquilizarme.
-¿Los…- la nerviosa voz de Chou Chou me sacó de mi ensueño- ¿Los firmó?-
Parpadeé ligeramente al darme cuenta que seguía ahí, y extrañado asentí ligeramente esperando que se fuera cuanto antes para procesar solo la información. No quería ser grosero con ella pero tampoco quería que mi asistente se diera cuenta de la rabia que me consumía al saber que a Sarada no podía importarle menos nuestra separación.
-Esa tonta…-
Refunfuñó entre dientes, claramente pensando primero que yo era el esposo de su mejor amiga antes que ser su jefe. Algo divertido por su expresión, pero sin ganas de lidiar con algún ataque extraño de su parte (Sarada ya me había hablado de ellos) la miré con una ligera sonrisa.
-Chou Chou creo que necesito unos minutos para leer estos papeles-
Pareció reaccionar. Y aunque se dio cuenta que estaba frente a su jefe, parpadeó ligeramente y miró los papeles para agregar sin mucha convicción.
-Sí, claro- se alejó y me miró mientras me sentaba en el sofá de la salita y dejaba los papeles en la mesa de cristal- Le traeré un café para que los lea y…y medite sobre lo que va a hacer. Sí, eso haré-
Bastante nerviosa se giró para comenzar a caminar hacia la puerta mientras hablaba para ella misma como si estuviera loca.
Tres pasos más tarde se giró para mirarme y compuso una expresión compungida, claramente atormentada por el hecho de que tenía esos papeles en mis manos.
-¿Usted también va a firmarlos, verdad?-
-Chou- apunté la puerta, algo desesperado pero divertido- El café-
-¡Ah sí, claro! ¡El café!- se giró de nuevo chasqueando los dedos mientras mordía su uña del pulgar- Claro, yo solo debo ir por el café, a mí no me incumbe. Es Boruto quien va a firmar los papeles…-
La dejé seguir balbuceando cosas sin sentido mientras bajaba la vista a los papeles de nuevo. Pero antes de salir por la puerta, se detuvo abruptamente con la mano aún en la manija y la miré sorprendido.
-No- se giró para mirarme, sus ojos miel echando chispas -¿Sabes qué? Ya me cansé-
¿Qué?
Fruncí el ceño mientras mi ahora irreconocible asistente que parecía haber sacado valentía de la nada azotó la puerta detrás de ella y se acercó a mí con seguridad.
-Fue suficiente de sus tonterías- me apuntó acusadora y se llevó las manos a las caderas-Y si no pude convencer a mi mejor amiga de no ser tan tonta y tan obstinada, todavía tengo una oportunidad contigo-
Alcé mis cejas en gesto incrédulo.
-¿Disculpa?-
-No puedes hacer eso Boruto, no puedes firmar estos papeles- me los arrebató de la mano y los agitó frente a mí -Estás cometiendo el peor error de tu vida-
-Chou…-
¿Pero qué rayos le había pasado a mi asistente? No sabía qué rayos le había picado, pero sin duda alguna mirarla tan frustrada, tuteándome en el trabajo y dispuesta a todo era algo que no me esperaba.
-No, escúchame- los volvió a tirar en la mesa con desprecio-Te digo la verdad cuando digo que están cometiendo un error, los dos están siendo unos tontos-
Aquello fue suficiente para mí, y sin poder evitarlo me levanté de mi silla para quedar parado frente a ella y lograr que se calmara. Le sacaba una cabeza, pero eso pareció intimidarla poco pues siguió hablando.
-Tú no quieres esto, Boruto- meneó la cabeza y suspiró -Ni ella lo quiere-
Aquello me caló en el fondo y fue mi turno de hablar.
-Por si no lo notaste, Chou Chou, Sarada ya firmó los papeles- le señalé las hojas, sereno -Así que discúlpame pero creo que no sabes nada de lo que Sarada quiere-
-¿Qué yo no sé nada de lo que mi mejor amiga quiere?- soltó una risa irónica y apuntó sus manos y mirada al techo, frustrada -Por Dios Boruto, sabía que eras orgulloso y necio, pero no que eras un idiota-
Abrí mi boca sorprendido, ¿Me acababa de llamar idiota?
-¿Disculpa?-
-¡Sarada te ama, Boruto! ¡Ella está enamorada de ti!-
Casi me gritó aquello, y de manera instantánea el escuchar que Sarada me amaba fue como una especie de alivio momentáneo. Por unos instantes pude fingir que esos papeles no los había firmado, y que cuando llegara a casa ella estaría esperándome en nuestra habitación para dejarme hacerle el amor.
