Emma era conocida en Nueva York por ser la hija de la magnífica Victoria Bianchi, una de las mejores abogadas de Manhattan y Brooklyn. Siempre te sacaba de apuros si lo necesitabas, y la policía de Nueva York empezó a temerle cada vez que la veían en el juzgado.
Su último juicio fue defendiendo a la familia Chester, una familia adinerada con raíces en Francia. Aparentemente, Ruben, el hijo menor de Jeffree Chester, contrató a una niñera para cuidar de sus hijos en su residencia en Brooklyn. La encontraron muerta unos meses después de aceptar el puesto, y aunque todas las pruebas apuntaban al suicidio, decidieron investigarlo como un posible homicidio debido a pruebas inconclusas.
Como siempre, Victoria ganó el caso, y Ruben Chester se libró de un cargo muy grave. Como agradecimiento, los Chester planearon una fiesta muy extravagante para Victoria. Por supuesto, Emma fue una de las invitadas. Y los invitados podían llevar un acompañante, así que Emma decidió llevarme a mí.
La fiesta que se organizó fue en honor a la madre de Emma, ya que ella los había salvado del cargo más grave que podrían enfrentar: homicidio involuntario.
—Oh, vaya... Me siento rica.— musité.
Estaba frente al espejo, mi pelo rubio trenzado. Se veía mi clavícula, ya que mi vestido dorado de seda solo cubría mis brazos y pecho. Era bastante ajustado, lo que dificultaba la respiración, y Emma empeoraba las cosas atando un lazo alrededor de mi cintura.
Dejé escapar un gemido de dolor.
—¡Ay! Aprietas demasiado.— me quejé.
Emma me miró rápidamente para disculparse.
—Lo siento, pero el código de vestimenta es muy estricto y no puedo correr ningún riesgo. Tienes que parecer una de ellos— me recordó.
Rodé los ojos hasta que sentí otro tirón.
Uno de ellos... Era otra forma de decir clase alta, una clase que pasaba sus días derrochando dinero, disfrutando de su vida lujosa y menospreciando a aquellos que no tenían la suerte de ser tan ricos como ellos.
—Sí. Lo siento, no soy tan rica como los demás.—dije irónicamente. —¿Por qué no invitas a John? Él es tu novio y sabrá cómo comportarse.—
Emma ignoró ese comentario y se levantó lentamente, limpiándose las manos con una servilleta. La chica de pelo oscuro me examinó, buscando pequeñas imperfecciones para corregir antes de que viniera el taxi a recogernos. Puso una mano en mi hombro cuando se dio cuenta de que me veía perfecta.
—¡Perfecto! Pareces de la realeza. Otro de mis magníficas obras de arte.— presumió.
Agarré el vuelo de mi vestido, girando sobre mí misma para ver cómo fluía elegantemente. Apenas reconocía a la chica que me miraba en el espejo; era tan diferente que sentía cierta incomodidad.
—No tengo ganas de salir.— murmuré, abrazándome a mí misma para tratar de mantener la calma.
—Quiero que conozcas a más personas y hagas más... conexiones. Habrá mucha gente, especialmente hombres jóvenes y atractivos ansiosos por conocer a una chica hermosa como tú.— me recordó mi mejor amiga, pronunciando esa última parte con voz juguetona.
En el fondo, sabía que Emma estaba haciendo esto para ayudarme, pero no quería admitirlo. Me sentía incapaz de seguir adelante; Michael seguía en mi mente a todas horas. Cada vez que hacía algo divertido, cada vez que sonreía, solo podía pensar en cómo sería estar a su lado. Y de repente, recordaba su traición y sentía que volvía a hundirme.
—No sé si tengo ganas de socializar hoy; es solo que Michael...—
Emma me interrumpió abruptamente al escuchar ese nombre.
—No quiero escuchar ni una sola palabra sobre ese perdedor. Te perdió a ti, no al revés.— me recordó mi mejor amiga.
Miré de nuevo al espejo, mis ojos brillaban de ira y tristeza. Habían pasado unos meses desde lo ocurrido con Michael y aún no podía aceptar el hecho de que ya no estuviéramos juntos. Habíamos pasado por tanto juntos; él me había demostrado su amor tantas veces que no podía evitar sentirme, de alguna manera, responsable.
Emma echó un vistazo a su teléfono para ver la hora.
—Oh, vaya, el Uber nos espera abajo.— anunció.
Mi vestido se movía de manera elegante, deslizándose suavemente contra mi piel mientras caminaba hacia la puerta principal. Tuve la oportunidad de verme en el espejo junto a la entrada y confirmé que el vestido resaltaba mi figura y se movía con hermosos movimientos ondulantes.
