Turquesa - KiriKami

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Kaminari es capaz de ver el aura de las personas, y hay una en especial que es la más brillante de todas. More

Capítulo único.

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Kaminari era especial. Y no en el sentido de un 'especial idiota', a pesar de que la gente que lo conocía de manera superficial asegurara aquello, sino que, en un mundo plagado de individuos con Quirks, él poseía dos, o al menos así lo interpretaba. No se trataba de un doble quirk poderoso como el de Todoroki, sino de algo más íntimo y espiritual; estaba su conocida electricidad, y un don al cual no le había dado nombre, pues no se le ocurría nada resumido para ello: era capaz de ver el aura de las personas. No es algo que lo ayude a luchar o que pueda dañar a los enemigos, pero llega a servirle para saber si una persona es buena o mala según la luz o la oscuridad del aura, que siempre consta de un color turquesa, variando en escalas con menos o más brillo.

Nadie sabía sobre su capacidad, a excepción de sus padres, pues en un principio pensó, cuando era niño, que ese era su quirk, y se lo comentó de inmediato a sus progenitores. Sin embargo, tiempo después, su electricidad hizo aparición, y nunca le comentó sobre el tema a nadie más.

Al menos no hasta que conoció a Kirishima.

La primera vez que lo vio (si, lo recordaba), fue en el examen físico de admisión, cuando aún tenía el cabello negro y lacio, y esa mirada que no se comparaba con la actual; si era sincero, era un poco más espeluznante. Pero, aun así, su aura era más brillante que cualquier otra que hubiera visto, el color turquesa se notaba en todo su esplendor y por un momento, Denki pensó que se había quedado ciego. En ciertos lapsos, lo seguía con la mirada y perdía de vista el objetivo, que era derrotar a los robots en base a los puntos que valía cada uno.

No pudo saber su nombre, o al menos su apellido, y temía que, si alguno de los dos no pasara el examen, no podría verlo de nuevo, porque diablos, le daba muchísima curiosidad saber el porqué de que su persona fuera tan pura como el brillo de su aura le transmitía.

Por supuesto que grande fue su sorpresa al saber que era su compañero de clase, y sin pretenderlo, de alguna manera se volvió su amigo. Aunque vamos, cualquiera puede hacerse amigo de Kirishima con lo carismático que es y lo fácil que fluyen las conversaciones con él.

Junto a Mina, Sero, y a veces Bakugō, almorzaban y mantenían charlas triviales, a veces se lamentaban por sus pésimas notas y otras simplemente arreglaban salidas para tomar un helado o divertirse por allí, aunque Katsuki no iba a esas, y Kirishima siempre se quejaba de ello.

En todas esas oportunidades, pudo notar los pequeños detalles que, probablemente, constituyen el alma pura de Eijirō. Era una persona valiente a pesar de sus temores, deseaba de corazón el bien de los demás y era capaz de sacrificar lo que sea por sus amigos; deseaba ser un héroe para salvar a la gente y para que el mundo fuera mejor. Kaminari, sin darse cuenta, había estado mucho tiempo al pendiente de su amigo pelirrojo, y eso había desembocado en un final nada bueno para su persona.

El pasar tanto tiempo con él y el analizarlo tanto provocó que desarrollara ciertos sentimientos que superaban la categoría de ''amistad''. En un principio no lo aceptó para nada, porque siempre estuvo segurísimo de que le gustaban las mujeres, e incluso estuvo enamorado y salió con algunas, por lo que la posibilidad de un pensamiento ''homosexual'' quedaba totalmente fuera de discusión.

Ashido, por alguna extraña razón que no entendía (ella lo había llamado ''sexto sentido femenino: detectar movimientos homosexuales entre personas cercanas), había notado algunos cambios de actitud de su persona luego de, tras un largo proceso, aceptar que estaba enamorado de Kirishima; ya no podía abrazarlo demasiado sin ser víctima de un rubor en sus mejillas, a veces desviaba la mirada cuando Eijirō era demasiado amistoso con Katsuki, o, en otras ocasiones (como cuando iban a entrenar), Denki se quedaba embobado mirando a Kirishima. Sí, no sabía disimular para nada, y eso era un punto a favor para la curiosidad de Mina.