Para amarme. Para dejarme amarla.
Que ella seguiría siendo mi esposa, aún cuando estuviera a unos minutos de perderla. Aún cuando ya la había perdido.
-¿Cómo puedes no darte cuenta de eso?-
Fue la pregunta de Chou Chou que me sacó de mi sorpresa, misma pregunta que me hizo regresar a la realidad. Y entonces recordé la verdadera situación. Ella ya no estaba conmigo, ella se había ido y había firmado el divorcio.
Sarada quería que desapareciera de su vida. Y eso haría.
-No es que sea de tu incumbencia, pero dudo que me ame como dices- me encogí de hombros, fingiendo indiferencia -Lo ha dejado muy claro desde el momento en que pidió el divorcio y se fue apenas me dieron la herencia-
-Pero ella…-
-Fue ella quien terminó todo, Chou Chou- la callé, mi personalidad autoritaria volviendo de nuevo -Ella decidió que nos divorciáramos en cuanto los tres meses pasaran. Ella decidió que el arreglo se terminara, y fue ella quien se fue de mi departamento tan solo un día después de que obtuviera la herencia-
La miré fijamente, sus ojos echando chispas y su respiración agitada mientras yo salía de mi trance y volvía a tener todo mi control. O al menos aparentar tenerlo.
-Fue ella quien me dejó-
Fue lo último que dije, y esperando que aquello pusiera fin a la conversación, miré la puerta detrás de ella por la que seguramente saldría en unos instantes. Pero eso no pareció intimidarla y contrario a lo que pensaba solo logró enfadarla más.
Soltando un suspiro, se cruzó de brazos y me miró bastante frustrada.
-¿Y no sabes por qué? ¿No te imaginas por qué lo hizo?-
No contesté. Fingiendo indiferencia y hasta arrogancia, me encogí de hombros ligeramente y negué con mi silencio.
-¡Porque ella cree que no la amas! ¡Ella piensa que fue un estorbo y un simple negocio en tu vida!- me apuntó, colocando su índice en mi pecho -Por eso decidió irse, ¡Y no la culpo!-
-¿Qué dices? ¿Pero de qué rayos estás hablando?-
-Del día de la reunión en casa de tus padres, Boruto-
Fruncí el ceño. ¿Reunión? ¿De qué hablaba?
Entonces recordé aquella última comida en casa de mis padres, días después de que Sarada me dijera que me amaba sin saber que yo había escuchado y el día que la había visto ser consolada por Mitsuki.
Así como lo que había pasado después. Abrí ligeramente mis ojos mientras recordaba todo. Y entonces Chou Chou dijo lo que me temía.
-Sarda escuchó tú conversación con Mitsuki. La escuchó toda-
Aquello fué como una bofetada en la cara, y como una película, todas las malditas mentiras que había dicho desfilaron por mi mente y me taladraron la cabeza.
No creo en ninguna de esas cursilerías y mucho menos en la forma en que se dieron.
No creo en el amor y Sarada y yo solo tenemos un acuerdo en común, nada más.
Así que te pediré de favor que dejes de meter tu narizota en mis asuntos y me dejes manejar mi vida, y que dejes de intentar que esto se convierta en una estúpida historia de amor.
No amo a Sarada. Ni a ella ni a nadie, y no lo haré nunca. Lo sabes.
Aquella conversación en donde había dejado muy claro que no amaba ni amaría a Sarada. Eso era lo que había dicho, y lo que ella había escuchado. Lo único que había escuchado de mí, la única vez en la que había hablado de mis sentimientos por ella.
Una cruel y fría respuesta a un sentimiento que me tenía acorralado.
Una mentira.
-Cree que no la amas y no la amarás nunca. Algo que yo sé que es una completa mentira, pero no podrá creer otra cosa si no le dices la verdad-
Me miró fijamente y sus palabras se volvieron suaves, el calor del momento había pasado en cuanto me había revelado la verdadera razón por la que Sarada se había alejado de mí.
-Ella no te dejó porque no te amara. Te dejó porque cree que tú no la amas-
Había sido un idiota.
-Te dejó porque no quería sufrir por ti- se encogió de hombros- Porque te ama, Boruto -
Antes de poder decirle algo, un teléfono celular comenzó a sonar y rompió el momento de tensión mientras frente a mí, Chou Chou sacaba su celular del bolsillo de su falda y abría sus ojos algo sorprendida al mirar la pantalla.