—¡Chloè, espera!— exclamó Emma.
Me giré. Emma me miró directamente a los ojos y puso las palmas de sus manos en mis hombros.
—Prométeme que no mencionarás a Michael. No quiero escuchar ese nombre; solo quiero verte disfrutar.— me recordó.
Asentí con la cabeza aunque no estuviera completamente de acuerdo. Me di cuenta de que no estaba en posición de negarme, tenía la suerte de haber sido invitada a una fiesta tan exclusiva, no quería molestar a Emma hablando de Michael.
Ambas salimos de su ático lujoso de Manhattan. Hacía todo lo posible por mantener la cabeza en alto y ser uno de ellos.
(...)
Llegamos al lugar en Hudson, Nueva York poco después de salir. Sabíamos que estábamos en el lugar correcto cuando vimos la larga alfombra roja en la entrada del hotel que habían alquilado. Fuimos recibidas por uno de los empleados del vestíbulo en la entrada, quien nos dejó pasar sin problemas al ver la invitación oficial de Emma.
Luego nos llevaron a un exquisito salón de baile, el aire estaba lleno de charlas y música interpretada por una orquesta. Algunos invitados giraban elegantemente por la pista de baile luciendo sus vestidos de diseñador y esmóquines, mientras que otros ya estaban bebiendo.
Me encogí mientras los veía exhibir su increíble riqueza con sus ropas y accesorios de diseñador. Empecé a sentirme insegura, casi como si estuviera invadiendo o, aún peor, robando una identidad.
—¡Mamá!— exclamó Emma.
Victoria Bianchi estaba en una de las mesas extendidas. Estaba rodeada de diferentes personas, ondeando su cabello castaño oscuro mientras bebía de una copa de vino.
—¡Emma, cariño, llegaste!— exclamó, agarrando a su hija para mostrarla con orgullo. —Esta es Emma, mi hermosa hija.—
Me quedé justo detrás de ella, intentando forzar una sonrisa. Victoria y yo cruzamos miradas en el momento en que me notó, y su sonrisa genuina desapareció ligeramente.
—Madre, ¿recuerdas a Chloè, verdad?— preguntó Emma.
Victoria frunció ligeramente el ceño, como si estuviera decepcionada. Pero aún así, intentó forzar una sonrisa para aparentar ser amable.
—Por supuesto que sí. Debo admitir, cariño, pensé que John vendría contigo.—
Extendí mi mano. Sabía que ella no estaba contenta con la ausencia de John (o más molesta con mi presencia), pero aún así quería mostrar buenos modales.
—Es un gusto verte de nuevo, Victoria.— dije.
La cabeza de Emma se interpuso entre nosotras. No parecía percibir la tensión en el ambiente, estaba más emocionada por hablar con su madre.
—John no pudo venir esta noche, mamá. Así que invité a Chloè en su lugar.— explicó.
Victoria estrechó mi mano para no parecer maleducada, aunque definitivamente pude notar que no estaba contenta con mi presencia en una fiesta tan exclusiva. Siempre le había desagradado debido a mi situación socioeconómica. Afortunadamente, ese día, me veía como si perteneciera en aquél grupo.
—También es un gusto verte, Chloè. Sírvete algo... de beber.— murmuró Victoria.
Victoria volvió a presumir de sus increíbles habilidades como abogada con aquellos dispuestos a escuchar a su alrededor.
(...)
Emma y yo nos retiramos a un rincón del salón de baile, aparentemente para evitar molestar aún más a su madre. Su hija perfecta había traído a una chica del pueblo a una fiesta que se organizaba en su honor, tenía miedo de ser humillada.
Un camarero pasó rápidamente junto a Emma y a mí, habilidosamente sosteniendo una bandeja llena de copas de vino. Emma logró agarrar dos copas para nosotras, entregándome lo que parecía ser chardonnay. Miré dentro de la copa mientras ella hablaba.
—He oído que el señor y la señora Chester darán un discurso esta noche.— mencionó Emma, sus ojos brillando de ilusión.
—¿Quiénes son?— pregunté.
Emma casi se atragantó con el chardonnay.
—¿Estás bromeando? Son una de las familias más ricas del mundo. Ellos son la razón por la que se celebra esta fiesta.— explicó Emma, sus ojos aún brillando. —Soy especialmente fan de Ruben Chester, ha trabajado con muchas organizaciones benéficas.—
Sus palabras pintaron en mi mente una imagen de inmensa riqueza e influencia, despertando mi curiosidad sobre esta familia. Se veía que eran una familia bastante importante en Nueva York, y Emma les tenía mucho respeto y admiración.