La insistencia de la fémina no le dejó otra opción más que confesarle su secreto, con mucha vergüenza por el hecho de tirar abajo su fachada.

— ¡Lo sabía! ¡Sabía que estabas babeando por Kirishima, tú, picarón!

— ¡Shhh! ¡Baja el tono de voz! Si él u otra persona escuchara eso, yo pasaría a ser historia, ¿Lo entiendes? HISTORIA. Kirishima lo sabrá, me rechazará y me dirá que seamos amigos, yo moriré de vergüenza en mi próximamente conocida homosexualidad, entraré en depresión y mis notas pasarán a números negativos, lueg-

— ¡Basta! ¡Ni siquiera te has confesado! —Exclamó ella, enojada por la actitud pesimista del rubio, propinándole un zape en la parte trasera de la cabeza.

— ¡¿Cómo diablos quieres que haga eso?! ¡Kirishima es obviamente h e t e r o s e x u a l! —Deletreó, colocando sus manos con las palmas hacia arriba, flexionando sus dígitos para demostrar su frustración. — ¿No ves que le gusta lo masculino? Y ser gay no lo es para nada. Me verá como uno de esos que van a las marchas de orgullo LGBT con vestidos de plumas de colores y tiaras de princesa. —Recibió otro zape, llevando sus manos a la zona afectada para calmar el dolor, a la vez que se quejaba. — ¡Ouch! ¡Eso dolió!

— ¡No generalices y no discrimines! No todos los gays son así, y aunque lo fueran, no tiene nada de malo, idiota. Además, estoy segura de que Kirishima no es de mente tan cerrada como tú. No te mereces a nuestro ángel, bleh. —Frunce su ceño y le muestra la lengua a modo de burla, suspirando. — No creo que Kirishima sea heterosexual, a veces se lo ve muy pegadito a Bakugō.

— ¡Coño, eso no me ayuda en nada! Preferiría que sea hetero a que sea bi u homo y que esté enamorado de otro hombre.

Mina puso los ojos en blanco y abultó su labio inferior, moviendo su pierna a causa de la ansiedad y pensando en posibles soluciones acorde a la reducida paciencia de Denki, que parecía totalmente negado a hablar sobre sus sentimientos con Kirishima, pues aseguraba que sería rechazado. Al final, le dio algunos consejos y luego volvió a su habitación, así como Kaminari a la suya, pues se hallaban en la sala común. Ese día, Eijirō y el habían acordado juntarse en su cuarto para jugar videojuegos, pero, de alguna manera, acabaron hablando del secreto (ahora no tan secreto) del rubio.

— Hombre, ¿Y puedes ver tu propia aura? — Cuestionó un interesado Kirishima, sentado en la mesita de la habitación de Kaminari, con el mismo frente a él.

— No, maldita sea. Me he mirado en muchísimos espejos o lo que sea, y jamás pude ver la mía, solo la de los demás.

— Oh, eso es triste, sería muy interesante saber la esencia de tu alma...

— ¡Lo sé! Es muy frustrante. A veces me pregunto si la mía será oscura o brillante.

— Estoy seguro de que la tuya debe ser brillante. Quiero decir, no puedo ver el aura de las personas, pero creo, basándome en lo que conozco de ti, que eres una persona genial. —Denki desvió su mirada y llevó su palma a cubrir la parte de su rostro que se encontraba más rojiza que el resto: maldecía, odiaba ser tan vulnerable.

— Gracias, supongo...—Kirishima notó aquellos gestos e inclinó su cabeza hacia un costado, de forma curiosa; hace tiempo que veía esa clase de cambios en su amigo, y le extrañaba y preocupaba, pues no sabía si se trataba de algo bueno o malo.

— Cambiando de tema, eh... Mi aura... ¿Cómo es?

— Mnh...—''Perfecta, de un precioso y brillante turquesa'', es lo que le hubiera gustado decir, pero sonaba demasiado gay para su masculinidad y su heterosexualidad (una que ya había perdido). — Pues, es muy clara y brillante. Eso significa que eres una buena persona. De hecho, por eso es que comencé a hablarte, me daba curiosidad saber cómo sería alguien con un aura tan pura como la tuya.