-Hablando de la reina de Roma-
Me miró significativamente antes de contestar.
-Hola Sara-
Su expresión cambió radicalmente cinco segundos después, y pasando de la sorpresa a la preocupación en un instante la miré fruncir el ceño y mover la cabeza en negativa.
Mis sentidos se pusieron alerta.
-I-Itachii ¿Pero qué…- se llevó la mano a su oído libre para escuchar mejor- ¿Qué has dicho? ¿Es en serio?-
Para entonces mis manos estaban cerradas en puños mientras contenía la respiración. La expresión de Chou Chou no me gustaba nada, y la sensación que tenía desde anoche volvió a atacarme con fuerza.
-No, yo no la he visto desde ayer- me miró confundida. Mierda, lo que acababa de escuchar no podía ser bueno -Ni el Señor Uzumaki. ¿Has llamado ya a la policía?-
Unos segundos y palabras más tarde, Chou Chou asintió fuertemente y volvió a mirarme.
-Sí Itachi, enseguida salgo para allá. Tranquilo-
Fue lo último que dijo antes de cortar la llamada, y solo entonces levantó la vista para mirarme con los ojos como platos. Estaba hecha un manojo de nervios.
Y yo estaba a punto de quebrar algo de la desesperación. Se trataba de Sarada. Se trataba de mi esposa.
Mierda. Aquello no era bueno.
-Era…era Itachi - tartamudeó- Para preguntarme por Sarada. Dice…dice que…-
Maldición, ¡Chou Chou!
-Habla de una vez-
Ordené lo más sereno que pude, mis nervios a punto de explotar.
-No la ha visto desde ayer en la mañana que fue a un asunto de trabajo- subió la mirada de su celular a mí- No contesta llamadas de su celular ni dejó dicho nada-
Me miró con ojos como platos.
-Lleva más de veinticuatro horas desaparecida, Boruto -
No.
Mierda. No. Mi Sarada no.
No le di tiempo a terminar.
-Maldición-
Y antes de siquiera poner mis pensamientos en orden, tomé las llaves de mi auto y salí disparado de mi oficina con solo un pensamiento en la cabeza.
Solo una persona en mi cabeza.
Detrás de mí, Chou Chou corrió tambaleante y saqué mi celular para marcar el cuatro del discado rápido.
-Shikadai te necesito en casa de Sarada en quince minutos. Es urgente-
~Sarada POV~
Desperté con un insoportable dolor de cuello.
Confundida miré a mi alrededor y sacudí mi cabeza frustrada al darme cuenta que me había quedado dormida. A través de mis ojos hinchados de tanto llorar pude ver que ya había amanecido.
Llevaba más de ocho horas en esa maldito lugar, sin tener idea de donde estaba, con quién estaba y qué rayos hacía ahí. Pero más importante, quién rayos me odiaba lo suficiente para esto.
Después de que me dejaran sola los tipos no se habían vuelto a aparecer por ningún motivo y aunque no los veía sabía que estaban ahí. Veía sus sombras caminando por detrás de la puerta, y con el corazón en un puño contenía el aliento al pensar que en cualquier momento podían entrar. Pero sobre todo, al pensar que el maldito animal que me había dejado ahí podía cumplir su promesa y volver.
Para mí alivio, ninguno de los dos lo había hecho.
Hablaban entre ellos, entendía poco o nada pues casi ningún sonido pasaba por la maldita puerta. Hablaban por teléfono bastante seguido también, estaba segura que con su jefe o su cliente pues el tono normalmente fuerte y agresivo se volvía bastante condescendiente.
No había dormido. Cabeceaba por segundos en ocasiones para despertarme de inmediato, alerta de cualquier ruido o movimiento a mí alrededor y bastante incómoda en la posición en la que estaba.
Por lo menos ya no lloraba. Después de tantas horas pensando en lo mismo y segura de que no llegaría a ningún punto parecía haberme tranquilizado, y para entonces la confusión inicial se había ido para aceptar mi realidad.
Estaba secuestrada, lejos de la civilización, a manos de dos extraños y sin tener idea de que rayos harían conmigo. O quién rayos quería hacer lo que fuera conmigo.
Pensaba en Itachi. Seguramente para entonces ya estaría preocupado buscándome, al darse cuenta que no había regresado a casa y sabiendo que en dos días sería mi vuelo hacia mí nueva vida, así que no tenía pensado desaprovechar ni un momento conmigo.
