si fuese fácil. // Wariam.

By patatasyhelado

85K 6K 2K

« a veces, el tiempo que pasa, no enfría el dolor » More

Prólogo.
uno.
tres.
cuatro.
cinco.
seis.
siete (p1.)
siete (p.2)
ocho.
nueve.
diez.
once.
doce.
trece.
catorce.
quince.
dieciséis.
diecisiete (p.1)
diecisiete (p.2)
Dieciocho
Diecinueve
Veinte.
Veintiuno.
Veintidos.
✨ christmas special ✨
Veintitres.
Veinticuatro.
Veinticinco
veintiseis
Veintisiete
Veintiocho.
veintinueve
Treinta
Treinta y uno.
II
número 7
la carta
Soledad
Mañana y café
No te veo
Flores marchitas
Tiempo
Nos hicimos mayores
Yo sí me acuerdo
Cada una por su lado
Vino y canciones para olvidar(te)
viene(s) y va(s)
nota

dos.

2.3K 160 25
By patatasyhelado

CAPÍTULO 2.

Abril, 2006.

Perdida.

Creo que hasta que te conocí siempre me había sentido así, como en medio de una vorágine de tiempo. Momentos que pasaban demasiado rápido a mi alrededor, momentos en un espacio donde sucedían tantas cosas que era incapaz de ser consciente de ellas.

A veces esa sensación se transformaba en una inquietud constante. Siempre había estado nerviosa; siempre le había tenido miedo a todo.

Entonces, en medio de ese océano de sensaciones, me cogiste la mano. Todo mi ser vibró ante el contacto de tus dedos, calidez por primera vez en mucho tiempo. Y me sentí segura. Sentí que no tenía miedo a entrar en aquel lugar. Sentí que el tiempo se paraba; que todo iba despacio; que se trataba de fragmentos de imágenes que por fin, por primera vez, podía observar.

Por eso, aquel día sabía que me encontrarías.

Cada vez hacía menos frío, pero el tiempo de enero siempre se transportaba a la zona costera por la noche. Estaba sentada en un banco; en mi banco blanco. Era el único lugar donde me sentía segura, donde podía pensar.

Solía pasar algunas tardes allí con mi padre. Solíamos hacerlo cuando él sonreía, pero hacía días que Antonio había dejado de hacerlo.

— ¿Ana? — Tu voz sonaba sorprendida, y aunque no tuviese la certeza de que ibas a pasar por allí, yo estaba esperándote.

Finalmente habías logrado que tu madre te apuntase al equipo de fútbol del pueblo, cosa que Marité había empezado a agradecer, ya que gracias a la espinilleras y a las medias que te habían regalado en el club, en tus piernas solamente quedaban cicatrices. Y eso era mejor que tener que andar curándote cada vez que volvías del parque.

Siempre habías sido algo bruta, pero era cierto que cuando querías algo lo conseguías, sin importarte los obstáculos que tuvieses que llevarte por delante.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntaste. Dejaste tu bici a un lado y rodeaste el banco para ponerte frente a mí.

Llevabas la equipación, incluidas las botas de fútbol que habías heredado de tu hermano y que, por desgracia, se caían a cachos. Aún así sonreí al verte. Estabas feliz, muy feliz de hacer algo que te gustaba.

Quería hablar contigo, pero aún así no respondí. A veces entre nosotras no hacían falta las palabras, y eso lo sabía porque simplemente te sentaste a mí lado, y como la primera vez, cogiste mi mano.

Noté mis mejillas arder, no sabía por qué razón mi piel reaccionaba tanto a tu tacto; reaccionaba igual que cuando hacía frío, o cuando hacía calor. Me confundía, era extraño. Y me dolía el estómago solamente de pensarlo.

Pero aún así me gustaba.

— Mis padres se van a divorciar.

Te miré. No recibí la respuesta que esperaba, pues tus ojos no eran iguales que los de mis tíos o mi hermano. Tus ojos no demostraban compasión o tristeza.

Simplemente me hacían sentir a salvo.

— Mi madre me prometió hacerme pizza para cenar.

— ¿Con piña? — Inquerí con suspicacia, pues sabía que era tu favorita.

— Sep. Y solamente por hoy la voy a compartir contigo. — Te pusiste en pie, y me levantaste a mí contigo. Tiraste de mi mano hacia la pequeña bicicleta roja, algo oxidada pero que aún funcionaba y me hiciste sentarme en la parte de atrás como si fueses el de esa película que vimos en la tele. ¿Cómo se llamaba?

Me agarré a tus hombros y empezaste a pedalear.

— ¡No vayas tan rápido!

Escuché tu carcajada perderse en el viento que chocaba contra mi rostro con fuerza.

— Cuando sea mayor me voy a comprar una moto de verdad. Entonces te llevaré en ella. — Dijiste una vez llegamos a tu casa.

Al verme, tu madre me miró sorprendida. Era cierto que después del primer día de tercero había ido más veces a tu casa, pero aquella noche, estaba segura de que no me esperaba.