— Oh. —El rostro del pelirrojo se iluminó, y su adversario pudo jurar que, si no fuera porque ya se había acostumbrado a esas expresiones, la sonrisa y el aura de Kirishima ya lo habrían matado. — ¡Me halagas! Tenía miedo de tener un alma oscura, tú sabes... Sobre lo que te conté a ti junto a Mina, sobre mi pasado. —Allí, Kaminari prestó atención y se puso serio; sabía que era un tema delicado para Kirishima. — Era muy cobarde y no pude rescatar a mis compañeras, así que pensé que quizás era una mala persona.

— ¡Claro que no! —El tono alto de su voz se escuchó en toda su habitación, y quizás en la contigua, dándose cuenta de su acción precipitada de inmediato y encogiéndose de hombros mientras susurraba una disculpa. Ver a Kirishima con expresiones tristes era horrible, porque su aura se apagaba de una forma que no demostraba maldad, sino debilidad, y los sentimientos que esa visión le transmitía eran sumamente dolorosos, como si fuera él mismo quien viviera tal calvario. Porque, sumado a su habilidad, estaba también el hecho de que estaba enamorado de Eijirō. — Tú sabes, eres la persona más valiente y buena que he conocido, hermano. Eres... muy dulce, y demasiado amable para este mundo. Creo que tienes un gran corazón, y realmente me duele que pienses esas cosas de ti mismo. Has cambiado y ahora eres una persona digna de llamarse ''héroe'', te admiro.

Ambos se quedaron en un silencio sepulcral, porque sí, Kaminari había mandado a la mierda todo y fue todo lo gay que quiso en ese momento, lo cual, claramente, sorprendió en demasía al otro, provocando una sensación cálida en su pecho y sonriendo de forma boba, como algunas veces solía hacer; nunca le habían dicho algo así, así que era un poco raro, pero sin dudas lindo. Por otro lado, Denki pensó que había cruzado la línea y que Kirishima se extrañaría por su comentario repleto de sinceridad, las dudas acometieron contra su persona y las mil y un posibilidades de que sus sentimientos hubieran quedado a flote y que el otro se alejara de él le generaron miedo. Repiquetea sus dígitos contra la planicie de la mesa en un gesto nervioso, mordiendo su labio inferior con impaciencia, y pensando en una rápida solución a su disque error.

— Yo, eh, lo que dije, tú, yo, nosotros...

— Kaminari...

— Disculpa, creo que soné muy empalagoso, no fue mi intención... Quiero decir, todo lo que dije es verdad, pero quizás sonó muy gay, ya sabes...

— Hey...

— N-No quiero sonar mal, somos amigos ¿Verdad?

— Sí, pero... —''Pero'', esa simple palabra desconcertó al rubio; era probable que hubiera asustado a Eijirō, y, entre los consejos que Ashido le había dado, estaba el ''confiésate de una vez, idiota'', con muchos cariños y ánimos. Denki lo había pensado en el trayecto desde la sala hasta su cuarto, y la verdad es que, si analizaba bien todo, era cierto que el pelirrojo sería incapaz de rechazarlo de una manera cruel o despectiva. ¿Qué podría perder? Estaba claro que su amistad, no.

— ¡Me gustas! —Soltó, en una exclamación clara y fuerte.

— Ohpordios.

La reacción de Kirishima fue instantánea, y Kaminari no sabía cómo diablos tomarse aquello sin colapsar por el hecho de que, si antes se hallaba nervioso, ahora se encontraba súper angustiado e inquieto. Se levantó rápidamente, dirigiéndole una mirada fugaz a Eijirō, quien estaba totalmente atónito, con los ojos como platos y sus labios separados, mientras parecía titubear.

No dudó en salir corriendo de la habitación, escuchando una exclamación de parte de su adversario, lo cual, claramente, no lo detuvo y decidió bajar hasta la sala común, donde previamente se hallaba con Mina. Allí fue donde se dio cuenta de que había huido de su propio cuarto, dándose una cachetada mental por su estupidez; da igual, seguramente, cuando volviera, Kirishima ya no estaría ahí.

Y así fue.