Pensaba en Chou Chou, en mi casa, en mi nuevo trabajo, en mi viejo trabajo. En todo y en nada a la vez.
Pero sobre todo pensaba en él. En el amor de mi vida, en el que pronto dejaría de ser mi esposo y al que necesitaba como nunca.
En Boruto.
Sintiendo las lágrimas acumularse de nuevo en mis ojos meneé la cabeza y me estiré como pude mientras escuchaba tronar los huesos de mi espalda, de mis piernas y de mis brazos. No podía dejarme vencer, y estaba segura que eventualmente alguien entraría por esa puerta y sabría por qué rayos estaba ahí.
Pasó otra maldita media hora hasta que escuché un ruido detrás de la puerta de nuevo. Con mis sentidos alerta, contuve el aliento y al fin la puerta se abrió.
Para mi alivio (si es que podía llamarse así) era el sujeto menos corpulento. Pensé rápidamente mientras lo miraba con la cabeza gacha y por entre algunos mechones rebeldes de mi cabello, lo que menos quería era recordar a la perfección su silueta.
Llevaba un pasamontañas en color azul marino, jeans negros y algo deslavados, una camiseta blanca de resaque algo percudida y una chamarra negra. Era más bajo que el segundo, más delgado. Lo único visible de su cuerpo eran sus manos con unos extraños tatuajes, donde llevaba una bandeja con comida.
Se acercó a mí con algo de cuidado, y una vez que quedó a pocos pasos de mí se agachó para dejar la bandeja a mis pies mientras yo giraba mi cabeza a un lado para evitar verlo a la cara.
-Come-
-No tengo hambre-
Fue mi seca respuesta, rezando porque el maldito buen samaritano se largara y me dejara en paz de una buena vez. Por lo menos no tenían intenciones de dejarme morir de hambre, por lo que podía suponer que esperaban algo más de mí. Lo único que me faltaba saber era qué rayos querían.
-Como quieras- se encogió de hombros- Si te mueres de hambre será tu decisión-
Con esa simple contestación dio media vuelta y en menos de dos segundos desapareció detrás de la puerta para dejarme sola de nuevo.
Miré la bandeja a mis pies que tenía algunas frutas, leche y tostadas con mantequilla; y pensé en el tremendo error que acababa de cometer. Para comer necesitaba mis manos, por lo que no habría podido negarse a desatarlas para que lo hiciera y hubiera quedado libre.
Se habría quedado a ver qué comieras y no intentaras escapar. Me susurró mi conciencia, y segura de que no podría hacer nada contra un hombre tan grande como él en el estado tan débil en el que me encontraba, decidí que daba lo mismo.
Resignada, tomé aire y no me quedó más remedio que volver a esperar.
~o~
La siguiente alerta llegó lo que calculé casi dos horas después. Algo adormilada y con algo de sol entrando por la ventana- calculaba que serían las diez de la mañana- los sonidos de voces me alertaron y sacudí la cabeza para mirar la puerta frente a mí.
Esta vez era diferente. Los dos tipos hablaban bastante bajo, algo poco común entre los dos. Parecían estar muy cerca de la puerta, y cuando pude distinguir sus voces supe que estaban a punto de entrar.
-¿Estás idiota? Dijo que llegaría en diez minutos- era la voz de el sujeto qué me había traído comida - Debe estar por llegar, el jefe dijo que el cliente no quiere que la toquemos-
Contuve el aire.
-Y un cuerno- escuché al imbécil, era el más cercano a la puerta- Esa zorrita es mía-
Maldición.
Como una película recordé lo que había pasado la noche anterior y la sensación de inquietud que había sentido al tenerlo tan cerca, el asco al sentir su simple roce y sobre todo el miedo al darme cuenta que no pensaba dejarlo así.
Y pensaba hacer lo que había dicho, ahora.
Con mi respiración ajetreada y mi corazón latiendo acelerado, miré su sombra por la rendija de la puerta y cerré mis ojos esperando que en cualquier momento se abriera. El momento no llegó.
Entonces lo escuché. El reconocible sonido de llantas de auto sobre la grava, seguido de golpes de puertas cerrándose y pies caminando sobre la grava unos segundos después. Tardé unos segundos en darme cuenta que eran dos pares de pies los que caminaban.
El jefe y el cliente. Me susurró una vocecita que me hizo ponerme alerta enseguida.