Un hombre vestido con un elegante traje oscuro pasó junto a nosotras, su mirada clavada en su teléfono móvil. Los ojos de Emma se agrandaron al darse cuenta de que era alguien que conocía. Agarró su brazo sin pensarlo dos veces, y el hombre, a su vez, le sonrió.
—¡Oh! ¿Has conocido a Jason alguna vez, Chloè? Es el hijo de uno de los colegas de mi madre.—
El hombre caminaba por la sala con toda la confianza del mundo. Lo que primero llamó mi atención fue su cabello rubio, que llegaba hasta sus hombros. Sus ojos eran de un color almendra oscuro, y me miraban fijamente.
—Creo que no nos conocemos.— dijo suavemente, con un leve acento británico. —Chloè, ¿dijiste?—
Los nervios se apoderaron de mí, provocando un rubor en mis mejillas. Hacía tiempo que no intentaba coquetear con alguien que no fuera Michael, estaba increíblemente nerviosa.
—S-Sí... ¿Y tú eres...?—
—Jason Chapman. ¿De qué familia eres?— preguntó.
Los ojos de Emma se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que no estaba allí con mi familia, ni eran influyentes. Eso no me favorecía en absoluto, especialmente cuando intentaba impresionarlo. Emma intentó intervenir, pero en mi opinión, decir la verdad era una buena opción.
—Bueno, mi familia no es particularmente influyente. Somos más...normales, supongo.— admití.
Pude percibir un sutil cambio en su actitud. Aunque aún mantenía su sonrisa, su tono indicaba que ya no estaba tan interesado en mí como antes. Asintió con la cabeza y echó un mirada a Emma.
—Fue un placer conocerlas. Realmente espero que tengan una maravillosa noche. Nos vemos luego.— dijo, su voz carecía de ese entusiasmo anterior.
Fruncí los labios. Mi primer intento de impresionar a otro hombre había fracasado horriblemente, dejándome sintiéndome avergonzada y decepcionada. Mientras Jason se alejaba, no pude evitar sentirme insegura.
Emma, al darse cuenta de mi expresión decaída, puso una mano en mi hombro.
—Hey, no te preocupes por eso, Chloè. Aquí hay mucha más gente. Jason solo dijo que no porque sus padres están en contra de que salga con... eh...—
Emma no continuó su frase, ya que iba a terminar con la palabra 'campesina'. Rodé los ojos - no por Emma - sino por la absurda situación. Era el siglo XXI y a la gente rica aún le encantaba llamar 'campesinos' a aquellos que no tenían tanta suerte como ellos.
Era una campesina para ellos... Nada cambiaría eso. Ni un vestido de seda elegante, ni el caro maquillaje de Emma, ni una actitud sofisticada. Dejé mi copa de chardonnay sobre la mesa vacía frente a nosotros. No estaba de humor para seguir bebiendo ni para seguir socializando.
Pero cuando Emma tocó mi hombro de nuevo...
—Oh, vaya, tú debes ser Emma.— dijo una voz femenina detrás de mí.
Emma y yo nos giramos, encontrándonos frente a una mujer desconocida. Su cabello negro oscuro con pequeñas mechas castañas caía sobre su hombro. Se lucía sofisticada y segura de sí misma, de una manera diferente al resto. No pude evitar sentir una mezcla de curiosidad y aprensión.
—Sí, lo soy.— respondió Emma con confianza.
—¡Te pareces mucho a tu madre, cariño!— exclamó la mujer desconocida con un tono aterciopelado.
Arqueé una ceja. Esta mujer parecía tener nuestra edad, pero se dirigía a Emma como si fuera una niña. Sostuvo el rostro de Emma con sus manos.
—Tu madre te está buscando, cielo. Dice que necesita ayuda para organizar algunas cosas antes del gran banquete.— dijo la mujer educadamente, aunque por su tono parecía ser una orden.
Emma miró detrás de ella, cruzamos la mirada un segundo. La mujer desconocida vio nuestras expresiones confundidas y se tocó la mejilla.
—Dejadme a solas con ella. Necesito hablar.— ordenó.
Emma hizo todo lo posible por inventar una excusa. No quería dejarme sola en este lugar con esta mujer desconocida.
—No entiendes. Ella es...—
—Sí, sí, ella es especial...— interrumpió la mujer a Emma, quitándole hierro al asunto. —No te preocupes, solo quiero hablar de algo divertido con tu amiga. Solo tomará un segundo, tu madre necesita ayuda.—
Emma me miró rápidamente como disculpándose y se fue de camino para ver a su madre de nuevo. La mujer desconocida de tez pálida me miró de reojo, sus ojos de chocolate oscuro posándose en mí.