Llamó a mis padres, y como yo para ellos era más un problema que una solución, no les importó que me quedase allí. De hecho, tu madre me dijo que tú y yo íbamos a dormir en el salón aquella noche, ya que mis padres tenían que salir y no podrían quedarse conmigo.

Estaba segura de que eso era una maldita excusa, pero no me importaba.

— ¿Y si hacemos que el salón es una base secreta?

— ¿Y tenemos que escondernos de los malos?

Asentiste, muy seria.

— ¿Y quién hace de los malos?

Miraste a tus peluches. Sobre tu cama tenías una pila de leones perfectamente colocada contra la almohada.— Ellos no pueden, tienen que ser nuestros aliados. — Te rascaste la barbilla, exagerando demasiado tu forma de pensar. — ¡Ya sé!

Te diste la vuelta, yendo hacia un baúl del que sacaste un par de prismáticos.

Con unos, te acercaste a la puerta y la abriste un poco. En frente, señalaste la habitación donde tu hermano Efrén acababa de entrar, que era su cuarto y al que nunca nos dejaba pasar, por mucho que lo habíamos intentado.

— Esa es la guarida del malvado Efrenio.— Tuve que aguantarme la risa para no echarme a reír, puesto que por aquel entonces, te tomabas muy en serio aquellos juegos.

¡Miriam, Ana!, ¡El salón está listo! —Escuchamos gritar a tu madre.

Ambas nos miramos con complicidad y sonreímos.

— ¡Vamos!

Bajamos las escaleras con sigilo, como si realmente nos hubiésemos metido en el papel, aunque yo sabía que hacías aquel juego para distraerme; para que me olvidase de todo.

Aquella noche llevabas un pijama del rey león de color azul, con la cara de Simba justo en el pecho, y como yo no tenía ropa, me habías prestado otro con la de Nala. Si te paras a pensarlo ahora, resulta algo gracioso.

Aunque no pasábamos por agentes secretas, no me importaba.

— ¿Hay madres malvadas en la costa? — Me preguntaste, yo miré a ambos lados y negué.

Ese fue nuestro pistoletazo de salida para correr hacia el salón, saltando los cojines, cayendo la una encima de la otra sobre los sacos de dormir.

Se me paró el corazón cuando tus rizos acariciaron mis mejillas.

Luego rodaste y me dejaste libre, pero aún así, mi cuerpo quería que volvieses.

— ¡A cenar! — Tu madre entró en el salón con la pizza en la mano. Los sacos estaban sobre una enorme manta que cubría el espacio entre los sofás y la tele, y donde al parecer, íbamos a dormir aquella noche. Tu madre dejó la cena sobre una bandeja en medio de ambas.

— No os acostéis muy tarde, eh. — Nos avisó. — Si necesitáis cualquier cosa, estoy en el estudio.

— ¿Estará envenenada? — Dijiste una vez Marité desapareció.

Yo me encogí de hombros, siguiéndote el juego mientras miraba a la pizza con temor. — Una tendrá que probarla.

Cogiste un trozo. — Yo lo haré. — Sentenciaste dramáticamente.

— ¿Morirías por mí? — Pregunté de forma exagerada.

— Siempre, compañera. — Respondiste, dándole un pequeño mordisco.

Nos tiramos horas jugando a aquel juego hasta que tu madre terminó sus cosas y vino a mandarnos a dormir. Marité era probablemente la mejor madre del mundo, pero nunca había visto a tu padre, y especialmente, porque nunca habías hablado de él, había cosas que me hacían pensar.

Siempre habías sido así, reservada en cuanto a tus problemas se refería.

Pero yo lo supe, lo supe cuando te vi mirando a aquella foto, esa que descansaba sobre el mueble de la tele. La había visto otras veces, pero jamás a ti mirándola de aquella manera.

Era una foto de tu madre. De tu madre con alguien más.

La foto estaba partida por un lado, quedando a aquella persona que la acompañaba y que la hacía sonreír, sin cabeza.

¿Era él?, ¿Era tu padre?

------

Bueno, espero que os esté gustando esta historia, y espero que poco a poco, entendáis de qué va esto.

Muchas gracias por leer y comentar, de verdad. ❤️

Continue Reading

You'll Also Like

133K 21.5K 112
Luke, un niño de 13 años amante de todo tipo de novelas, series y mangas, muere y reencarna en el mundo de los miércoles con poderes psíquicos por en...
402K 33K 81
Agustina Ortiz,hermana menor de Valentina Ortiz es una Omega recién ingresante a la secundaria,ser Omega no es fácil menos a esta edad (historia crea...
181K 16.6K 55
SECUELA DE JURAMENTO ETERNO DE SAL-PABLO GAVI Donde Aitana, la hija de Gavi y Dani está enamorada de Pedri, el cual le saca ventidos años y es el mej...
540K 52.9K 73
La noticia de que Red Bull se arriesgo al contratar a una mujer para que reemplace a Sergio Pérez luego de su repentina salida del equipo, ronda por...