Los siguientes minutos fueron algo caóticos. Afuera, escuché las voces de los dos tipos mientras discutían en voz baja, el segundo claramente molesto al darse cuenta que habían llegado. Después un eco de voces inundó el lugar, era bastante claro que ahora más de dos personas estaban afuera. No podía entender nada, y sin embargo, una de esas voces me resultaba muy familiar.
Demasiado familiar.
Cerré mis ojos y tomé una larga bocanada de aire, intentando reconocer el sonido ahogado mientras se escuchaban pasos. Entonces y después de unos largos minutos dos voces se hicieron inminentes y bastante claras. Y entonces supe que estaban detrás de la puerta.
-Está amarrada, no tuvimos problema con someterla- comenzó a decir el sujeto de los tatuajes- Es bastante pequeña-
-Ya veo-
Respondió una voz que jamás había escuchado y no reconocía.
-Supongo que querrás hacer esto solo ¿No?-
Entonces, la voz que me resultaba demasiado familiar respondió sereno y tranquilo.
-Por supuesto-
Contuve el aliento al sentir la familiaridad de la voz, una voz que no me gustaba nada y que sin embargo aún no podía descifrar. Los siguientes segundos fueron agónicos mientras solo se alcanzaban a escuchar los cuchicheos de voces fuertes y al fin estuve segura que en total eran cuatro hombres los que estaban detrás de esa puerta.
-Está aquí adentro-
Fue lo que escuché decir al sujeto y dos segundos después la perilla de la vieja puerta se estaba girando. Maldición. Contuve el aliento y mi corazón se detuvo unos instantes mientras la puerta se abría lentamente, mirando por entre mis mechones de cabello mientras intentaba zafarme por enésima vez desde que estaba ahí. Entonces miré a el sujeto de los tatuajes, quién aún con pasamontañas entró a la habitación seguido de un hombre al que tapaba de mi vista. Una vez dentro, el sujeto se giró para mirar a quien fuera que estuviera detrás de él.
-Bien, lo dejó con ella, señor- dijo en un tono asquerosamente servil- Si necesita algo estaremos afuera-
-Gracias, ahora lárgate-
Esa voz. Esa maldita voz.
Hizo lo que le pedía y sin más rodeos, dio media vuelta y cerró la puerta detrás de él para dejarnos solos.
Entonces quedé frente a frente con la persona que me tenía ahí. La persona que jamás esperé ver, quién parado frente a mí me miró con sus fríos ojos grises y una sonrisa algo burlona en el rostro.
Todo se volvió un poco borroso e hizo sentido al instante.
-¿Tú?-
Como respuesta, solo atinó a ensanchar su sonrisa.
~ Boruto POV~
Casi quince minutos después de mí llamada a Shikadai, giré mi auto en la calle de la casa de Sarada y estacioné a pocos metros de la misma.
A mí lado, Chou Chou expresó lo obvio al comentar que el auto de Sarada no se encontraba estacionado afuera y había una patrulla de policía en su lugar.
Maldición. Golpeé el volante ligeramente, intentando que mi frustración no fuera demasiado evidente. Para entonces había hilado tantas posibilidades en mi cabeza que el solo hecho de pensar en Sarada desaparecida por más de veinticuatro horas me provocaba náuseas del maldito coraje, y con un solo objetivo en mente, bajé del auto como alma que se la lleva el diablo mientras Chou Chou me seguía nerviosa.
Caminé a zancadas hasta la casa que tenía la puerta abierta mientras en la entrada dos oficiales seguían haciendo preguntas a Itachi. A su lado, Shikadai comenzó a caminar hacia mí rápidamente hasta que nos encontramos.
-¿Qué tienes?-
-La última vez que se le vio fue ayer a las 10:00 am, mientras salía de una clínica del centro-
Fruncí el ceño. ¿Clínica?
-Fue por sus exámenes médicos de ingreso a su nuevo trabajo- me explicó de inmediato, entendiendo mi muda pregunta- Se suponía que se iba en unos dias del país
¡Wo, wo, wo! ¡Espera!, !Irse del país¡, ¿A dónde?
Apreté mi mandíbula al escucharlo.¡¿Como rayos no estaba enterado de eso?!, la mera idea de que Sarada se vaya del país, trabajando para vivir cuando tenía el dinero que yo le ofrecía me ponía de un humor de los mil demonios, pero consciente de que podría preocuparme por eso después tomé aire y lo miré de nuevo.