—Vi lo que sucedió con ese chico.— dijo la mujer, mirándome de reojo. —Espero que no te importe que me haya entrometido. Solo... tenía curiosidad por verte aquí.—
Sabía a qué se refería. Había algo en sus ojos, una chispa de curiosidad. Se acercó a mí, su vestido fluía elegantemente contra sus caderas. Colocó el dedo en sus labios, mirándome intensamente como si examinara cada centímetro de mi expresión corporal.
—Tú... Tú no eres... No eres de aquí, ¿verdad?— dijo ella.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Su voz era dulce, incluso seductora. Pero había algo en su tono, algo que me hacía sentir intimidada por su presencia. Era pura belleza, pura riqueza... Nunca podría competir con eso.
—Respeto eso. Se necesita valentía para presentarse a un evento como este.— prosiguió, su cabello oscuro botando por alrededor.
—¿A qué te refieres?—
—Este tipo de fiesta es solo para los más altos de los altos. Y sin embargo, aquí estás, buscando a alguien para llevarte a casa.— dijo la mujer, señalando lo obvio.
Agarré mi vestido, sintiéndome ansiosa.
—Sé que no pertenezco aquí— murmullé.
La mujer bebió de la copa de vino.
—Por supuesto que no. Por eso es tan divertido, ¿no? Te respeto por usar a tu amiga y querer escalar en la escalera social.—
—No estoy...—
—Debo preguntar, sin embargo. ¿Cuál es tu plan exactamente? La mayoría de las personas aquí no querrán asociarse con campesinos, y sin embargo, les admites tu rol en la sociedad... Te aconsejo que, si quieres llegar a encontrar a alguien, debes mentir hasta llegar a la cima.—
Pensé en lo que sería exactamente la cima. Recordé los comentarios de Emma sobre Rubén Chester, el hombre más rico en esta fiesta.
—Tal vez pueda llegar a la cima y conquistar a Rubén Chester.— bromeé.
La mujer quedó completamente en silencio, dejó de beber vino de su copa. Sin embargo, no me di cuenta de esto porque aún miraba al suelo, incapaz de reunir las agallas para mirarle a la cara. La mujer misteriosa miró su bebida, moviendo el vaso de cristal ligeramente.
—¿Rubén Chester? ¿De verdad? Qué... interesante.—
Finalmente la miré. La mujer me sonrió, pero no parecía genuina. Era más bien una burla.
—Sabes, pasé un verano en España y escuché uno de los refranes más curiosos... Era algo así como...Aunque la mona se vista de seda, pero mona se queda.—
La mujer continuó bebiendo de su copa de vino tinto, aparentemente ajena a cuánto su comentario me había afectado. Me di cuenta de que estaba dejando pistas. Yo era el mono que, literalmente, llevaba un vestido de seda.
—Solo digo... Rubén Chester es importante, y dudo mucho que esté interesado en una campesina.—
Mientras la mujer seguía bebiendo, su comentario quedaba suspendido en el aire, dejando un incómodo silencio entre nosotros. Sentía el peso de sus palabras hundiéndose en mí. Sentí que mis manos temblaban y mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
—Esto... esto fue un error.— murmuré.
La mujer desconocida sonrió con suficiencia al verme escaparme, buscando el baño más cercano para esconderme. Terminó su copa de vino tinto mientras me veía alejarme, limpiando los rastros de vino con su pulgar.
(...)
Entré de golpe al baño vacío, salpicando mi rostro con el agua más fría posible. No podía dejar de temblar, mis ojos se llenaban de lágrimas mientras trataba de mantener la calma frente a todos. No quería avergonzar aún más a Emma o a su madre, así que secretamente planeaba mi escape de este infierno.
De repente, escuché el sonido de un inodoro que se descargaba detrás de mí. La puerta del cubículo se abrió rápidamente. Me di la vuelta y me encontré frente a un hombre. Inhalé con sorpresa cuando me di cuenta de que estaba en el baño equivocado.
—Oh, lo siento.— dijo disculpándose. —No quería asustarte. ¿Estás bien?—
Era seguro decir que este hombre era uno de los hombres más atractivos que había visto en mi vida. Sus ojos azules penetrantes me miraban con tanta intensidad, su mandíbula era tan perfectamente definida, su cabello oscuro parecía recién cortado. Había algo en su dulce voz que me hacía ruborizar.
¿Quién hubiera pensado que lo que parecía una simple interacción cambiaría toda mi vida?
Menos mal que junio se acaba pronto, y no tenga que ir a trabajar. Podré volver a escribir como antes y subir semanalmente :)
Llevo unas semanas estresada por motivos de salud y por mi trabajo como profesora. Sé que este verano estaré menos ocupada y podré subir mucho más videos/capítulos.
Subiré el audiobook en cuanto pueda! :)
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