Agradecía que fuera un maldito viernes, porque al otro día podría irse a casa de sus padres y esconderse un poco de lo que sería su inminente rechazo. Colocó sus manos en sus mejillas y las estiró hacia abajo, dejando ver la zona de carne viva debajo de sus ojos en lo que salía hacia el jardín de la residencia: la había jodido, y de manera muy sorpresiva y rápida. En esos momentos, puede que estuviera de acuerdo con sus compañeros sobre su idiotez.

Al día siguiente, casi se cruza a Kirishima varias veces en la mañana, pero reaccionó a tiempo para esquivarlo y evitar ser visto, llegando a cuál fuera su destino de forma sigilosa. Luego, fue a casa de sus padres, donde estuvo más tranquilo el fin de semana, a pesar de estar en las nubes en algunos momentos, cosa que sus padres y su hermana le recalcaban a modo de reproche, pues eran los únicos días que podían estar juntos.

El apetito que usualmente tenia había desaparecido, sus constantes gritos y emociones también, y no porque estuviera triste, sino porque... Estaba algo resignado. Si no fuera por el hecho de que poseía la capacidad de ver el aura de los demás, quizás si estaría algo decaído, pero el saber que aun podría ver el alma pura de Kirishima, en cierta forma lo relajaba. Era una especie de sesión de yoga gratis, pero sin moverte y sin la parte de elongación y reposo.

Kirishima era como una clase de yoga. Vamos, que no sonaba muy prometedor ni romántico, pero si le buscaba algún sentido, lo encontraba. Ver el aura del pelirrojo era pura satisfacción visual y sentimental, como un faro de buenas vibras que quieres abrazar, besuquear y nunca soltar, y en su caso era meramente literal.

Si hubiera tenido todas las horas que tuvo en su hogar en el momento en el que se confesó, estuvo seguro de que se hubiera quedado sentado a esperar una respuesta, por mucho que la misma fuera negativa. En algún momento se volvía valiente, pero se acordaba en el momento, y eso generaba un círculo vicioso.

Tenía miedo, no lo iba a negar. Más por el dolor que pudiera causarle el que Eijirō no le correspondiera que otra cosa, pues estaba seguro que continuarían siendo amigos. Ashido y Sero lo consolarían, de eso estaba seguro y agradecía a los cielos por sus amigos, que, a pesar de tener una actitud similar a la suya, en momentos de seriedad eran muy generosos.

Seguido de soltar un suspiro a causa del cansancio que le provocó cavilar tanto por tantas horas, tomó el sándwich que su madre le había preparado, colgando su mochila en su hombro y despidiéndose con un ademan de manos de su familia; ya estaba oscureciendo y debía ir hasta la estación para tomar el tren que lo llevaría hasta la cuadra de U.A.

Caminó por las calles casi vacías del lugar hacia su destino, fijándose con curiosidad en el aura de las personas que pasaban; algunas opacas, otras normales, desvaídas, apagadas... Le daba curiosidad cómo se vería la suya en ese momento de crisis y calma a la vez, una paradoja un tanto extraña, pero posible en su incomprendido ser.

Estira sus brazos hacia arriba y baja los escalones para, seguido, pagar su boleto para subir al tren, pasando su tarjeta. Allí había mucha más gente que en la calle, y la esencia de las personas nublaba mucho más su vista, siendo necesario que se tomara unos minutos para adaptarse.

— Geez. — Se quejó, caminando hasta el andén para esperar su transporte. Sacó su celular y conectó los auriculares para no aburrirse, metiendo sus manos en sus bolsillos; el tren nunca tardaba demasiado, así que estaba seguro de que no estaría allí más de siete minutos.

Sus parpados ya se habían acostumbrado a la luz del ambiente, y veía todo con normalidad, por lo que, el exceso de luz en cierto momento, lo desconcertaron; pensó que se trataba del tren, que ya venía siendo hora que llegara, por lo que giró sobre su propio eje.

. . .

Maldita sea, no se trataba del estúpido tren.

Tragó saliva con fuerza y presionó sus labios, haciendo énfasis en su agarre para con las tiras de la mochila. Estaba seguro de que Kirishima no vivía por ahí, a pesar de que igualmente llevaba ropa casual y un bolso que le decía que también estuvo en casa de sus padres. Es probable que supiera que Kaminari iba a acobardarse a pesar de sus alargadas reflexiones a lo largo de su fin de semana, y debía acorralarlo para ser capaz de hablar frente a frente.