-¿No volvió?-
-No- negó con la cabeza- Recogió sus resultados y regresó a su auto que estaba en un estacionamiento a unas cuadras, y…-
-¿Y?-
-Fue lo último que hizo, ni siquiera subió a su coche-
Fruncí el ceño y meneé la cabeza ligeramente. A mí lado, Chou Chou llevó sus manos a la boca y abrió sus ojos de par en par.
-¿Qué dices?-
-Acaban de localizar el coche de Sarada en el estacionamiento, Boruto- suspiró -Ni siquiera alcanzó a abrirlo. Encontraron el coche solo, no hay llaves, bolso, ni nada que le pertenezca a Sarada dentro o fuera del auto- tomó aire -Solo encontraron…-
Se quedó callado. Para entonces yo no podía soportarlo más, y frustrado cerré mis manos en puños y tensé mi mandíbula tanto que pensé que podría romperla.
-Con un demonio, Shikadai. Habla de una vez-
-Huellas, Boruto. Huellas de tacones, de Sarada seguramente- pensó antes de decir lo último -Y otros dos pares de huellas. De hombre-
Fue suficiente. Antes de que dijera algo más saqué mi celular y marqué el número que me sabía de memoria. Frente a mí, Shikadai se cruzó de brazos y me miró con la cabeza gacha, sabiendo exactamente a quien llamaba.
-¿Sai?-
-Sí-
Espeté mirándolo de reojo, mientras esperaba una respuesta que llegó apenas al segundo timbrazo.
-Sai, Uzumaki. Necesito que tú y todo tu equipo dejen de hacer todo lo que tengan que hacer a partir de ahora y se enfoquen en encontrar a una persona-
Sai Yamanaka, aparte de ser el padre de mi cuñado Inojin, era el jefe de seguridad de Empresas Uzumaki, de mi departamento y de todas las casas y propiedades de mi familia, dueño de un emporio de seguridad que yo mismo había ayudado a financiar. También era un ex agente encubierto .
El hombre indicado para lo que tenía en mente.
-Sarada Uchiha. Sí, mi esposa- dije la última palabra con más fuerza- No me importa a quien tengas que contratar, qué influencias tengas que mover o todo el maldito dinero del mundo que tengas que gastar pero quiero que la encuentren. Shikadai te pasará todos los datos que tiene ya-
Cerré mis ojos, intentando contener la rabia que comenzaba a acumularse en mi interior al imaginar lo que podía haber pasado. Al imaginarla a ella en una situación así. La rabia fue tal que empecé a ver borroso y el aire comenzó a faltarme mientras intentaba tranquilizar mis ganas de golpear a alguien.
-La quiero viva, Sai. Y muerto al que la tenga-
Dije lo último entre dientes, seguro de que si ellos no lo mataban, lo haría yo.
-Avísame en cuanto tengas el equipo listo-
Obteniendo a cambio un "Por supuesto" bastante firme, colgué la llamada y apreté el celular con tanta fuerza que podría partirlo en dos. A mí lado, Shikadai y Chou Chou me trajeron de vuelta a la realidad y miré a Itachi quien terminaba de hablar con los policías y comenzaban a acercarse a nosotros.
-Quieren hablar contigo- comenzó Shikadai en voz baja- Después de todo eres el esposo y…-
-¿Qué? ¿Un sospechoso?- me burlé- No tengo tiempo para estas estupideces, Shikadai-
Giré en mis talones para salir disparado rumbo a mi auto. Detrás de mí, los policías, Shikadai y Chou Chou intentaron detenerme pero no fue necesario, pues la conocida vibración de mi celular me hizo detenerme y sin importarme que fuera una llamada sin identificación contesté de inmediato.
-Uzumaki-
-Wow, que rápido, ¿Esperabas una llamada?-
Aquello fue como un balde de agua fría. Era una voz sedosa, fría y calculadora. Una voz que conocía a la perfección.
Me tensé de inmediato. Y de alguna manera entre el caos, todo hizo sentido en un instante.
-¿Kawaki?-
-Bingo- lo escuché reír ligeramente- No te quito mucho tiempo-
No contesté. Apreté el celular con fuerza, sintiendo la rabia, el coraje y la frustración crecer sin control. Todo se volvió borroso.
-Tengo a tu mujercita, Uzumaki. Ahora escucha con atención lo que tienes que hacer si no quieres que ella lo pague.
CONTINUARÁ…