El pelirrojo dio unos pasos hacia su persona, y parecía igual de nervioso que él. Ambos sabían de qué iban a hablar y, por ende, estaban nerviosos. Aun teniendo en cuenta que uno de ellos sabía la respuesta y el otro no, la tensión podía sentirse, y esto no era para nada bueno para el rubio, quien ya estaba considerablemente colorado a causa de la ansiedad y la vergüenza de haber llevado a Kirishima hasta ese punto.

— Kaminari...

El mencionado dio un respingo, observando como las personas a su alrededor lo miraban con curiosidad. Asintió para hacerle saber al otro que le había escuchado y que podía continuar.

— Yo... Pude haberte dado mi respuesta en el momento en el que te confesaste, porque realmente no debía pensarlo, pero, ya sabes, huiste. Pero ¡Hey! No te culpo para nada, imagino que debe dar muchísimo miedo hacer algo como lo que hiciste, ¡Y realmente te admiro por ello! Siempre supe que eras genial, y ahora lo sé más que nunca.

El aura de Kirishima se veía tan brillante y turquesa como siempre, pero era algo irregular, como si sus sentimientos estuvieran disparados o como si estuviera nervioso. En algún punto, resultaba lindo, pero no lo libera de la complicada tesitura en la que se hallaba.

— Creo que hemos compartido muchas cosas juntos, y tenemos la suficiente confianza; tengo miedo, estoy nervioso y quizás, como tú lo hiciste, quiero salir y esconderme por un rato, a pesar de que estoy seguro de lo que voy a decir, y a pesar de que no suene para nada varonil.

Presenció como la mirada de Kirishima se alzaba, con esos rojizos ocelos que parecían hipnotizarlo y que contenían un brillo puro y enternecedor. En ese momento, el brillo y el color se fusionaron en una ampliación del ya gran tamaño del alma foránea, probablemente exponiendo su determinación.

Fue necesario que parpadeara para adaptarse a la nueva densidad del aura, tallando sus párpados.

—Desde el momento en el que te confesaste, estuve seguro de cuál sería mi respuesta. —Eijirō infló su pecho con valentía, asintiendo para sí mismo.— Más que gustarme, estoy enamorado de ti, Kaminari. Yo no puedo ver el aura de los demás, ni nada de eso. Pero creo ser capaz de reconocer a una buena persona cuando la veo. No sé por qué comencé a gustarte, pero a mí, definitivamente, a pesar de no ver el turquesa que tú describes, me enamoraste por quien eres.

Denki estaba sorprendido. Genuinamente sorprendido y boquiabierto. El tren pasó a toda velocidad, empujando consigo el viento y moviendo sus cabellos, casi haciendo parecer que esas palabras fueron fugaces y cosas creadas por su infinita imaginación.

Pero Kirishima seguía ahí, con su brillante y hermosa aura turquesa, con una sonrisa irregular a causa de los nervios, con las mejillas coloradas, los puños apretados y siendo él.

Desvió su mirada unos segundos hacia sus alrededores, notando como la gente los miraba; algunos con desaprobación, otros emocionados o sorprendidos, otros curiosos. Y de alguna manera, a pesar del bochorno, dejó de importarle.

Alza su mirada luego de tomar una bocanda de aire, clavando sus ocelos en Eijirō, decidido.

Las puertas del tren se abrieron, dejando salir a quienes se bajaban allí.

Ambos comenzaron a caminar hacia el otro, deteniéndose una vez estuvieron frente a una de las entradas.

El pelirrojo tomó la mano del rubio, y se inclinó para plantarle un dulce y efímero beso en los labios, entrelazando sus dígitos y adentrándose en el vehículo.

Kaminari se apoyó en el hombro del otro una vez se quedaron en un lugar fijo, incrédulo ante lo que acababa de pasar. Seguía viendo el aura de los demás, pero maldita sea, la de Kirishima era demasiado, y al estar tan cerca de ella, parecía provocarle un palpitar incesante y fuerte en el pecho.

O quizás, simplemente sucedía porque se trataba de Eijirō.

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